El primer Sant Jordi del tándem Sistach-Mas
El Viernes Santo acudo devotamente a mi parroquia a la celebración de la Pasión del Señor, nuestro buen párroco antes de concluir la ceremonia nos da dos avisos, el primero aproximadamente es: "El Señor Jesús yace en el Sepulcro hasta la celebración gloriosa de la Vigilia Pascual, le acompañaremos con nuestro silencio respetuoso y nuestra oración. Hasta entonces no habrá ningún tipo de celebración litúrgica" y el segundo: "La celebración litúrgica de San Jordi no se celebrará mañana sino cuando haya finalizado la octava de Pascua". Yo no entiendo mucho de liturgia pero me fío de mi párroco, por eso me sorprendí al día siguiente, Sábado Santo, al ver por la televisión a nuestro cardenal presidiendo la celebración litúrgica de Sant Jordi en el Palau de la Generalitat. Y me preguntaba si esto no sería una de esas excepciones o equilibrios canónicos que tanto gustan a nuestro arzobispo como en el lamentable Caso Pousa.

La mujer que aparece en el centro de la fotografía es Sor Roser Garriga Trullols, una religiosa de las misioneras del Corazón de María, de setenta y seis años que actualmente ejerce como secretaria provincial de su congregación en Cataluña. Las mujeres que aparecen a su lado son conocidas militantes de colectivos eclesiales feministas, de los que nos hablaba este lunes tan acertadamente mi buen amigo Oriolt en su artículo sobre la Creu de Sant Jordi concedida al "Col.lectiu Dones de l’Església". La hermana Garriga no sólo participa en actos de este colectivo sino que ella misma imparte
Con toda seguridad, no hay actualmente una condecoración más desprestigiada que la Creu de Sant Jordi que concede anualmente la Generalitat catalana. Aparte de algunos patinazos como su otorgamiento al delincuente Félix Millet o al impostor Enric Marcó, que se había inventado su estancia en campos de concentración nazis; en el día de hoy ya es objeto de la mofa más acerada. No en vano, un escritor - nada sospechoso de anti-nacionalismo- como Quim Monzó, sostiene que
No es una situación genuina de nuestra Archidiócesis ni siquiera circunscrita a nuestra realidad social. El cuadro de sintomatología del clero diocesano secular presenta unas constantes que, en vigilias de la celebración sacerdotal por excelencia, la Misa Crismal en la que renovamos nuestras promesas sacerdotales, queremos examinar.