Los lemas episcopales
Revisando unos datos sobre la vida del Dr. D. Gregorio Modrego Casaus (para conmemorar los 110 años de su nacimiento en este 2010 y el 75º aniversario de su consagración episcopal en 2011), nos hemos encontrado con un dato muy interesante que da la medida de su gran talla humana: su lema episcopal. Normalmente, las divisas o lemas que figuran en los escudos son indicadores de un ideal, de un programa de vida, de una virtud exigible a quien lo ostenta en su blasón. El del que fuera arzobispo de Barcelona durante largos y decisivos años estaba tomado del Evangelio: “VT VNVM SINT” (Que sean uno), palabras que dirigió Nuestro Señor Jesucristo al Padre Celestial en su oración sacerdotal.
En la biografía exhaustiva que le dedican los eclesiásticos Francesc Muñoz Alarcón, Josep Maria Martí Bonet y Fidel Catalán Catalán se leen a propósito de este lema del escudo del Dr. Modrego estas interesantes y reveladoras palabras: “Conviene que tratemos aquí sobre el lema del doctor Modrego, ya que posiblemente nos dará el punto de partida para exponer otros aspectos y acontecimientos de su largo pontificado. El lema es la síntesis de un posible programa de posteriores actuaciones pastorales. En primer lugar hay que decir que hay quien afirma que el doctor Modrego cumplió a la perfección su lema hasta el final de su vida. Así, un sacerdote diocesano declara: «El entierro del doctor Modrego reflejó el significado de su escudo episcopal, “Ut unum sint” , porque a él asistieron sacerdotes de todas las tendencias, desde los más conservadores hasta los de mayor vanguardia… Fue impresionante”. Es muy cierto que el “Ut unum sint” dio muestra, al menos, de la preocupación por la unidad en el clero, la diócesis (los fieles), religiosos y religiosas. También incluiría la unidad de los cristianos y el deseo de que muchos entrasen dentro de la unidad de la Iglesia (misiones). Después de esta tan amplia definición nos encontramos perplejos ante la unidad del pontificado del doctor Modrego. Nos preguntamos si la cumplió de manera plena» . Más adelante, y después de presentar datos concretos, los autores concluyen: «Ciertamente a lo largo de su pontificado el doctor Modrego procuró cumplir el lema de su escudo».

En 2003 los Maristas en España se dividieron en cuatro provincias (Compostela, Ibérica, Mediterránea y l’Hermitage). Cada instituto religioso tiene libertad para organizarse como le convenga y por tanto de segregar Cataluña del resto de España y unirlo a Francia. La provincia de l’Hermitage esta formada por Cataluña, Francia, Suiza, Hungría, Grecia y Argelia. Es decir que solo el territorio español es el que se divide ya que el resto son unidades estatales. Pero cada instituto, como se ha dicho, tiene libertad para organizarse como le de la gana.
El progresismo y el nacionalismo eclesial se están jugando mucho con el nombramiento de Don José Ignacio Munilla como obispo de San Sebastián. Saben que es la pieza clave que va a decidir el futuro de la Iglesia en comunidades como Vascongadas y Cataluña. Si la carta Munilla sale bien, no sólo habrán perdido una batalla, sino que habrán perdido la guerra, desde ese momento las cosas van a cambiar totalmente. Desde Roma ya no se amedrentarán más, y el modelo de obispo condescendiente con los abusos del progresismo y de linea más nacionalista que pastoral habrá pasado a la historia. Después de Don José Ignacio vendrán otros como él y poco a poco va a quedar atrás una etapa oscura de la Iglesia en estos territorios históricos que ha dejado al catolicismo en sus niveles más bajos.
Mucho se ha hablado sobre la reciente designación de Monseñor Munilla como obispo de San Sebastián, pero sí se observan detenidamente las reacciones, resulta que los fuegos de artificio han sido encendidos por quienes más temor tienen a quedarse sin prebendas. No solo se trata de una contienda ideológica, sino de algo mucho más prosaico: miedo. Un terrible pavor a quedar en evidencia. Un pánico atroz a que quede al descubierto la absoluta esterilidad de una política eclesial fracasada.
Pensábamos que después de una controvertidísima tesis sobre el “Perì Archón” de Orígenes en el Pontificio Instituto Oriental de Roma in illo tempore, de sus despropósitos sobre las Pseudoclementinas (Homiliae y Recognitiones), de habernos aturdido con una riada de artículos sobre las “Cartas” de Ignacio de Antioquía en las que desmontaba y volvía a montar, según su iluminado criterio (el de Rius), las epístolas del obispo mártir de Asia y que tuvieron su culminación en una obra en inglés que hizo destornillarse de risa a toda la república de las letras griegas, y después de su prolongada dedicación al libro Hechos de los Apóstoles con una cuantiosa producción de trabajos en los que exponía sus ideas eclesiológicas atribuyéndolas a Lucas y a su versión “occidental” de ese libro, el pseudoerudito catalán, como el viudo Rius de la teleserie, iba a dedicar los últimos años de su existencia terrenal a recomponer su curriculum existencial y a componer, como Agustín de Hipona, sus “Retractaciones”. Pues, no señor. Rius se ha convertido en novelista. Imitador, en catalán, de Dan Brown, ha compuesto, con una señorita galesa, una novela de “misterio”: “Demostració a Teòfil”.





