Anécdotas de verano (y III): ¡Prohibido arrodillarse!

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Finalizo hoy el relato en tres entregas de mi “suplencia” en otra parroquia de nuestra diócesis, aunque la realidad que me encontré tristemente no es extraordinaria, podríamos hallarla en muchísimas parroquias de nuestra diócesis y en general de toda Cataluña.

Vayamos al grano. En el momento de dar la Sagrada Comunión, que finalmente administré en solitario, a pesar de las sugerencias del “monitor” (CPL), todo el mundo comulgó en la mano, excepto una señora que fue la última y que se arrodilló muy devotamente y comulgó en la boca.
Al finalizar la Eucaristía, esta señora vino a saludarme y con una gran alegría en sus ojos me dijo:

-No sabe la emoción que he tenido por volver a comulgar de rodillas

Y yo que ingenuamente le pregunto:

-¿Pero no lo hace, cada vez que viene a Misa?

Y la buena señora me contestó:

-El cura de aquí no me deja, y ya no me atrevo, la última vez me dijo: “¡levántese, no haga comedia!”

Viendo su respuesta le comenté que me había extrañado que nadie se arrodillara en la consagración (ni siquiera ella), y que todos menos ella habían comulgado en la mano, a lo que ella me respondió:

-El párroco no quiere que nos arrodillemos en la consagración ni que comulguemos en la boca. Ha ido adoctrinando a la gente en ese sentido, un día dijo que parecíamos una comunidad dividida unos de rodillas y otros de pie, así que sugirió como solución que todos nos pusiéramos de pie. Otro día dijo que era mejor comulgar en la mano diciendo que era más higiénico y que demostraba una actitud más humilde como la del pobre que pide caridad. La verdad es que el hombre encuentra argumentos para todo pero la cuestión es cargarse las tradiciones. Me he alegrado de que usted diera la comunión sólo, porque a veces salen personas divorciadas y rejuntadas a dar la comunión, entonces me di cuenta definitivamente que era un sacerdote diferente y me he atrevido a comulgar de rodillas, pero en la consagración no me atreví a arrodillarme porque todavía tengo muy presentes las humillaciones en público que me ha hecho pasar el otro cura.

Esta mujer me hace comprender el sufrimiento de tantas personas piadosas en algunas de nuestras parroquias bajo el régimen dictatorial de estos defensores de las libertades y el progresismo. No sólo prohíben actitudes y devociones autorizadas por la Iglesia y en muchos casos más que recomendadas, sino que señalan y humillan públicamente a los que no hacen las cosas como ellos mandan. ¿Qué hubiera pasado si yo hubiera hecho lo mismo y hubiera dicho que todos a arrodillarse en la consagración, o todos a recibir la comunión en la boca? Pero aunque yo tenga mis preferencias yo no soy capaz de hacer tal cosa, soy bastante más tolerante.

Antoninus Pius

http://www.germinansgerminabit.org