InfoCatólica / Germinans germinabit / Archivos para: Junio 2009

16.06.09

Retiro trimestral de Germinans y Mensaje a los sacerdotes y a las vocaciones

El pasado lunes de Pentecostés, festivo en la mayoría de localidades de Cataluña, tuvo lugar la jornada de retiro anual de los miembros de Germinans en una modesta finca particular del Montseny (evidentemente no fue en el Casal de Sobrevía), paraje natural privilegiado donde los haya, lugar propicio para el descanso, la oración y la reflexión.

El tema que presidió el espacio de estudio y reflexión giró entorno al ejercicio ministerial del sacerdocio en el servicio de propagación de la fe.

Tras asumir postulados muy favorables a comprender la tarea de la Iglesia en el siglo XXI en una triple vertiente de pastoral, misión “ad gentes” y nueva evangelización, visión muy bien planteada últimamente por algunos pensadores cristianos de gran lucidez y de intrépido compromiso de testimonio de la fe y apostolado, Prudentius de Bárcino elaboró una breve ponencia sobre la figura del sacerdote en las alocuciones públicas de Benedicto XVI durante estos 4 años de pontificado.

Deseamos ofrecer un resumen de estas reflexiones a nuestros lectores, especialmente a aquellos jóvenes que sintiéndose llamados al sacerdocio, carecen de instrumentos de comprensión para dar concreción a su potencial llamada al seguimiento radical del Señor y el servicio ministerial en el seno de la realidad concreta de la Iglesia “hic et nunc” (aquí y ahora).

En primer lugar y constatando la falta de maestros del pensamiento y de personas que ejerzan una auténtica paternidad espiritual sobre los jóvenes, se puso en relieve la gran talla que a la luz de estas necesidades manifiesta Benedicto XVI en todos y cada uno de las alocuciones y encuentros en los que tiene la oportunidad de transmitir sus inquietudes y el planteamiento tan sumamente atractivo y contemporáneo que él realiza sobre la figura del sacerdocio y su ministerio.

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Santo Tomás de Aquino y la Fiesta de Corpus

De todos nuestros asiduos lectores debe ser bien conocido el origen de la festividad de Corpus Christi que en esta semana después de la Santísima Trinidad (jueves propiamente o trasladada al domingo) la Iglesia celebra.

Ya en la anterior serie litúrgica “El fiador: historia de un colapso” tuve la oportunidad de explicar, como en medio del apogeo litúrgico del siglo XIII, el siglo de oro por antonomasia de la liturgia romana, brillaba con especial resplandor la festividad de Corpus Christi.

Vuelvo a transcribirlo, para aquellos que lo desconozcan o lo hayan olvidado:

El oficio de Corpus Christi

El siglo XIII fue escenario de un acontecimiento litúrgico de una magnitud irrepetible: la institución de la fiesta de Corpus Christi. Ninguna de las fiestas universales establecidas por la Iglesia en siglos posteriores fue instaurada con las características con que Roma lo quiso para la fiesta del Santísimo Sacramento: una fiesta en jueves, de precepto y con octava. Podemos afirmar que fue con esta solemnidad y en este siglo, que el año cristiano recibió su complemento al menos en cuanto se refiere a las grandes líneas del calendario.

Esta festividad, tan estimada por toda la catolicidad, fue establecida para ser un solemne testimonio de la fe de la Iglesia en el augusto misterio de la Eucaristía.

La herejía de Berengario de Tours, desde el siglo XI, había hecho necesario una especie de “resarcimiento litúrgico” a favor de la fe en la presencia real: el rito de la elevación de la hostia y el cáliz, para ser adorados por el pueblo, inmediatamente después de la consagración. Este signo litúrgico arraigó rápidamente y tuvo una gran difusión.

En el siglo XIII, se elaboran nuevos ataques contra este dogma capital de una religión fundada en el misterio del Verbo encarnado para unirse a la naturaleza humana. Aparecían los precursores de los “sacramentarios”, nombre dado en el siglo XVI a todos aquellos reformados que en el Sacramento de la Eucaristía solo veían un “símbolo sin realidad”.

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11.06.09

Un caso particular del “sentir de Barcelona"

En la diócesis de Barcelona hemos llegado a la cúspide del esperpento. Antes, toda España nos miraba con admiración por nuestro carácter emprendedor, como el ariete que abría la Península a la europeidad. Ahora somos el hazmerreír del catolicismo peninsular, pura ridiculez. Un catolicismo enfermo en una sociedad de las más enfermas de nuestro continente. Una laicado de lo mas casposo, una juventud agonizante en el materialismo y el hedonismo mas esterilizante. Hay algunas personas y muy pocas instituciones que salen del rebaño, cierto, pero nunca saldrán en la foto. Su labor de hormiga puede pasarnos a menudo desapercibida. Salvo estas minorías, los comedores de alfalfa lo copan todo, todo lo que vive del presupuesto. Nuestra Iglesia diocesana, de tan inculturada a nuestro Principado, se ha acomodado al turulliano “sentir de Barcelona”. Una Iglesia, que salvo voces ahogadas, actúa de incensario de la gran mamarrachada en que se esta convirtiendo nuestra sociedad catalana que “tendrá que arrepentirse no tanto de las odiosas palabras y de las acciones de la mala gente como del clamoroso silencio de la buena gente” (Martin Luther King, Cartas desde la prisión de Birmingham-Alabama).

En Madrid, nuestro adversario (en el sentido más positivo y cordial del término) nos pasa la mano por la cara. En un solo minuto de debate del programa El Gato al agua de Intereconomía (TV) hay más ejercicio intelectual e intercambio de ideas que en todo un año de dogmática TV3. Uno podrá estar más o menos de acuerdo con algunos posicionamientos, pero la libertad y la consistencia de muchos de los argumentos utilizados son de una potencia que colapsan nuestro cerebrito catalán, atrofiado y reducido por la tribu de jíbaros que puebla nuestro sistema educativo, político y mediático. Contrasten la mediocre blogosfera cristiana catalana alrededor del periodistículo.

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10.06.09

Los nuevos canónigos

Hace 7 u 8 ocho años el Cardenal Carles emprendía la última etapa de su pontificado, una etapa dura y dolorosa para su persona en la que prácticamente se quedó sólo. Después de tantos disgustos, desengaños y traiciones, el pobre Don Ricardo ya no se fiaba de nadie, y se encerró en la llamada “guardia pretoriana” unos pocos hombres que todavía eran de su confianza. Ese pequeño núcleo de incondicionales tenía dos centros neurálgicos, su propia casa, el obispado, con Don José Ángel Saiz como Secretario General (luego obispo auxiliar) y la fiel Paquita en su secretaría particular. El otro centro era el Seminario Conciliar con el Rvdo. Francisco Prieto a la cabeza y su fiel formador el Rvdo. Manuel Coronado (actualmente secretario particular de Don José Ángel).

Saco este tema a colación porque después de revisar la lista de los canónigos (anticipada por Germinans Germinabit ya hace días), veo que se está produciendo algo parecido. Para estos nombramientos n.s.b.a cardenal Sistach ha recurrido a su núcleo más fiel, cada día más pequeño, que coincide con el de Don Ricardo: La Secretaría General, con El Rvdo. Sergio Gordo como nuevo canónigo y el Seminario Conciliar también con dos piezas para la canonjía: El rector Rvdo. Josep María Turull (el hombre del que se ha perdido ya la lista de cargos y responsabilidades que tiene), y el Rvdo. Josep Serra, el formador más camaleónico de la historia del Seminario. No es el caso de su ex-secretario particular el Rvdo. Robert Baró (Bobby para los amigos), que le salió rana. Aún así lo ha nombrado personalmente como miembro del Consejo Presbiteral.

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9.06.09

El Vives canónigo

De tanto hablar del nombramiento de Turull como canónigo de la catedral de Barcelona (por cierto, adelantado en esta web, por Prudentius de Bárcino el pasado día 25 de mayo), ha pasado desapercibida la designación de los otros tres miembros del capítulo catedralicio y, muy especialmente, de uno que me ha causado una enorme satisfacción: Mossèn Josep Vives Trabal. Por dos circunstancias: la primera –y más importante- por tratarse de un nombramiento merecidísimo, para quien se ha pasado media vida (todavía es joven) al servicio del culto de la catedral barcelonesa y la segunda, por paradójica -al menos, en esta diócesis-, por tratarse de un sacerdote ordenado en la diócesis de Toledo.

Mossèn Vives (voy a distinguirlo del otro Vives, como el canónigo; pues supongo que esto no es ofensivo, ahora que tenemos que cuidarnos de los disparos de fuego amigo) es un sacerdote barcelonés, nada menos que de la gótica Calle del Duque de la Victoria (hoy llamada, Carrer del Duc, al objeto de menospreciar al liberal General Espartero), que lleva más de veinte años como sacerdote en la catedral de Barcelona, teniendo la responsabilidad de su culto diario desde más de doce años. Durante esta etapa se ha distinguido tanto por su sencillez personal como por su extraordinario celo en el cuidado de la devoción y el rito. Cura que no solo viste de sacerdote, sino que se cuida mucho de ir perfectamente ensotanado por el principal templo de la ciudad y que no tiene ningún reparo en pasar horas confesando, a pesar de sus múltiples ocupaciones. Cuando lo he visto en la catedral (siempre y a todas horas) con su extraordinaria humildad y sus evidentes dotes de servicio, siempre he pensado: ¡Aquí tenemos a un hombre de Dios! A ello se une el esmero en la liturgia que se practica en la catedral, que es uno de los templos barceloneses donde se lleva el culto con mayor dignidad. Como, por otra parte, es obligado que sea en la primera de sus iglesias. Pero en Barcelona pasan tantas cosas raras…

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