¿Volveremos a la Iglesia patriótica?

La carta de CDC en la sección “ Omnes dicamus ” me sitúa en el mundo de lo que llaman en China “Iglesia Patriótica”, en Venezuela “Iglesia Bolivariana”, en Cataluña “Església Catalana”, y suma y sigue con la multitud de intentos de muchos obispos y sacerdotes por casar la Iglesia con la política local-localista.

En el conjunto de España tuvimos ya una muestra, el nacionalcatolicismo, de infausta recordación, del que la “Església Nacional de Catalunya” es una copia corregida y aumentada. Veintitrés años de pujolismo cavaron un hondo surco para esta siembra, y sin la menor duda todos los meapilas del régimen echaron en él su simiente. Si sería íntima la relación Iglesia-Estado en Cataluña, que eran vasos comunicantes, hasta el extremo de que los fichajes pasaban de la Iglesia al Estado (la porción de Estado en Cataluña) y del Estado a la Iglesia. Los cuadros de mando eran intercambiables. Una sinecura en el arzobispado, valía tanto como una consejería en el Gobierno de Cataluña. ¿Acaso cabe una simbiosis más perfecta?

Es natural que la parte del clero y de la jerarquía que medró con el pujolismo y estuvo apagada durante la noche oscura del tripartito anticatólico, haya respirado hondo ante la esperanza de volver a la alianza Iglesia Estado. La Iglesia y la fracción catalana del Estado se deben muchos favores de cuando eran uña y carne. La fracción estatalista por nacionalista de la Iglesia catalana, vive en la honda esperanza de cobrarse los favores de todo género que le hizo al partido que hoy gobierna. Un partido con intensa vocación confesionalista, siempre que la religión se adapte a los dogmas y a las políticas performadoras de la nación y se sume desde la religión al fervor patriótico.

Y como hace todo abogado ante la necesidad de investigar un crimen, la primera pregunta es: cui prodest? ¿A quién aprovecha? ¿Quién saca tajada de esta camaradería entre la iglesia y el Estado?

Aparte los infinitos goteos de actos de la Iglesia destinados a “ fer país ” que van calando como la lluvia fina, tenemos los grandes documentos institucionales; tenemos las “ Arrels cristianes de Catalunya ”, esa especie de gran manifiesto con carácter de Estatut mediante el cual la Iglesia de Cataluña (no “en”, sino “de”, como prefiere el clero nacionalista) se vincula de forma indisoluble al poder político de Cataluña. “Però volem dir que és en aquella ininterrompuda tradició de fidelitat a Catalunya que ens reconeixem i ens refermem” . Pero queremos decir que es en aquella ininterrumpida fidelidad a Cataluña , que nos reconocemos y nos reafirmamos. Eso dicen los obispos catalanes en el documento fundacional de la Iglesia patriótica, que acaba de cumplir los 25 años.

¿Y eso a quién beneficia? Es evidente que a las instituciones nacionalistas. Nada menos que la Iglesia se alinea con ellas, como una institución nacionalista más. Hablamos de la gloriosa época de Pujol en la que la sintonía de la Iglesia con las autoridades políticas y con las instituciones civiles del catalanismo era inmejorable.

¿Y eso en euros de hoy y en pesetas de ayer, cuánto vale? ¿Quién puso la mano? La verdad es que lo que han invertido los poderes públicos en sobornar a los que se han ocupado de engrasar la maquinaria, ha sido una bagatela. Lo cierto es que se han vendido por 30 monedas. Pero los que pusieron la mano, han vivido de lujo. Nos lo recordaba hace unos días Quinto Sertorius. Son un minúsculo grupo endogámico entreverado de clérigos y políticos que se lo llevan crudo. Como está repartido el pastel entre unos pocos, y entre ellos se lo guisan y se lo comen, los servicios prestados les devengan un buen pasar. Cobran de la sopa boba lo que los demás no consiguen por más que trabajen.

Ahí los tenemos, tan bien mantenidos, tan cebados por el poder político, ¿cómo van a morder la mano que les da de comer tan opíparamente? Por eso es de temer que tras las gélidas relaciones de la Iglesia con el tripartito (aunque con sus momentos de calorcillo en los veranillos de San Martín) renazca con pujanza la Iglesia Patriótica que tan bien retrata el documento redactado por los obispos durante las vacas gordas del pujolismo. Lo veremos de inmediato en los Presupuestos. Si la Generalidad, a pesar de la crisis que ha de capear con los Bonos Patrióticos, sigue financiando a las instituciones que como la Fundació Joan Maragall, la Església Plural y otras por el estilo funcionan de moquetas para que el poder político pise blando cuando se meta o se entrometa en la Iglesia; si persisten esas subvenciones sabremos con certeza que renace la Iglesia Patriótica, porque los nuevos gobernantes de Cataluña darán prioridad presupuestaria a esta operación política anteponiéndola a la atención de las necesidades más perentorias de los ciudadanos.

Cesáreo Marítimo