Capítulo 6º: Los gestos de la Penitencia (2ª parte)

Los golpes de pecho .

Los golpes de pecho, es decir, del corazón, son un gesto que quiere expresar el sentimiento interno, la contritio cordis (1) , por una culpa cometida, cuya raíz está precisamente en el corazón. El publicano y el centurión del Evangelio suponen un uso familiar tanto a los hebreos como a los paganos. Adoptado por la piedad cristiana desde los primeros siglos, el gesto debió ir acompañado de alguna fórmula análoga al actual Confíteor con la cual se hacía una confesión genérica de las propias culpas. Esto se deduce por un curioso detalle hecho notar por San Agustín a sus fieles, los cuales, cuando oían pronunciar por el lector la palabra confessio, se golpeaban el pecho. Ubi hoc verbum ( confessio ) lectoris ore sonuerit, continuo strepitus pius pectora tundentium sequitur (2) . Ahora él hace observar a ellos cómo el término confessio (confiteri), no quiere siempre decir acusación de los pecados," sino a veces también "alabanza, glorificación de Dios," como en aquellas palabras: Confíteor tibi, Pater (3) , o en el salmo 117: Confitemini Domino (4).

Las rúbricas actuales prescriben el golpearse el pecho en la misa tres veces al mea culpa del Confíteor, al miserere nobis del Agnus Dei y al Domine, non sum dignus, y además a las palabras del canon Nobis quoque peccatoribus (5), todas ellas fórmulas que se refieren al pecado y al arrepentimiento. En tiempo de S. Agustín, el sacerdote y el pueblo se golpeaban también el pecho en la petición del Paternoster: Dimitte nobis debita nostra ((6) En Alemania el uso se mantenía todavía en el siglo XIII.  

La inclinación de la cabeza .

La inclinación de la cabeza, y probablemente también de los hombros, era el gesto de humildad con el cual los fieles o, según otros, los penitentes, recibían al final de la misa la bendición del sacerdote, pronunciada por él con la fórmula llamada oratio super populum (7) que en la forma extraordinaria del rito romano ha perdurado en algunas ferias de Cuaresma. En la reforma litúrgica de 1969 se introdujo un tipo de bendiciones solemnes de origen galicano que es iniciada con una invitación a inclinar la cabeza antes de la tres invocaciones bendicionales a las que hay que responder con un “Amén”. La bendición “ Urbi et Orbi ” (8) que el Santo Padre imparte al menos dos veces al año (por Navidad y por Pascua) y que también está revestida de un fuerte carácter penitencial debe ir acompañada al menos de esta profunda inclinación. El acto nos es atestiguado en la Iglesia antigua por todas partes, no excluido el Oriente, y era generalmente solicitado por el diácono con una invitación, que en Alejandría decía: Inclínate capita vestra benedictioni " (9); en Roma, en cambio: Humiliate capita vestra Deo (10). El I Ord. Rom. (n.24) refiere así la rúbrica: Missa finita, dicit diaconus: Humiliate capita vestra Deo. Et inclinant se omnes ad orientem. Et dicit Pontifex orationem super populum (11). San Cesáreo, hablando sobre el particular, se lamentaba del comportamiento de su pueblo: Quoties clamatum fuerit ut vos benedictioni humiliare debeatis non vobís sit laboriosum capita inclinare, quia non vos homini sed Deo humiliatis (12). La inclinación profunda de carácter penitencial queda todavía en vigor en la recitación del Confíteor y en la bendición del sacerdote al final de la misa (nos referimos siempre a la forma extraordinaria del Rito Romano).

Todos aquellos a los que resulta imposible o gravemente incómodo o muy difícil el arrodillarse, son invitados a unirse con esta inclinación profunda de cabeza a la actitud penitencial de la asamblea.

NOTAS

  1. Contrición del corazón
  2. Cuando se escucha de boca del lector la palabra “confesión”, sigue al momento el rumor piadoso de los golpes de pecho.
  3. Te alabo, Padre
  4. Alabad al Señor.
  5. También a nosotros pecadores.
  6. Perdónanos nuestras deudas.
  7. Oración sobre el pueblo
  8. A la ciudad (Roma) y al orbe.
  9. Inclinad vuestras cabezas para la bendición.
  10. Humillad vuestras cabezas ante Dios.
  11. Acabada la misa, dice el diácono: Humillad vuestras cabezas ante Dios. Y se inclinan todos hacia oriente. Y dice el pontífice la oración sobre el pueblo.
  12. Cada vez que se proclame que debéis humillaros para la bendición, no os sea trabajoso inclinar vuestras cabezas, porque no os humilláis ante un hombre, sino ante Dios.

    Dom Gregori Maria