Mosén Jaume Cabané: un sacerdote bueno y ejemplar

Hijo de una sólida familia católica del barcelonés barrio de San Andrés de Palomar, su vocación germinó y creció entre la sombra de la entonces floreciente parroquia de Sant Andreu y la del convento de las religiosas de la Sagrada Familia de Urgel de la Madre Ana María Janer que, al lado de su casa, servían la Casa Asilo del barrio, escuela y asilo de ancianos. Pero fue su familia, fervorosa y entregada a la ayuda a los más necesitados, el semillero donde se forjó su temple cristiano y el buen humor de su carácter.

Le han llamado “el padre Jaime” durante toda su vida como misionero. Ha pasado buena parte de su ministerio sacerdotal en Quetzaltenango (Guatemala) en la parroquia de Coatepeque junto con sus compañeros barceloneses Mn. Amadeu Bassols y Mn. Joaquim Rúa, algunos cooperadores seglares y las Hermanas Josefinas que llevaban el hospital. Regresó a España con casi 60 años con una salud muy deteriorada. Pero no fue obstáculo para que se entregara con ilusión al ministerio que le encomendaron hace 25 años : la ermita de Santa María de Cirera en la urbanización Les Sureres del municipio de Mataró.

Es conocido por muchos como el “cura autoestopista” por la costumbre de hacer auto-stop para ir y venir de la alejada urbanización donde se encuentra la ermita, hasta el centro de la ciudad de Mataró. Para él, “hacer dedo” es un buscado y deseado medio de apostolado. Conocida su destreza en las manualidades con alambre con el que elabora crucifijos, lo primero que hace es regalar una sonrisa optimista y una cruz que coloca en el espejo retrovisor del coche. No habla de él mismo, sino de Jesucristo. Intenta escrutar los problemas y sufrimientos de la generosa y “cándida” persona que se lo ha metido en el vehículo. Le exhorta a rezar, casarse o a intimar con Dios prestándose para la confesión. Te explica alguna anécdota sencilla o algún chiste agudo: hace sentir bien a sus improvisados “taxistas”, les anima a no perder el buen humor y la confianza en Dios porque si no lo “pasarás mal en esta vida”.

Su ermita es un remanso para reencontrar la paz, acoge a pobres mendigos y los cuida y les da cobijo y comida. Tiene la iglesia limpia como una patena y curiosa como un pincel. No le sobra ni le falta nada.

Celebra la misa con una devoción poco habitual en muchos sacerdotes. Predica como en misiones: poco a poco y al detalle. No tiene prisas: siempre tiene tiempo para escuchar a la gente. Dándote a entender que Dios siempre tiene tiempo para ti.

Con este “currículum” era de esperar que casi la gran mayoría de los curas de Mataró lo traten de loco y excéntrico. También esas “joyas de laicos” del CO.PA.M (Consejo Pastoral Arciprestal de Mataró). Presionan al Cardenal para que se lo lleve, para que lo haga desaparecer, para que lo jubile. Pero Mn. Jaume, que no habla mal nunca de nadie, aunque lleve a sus espaldas la fatiga de sus 83 años, la jubilación sólo la espera de Dios Padre cuando lo llame a su Casa…

Mientras tanto, él permanecerá entre pinos y alcornocales, ofreciendo paz y amor a todos los que allí suben y a los que se tropiezan con él en los asfaltos y caminos de este mundo…Siendo sacerdote, siendo Iglesia, junto a la Virgen, haciéndose sacramento de salvación para todos los hombres y mujeres de buena voluntad. Y ejemplo para muchos de nosotros, sacerdotes y laicos, de esta alborotada Iglesia de Barcelona. De “locos” como este, Dios nos envíe muchos.

Prudentius de Bárcino