El listón portugués

El éxito del viaje del Papa Benedicto XVI a Portugal ha sorprendido a la propia empresa. Las cifras son como el algodón, nunca engañan. Y resultan impresionantes: 500.000 fieles en Fátima (100.000 más que con Juan Pablo II), 300.000 en la misa de Lisboa (se esperaban 200.000), 150.000 en la de Oporto (los más optimistas pronosticaban 100.000). Y la que se manifiesta más espectacular: 2 millones de personas viendo por televisión la retransmisión en directo de la celebración lisboeta (una audiencia reservada para partidos de fútbol). A este viaje asistió, expresamente invitado, el cardenal Martínez Sistach. Obviamente, la invitación tiene que ver con el próximo viaje del santo Padre a Barcelona. Por tanto, tuvo especial ocasión nuestro arzobispo en atender a cómo han conseguido nuestros vecinos lusos esa extraordinaria capacidad de convocatoria, al objeto de poder lograrla el próximo día 7 de noviembre en Barcelona.

Sí analiza el cardenal como se ha organizado la visita por parte de la iglesia local portuguesa, habrá advertido que la extraordinaria participación ha sido trabajada pacientemente por una comisión organizadora bien ensamblada y con verdadero encaje en todos los ámbitos del catolicismo luso. En primer lugar, el coordinador del viaje era un obispo: el auxiliar de Lisboa, Monseñor Carlos Azevedo. Es normal que, en aquellas diócesis, que cuentan con obispos auxiliares sea éste el que coordine la visita papal. Así sucedió también en la visita a Valencia, donde el encargado de dirigirla fue Monseñor Escudero. Curiosamente, en Barcelona no se ha designado a Monseñor Taltavull. Es conocida la nula confianza que tiene Sistach en su auxiliar, ya desde un inicio, pues no era el obispo que deseaba y promocionaba. Ahora bien, ningunearlo y despreciarlo de esta manera supone otro jalón en los numerosos desdenes que viene sufriendo el prelado menorquín (su encierro en las tareas burocráticas del Palacio episcopal; no hallarle otra residencia que el geriátrico sacerdotal; no habilitarle casi nunca para celebrar confirmaciones; no designarle para que presida ningún acto diocesano…) Pero mayor desconsideración sí cabe ha sufrido con la elección de la persona que ostenta el cargo que a él le correspondía. Todavía nadie se explica en la diócesis qué méritos atesora el jesuita Enric Puig. Todavía nadie se explica el por qué de dicha elección. ¿Por qué se ha designado a un jesuita que tan poco ascendencia - y feeling- tiene con los movimientos que pueden lograr que Barcelona se vuelque con el Papa?

Volviendo al precedente portugués que ha podido contemplar nuestro obispo, uno de las principales aportaciones al éxito de concurrencia han sido los movimientos neocatecumenales. Más de 25.000 kikos han estado presentes en el país vecino. Y no solo de las 250 comunidades lusas, sino muchos provenientes de España. ¿Los va a saber engarzar el Padre Puig? Esperemos que sí o, en todo caso, a pesar de él; pero los que conocemos la diócesis sabemos que la simpatía y buen temple de Taltavull posibilitarían un mayor anclaje que el hosco carácter del jesuita. Otra vez se llega a la conclusión de qué Sistach no posee ninguna confianza en su auxiliar. La visita del Papa era la ocasión manifiesta de reconocérselo. Taltavull era la persona idónea para concitar a todos los entornos de la diócesis. Puig no.

Se supone que el arzobispo desea que el Romano Pontífice se dé un baño de masas en Barcelona. Consecuentemente con ello ha adelantado que el Papa no se limitará a la celebración en el interior templo de la Sagrada Familia , sino que rezará el Angelus en el exterior de la Plaza. Y además, ya sabemos que el Santo Padre dormirá en Barcelona. Debe estar nuestra ciudad a la altura de las portuguesas. La población de Lisboa y Oporto (y sus áreas metropolitanas) son similares a las de la capital catalana. La secularización portuguesa es parecida a la de aquí. El azote de la crisis económica está resultando tan duro como por estos pagos. Incluso ostentan un gobierno socialista, que ha ampliado la legalización del aborto y ha reconocido el matrimonio homosexual. Sin embargo, la visita del Papa ha despertado al Portugal más católico y tradicional. No en vano, el portavoz Lombardi ha afirmado que "para el pueblo cristiano, los viajes del Papa son siempre ocasión para una gran movilización". Debe serlo también el viaje a Barcelona. Confiemos en que el espejo se sus organizadores esté en Portugal y no en la visita de Septiembre al reino Unido.

Oriolt