El páramo del arzobispo-obispo-copríncipe

Era humanamente comprensible la inmensa satisfacción que se reflejaba en el semblante de Monseñor Vives tras ser nombrado arzobispo “ad personam” de Urgel. Se acababa de apuntar un gran tanto. Un nombramiento que había recalado en su antecesor, Monseñor Martí Alanís, el mismo día en que se le había designado coadjutor, como premio de consolación a sus treinta años como prelado de la diócesis pirenaica; recaía en su persona tras solo nueve años de obispo residencial y con quince años de antelación a la edad de renuncia. Además, la distinción se había logrado con una inusual rapidez, fruto de la habilidad de Monseñor Ladaria, que es hoy en día el puente más eficaz entre el tándem Sistach-Vives y la Santa Sede.

Sin embargo, me sorprendió enormemente el tenor de las declaraciones del nuevo arzobispo. Solo subrayaba que se trataba de un reconocimiento a la singularidad de la diócesis, cuyo territorio se divide entre dos estados (España y Andorra) y cuyo obispo comparte la jefatura de estado andorrana, bajo el medieval título de co-príncipe. Es más, Monseñor Vives llegó a declarar textualmente que “Roma había sido sensible a una anomalía eclesiástica”.

¿Anomalía eclesiástica? ¿Algún problema pastoral, disciplinar, apostólico? No. Según el nuevo arzobispo-obispo la supuesta anomalía consistía en que todo un jefe de estado debía pasar por detrás de los arzobispos en el protocolo. Lo que más destacaba el co-príncipe era que ahora ya podía hallarse a la misma altura protocolaria que los arzobispos. La anomalía eclesiástica era cuestión de honores. Eclesiásticos, pero mundanos. Como decía Góngora: tierra, polvo, sombra, humo, nada.

Pero luego reflexioné y llegué a la conclusión de que Vives no podía destacar otro aspecto. Debía ceñirse a la peculiaridad andorrana. No existía otra base al reconocimiento vaticano.

Sus frutos en la diócesis de Urgel son inexistentes. Vamos a repasarlos:

Media de edad del presbiterio diocesano:   67 años.

Porcentaje de sacerdotes mayores de 70 años:  54%

Porcentaje de párrocos mayores de 65 años:   50%

Sacerdotes ordenados desde el inicio de su episcopado (2003):  5

Seminaristas:   6

Incorporaciones al seminario (curso 2009-2010):  0

A ello debe añadirse una particularidad, que no fue iniciada por el actual arzobispo, sino por su antecesor Monseñor Martí Alanís: el gran número de sacerdotes colombianos existentes en la diócesis, concretamente 14 de los 31 sacerdotes menores de 60 años. Casi la mitad. Únase a ello que, de los seis seminaristas actuales, dos son filipinos y uno colombiano. Con el agravante de que este clero de importación ha producido que en la diócesis existan dos clases de sacerdotes (como las monjas de coro y las monjas legas de los antiguos conventos): los autóctonos y los forasteros. Con la enésima singularidad de que los forasteros jamás pisan la rica Andorra, sino que se quedan en los pueblos de la desértica comarca de Urgel o en las montañas del Pallars.

Evidentemente no son números para presumir. Por eso solo se puede agarrar al clavo ardiente de la “anomalía eclesiástica”. ¡Qué lejos han quedado aquellos tiempos en que era miembro del Forum Home i Evangeli

De aquel Vives que reclamaba una iglesia cercana al pueblo, hemos pasado a un Vives tan preocupado por su lugar en el protocolo, que ha llegado a calificarlo de “anomalía eclesiástica”. Del “home i evangeli” a la carrera eclesiástica de un Vives que ya se ve cardenal de Barcelona. Porque detrás de este nombramiento no se esconde nada más que el pistoletazo de salida a la madre de todas las batallas: la sucesión de Sistach. La terrible pugna que se va establecer entre un obispo con cuarenta seminaristas en tres años, con una diócesis en superávit, con el mayor número de voluntarios de Cáritas, con solo una cuarta parte de los párrocos mayores de 65 años y un arzobispo-obispo-co-príncipe con seis seminaristas y una diócesis convertida en un erial. Eso sí, a pesar de estos abrumadores números, la inmensa mayoría del establishment eclesial catalán apoya a Vives. Es de los nuestros. Otro Sistach. La que le espera a la pobre archidiócesis de Barcelona sí a los diez u once años de Sistach, le suceden doce años de Vives. No van a quedar sacerdotes. Los pocos que hay huirán a Terrassa.

P.S: Para acreditar las estadísticas de la diócesis de Urgel les pasamos por archivo aparte su detalle pormenorizado.

Oriolt