El Nuncio habla muy claro a los obispos

En la mañana del 23 de noviembre, al inicio de la XCIV Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Española El cardenal Antonio María Rouco ha dejado muy claro al nuevo nuncio apostólico, el arzobispo Renzo Fratini, cuál es su misión como nuncio. Rouco ha recordado, en el pleno episcopal, que el Nuncio representa al Papa ante las Iglesias particulares y las autoridades públicas. También ha recordado que el nuncio tiene encomendado “mantener frecuentes relaciones con la Conferencia Episcopal, prestándole todo tipo de colaboración". Evidentemente Fratini conoce de sobras cual es su misión. Al fin y al cabo, pertenece desde 1974 al servicio diplomático de la Santa Sede. Y ha ejercido sus funciones en países difíciles para la Iglesia católica como, por ejemplo, Japón, Etiopia, Grecia, Ecuador, Jerusalén, Palestina, Nigeria. Pero Rouco, de talante presidencialista, ha parecido que quería seguir llevando las riendas de las relaciones de la Iglesia con el Gobierno en tantas cuestiones pendientes y en la política de nombramientos episcopales. Sin embargo, parece que las instrucciones de la Santa Sede al Nuncio van por otros derroteros.

El nuevo Nuncio de Su santidad en España, Mons. Renzo Fratini, en su ponderado discurso, a modo de respuesta, ha hablado muy clara y rotundamente a los Señores Obispos españoles. Les ha dicho: “En este primer encuentro aprovecho para confiarles algunos deseos como Representante del Santo Padre y también algunas primeras impresiones de España”:

1. Hay “urgencia del anuncio de Nuestro Señor Jesucristo, y esto no solo en los países llamados “de misión” sino en toda sociedad humana. Cristo tiene que ser conocido y amado. Su evangelio, fuente de amor y de perenne humanización, está para impregnar y dar sentido a la vida y ser cauce de comunión entre todos los hombres radicados en Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo. Mi profundo deseo de servir quiere contribuir a esta dimensión misionera que es constitutiva de la Iglesia”.

2. “El papel del Nuncio, pues, no puede sino estar al servicio de tan primordial tarea aunque realizada de un modo especifico como marca el Derecho: mantener en primer lugar la unidad entre la Iglesia Universal y las Iglesias particulares y buscar, mediante un servicio de tipo pastoral, el bien común, con deseo de colaborar y de ayudar a todos ustedes, los señores obispos.

3. Después de una elogiosa alusión a la historia espiritual y católica de España, ha añadido: “Las raíces cristianas están ahí, tenemos que ser optimistas y positivos, sobre todo no olvidar que es Dios quien con su providencia amorosa dirige los hilos de la historia. En Cristo no puede faltarnos la esperanza”. Por lo tanto:

4. Hay que afrontar “el desafío de la secularización”.

5. “Se hace urgente pues trabajar por una formación religiosa seria, la insistencia en la profundización en la fe y educar para trasladarla a la vida de cada día, teniendo en máxima cuenta la importancia de la coherencia”.

6. Por lo que respecta a los sacerdotes, deben “renovar cada día las palabras y los gestos de Cristo a los fieles cristianos y al mundo entero, ello conlleva en si el identificarse con sus pensamientos, deseos y sentimientos, así como con su estilo de vida”.

7. Por lo tanto “el método pastoral, no tiene nada que ver con un funcionalismo. Lo “pastoral” es la expresión de un ser, de una identidad peculiar sacramental. […] La identidad del presbítero “se halla en un vínculo ontológico especifico que une al sacerdote con Cristo, Sumo Sacerdote y Buen Pastor”. Ahí hay que poner los ojos. La acción pastoral es un oficio de amor, expresión de una intensa vida espiritual, vivida en intimidad con Cristo, en la que el sacerdote es siempre sacerdote y en la que, propiamente, puede decirse así, no hay horarios”.

8. “Contamos con que los sacerdotes son los que de forma directa están en primera línea, en contacto inmediato con los fieles. Necesitan por ello de la cercanía del Obispo, sentir el impulso de su ánimo en una misión tanto más delicada cuanto que el mundo no puede apreciar, muchas veces, su sacrificada entrega”. El Obispo por eso debe dedicarse, “con amor especial”, sobre todo a sus sacerdotes, procurar su imprescindible formación permanente, y atender en particular a los que pasan por problemas que no dejan de repercutir seriamente en su ministerio. A su vez todos los sacerdotes deben apreciar en su obispo al padre, al hermano, al amigo como quiso el último Concilio”.

9. Vivido así el sacerdocio producirá sus frutos “en la percepción de la llamada por parte de muchos jóvenes corazones que desearán ejercer el sagrado ministerio como expresión de total amor a Cristo”.

Esperamos que todos los Obispos españoles, empezando por los miembros de la mesa de la presidencia, entre los que ha estado nuestro n.s.b.a. Cardenal Arzobispo, Lluís Martínez Sistach, habrán tomado buena nota en orden a su clero, a su Seminario y a su propio ministerio episcopal.

Felix Laetus