Otro vergonzoso y cobarde silencio del episcopado catalán

La Generalitat de Cataluña en su propósito de implantar la eutanasia ha encontrado un camino algo retorcido pero muy útil y eficaz: la vía administrativa. Se vadea la legislación y se impone de hecho una práctica eutanásica insoslayable e implacable.

¿Cuál ha sido el procedimiento? Pues muy simple. Acaba de difundir, mediante el Departamento (Consejería) de Salud, el documento que publicó, el pasado mes de octubre, el Comité Consultivo de Bioética de Cataluña, órgano asesor de la misma Consejería y ya conocido por sus opiniones extremas sobre el aborto. Pero la difusión no ha sido sólo e intensamente mediática. Mediante una circular a todos los hospitales, clínicas, centros de atención primaria, residencias de ancianos, etc., ha procurado que las propuestas eutanásicas de dicho Comité de Bioética llegaran a todos lo profesionales de la sanidad y de la asistencia a ancianos. Y, lo que es peor, ha dado otro paso. En este curioso escrito hay una serie de recomendaciones a los profesionales para “ayudar al enfermo en el fin de la vida”. La Consejería de Salud de la Generalitat de Catalunya ha dispuesto que dichas “ayudas” pasen a ser de obligado cumplimiento por parte de todo el personal sanitario de los centros de curas paliativas. Y ello sin excepciones, ni excusas y, menos aún, objeciones de conciencia.

¿En qué consisten las “recomendaciones”?

Parten de un axioma fundamental: “el principio de máxima eficacia contra la enfermedad ha de ser compatible con el de la máxima ayuda posible a la persona enferma, incluyendo la ayuda a morir”. Este principio parece, a primera vista, expresión de la más pura filantropía, pero esconde una afirmación inaceptable: la derogación del principio y fundamento del Juramento Hipocrático: el principio de la no maleficencia, o del “Primum non nocere”, que no permite hacer mal a otro , aunque éste lo autorice. Es el mandato de respeto a la vida, a la salud, a la integridad física y a la evolución natural de las personas.

La actuación del principio contrario al non nocere en las antedichas recomendaciones, ahora normas inexorables de la Generalitat es devastador. Se manda:

1. “Priorización del respeto a la voluntad del paciente y de su conocimiento integral de sus necesidades y de la idea de bien integral”. En lenguaje de la calle: el principio antirreligioso de no permitir que el enfermo sepa que va a morir, ahora se invierte. Es del todo necesario que conozca punto por punto la gravedad de su estado y su sentencia clínica de muerte. Consecuentemente tiene el derecho a no consentir propuestas terapéuticas y su voluntad debe respetarse sin que haya lugar para la objeción de conciencia del personal sanitario. ¿Cómo se prepara a esa decisión “informada, libre y consciente”?: “el profesional debe ayudar a morir al paciente que está cerca de la muerte, sin que esta acción se considere de ninguna manera como ‘eutanasia pasiva’, sino como aceptación de pleno derecho a la integridad y al no-sufrimiento del paciente”.

2. ¿En qué parámetros deberá moverse el personal sanitario? La preparación: “La ‘planificación anticipada de las curas’ a través de la cual los profesionales sanitarios, el paciente y los familiares hacen una previsión consensuada, dentro de los límites de lo razonable y posible, del proceso de actuación: indicaciones terapéuticas, sedación, traslados y lugar en el que desea morir”. El medio: La, tan discutida en el mundo científico, sedación terminal ‘terapéutica’, no siempre distinta de la eutanasia activa y con la clara posibilidad de conculcar los principios de autonomía y beneficencia. Se trata de lo que fue clamoroso: El caso del jefe de Urgencias del hospital madrileño Severo Ochoa, Luis Montes, acusado de “acelerar” la muerte de cuatrocientos pacientes.

3. Tanto en el documento de la Generalitat como en otros más elaborados de otras autonomías todo queda justificado por la libertad y autonomía de la decisión del paciente. El medio para conseguirlas en el “documento de voluntadas anticipadas” que se dispone que ha de aconsejar el profesional sanitario. Sin otra garantía jurídica que el buen hacer de los facultativos.

4. Iniciar una cruzada a favor de la eutanasia activa, mediante la “cura paliativa” de la sedación terminal eutanásica.

Todo ello, desgraciadamente no difiere demasiado de las propuestas de un lamentable documento la Declaración del Instituto Borja de Bioética de la universidad Ramón Llull), del mes de enero de 2005. Documento publicado durante el pontificado de n.s.b.a. cardenal Lluís Martínez Sistach y bajo su patrocinio ya que él mismo era, y es, el Gran Canciller de esa Universidad de “inspiración cristiana” criatura de, su modelo inalcanzable y no precisamente recomendable, Jubany. El Departamento de Teología Moral de la Facultad de Teología de Cataluña, regido por el vicedecano (postulada recientemente su continuidad pese a su senectud y su acérrima e intransigente oposición al Magisterio Pontificio) ante la Santa Sede, el Dr. Gaspar Mora, profesor ordinario; por el Dr. (relativamente reciente y con una tesis combatida por sus mismos compañeros de claustro y férreo combatiente contra la doctrina de la Humanae vitae y ahora encargado de la pastoral familiar por nuestro n.s.b.a.) Manuel Claret, profesor extraordinario; el Dr. (clonado, bajo la protección de Carles, aunque ambiguo en su doctrina, y candidato al episcopado propuesto a la Nunciatura por Martínez Sistach en la ominosa “lista de los seis”) Antoni Babra, encargado de curso; y el P. y Dr. (canonista reconvertido, en la más pura tradición jesuítica, en moralista y devastador de las familias, junto con Gaspar Mora, en el conocido y nuevamente impuesto por Sistach movimiento CPM de preparación al matrimonio) Ignasi Salvat, profesor emérito y juez eclesiástico; haber dado su bendición a la Generalitat, de la que mama abundantemente recursos económicos, en su campaña eutanásica.

Pero lo más alarmante es que el Episcopado catalán, ahora ocupado en la cesión o no de los locales parroquiales para las elecciones locales independentistas, “no ha dicho esta boca es mía” y permanece en el más cobarde y vergonzoso silencio respecto a algo que causa gran inquietud entre los católicos.

Amadeus Guinardonensis