La semana negra de Joan Rigol

Hay semanas en que todo sale mal. Sin lugar a dudas, esto habrá pensado Joan Rigol. Primero ha tenido que ver como sus ex - compañeros de mesa en el gobierno de la Generalitat, Macià Alavedra y Lluis Prenafeta, ingresaban en prisión, por orden del Juez Garzón. Después ha visto como la Audiencia Nacional desestimaba el recurso presentado por la Junta Constructora del Templo de la Sagrada Familia, que él preside, para suspender los trabajos del túnel del AVE a su paso por la Calle Mallorca. Esta es la tercera vez que los jueces deniegan la suspensión de las obras. El empecinamiento de Rigol en la paralización de las obras del AVE le está llevando a un ridículo tan extremo que no ha tenido el menor rubor de involucrar en él al Cardenal Martínez Sistach. Los hechos que acontecieron ante el templo el pasado día 23 de septiembre constituyen uno de los episodios más grotescos que ha tenido que sufrir nuestro Arzobispo. Respondiendo al ruego de Rigol, el prelado compareció para hacer el “rendez-vous” a la comisión judicial compuesta por cuatro magistrados de la Audiencia Nacional junto con los peritos judiciales. Mientras Sistach y Rigol se hallaban en la puerta del templo, todos los representantes de la Audiencia pasaron delante de sus narices, sin dignarse a saludarles, no en una, sino en dos ocasiones. Causó rubor ver a todo un Cardenal alargando la mano, sin ser correspondido. Pareció un remedo de la película “Bienvenido Mister Marshall”. El desprecio fue tan llamativo, que el Cardenal puso pies en polvorosa con aquel enojo que conocen – y sufren- solo los que lo padecen muy de cerca. ¿Pero cómo se le ocurre a Rigol embaucar a Sistach para qué se halle presente en lo que no es más que una prueba pericial, a cuya presencia no había sido citado? ¿Alguien se imagina, por ejemplo, al Cardenal de París presentándose ante el templo del Sacre Coeur mientras se realiza una diligencia judicial? ¡Seamos serios!

Aunque a decir verdad, a Sistach ya le estuvo bien. El ha sido quien ha confiado a ciegas en Joan Rigol. Fue decisión suya designarle Presidente de la Junta Constructora del Templo de la Sagrada Familia. Como decisión suya fue también nombrarle consejero de Cáritas Diocesana. O tenerle por uno de sus más influyentes consejeros áulicos. Y es que Rigol gozaba de un valor que, por aquel entonces, cotizaba al alza: la sociovergencia. Solo hablo de hace cuatro años. Pero la semana pasada esa sociovergencia acabó con los huesos en la cárcel. PSC y CIU compartiendo sumario y furgón policial.

Joan Rigol i Roig (sacerdote secularizado) lo ha sido casi todo desde el restablecimiento de la Generalitat: Conseller de Treball, entre los años 1980-1984; Conseller de Cultura entre el 84 y el 85; Vicepresidente del Senado entre el 95 y el 99 y President del Parlament de Catalunya entre el 1999 y 2003. Durante todos estos años - con esta plétora de cargos- jamás se enteró de la corrupción galopante que ahora explota. En sus diferentes responsabilidades desarrolló como nadie la teoría del oasis catalán, que se ha revelado tan inconsistente como falsa. Sin embargo, haciendo gala de una insuperable hipocresía y un evidente cinismo, sigue dando lecciones de ética a la clase política. ¡Eso que estuvo 23 años ostentando cargos, sin que se le ocurriera decir esta boca es mía!

Este es el político profesional Joan Rigol. Antes había sido un pequeño empresario fracasado (la ruina empresarial de los miembros de la sociovergencia también es un lugar común, al igual que su paso por el seminario) que, con anterioridad, al cargo de Conseller de Treball, fue secretario de la Confederación de la Pequeña y Mediana Empresa y miembro de la Junta Directiva del Fomento. La patronal catalana. Fracasó como empresario y fracasó como político. Eso sí, como tantos prohombres de la marchita sociovergencia goza de una aureola de persona respetada. Nadie sabe por qué. Debe ser por esa voz propia de “Can Capadòcia”, que tanto predicamento tiene en el ámbito clerical barcelonés.

Porque al igual que ha existido una sociovergencia política, existe también una sociovergencia eclesial, igual de influyente. Su predio dominante se halla en la Fundació Joan Maragall, Cristianisme i Cultura, que preside Antoni Matabosch y de cuyo patronato forma también parte (¡qué curioso!) Joan Rigol i Roig. Son siempre los mismos (las 400 familias de las que hablaba Félix Millet) en la política y en la iglesia. No solo se han repartido los cargos y las prebendas, sino que obstaculizan el paso a quienes no son de los suyos. Todos aparecen cortados por un mismo patrón, han bebido de las mismas fuentes y se han pasado los últimos treinta años en las diferentes Consellerías y Ayuntamientos, sin rubor de repartírselas como se repartían las recalificaciones urbanísticas y las comisiones. Ahora parece que el invento se les está hundiendo bajo sus pies, pero en la esfera eclesial siguen mandando. Por obra y gracia de Sistach. Aunque algunos sean tan inútiles como Rigol. Un ejemplo más de la decadencia.

Oriolt