Balneolas in territorio Bisuldunense quae est super fluvium Sterria

Así citan los cronistas del emperador Ludovico Pío, mientras van describiendo las poblaciones sujetas a los diversos condados de la Marca Hispánica, a la entonces villa de Bañolas “en el territorio de Besalú que se encuentra sobre el río Terri”.

Hoy en día Banyoles, provincia y diócesis de Gerona, es una pujante capital comarcal a orillas de su muy famoso Lago, que atrae un nada despreciable contingente de turistas y visitantes que desde la Costa Brava, donde colocan el cuartel general de operaciones, destinan una jornada a realizar alguna visita cultural y de esparcimiento.

Camino de la maravillosa villa de Besalú, y tras detenerse en el estanque en cuestión (L´Estany) suelen hacer una breve incursión por el interior de las murallas medievales de la Villa. Visitar la Plaza Mayor, el carrer de les Escrivanies o el carrer Nou, con sus mansiones góticas del siglo XIII es un auténtico lujo. Mayor privilegio resulta visitar el viejo Monasterio de San Esteban y la Parroquial de Santa Maria dels Turers, auténticas joyas del gótico catalán.

Pero realizando una visita a ambos templos he descubierto en estos días las influencias litúrgico-estéticas de nuestro ya consolidado amigo el canónigo Joan Baburés Noguer, el primer delegado diocesano de Liturgia que anticipándose a cualquier otro y en nombre de su Obispo diocesano, Mons. Soler Perdigó, que según manifestaba, bendecía la susodicha declaración, declaró con rotundidad en las horas sucesivas a la publicación del Motu Proprio “Summorum Pontificum Cura” que tal decreto no se implementaría en la diócesis gerundense.

En primer lugar noté que el retablo gótico del monasterio de Sant Esteve, situado en el presbiterio, se encontraba protegido por unos vidrios blindados (quizás de metacrilato, no soy experto) que reposaban sobre unas enormes vigas de acero negro que se incrustaban en la pared de un lado y otro del ábside. Lo único que es de agradecer en esa desagradable solución estética es que dos cartelitos te animan a encender las luces y poder contemplar el susodicho retablo convenientemente iluminado.

¿Y el altar? No existe. El antiguo altar fue desguazado y en su lugar ha sido colocado un cuadrilátero de madera, no se puede llamar mesa, revestida de un tapete de lana verde, muy parecido al fieltro de las mesas de billar, que por los cuatro costados del “cubo” llega hasta el suelo y lo camufla.

La tendencia por esos altares-cubos iniciada hace más de 30 años aún se vuelve más extrema en muchos, cuando se une a la obsesión de desfigurar el presbiterio frontal y colocar los altares cubos bajo la cúpula y el crucero, en el caso de las iglesias barrocas ,casi en el centro de la iglesia, como es el caso de la gerundense parroquia de Calella de la Costa, y hacer así la misa “más participativa” y asamblearia. O adelantándolo y colocándolo en la nave en medio de una tarima como de hecho sucede en la hermosísima parroquia de “Santa Maria dels Turers” de Bañolas, pero sin arrinconar el concepto cúbico-cuadrilatero.

Pero hoy en día, desde Roma llegan aires nuevos. El carácter cósmico de la liturgia, que tanto nos une ecuménicamente a los hermanos separados orientales, es una constante en el pensamiento de Benedicto XVI y en los círculos romanos es conocida por todos su voluntad de reorientar los altares “ad orientem”, volviéndose hacia el Señor y simbolizando así el carácter ministerial del sacerdote que, como cabeza del rebaño del Señor, recoge las oraciones del Pueblo de Dios (expresión por otra parte tan agustiniana y conciliar como del gusto de Benedicto XVI) y presenta el sacrificio eucarístico como pontífice.

Vayan pues preparando escarpa, cincel y maceta todos los párrocos y liturgistas si quieren estar a la última y no quedarse “encarcarados” (anquilosados) añorando años pretéritos.

Además hay que en estos momentos de crisis hay que dar trabajo a albañiles y marmolistas de nuestros pueblos y barrios. Tenemos que fomentar el empleo.

Y sobretodo hay que estar “à la page”, llega una “nouvelle vague”, así que: ¡recalcitrante carca el último!

Los tiempos adelantan que es una barbaridad: ¡Viva la modernidad!

Prudentius de Bárcino