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3.09.09

Léalo si tiene tiempo para Dios

Dentro de un mensaje, enviado por mi amigo y lector, el almendro, y titulado: Léalo si tienes tiempo para Dios, encontramos esta forma de describir el misterio Redendor del Señor Jesús:

“Un día Satanás y Jesús estaban conversando.

Satanás acababa de ir al Jardín del Edén,
y estaba mofándose y riéndose diciendo:

Si Señor. Acabo de apoderarme del mundo
lleno de gente de allá abajo.

Les tendí una trampa, usé cebo que sabia que no podrían
resistir. Cayeron todos!

¿Que vas a hacer con ellos? Preguntó Jesús.

Ah, me voy a divertir con ellos. Respondió
Satanás. Les enseñaré como casarse y divorciarse, cómo odiar y
abusar uno del otro, a beber y fumar y por supuesto,
les enseñaré a inventar armas y bombas para que
se destruyan entre sí. Realmente me voy a divertir!

¿Y qué harás cuando te canses de ellos? Le
preguntó Jesús.

Ah, los mataré. Dijo Satanás con la mirada
llena de odio y orgullo.

¿Cuánto quieres por ellos? Preguntó Jesús.

Ah, tu no quieres a esa gente. Ellos no
son buenos. ¿Por qué los querrías tomar.
Tu los tomas y ellos te odian. Escupirán a tu
rostro, te maldecirán y te matarán.
Tu no quieres a esa gente!!
¿Cuánto? Preguntó nuevamente Jesús.

Satanás miró a Jesús y sarcásticamente respondió:

Toda tu sangre, tus lagrimas, y tu vida.

Jesús dijo: HECHO!

Y así fue como pagó el precio.”

Tras la lectura, sugiero dos aspectos esenciales.

1.- La iniciativa de rescatarnos del pecado y de la muerte fue de Dios Padre, quien por puro amor al hombre creado por El, envió a su Hijo encarnadado en el seno virginal de María, para que mueriese en la cruz y resucitase al tercer día de entre los muertos.

Este misterio central, el Misterio Pascual de Cristo, de nuestra fe cristiana debemos tenerlo muy presente en nuestra vida personal, familiar y comunitaria.

2.- Gracias a este Misterio Pascual, todos nosotros estamos salvados; esto supone una actitud permanente de acción de gracias al Señor, cuyo memorial celebramos en la Eucaristía, centro y cumbre de la vida cristiana.

Por lo tanto, la participación en la Eucaristía, ahora que comenzamos un nuevo curso pastoral, debería estar en las prioridades de nuestra vida cristiana. Y es obligación que esté en el programa pastoral de cualquier comunidad cristiana que estos días va recuperando su vida normal, tras el largo y cálido verano, que ha supuesto la dispersión de las personas buscando lugares más frescos que el sur español.

Tomás de la Torre Lendínez