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9.09.09

La incoherencia de uno de la Cope: Ignacio Villa

Muchos lectores y amigos me preguntan cual es mi opinión sobre la programación de Cope. Como siempre los programas los dirigen las personas. Aquí dejo un ejemplo. Como existen bibliotecas y hemerotecas se va uno y encuentra lo siguiente:

Era el 26 de enero de 2007. En la revista de fin de semana de Libertad Digital se publicó un artículo bajo el título La Cope: un ejemplo de la persecución política de Zapatero. Este texto es un fragmento del capítulo 4 de ZAPATERO: EL EFECTO PINOCHO (La Esfera), el nuevo libro de IGNACIO VILLA. Dice así:

“La llegada al poder de Rodríguez Zapatero supuso –no puede ser una sorpresa para nadie– el encantamiento de la gran mayoría de los medios de comunicación. El triunfo electoral del PSOE en marzo de 2004, en plena efervescencia anti PP, fomentada desde el grupo Prisa, se encontró de bruces con la crítica y con la información de la cadena COPE.
Mientras el Partido Popular mantenía una actitud ambigua por lo inesperado de la derrota electoral del 14 de marzo, millones de españoles que se sentían huérfanos y que veían a diario la manipulación del Gobierno Zapatero acudieron a refugiarse a la cadena COPE, como único reducto en el que todavía podían escuchar la verdad de lo sucedido.

De ello fueron muy conscientes en La Moncloa, y por ello no tardaron en montar las primeras campañas contra la cadena. Curiosamente, los síntomas iniciales eran bien diferentes. El recién investido presidente del Gobierno acude a la COPE el 11 de mayo de 2004; dos meses después de los atentados de Madrid, Zapatero está en La Mañana de Federico Jiménez Losantos. Según él, como prueba de su deseo de regeneración democrática, aunque, a decir verdad, es evidente que en La Moncloa todavía piensan que tratando bien a los medios críticos pueden tenerlos convenientemente domesticados.


La entrevista es correcta y educada, pero la COPE no cae en ningún “encantamiento zapateril". Federico Jiménez Losantos en La Mañana, César Vidal en La Linterna y toda la programación de la emisora, servicios informativos incluidos, mantienen una actitud crítica hacia el poder y ante las evidentes irresponsabilidades y actitudes sectarias del Gobierno de Zapatero.

El aviso dado por el Gobierno a la COPE con la falsa polémica del Grupo Risa cobró fuerza después del verano de 2005. En ese momento se iniciaba una auténtica ofensiva por tierra, mar y aire contra la COPE y sus más importantes comunicadores, Federico Jiménez Losantos y César Vidal. Desde el grupo Prisa, desde El Periódico de Catalunya y desde el diario Avui se puso en marcha una permanente campaña de insultos, descalificaciones y mentiras contra la COPE, contra la propiedad de la cadena y contra la misma audiencia de la emisora.

Intentaban dividir, pretendían involucrar al episcopado español, y buscaban, como tantas otras veces, mezclar churras con merinas para hacer el mayor daño posible. Los resultados no pueden ser más contrarios a lo esperado, pues la cadena COPE aguanta los embates con una subida de audiencia y con un importante éxito publicitario.

A esta campaña iniciada desde el grupo Prisa le faltaba la bendición del Gobierno, y ese beneplácito llegó poco después, el 27 de octubre, en un desayuno informativo del ministro de Industria, José Montilla, durante el cual, sin previo aviso y sin que mediara pregunta alguna, arremetió contra la COPE: “Lanza mensajes que incitan al odio, la división y la confrontación y que sólo hacen sembrar cizaña e ir contra los valores que en teoría defienden los titulares de la cadena".


Estas palabras de Montilla, sin duda perfectamente estudiadas y diseñadas, eran el aviso para que la veda se abriera. Y así fue desde todos los medios de comunicación oficiales, por parte de todos los tertulianos cercanos al Gobierno y todos los periodistas que antes de escribir piden permiso a La Moncloa. Se lanzaron contra la COPE sin orden ni concierto. Era el enemigo a batir y, por lo que parece, todo valía. Y, desde luego, más torpes no pudieron ser. Lejos de hacer daño, consiguieron fortalecer a la COPE, convirtiendo a esta cadena en una referencia diaria para todos. Escuchar la COPE era ya una obligación.

A la campaña se unieron inmediatamente todo tipo de meritorios, el más surrealista –como tantas otras veces– el democristiano Duran i Lleida, que desde la tribuna del Congreso llegó a llamar “mercenarios” a los trabajadores de la emisora. Desde luego, escuchar esto en un político que se ha ido ofreciendo de ministro a los distintos Gobiernos, ya fueran socialistas o populares, no deja de resultar paradójico.

La actitud del Gobierno Zapatero de abrir la temporada contra la COPE produjo un primer efecto al día siguiente de las palabras de Montilla. El 28 de octubre se recibió un aviso de bomba contra la emisora, mientras se emitía el programa de Federico Jiménez Losantos. Durante unos minutos se corta la emisión, el edificio es desalojado y finalmente todo queda en nada. La Mañana vuelve a la antena con Jiménez Losantos, que en ningún momento había abandonado el estudio. Lo cierto es que aquel aviso, más allá de sus efectos concretos, representa una actitud avalada por Zapatero: todo vale contra la COPE.

De todos modos la campaña contra la COPE se generaliza desde todos los estamentos. Uno de los que tiene mayor protagonismo es el CAC, o Consejo Audiovisual de Cataluña, una especie de “comisariado mediático” cuyo único objetivo es controlar y amedrentar a aquellos medios de comunicación críticos con el poder constituido, en este caso con el Tripartito catalán.

En este sentido, el CAC sabe lo que es trabajar contra la COPE, con amenazas permanentes y la supresión de las concesiones de frecuencias en Cataluña. Sin embargo, esta directriz política –muy a su pesar– se encuentra con un cambio de timón: el 29 de noviembre el Tribunal Supremo da la razón a la COPE en un viejo contencioso con la Generalidad de Pujol, y la sentencia indica que la emisora tiene todo el derecho a emitir en Barcelona en FM.

Esa sentencia, que se ha confirmado para el resto de frecuencias de la cadena en Cataluña, para los pies en seco al CAC en su objetivo de acabar con la COPE en la comunidad autónoma catalana. Aun así, desde el “comisariado mediático” no se quiere aceptar la realidad, y el 22 de diciembre emite un informe sobre la COPE en el que se dice que la emisora está vulnerando los derechos constitucionales de libertad de expresión y que, por lo tanto, si mantiene esa actitud, se podría llegar a cerrar en Cataluña.

Aquel informe, que no era más que humo, pretendía aplicar una actitud antidemocrática donde las haya, con el objetivo de cerrar los medios de comunicación molestos para el poder de turno.

Las actitudes dictatoriales del CAC quedaron amortiguadas pocos días antes, cuando el eurodiputado Luis Herrero anuncia en La Mañana su intención de llevar un escrito, junto con ocho periodistas más, al Parlamento Europeo para denunciar el atropello a la libertad de expresión que se está llevando a cabo en Cataluña con la COPE, pidiendo amparo y defensa de esa libertad ante la evidente intención del Gobierno Zapatero –con todos los instrumentos a su alcance– de acabar con la COPE por ser una voz crítica y de libertad.


El 29 de noviembre de 2005 se anuncia esta medida, y al día siguiente se pone en marcha. La respuesta es impresionante. En pocas semanas se alcanzan las 700.000 firmas de apoyo, recibidas desde todos los puntos de España, de gente de lo más dispar. Muchos aguantan largas colas bajo el frío y la lluvia, todos buscando solamente que el poder político no apague la voz de la libertad.

Pero incluso ante este clamor general intentaron sacar la cabeza los que no entienden de libertad. El 30 de noviembre por la mañana un grupo de cinco militantes de ERC, acompañados por dos diputados –Joan Tardà y Joan Puig– conocidos por su inoperancia parlamentaria y por su activismo callejero, especialmente en el asalto de piscinas como la de Pedro J. Ramírez, se encadenan a la fachada de la COPE en Madrid. Piden el cierre de “la cadena del odio", uno de los lemas más utilizados por los radicales e independentistas contra la COPE. En realidad, una clara muestra de su intransigencia y su incapacidad por entender la libertad de expresión.

A la media hora la policía los desaloja, pero inmediatamente son acogidos en los despachos de ERC en el viejo caserón de la Carrera de San Jerónimo, rompiendo así todos los protocolos de seguridad del Congreso de los Diputados. El presidente de la Cámara, Manuel Marín, no hace nada por impedirlo, tampoco lo condena. Pero lo peor es que el presidente del Gobierno esquiva también cualquier condena al asalto de la COPE, incluso cuando aquella misma tarde fue preguntado en el Congreso, en la sesión de control, por Mariano Rajoy. Por el contrario, Zapatero defiende la actitud de los dos diputados de ERC, en un gesto claramente deplorable de un presidente del Gobierno que no esconde su sectarismo ni su desprecio hacia los que no piensan como él.

A pesar de la mezquindad y del partidismo, la respuesta multitudinaria, sin precedentes y sobrecogedora, de la audiencia de la COPE ante la persecución política marca un antes y un después. Nunca se produjo una respuesta tan rápida y clara de 700.000 oyentes para defender una emisora de radio. Ni el Gobierno de Zapatero, ni el Tripartito catalán, ni el comisariado del CAC ni el líder de la exigua Unió Democràtica, Duran i Lleida, habían pensado que la contestación popular iba a ser tan importante.

Esta actitud de miles y miles de personas ha hecho al Gobierno, al menos por ahora, cambiar la estrategia. Por el momento no se vislumbra cuál va a ser la próxima maniobra, pero, desde luego, quietos no se van a estar. Y mientras tanto, los medios de comunicación del PSOE y todos sus creadores de opinión siguen sembrando de mentiras el día a día de la COPE. Siembran sin ninguna esperanza, puesto que su único objetivo es demoler la libertad de expresión, una meta que, de ser alcanzada, representaría destruir la democracia.”

Acabamos con un correo electrónico de un amigo y lector de El Olivo. Dice así:

“Sigo leyendo cada día tu blog. ¿Qué cerebro ha manejado el tinglado de COPE para que no quede ni un sólo programa del que no tenga uno que salir corriendo? Para saber la hora cada minuto y que en Canarias es una menos ya tenemos relojes. Fuera de ahí, lo mismo que lo mismo de todos los sitios, pensamiento único. ¿Cómo incluso Villa es infinitamente menos crítico que en La palestra? No quiero hacer opinión, ha dicho. He querido incluso escuchar “A cielo abierto", una hora. Y patético. Hasta la voz del presentador es poco agraciada. ¿Ha habido aquí un complot para hundir la emisora en cuatro días? No pretendo defender a los que se han ido, pretendo querer oír lo que todos callan, así recibo la información completa. Y la COPE se ha rendido. ¿Quién gana con esto?”

Tomás de la Torre Lendínez