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29.07.09

Herejes, heterodoxos y profetas

Dentro de la historia de la Iglesia siempre han existido las herejias. No se trata ahora de hacer su historia. Ya está publicada hace muchos años. Sí se trata de no confundir tres palabras claves: hereje, heterodoxo y profeta.

Jesús en la parábola del trigo y la cizaña nos enseñanza que siempre tenemos que vivir y convivir con el mal, quien a horas nocturnas y con alevosía planta la cizaña en el campo de trigo. El dueño del terreno les encomienda a sus obreros que no quiten la cizaña hasta que llegue el tiempo de la siega, vayan a confundirse y llevarse una buena planta mezclada con la perversa. La consecuencia de la paráblola es de libro: tendremos, dentro de la Iglesia, la herejia y la heterodoxia siempre a nuestro lado, hasta el final de los tiempos cuando el Señor venga a juzgar a vivos y muertos, y todos tengamos que comparecer ante el Juicio del Señor.

Si la herejía y la heterodoxia siempre han existido en la vida de la Iglesia, no es extraño que hoy convivamos con ellas y sus mentores. La diferencia, que no es pequeña, es que los viejos herejes tenían relativa poca audiencia, cuando no existían los medios de comunicación de masas que hoy disponemos. Mucho más en la etapa de la globalización digital de la red donde lo que ahora estoy escribiendo se puede leer en cualquier parte del planeta.

Además, estos medios crean unos mitos y numerosos seguidores de la persona y del pensamiento que ha escrito equis cuestiones contra o rozando la doctrina oficial del Magisterio de la Iglesia. Estos fans también crean, a su vez, a otros más. Le ha pasado a todos los herejes: es el caso de tirar una piedra en un tranquilo estanque de agua, los circulos de las olas elevan el diámetro poco a poco.

Llama, poderosamente, la atención que hoy a los herejes se les llame profetas. ¿Profetas de qué?, ¿para qué?, ¿enviados por quien?. Despues de Jesús, nigún profeta tiene lugar en la tierra. La eterna Palabra de Dios, Jesús, el Verbo, es la única revelación de Dios al hombre.

Por lo tanto, llamar profeta a un hereje está fuera de lugar, menos en el lenguaje de esa gente que no es capaz de reconocer que son la cizaña de la parábola.

Tenemos que continuar, como Pueblo de Dios, caminando hasta el día final de la siega. Entonces, se acabarán los partidismos, las inquisiciones, las hogueras y todas las fanfarrias que siempre acompañan a los herejes, que siempre son menos y menos poderosos que la propia Iglesia del Señor fundada sobre Pedro y el resto de los Apóstoles, y menos que el gran número de los fieles hijos de Dios y de la Iglesia, que son el verdadero trigo de la parábola del Maestro Jesús de Nazaret.

Tomás de la Torre Lendínez