De la síntesis tomista entre razón y fe a la crisis actual

Santo TomásLos Cruzados de Santa María publican de forma bimensual una revista de formación católica muy interesante que se llama Hágase Estar. Para el último número me pidieron una colaboración sobre la relación entre Fe y Razón y el artículo ya se encuentra publicado en su web. Se puede acceder al mismo, tal como ha sido publicado en papel, en este enlace.

No obstante, por las limitaciones de espacio, tuve que recortar bastante el artículo que propuse inicialmente y me ha parecido interesante publicarlo aquí completo. Muchos temas ya han salido aquí en el blog, pero creo que es un buen resumen.


De la síntesis tomista entre razón y fe a la crisis actual

Chesterton, en su aclamada obra sobre Santo Tomás de Aquino, hace referencia con especial intensidad a un episodio de la vida intelectual del Doctor Angélico. Éste había sido apodado por sus compañeros de estudio como «Buey Mudo», en referencia a su carácter silencioso y a su gran tamaño físico. Sin embargo, cuando tuvo que enfrentarse a ciertos adversarios, mudó su acostumbrado estilo, habitualmente sereno y comedido, hasta tal punto que, dice Chesterton, «el Buey Mudo embistió como un toro salvaje».

La ocasión lo merecía, ciertamente. Algunos importantes académicos de la época estaban procediendo de manera torcida a la hora de tratar ciertos temas en los que entraban en juego los argumentos de fe y de razón, poniendo en peligro la difícil armonía entre esos dos caminos para el conocimiento de la única verdad. La cuestión era la de la inmortalidad del alma, que se justificaba filosóficamente por la inmaterialidad del intelecto humano. Es, sí, una verdad de fe, pero, a la vez, algo que podía ser demostrado filosóficamente a juicio de Santo Tomás. Sin embargo, las nuevas herramientas filosóficas que habían llegado durante el s. XIII al occidente cristiano, especialmente la filosofía aristotélica comentada por Averroes, no eran del todo claras en esa materia. En 1265, Siger de Brabante había enseñado que el intelecto no se unía al cuerpo como forma para constituir una sola sustancia, sino que el intelecto sería en realidad único para toda la especie humana. Al enseñar esto, desaparecía lo que para Santo Tomás era el argumento fundamental para defender racionalmente la inmortalidad del alma humana tras la muerte. Esto no quiere decir que Siger negara esa inmortalidad, sino que remitía la cuestión al ámbito de la fe exclusivamente, a la vez que la razón demostraría positivamente que el alma humana queda aniquilada con la muerte. Entre ambas opciones habría que elegir la fe, pero la contradicción resulta evidente. Esta postura fue llamada «averroísmo latino», a pesar de que no parece nada claro que Averroes enseñara nada semejante.

El peligro era que la fe y la razón quedaban desvinculadas como vías de acceso a una única verdad. Parecería que la razón filosófica puede alcanzar con seguridad una verdad que no coincide con la verdad que manifiesta la fe revelada. Y eso para Santo Tomás resultaba inaceptable. Su respuesta no será la acusación a estos maestros de impiedad o de herejía, sino que dirá que están equivocados filosóficamente. La «embestida» viene especialmente en la conclusión del opúsculo en el que responde a Siger y compañeros, De unitate intellectus contra averroistas:

«Tales son las cosas que hemos escrito para la destrucción del predicho error, sin recurrir a los documentos de la fe, sino con los argumentos y las palabras de los mismos filósofos. Si, no obstante, alguno, presumiendo de falsa ciencia, osase replicar contra lo que hemos escrito, no hable a escondidas ni delante de los jovenzuelos que no saben juzgar de cosas tan arduas, sino replique a este escrito, si tiene el coraje, y se encontrará no sólo conmigo, que soy el menor de todos, sino con otros muchos celosos defensores de la verdad, los cuales se enfrentarán a su error y darán el merecido a su ignorancia.»

Santo Tomás defiende, por tanto, que la razón tiene una consistencia propia y que, en su ámbito, puede alcanzar la verdad. Esto es verdadero tanto para la filosofía como para las demás ciencias, en tanto que se respeten sus ámbitos propios. Ámbitos que han de respetar también los mismos cristianos, que podrían llegar, en su ardor apologético, a tratar de demostrar filosóficamente verdades de fe que exceden el campo de la razón. Al hacerlo provocarían lo que Santo Tomás llama «irrisio infidelium» (la burla de los infieles), dificultando la conversión de éstos.

Las relaciones entre la razón y la fe han de quedar bien fijadas. Ambos son caminos para el acceso a la única verdad, que siempre será que el intelecto humano se adecúe con la realidad de las cosas, sea la realidad mundana o la superior realidad divina. El camino de la razón es un camino ascendente, mediante las fuerzas y facultades naturales del hombre. Tiene límites estrictos, porque el ser humano no es un intelecto puro, sino que tiene cuerpo y, por tanto, mientras está en el cuerpo necesita de la referencia continua a lo sensible. El conocimiento racional de las realidades inmateriales (Dios y los ángeles) siempre será imperfecto y, particularmente en el caso de Dios, más negativo (lo que no es) que positivo (lo que es). No obstante, el entendimiento humano es capaz de alcanzar el conocimiento del ser, hasta el punto de que es lo primero que intuye de la realidad, y es capaz, mediante la abstracción, de formar conceptos universales. A partir de esos conceptos puede proceder de lo más conocido a lo menos conocido, llegando a alcanzar auténticas verdades fundamentales.

El camino de la fe, en cambio, es un camino descendente, porque proviene de la Revelación divina, que Santo Tomás entiende como irradiación de la Ciencia divina hasta el ser humano por medio, generalmente, de mediadores (los ángeles, los apóstoles, la jerarquía de la Iglesia, etc.). La fe permite conocer dos tipos de verdades reveladas: unas estrictamente sobrenaturales, que no son accesibles a la razón humana; otras naturales, que la razón humana puede conocer y demostrar. Las primeras son llamadas artículos de la fe, mientras que las segundas son preámbulos.

Es importante determinar qué tipo de verdades son cada una a la hora de estudiarlas, enseñarlas o defenderlas. Un artículo de la fe no puede ser defendido mediante demostraciones racionales (se caería en la irrisio infidelium), pero un preámbulo de la fe sí. A la hora de ejercer la defensa de estas verdades, dice Santo Tomás, también es esencial precisar qué tipo de argumentos acepta el contrario, algo que hoy muchas veces se olvida por parte de ciertos apologetas.

Para el Doctor Angélico, como para los académicos cristianos de su tiempo, la filosofía era algo dado por supuesto. Ellos habían recogido con avidez toda la herencia filosófica clásica, en continuidad con la actitud que ya tuvieron desde el inicio los Santos Padres y Doctores de la Iglesia. La Iglesia no rechazó la filosofía ni siquiera cuando la mayoría de las herejías de los primeros siglos fueron consecuencia de hacer primar un sistema filosófico determinado por encima del dato revelado. La Iglesia, más bien, se determinó a elaborar todo un lenguaje filosófico nuevo que sirviera al desarrollo de la fe, aunque con consistencia propia.

Antes de Santo Tomás había tenido lugar el célebre enfrentamiento entre San Bernardo y Abelardo, que acabaría con la condena de éste en el Sínodo de Sens en 1140 y su humilde retractación. Abelardo, con el espíritu racionalista propio de la Edad Media (sí, he dicho racionalista), utilizaba la dialéctica, que es el nombre que se daba entonces a la lógica, para hacer teología, llegando a someter la fe a la capacidad demostrativa de la razón. San Bernardo, por el contrario, replicará que la fe trasciende la razón y que no puede someterse la primera a la segunda. Hacerlo dañaría ambas porque «¿qué hay más contrario a la razón que intentar superar la razón por medio de la razón? y ¿qué hay más contrario a la fe que no querer creer aquello que no se puede alcanzar con la razón?».

El Aquinate establecerá magistralmente el servicio que la filosofía debe prestar a la doctrina sagrada, que es la ciencia de la fe. Lo hace en una de sus primeras obras, el Comentario al De Trinitate de Boecio. En teología, enseña, la filosofía puede usarse para tres cosas:

  • la demostración de los preámbulos de la fe;
  • la explicación de las cosas de fe por medio de semejanzas con la realidad natural;
  • por último, la defensa frente a los que dicen cosas contrarias a la fe.

En este último punto se ve la finura de la postura tomista, porque dice que ha de hacerse «ya sea mostrando que esas cosas son falsas, ya sea mostrando que no son necesarias». En lenguaje filosófico decir que no son necesarias equivale a decir que los argumentos que se emplean no determinan necesariamente que algo es o no es de tal manera, sino que es posible que sea o no sea, o bien sea de una forma u otra. Esto no sólo vale para las cosas contrarias a la fe, sino para aquellas que trataran, equivocadamente, de demostrar racionalmente los artículos de la fe.

Lo último se ve en uno de los tratados más complejos de Santo Tomás, que a la vez resulta muy interesante en ciertos debates científicos actuales, el De aeternitate mundi. En este tratado Santo Tomás se enfrenta a los que pretenden demostrar racionalmente que el mundo ha sido creado en el tiempo, algo que viene también enseñado por la Sagrada Escritura. Éstos lo hacen frente a la postura de los antiguos de que el mundo tiene una duración ilimitada y, por tanto, no tiene un principio temporal. El aquinate, en una postura única en su momento, demostrará que tanto los que pretenden demostrar que el mundo tiene un comienzo temporal como los que pretendan demostrar lo contrario no pueden establecer argumentos que impliquen una necesidad, sino únicamente la mera probabilidad. Así, pues, el inicio temporal de la creación sería un artículo de fe, indemostrable por la filosofía.

Por todo esto el mito de que los cristianos se han opuesto a la investigación científica no tiene sustento alguno. De hecho, no hay actitud más positiva posible frente a la ciencia que la cristiana, porque desde una relación entre razón y fe entendida como lo hace el Doctor Angélico no hay temor alguno de que la ciencia pueda jamás demostrar algo contrario a la fe, mientras que la ciencia bien realizada puede ayudar mucho a eliminar los posibles argumentos contrarios a las verdades contenidas en la Revelación.

Santo Tomás representa, por tanto, la síntesis más perfecta de las relaciones entre razón y fe, tal como las ha ido modelando la Tradición de la Iglesia. Así lo reconocería más adelante el Magisterio en numerosas ocasiones, destacando la eficacia de la teología tomista en el combate contra todo tipo de errores. Sin embargo, y aunque en momentos determinantes de la historia de la Iglesia esta síntesis ha sido dominante en el panorama eclesial, la verdad es que el pensamiento del Aquinate acabaría perdiendo la batalla. Contemporáneamente a Santo Tomás, la escuela franciscana estaba desarrollando una orientación, que terminaría triunfando, donde no se veía tan clara esta síntesis entre razón y fe. El asunto vendría por la defensa de éstos de la primacía de la voluntad sobre el intelecto en Dios, entre otras cosas, lo que poco a poco conduciría hacia el nominalismo de Ockham, el luteranismo, el relativismo, la filosofía crítica, el idealismo, etc.

La crisis actual se basa precisamente en la ruptura casi total de la síntesis originaria y ordenada de la fe y la razón que consiguió la Iglesia a lo largo de los siglos. La razón, con la hipertrofia heredada de la locura de la Ilustración, ha querido erigirse como la única forma de comprender la realidad, lo que ha ido derivando progresivamente en sistemas filosóficos idealistas, en los que la razón determina la realidad, y no a la inversa. No es la razón la que ha de adecuarse a la realidad para alcanzar la verdad, sino que la realidad es generada por la misma razón, lo que hace que la “verdad” ideológica sea incuestionable. Se puede entender fácilmente lo terrible de este planteamiento si atendemos a las consecuencias que han tenido en la sociedad humana los sistemas políticos que han brotado del idealismo, especialmente en el s. XX. La tozudez de la realidad a la hora de adaptarse a los sistemas ideológicos es combatida por la praxis revolucionaria, más o menos sangrienta pero siempre violenta, y la base para el diálogo y el encuentro ya no es la verdad, sino una libertad entendida como voluntad de poder que impone hacia el exterior el mundo interior de la persona (la autopercepción). Se pasa de «la verdad os hará libres» a «la libertad os hará verdaderos»; pero una libertad así, por descontado, no es verdadera libertad. Las mismas ciencias naturales, orgullo de los ilustrados, han sido arrolladas por esta enfermedad de la razón. Hoy los científicos proclaman arrogantes supuestas verdades que todo el mundo ha de aceptar y que se basan no en demostraciones o experimentos evidentes, sino en el consenso de organismos financiados por las élites políticas y económicas. La actual pandemia, por poner un ejemplo, está dejando patente lo efímero de las supuestas evidencias científicas.

La fe, por otra parte, al perder su unión con la razón, también se ha visto sumida en una crisis sin parangón en la historia. Esta crisis se ha hecho notar en la teología de las últimas décadas, que ha dejado de ser, en la mayoría de los casos, una verdadera doctrina sagrada, para pasar a ser una colección de novedades y originalidades al servicio de las tendencias del momento. En las facultades de teología se han enseñado los errores más variopintos, desde reediciones de las viejas herejías de los primeros siglos hasta teologías basadas en ideologías políticas o teorías de «género». Las intervenciones del Magisterio han intentado salir al paso, pero lo han hecho con lentitud y con escasa eficacia. Al final le ha tocado sufrir la crisis al mismo Magisterio, que en lugar de aclarar las cuestiones discutidas se ha convertido, él mismo, en origen de debates interminables. No hay más que ver toda la polvareda levantada en torno a Amoris Laetitia, por citar un ejemplo. Ojo, hay que recordar que esos debates no son contrarios a la misma voluntad del Magisterio actual, toda vez que la clave que se propone es aquella de la «sinodalidad», donde todos han de hablar y ser escuchados. Sin embargo, muchos de esos debates han sido presentados como un estar «a favor» o «en contra» del Papa (algo bastante falso en ambos casos), y la cuestión sobre la verdad o el error, o ha pasado a un segundo plano, o se ha descartado por completo.

La recuperación de la síntesis armónica entre fe y razón es necesaria tanto para la salud de la fe como de la razón. Con la fe, la razón encontraría un lugar propio de servicio para el conocimiento de una realidad que la trasciende (la realidad siempre es mayor que la razón humana). Una realidad que en el aspecto alcanzable para el hombre como objeto propio de conocimiento (la realidad corpórea) no puede dar razón de sí misma, sino que clama por una realidad más alta, creadora, que la justifique. La fe nace de la escucha, lo mismo que la razón ha de nacer de la observación. Habría que prestar mucha atención a aquellas palabras de Alexis Carrel, antídoto para toda ideología actual: «Poca observación y mucho razonamiento llevan al error. Mucha observación y poco razonamiento llevan a la verdad».

La razón aportaría a la fe la dimensión universal que hoy parece tan difícil de alcanzar, porque se ha sustituido por la ideología globalista, pudiendo retomarse así el anuncio del Evangelio a todas las naciones. Recuperar la razón permitiría respetar mejor eso que el Concilio Vaticano II llamaba «la justa autonomía de la realidad terrena», reconociendo, como siempre hizo la Iglesia, que las ciencias particulares tienen una competencia propia a la hora de investigar la realidad creada, descubriendo en ella las leyes puestas por el Creador. Esto es especialmente importante en áreas en las que la Iglesia tiene una competencia específica, como aquellas relacionadas con la moral pública: economía, política, defensa de la vida, etc. La razón permitiría que la experiencia religiosa, por más íntima que fuera, pudiera comunicarse y sirviera como base de un mayor conocimiento de la espiritualidad cristiana, como hicieron los grandes místicos españoles del s. XVI, huyendo así del sentimentalismo que hoy lo invade todo y que aquellos místicos tan arduamente combatieron. Por último, la razón permitiría a la Iglesia librarse del mal del clericalismo, tan denunciado por el Papa Francisco, que somete toda la vida eclesial a los gustos particulares, las obsesiones ideológicas o las tendencias autoritarias de algunos pastores.

Han pasado ya más de quince años del famoso discurso de Benedicto XVI en la Universidad de Ratisbona, una auténtica lección magistral que, como era de esperar, fue groseramente manipulada por la opinión pública, tanto fuera de la Iglesia como dentro. En ese discurso, que analiza la relación entre la fe y la razón desde la síntesis católica original, heredada ya del pensamiento bíblico en su encuentro con la sabiduría griega, hasta la crisis actual, el Santo Padre no mencionaba la figura de Santo Tomás, aunque su pensamiento, el que hemos tratado de exponer aquí muy brevemente, está presente durante todo el texto. La frase que el Papa destacaba como punto de partida, «no actuar según la razón (σὺν λόγῳ) es contrario a la naturaleza de Dios», es una expresión muy concreta de esta síntesis entre razón y fe, fundamentada por los Padres, edificada sólidamente por Santo Tomás y que todavía permanece, aunque gravemente dañada por la modernidad. Es la síntesis armónica y ordenada que desde los últimos dos siglos la Iglesia nos invita a reconstruir para bien suyo y del mundo.


 

Por cierto, ¿he dicho aquí que comencé hace bastante tiempo un canal de YouTube en el que voy leyedo y explicando -muy poco a poco- la Suma Teológica de Santo Tomás de Aquino? El primero de los vídeos:

22 comentarios

  
Néstor
Muy buen artículo, Padre, muchas gracias. Es notable pensar que la Modernidad tan "racionalista" procede de un error teológico voluntarista que desconfiaba de la inteligencia. Por eso el "racionalismo" moderno nunca se animó a decir que nuestra inteligencia puede conocer una realidad que no depende de ella. A partir de ahí todo se convierte en una pelea de gatos negros en la oscuridad, es decir, nada significa lo que parece y la gente termina peleando por exactamente lo contrario de lo que cree defender. Por ejemplo, al hombre actual la palabra "cristianismo" lo hace pensar automáticamente en el protestantismo con su rechazo de la razón. Todas las etiquetas están mal puestas y hay que ordenarlas antes de que pueda comenzar la verdadera discusión.

Saludos cordiales
15/02/22 12:51 PM
  
Bruno
Dichosos los ojos, D. Francisco José. Hacía tiempo que no escribía por aquí.

Como dijeron Aquiles al reincorporarse al combate contra Troya y Newman al retornar a Inglaterra, "ahora que he vuelto, veréis la diferencia".

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FJD: Muchas gracias. Ahora lo que queda es que vengas a visitarnos a La Sacristía de La Vendée.
15/02/22 2:11 PM
  
Carlos Dueñas
Independientemente de los contenidos de la teología tomista, su método filosófico es difícilmente superable. Santo Tomás es un maestro del razonamiento y una de las mentes más brillantes de la historia.
15/02/22 2:58 PM
  
F Xavier Albizuri
Hablar de la síntesis de la fe y la razón expresa un punto de partida problemático que en realidad no es moderno sino que se remonta al siglo XII (más o menos) cuando irrumpe el naturalismo, el racionalismo, el cientifismo, y también el humanismo (devoción por los antiguos). Los padres de la Iglesia no se expresaban de esa manera. No comparto la idea de que el oscurecimiento de la fe en el segundo milenio se deba a un desafortunado desarrollo teológico y filosófico, todo lo contrario, creo que el oscurecimiento de la fe, algo más hondo que la reflexión escolástica, ha originado la crisis teológica y filosófica. Quiero señalar que los padres de la Iglesia, en general formados en la cultura clásica (y por tanto en la filosofía), nunca desarrollaron la filosofía (me refiero a la metafísica) como disciplina propia y no creo que un pensador católico (un teólogo) tenga que hacerlo, sin perjuicio de la crítica a los modernos. Además, cualquier aficionado a la filosofía moderna sabe que esta no constituye en realidad ninguna forma de saber, ciertamente nos interesamos por ella porque es una búsqueda humana, pero en realidad estéril por desligarse de la fe. Finalmente, es absurdo contraponer la razón (logos) de los griegos al cristianismo pues en realidad este nace en el mundo helenístico (por no mencionar las referencias bíblicas al logos y a la sofía), como bien señaló BXVI.
15/02/22 4:16 PM
  
rafael
EXCELENTE!!! Y muy bien fundamentado!
15/02/22 4:18 PM
  
esron ben fares
Buenas tardes:
Estimado padre Francisco, en el artículo dice:
"Así, pues, el inicio temporal de la creación sería un artículo de fe, indemostrable por la filosofía."

Mis preguntas son:
1) ¿No se supone que el tiempo es una dimensión de la creación?
2) ¿Cómo llego santo Tomás a la primera causa incausada atemporal?

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FJD: La temporalidad de la creación no es lo mismo que el inicio temporal. Cabe la posibilidad de pensar, eso defiende Santo Tomás, una creación temporal con una temporalidad ilimitada. Digo pensar, porque de hecho la creación sí ha tenido un inicio temporal, como enseña la fe.
La eternidad de Dios deriva de su inmutabilidad, y ésta de su perfección. Con todo, hay que insistir que la carencia de inicio temporal no implica atemporalidad.
15/02/22 4:37 PM
  
Braulio
La síntesis tomista entró en crisis con otro doctor de la Iglesia posterior a Aquino. Me refiero al doctor de la Iglesia Duns Scoto. Y posteriormente, Ockham, no solo mostró los errores, sino que hasta liquidó el método escolástico, tan admirado por los tomistas.

Como la jerarquía se enrocó en el tomismo, de la crítica teológica interna no aceptada se pasó a la crítica externa, por la la filosofía. Y aquí es donce aparace un católico, Descartes, y el final de la ingenuidad griega que había recuperado Santo Tomás de Aquino con Aristóteles.

La historia ya es conocida (la Iglesia fortaleza).

A mediados del XIX el papado comete el error, otra vez, de volver a hacer del tomismo la filosofía oficial de la Iglesia. Se produce el resurgimiento tomista que va a acabar explotando en una guerra civil entre tomistas que serán incapaces de ponerse de acuerdo: Garrigou Lagrange versus Henri de Lubac.

Y por fin llega el CVII -ya era hora- para recordarle a los curas tomistas, que hay que ir a la fuentes, que es la postura de B16.

B16 no es tomista. Es más, no se puede ser seguidor de Santo Tomás de Aquino y ser tomista. Aquino nunca sería tomista.

La Iglesia es una Tradición. No hay un maestro de maestros que no sea Jesucristo. Por eso no puede haber ningun ismo con cualquiera de los doctores de la Iglesia.

Y por supuesto, la síntesis teológica del siglo XIII, se quedó vieja.

"Mucha observación y poco razonamiento llevan a la verdad"

Pues aplíqueselo Padre. Los problemas de la Iglesia empezaron después que la Iglesia hiciera del tomismo una filosofía oficiosa. Hace un porrón de siglos. Hasta ese momento la Iglesia dominaba el debate intelectual. Después de Aquino, se perdió, y la prueba es la filosofía moderna y posmoderna.

Observe la historia. Y sobre todo, piense.

Es acojonante lo de los clérigos. La Iglesia, que se sustenta sobre dos pilares fundamentales, Sagrada Escritura y Sagrada Tradición, utilizan el tercer pilar -que es auxiliar de las dos primeras-, es decir el Magisterio, para ir contra la Sagrada Escritura y Sagrada Tradición, primando de hecho a un doctor sobre los 37 restantes.

Y lo peor es que el error no es nuevo. Ya pasó con el agustinismo, que hoy es tan reliquia como el tomismo, que lo sustituyó.

La síntesis se quedó vieja. Es una síntesis previa al Renacimiento. Y ya llovió.

¿Lee usted a los tomistas de hoy en día? En nada se ponen de acuerdo.

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FJD: Es difícil meter tanta cantidad de majaderías en un comentario. Si por lo menos hubiera sido breve, lo felicitaría.
15/02/22 5:12 PM
  
Cristián Yáñez Durán
Braulio,

Según Okham, y es parte medular de su filosofía voluntarista, odiar a Dios sería virtuoso si Él así lo quisiera. Malamente este personaje, cuyo pensamiento está a la base de la ideología moderna, pudo aportar algo positivo al acervo de la Humanidad.

El tomismo más que una escuela implica una forma mentis, la herramienta intelectual más poderosa conocida hasta ahora para pensar y conocer. Apartarse de ella siempre ha derivado en error.
15/02/22 6:51 PM
  
JSP
1. El conocimiento recibido de otro, fe humana, se da en nosotros cuando nuestra razón es humilde y acepta una Razón de orden superior.
2. La base del Cristianismo es la fe en hechos históricos, pues el creer algo sin tener pruebas de ello es irracional, no es propio del ser humano, animal racional.
3. Dar razones de nuestra esperanza es porque se tiene fe en los bienes eternos, porque la Resurrección es un hecho histórico, metahistórico, si no nuestra fe es vana y vacía, y seríamos los hombres más miserables de todos.
4. El testimonio histórico de la Revelación del Verbo encarnado es la base racional de nuestra fe, de nuestro credo, transmitido por fe humana hasta nuestros días.
15/02/22 8:40 PM
  
Néstor
Aclarar que el Beato Duns Escoto, aunque se lo conoce como el "Doctor Sutil", no ha sido reconocido hasta el momento como "Doctor de la Iglesia". Menos aún Ockham, por supuesto.

Saludos cordiales.
16/02/22 12:10 AM
  
Néstor
En cuanto a cómo llegó Santo Tomàs a la Primera Causa Incausada atemporal, cfr. las "5 vías" en la Suma Teológica, Primera Parte, Cuestión 2, artículo 3.

Saludos cordiales.
16/02/22 2:16 AM
  
África Marteache
Néstor dice: "Es notable pensar que la Modernidad tan "racionalista" procede de un error teológico voluntarista que desconfiaba de la inteligencia". Es posible que la modernidad fuera racionalista, pero estamos en la postmodernidad, que no lo es. Es imposible la racionalidad en una sociedad "emotivista" que razona con las vísceras, exceptuando los sesos, que también se comen.
16/02/22 5:30 PM
  
Néstor
Es que por eso, el "racionalismo" surgido del voluntarismo nominalista siempre tuvo doble fondo, siempre fue la "exaltación" de una razón en el fondo impotente, incapaz de salir de sus propias representaciones. Para llegar de ahí a la "postmodernidad" no hay que hacer un trecho tan largo. Una vez que se acepta que no conocemos lo que las cosas son en sí mismas, llamar a eso "racionalismo", porque la razón se convierte en absoluto a fuerza de estar encerrada en sí misma, o llamarlo "irracionalismo y postmodernidad" es en el fondo lo mismo, tal vez con la diferencia de que lo segundo es más lógico, curiosamente.

Ahora, si por "racionalismo" entendemos que la razón no sale de sí misma y se encierra en sus propias representaciones, seguimos en pleno "racionalismo" y modernidad, más aún, agravados.

Saludos cordiales.
16/02/22 6:27 PM
  
hornero (Argentina)
El P. Francisco Delgado expone con maestría la sustancia intelectual que causa la separación entre el tomismo y el pensamiento moderno.

Me permito omitir referencias a lo ya expuesto sabiamente por el autor del artículo. Prefiero señalar la realidad fundamental que pone límites al tomismo, realidad implícita en el pensamiento cristiano de Santo Tomás. En efecto, la situación limitada de nuestra inteligencia en la condición del “hombre viejo del pecado” impedía al tomismo rebasar los límites impuestos a la razón natural.

Estos límites no permiten que la inteligencia acceda al conocimiento inmediato de la sustancia última de las cosas: el verbo participado a todo ente contingente por el Verbo Creador. Tal es la sustancia que San Juan de la Cruz descubre en las voces de las creaturas: “cada una dice lo que es en Dios, y lo que Dios es en cada una de ellas” (El Cántico Espiritual).

Esta sabiduría divina participada a las creaturas es una palabra inefable, supra-racional, inteligibilidad absoluta y sacra que ofrece en una ininterrumpida Liturgia a la Santísima Trinidad “todo honor y toda gloria” que surgen de los trabajos de los hombres justos y de la inconmensurable actividad del cosmos.

Los “nuevos tiempos de María” abren la perspectiva de un desplegar del tomismo por medio de la inteligencia del “hombre nuevo” que incipientemente se está manifestando por obra de la Luz transfigurante de la Aurora de María. Como afirma San Pablo (Col 3,4): “vuestra vida que es Cristo permanece oculta con Él en Dios. Cuando Cristo, vuestra vida, se manifieste, entonces vosotros os manifestaréis en gloria con Él”.

Todo indica que han llegado los tiempos en los que Cristo comienza a manifestarse en Su Gloria mediante la Aurora de Su Madre, que ha recibido de Él la Misión de conducir a la humanidad toda a la conversión.

Tal circunstancia escatológica permite que el tomismo adquiera la eficacia necesaria para constituirse instrumento intelectual adecuado a la nueva Edad del Reino de Dios entre los hombres.

Sólo el tomismo sobre-iluminado por el “hombre nuevo” puede responder a cuestiones fundamentales, como las que han planteado Pío XII: “la restauración de la armonía primitiva”; S. Pablo VI: “la Civilización del Amor”; y S.J.P. II: “Cruzar el umbral de la Esperanza”, las que conducen al Mundo Nuevo que viene traído por el crecimiento inexorable del Reino.

Tal la vigencia de la filosofía perenne que nos legó Santo Tomás de Aquino.


19/02/22 5:38 PM
  
Néstor
El pecado original no ha cambiado sustancialmente la capacidad natural de la inteligencia humana, porque para eso debería haber cambiado la naturaleza misma de Adán, y entonces o Adán no era humano o no lo somos nosotros.

Y los límites naturales de la inteligencia humana no le impiden conocer la esencia de las cosas, como sostiene el nominalismo.

Que el conocimiento que tenemos en esta vida de la esencia de las cosas es imperfecto, sin duda, pero eso no es lo mismo que decir que no las conocemos.

Que sea inmediato, según: en los conceptos simples que nuestra inteligencia abstrae de la experiencia sensible captamos inmediatamente algunos aspectos de las esencias de las cosas; el resto lo tenemos que conocer mediante composiciones de conceptos y razonamientos.

Pero lo más importante de todo ello es que se trata de un proceso puramente natural, que no requiere esencialmente ninguna gracia sobrenatural ni mística para llevarse a cabo.

Ese falso misticismo ha sido siempre combatido y con razón por Santo Tomás, que se destaca entre los Doctores de la Iglesia precisamente por su defensa del orden natural, de su consistencia y de sus capacidades propias.

Saludos cordiales.
19/02/22 8:06 PM
  
hornero (Argentina)
La identidad que sostuvo el tomismo entre la fe y la razón se vio trastocada por la irrupción del racionalismo desde Europa hacia el resto del mundo.

De ahí derivó que la sabiduría de los Padres y del Medioevo cristiano fuera sustituida por la idolatría de los “progresos” de la ciencia y de la técnica.

Así, Europa entró en una crisis compleja con afecciones numerosas que la han conducido a su actual parálisis intelectual y languidez de voluntad. Lo está evidenciando ante la trampa creada por E.U. e Inglaterra que intentan arrojarla a una guerra ruso-europea con la intención de que ambos bloques de la cristiandad greco-romana se destruyan entre sí, y desparezcan como obstáculo insalvable a la tiranía del NOM que pretenden establecer en su plena infamia.

Europa permanece desorientada ante el camino que debe tomar, porque cualquiera de los que se le ofrecen como inmediatos, dejan en pié las dudas sobre su existencia en el futuro próximo.

Duda sobre la OTAN, sobre la lealtad de E.U. e Inglaterra, sobre el Nord Stream 2, sobre sus aberraciones morales, sobre la conciencia de su destino histórico propio e intransferible, sobre sus raíces cristianas, y duda también sobre cómo convivir en medio de las armas nucleares que la amenazan desde varios arsenales.

Dispone de un solo camino invencible que le permitiría escapar del laberinto en que errabunda y acomplejada por tantas incertidumbres la retiene: su CONVERSIÓN.

¿Lo seguirá? Sólo Dios lo sabe. Oremos por Europa y por la conversión del mundo entero.
19/02/22 10:17 PM
  
hornero (Argentina)
La CONVERSIÓN de Europa será el acontecimiento mayor dentro del triunfo del Corazón Inmaculado de María en el mundo. Porque Europa ha sido el centro que irradió el racionalismo y la apostasía a toda la cristiandad hasta contaminar los pueblos paganos con los errores del modernismo y del marxismo.

María conduce el plan confiado por Su Hijo de llevar a la conversión al mundo todo, lo que implica el desalojo del príncipe de este mundo, el demonio, con su influencia perturbadora de los feudos del Reino de Cristo.

Así procedió contra el marxismo de la URSS, derribando al dragón rojo el 8 de diciembre de 1991 por el Tratado de Belavezha y el 25 de diciembre de 1991 Mijaíl Gorbachov dimite como presidente del la URSS, entrega los poderes del estado al presidente de Rusia y es arriada la bandera soviética del Kremlin erigiéndose la de Rusia en su lugar. Esto es, dos fechas eminentes cristianas registran la caída del comunismo y la disolución de la URSS.

Es un precedente que anima a esperar un cambio extraordinario en Europa, más importante que la caída del comunismo: la Conversión de Europa por el camino que Dios disponga.

El tomismo es el pensamiento que natural y racionalmente le cabe retomar la guía de una Europa cristiana. La tarea a realizar y los hechos que acompañarían a tal acontecimiento exceden el marco de un comentario.


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FJD: Como usted mismo sugiere, quizá los comentarios de este blog no son el lugar más adecuado para desarrollar un tema tan extenso.
20/02/22 7:23 AM
  
hornero (Argentina)
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FJD: Mire, antes se lo he intentado decir de modo más indirecto. Ahora seré más directo: las normas de urbanidad en este tipo de blogs censuran que los comentarios sean más extensos que el artículo que comentan. O hace comentarios más breves o, por respeto a los lectores, no puedo darles paso.

22/02/22 11:10 AM
  
hornero (Argentina)
Estimado Padre: Respetaré las normas de brevedad.
El tomismo es el instrumento que la Providencia ha dispuesto para atravesar estos tiempos de oscuridad. Su adhesión esencial al ser le permite superar el escepticismo del racionalismo, hoy llevado hasta extremos de lo irracional.
Como he expresado en el comentario no publicado, el tomismo se detuvo ante las profundidades ontológicas de los entes materiales singulares; se atuvo al axioma aristotélico “sólo hay ciencia de lo universal”. Esto, quizás, le permitió desarrollar como ninguna otra filosofía, el cielo de la Metafísica y de la Teología.
Queda abierto al tomismo el universo cuasi infinito del ser contingente material en la inteligibilidad de sus profundidades ontológicas.
23/02/22 12:32 PM
  
Néstor
Más que detenerse ante algo, el tomismo simplemente toma nota del hecho de que no tenemos conocimiento intelectual del singular como tal, fuera del hecho de su existencia.

Eso no quiere decir que no haya en el tomismo una ontología del ente singular, quiere decir solamente que es una ontología del ente singular en general, y no de Pedro o Luisa, pero en eso no se diferencia el tomismo de ninguna otra filosofía, porque ello es imposible y además carecería de interés filosófico.

Saludos cordiales.
12/03/22 11:12 PM
  
Angeles Wernicke
Gracias, Padre Francisco Delgado. Ahora, sòlo queda pedirle que concrete algo que aquì pide usted a Bruno, que visite "La Sacristìa de la Vendee"... Soy una admiradora nueva en ese programa suyo, y conociendo en Infocatòlica a Bruno, y admiràndolo, me encantarìa encontrarlo en la Sacristìa! ! ! Saludos !
19/05/22 12:59 AM
  
gustavo perez
Me hubiera gustado que FJD -el sacerdote autor del artículo- hubiera respondido y contra argumentado a BRaULIO y no "desmontarse por las orejas", salirse por la tanjante objetando que el bloguero no dijo sino cantidad de "Majaderías". Había que felicitarlo no por haberse ampliado en su comentario sino por haber objetado puntos de vista del autor. Lo indicado era haber demostrado las supuestas "majaderías" con argumentos históricos y filosóficos -que los hay muy abundantes- y haber ido a la raíz de las objeciones del contradictor. Existe el derecho de contradecir y los del Derecho romano decían que "había que oír también a la otra parte" (audiatur et altera pars).

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FJD: Veo que usted no conoce bien cómo funciona un blog. La cosa es muy simple: yo escribo algo y permito comentarios dentro de un mínimo de orden y sentido. En el caso de ese comentario ya he sido extremadamente tolerante publicándolo, habida cuenta del lenguaje chabacano y soez que utiliza, amén de las bobadas que contiene. No me pida que encima pierda tiempo en contestarlo.
10/06/22 6:59 PM

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