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17.08.18

Así es como vivía la Virgen

Mis hermanos y yo tenemos tierra con la que, por el momento, no podemos hacer mucho más que cuidarla un poco o prestarla para cultivar. 
Digo “prestarla” porque, quienes la piden, ¡vaya!, no son -por lo regular- personas adineradas, más bien, son personas muy necesitadas.
Sin mucho pensarlo, la he prestado con la condición de que, quien la haga rendir fruto, mantenga limpio el terreno, seguro ante la invasión de alimañas y malhechores pero, además, que me reporte alguna lechuga o ayotito, aunque sea de vez en cuando.
No puedo pensar en obtener mayor ganancia.
Con este pensamiento es que, hace unos meses, presté un terreno al lado de la ventana desde donde escribo. 
Tener a Francisco, un buen hombre que no goza de buena salud, trabajando de sol a sol limpiando el terreno, arándolo, sembrando y cosechando tanto cuando viene solo, cuando trae a su esposita y adorables hijitos de día de campo o como cuando viene con sus amigos, todos hombres pensionados, que llegan a trabajar y tomar sopa (preparan unas sopas deliciosas a las que me convidan) ha sido para mi escuela de sencillez, humildad y deber cumplido. 
Los miro y, en seguida, pienso en Dios y, por supuesto, se me colma el alma. 
Francisco llega y se va con una sonrisa en la boca.
Ayer me contó que ha montado una verdulería en su casa. Le ha de estar yendo bien ya que, casi a diario, viene a cosechar lo sembrado y no se va sin dejarme alguna verdura en el marco de la ventana. 

Llega y se va contento y, así estoy yo.

“Este conocimiento de la acción divina en todo lo que pasa en cada momento es la sabiduría más sutil que en esta vida puede tenerse de las cosas de Dios. Es una revelación continua, es un diálogo con Dios que se renueva incesantemente, es gozar del Esposo no en lo oculto, a escondidas, en la bodega o en la viña, sino al descubierto y en público, sin miedo a nadie. Es un océano de paz, gozo, amor y de conformidad con un Dios visto, conocido o, mejor aún, creído, viviendo y operando siempre lo más perfecto, en cuanto se presenta en todos los instantes. Es el paraíso eterno que, verdaderamente, se hace presente en las cosas pequeñas, cubiertas de tinieblas. Pero el Espíritu de Dios, que en esta vida compone secretamente todos estos fragmentos con su acción continua y fecunda, dirá en el día de la muerte: «hágase la luz» [Gén 1,3], y se verán entonces los tesoros que encerraba la fe en ese abismo de paz y de conformidad con Dios, que se encuentra a cada momento en todo lo que hay que sufrir o hacer.

Cuando Dios quiere darse al alma de este modo, todo lo común se hace extraordinario, y por serlo verdaderamente, no lo parece. Y es que este camino es por sí mismo extraordinario, y por eso mismo no es necesario adornarlo con maravillas prestadas. Es un milagro, una revelación y un gozo permanente, con algunas pequeñas imperfecciones. Su condición propia, sin embargo, no es poseer apariencias sensibles y maravillosas, sino hacer maravillosas todas las cosas comunes y sensibles. Así es como vivía la Virgen
Jean Pierre de Caussade, SJ de su libro “El abandono en la divina providencia”.

15.08.18

29.07.18

El camino trazado por los cuentos

Los cuentos de hadas sirvieron a G.K. Chesterton como camino de conversión.

Por falta de interés en la lectura, desde décadas atrás, muchos desconocen cuentos maravillosos que podrían haber sido de apoyo no solo a su imaginación y creatividad sino a su fe.

Es innegable que los productores de cine y TV no ignoran el potencial de los cuentos ya que siguen colocando a los súper-héroes y súper-villanos  en los primeros lugares de popularidad.

En la actualidad, los cuentos, mueven a los cines y a la pantalla del televisor, a miles de millones que, a sabiendas o no, con un clamor profundo y silencioso buscan ser liberados del mal que los circunda e invade.

Es providencial que “Narnia” y “El Señor de los Anillos” fueran popularizados previo a que la Cultura de la Muerte y la Ideología de Género asestaran su más contunden golpe a la civilización cristiana.

La Cultura de la Muerte e Ideología de Género, dicho por quienes saben más que yo, son considerados como la forma que el Mal ha tomado en nuestros días; lo que, trasladado al ámbito en el que estamos hablando, resultan ser los “súper-villanos” del día de hoy, los que - ciertamente- de ficción no tienen nada.

No hace falta haber leído cuentos o haber visto películas para que el corazón aprenda a reconocer sus necesidades. No hace falta porque la fe se hace cargo. Dios mismo, en su Divina Providencia, se hace cargo.

Sin embargo, leer y mirar cine con grandiosas historias, ayuda mucho. Yo, por ejemplo, no me canso de “El Señor de los Anillos” ni tampoco de ver una producción norteamericana titulada “Los Guardianes de la Galaxia I y II”

Anoche miré por segunda vez la segunda película en la que confirmé que el personaje del padre, al que –no por casualidad- llamaron Ego, representa al ser humano convencido de que es hechura de su propia mano.

El súper-villano Ego, no lo niega pero tampoco lo afirma, que debe su existencia a una mente superior y que, su propósito en la vida, es más amplio que lo limitado de sus ideas.

“Ego” es el nombre del personaje y, probablemente, Narcisista, su apellido.

El caso es que el súper-héroe recibe la luz necesaria para descubrir el engaño de su padre.

Hecho que deja en evidencia que la diferencia entre uno y otro es un acto de fe.

Un acto de fe en el Bien, el del súper-héroe y, un acto de fe en sí mismo, el del súper-villano.

Como consecuencia lógica, el acto de fe del súper-héroe le hace ver el resplandor de la verdad con la que hunde al súper-villano en la destrucción.

Cuando el padre, como último argumento le dice a su hijo el semi-dios, que su destrucción hará que sea como todos los demás, el semi-dios, simplemente, responde: - “¿Tiene algo de malo?” ¿Puede existe mayor libertad?

En esta escena fue cuando me dije que Alonso Gracián tenía razón cuando justo ayer dijo en su facebook: “Por la fe existimos en un plano de claridad esplendorosa

Es el acto de fe del súper-héroe de Guardianes de la Galaxia.  

Y es el nuestro. Nada de ficción sino real como la realidad misma.

Un acto de fe cuya claridad crea hombres libres capacitándolos en la batalla contra el Mal el que, desde mucho tiempo atrás, ha conseguido saltar fuera de las pantallas.

A muchos, el camino trazado por los cuentos, tal como a Chesterton, nos ayuda a dar pasos pequeños o grandes en nuestro camino de conversión en el que, uno tras otro, vemos caer a todos y cada uno de nuestros enemigos, principalmente, a aquellos con los habíamos hecho amistad.

Tal como al súper-héroe de “Guardianes de la Galaxia”, la fe nos libera del ego que nos impide ver el resplandor de la verdad sobre Dios, nosotros mismos y nuestros semejantes.

Sea a Dios toda la gloria.

 

25.07.18

¿Será que la Verdad es el camino al cielo?

El pecado es un fardo que nos arrastra al fondo.  

Pasan y pasan años sin que tengamos la voluntad de atender a la Palabra de  Dios que nos libera.
Preferimos cargar ese dichoso fardo aunque implique vernos morir de a poco como sus esclavos.

El pecado es fundamentalmente mentiras que se acumulan.
Mentiras sobre la realidad, sobre Dios, sobre los demás pero básicamente sobre uno mismo.

Por eso Jesús dice a los judíos que son hijos del padre de la mentira.
Y les dice también que la verdad libera.

Y qué sucede con esos judíos? Sucede muy diferente de, por ejemplo, Santiago y Juan.
Diferentísimo.

Santiago y Juan, por fidelidad y amor, se ven liberados de la mentira que, por ejemplo, los hizo envanecerse cuando pidieron al Señor ser colocados uno a la izquierda y otro a la derecha del trono de su gloria.

Liberados Santiago y Juan, fueron también liberados el resto de los apóstoles sin cuya fidelidad y amor nunca habríamos sido evangelizados.

Uno se pregunta por qué se tarda tanto en reconocer la verdad que libera?

Se tarda debido a que, voluntariamente, nos atamos al pecado de la Soberbia, jardín predilecto del demonio, enemigo de Dios.

Enemigo que nos promete vida que no es otra cosa que muerte.

Muertos nos quiere en esta y para la otra vida. Muerto tal como el mismo está y permanecerá por toda la eternidad.

Nos quiere muertos.

Saruman, en el Señor de los Anillos, representa muy bien al demonio. Se hace pasar por mago blanco pero en lo escondido, destruye la creación para obtener esa infame y retorcida creación suya que son los orcos, los que -por estar más muertos que vivos- poco le importa que maten y mueran luchando por la causa del Mal. Por eso la creación entera se vuelca en su contra y perecen ahogados en el caos informe de las aguas primigenias. Es su destino.

El nuestro, en cambio, es  la libertad gloriosa de los hijos de Dios la cual nos obtiene la gracia cuando nos mueve a soltar los pesados fardos de las mentiras a las que nos aferramos.

Ser liberados duele y duele debido a que en nosotros, lo que hay de puro y santo, es propiamente de Dios aunque sea verdaderamente nuestro por haberlo elegido.
Duele ser conformado a Cristo.
Duele que la Creación entera lo sea.
Duele ser purificados.
Muchísimo, duele.

Pero duele más verse muerto en vida y para siempre.
Duele tanto que muchos prefieren quitarse la vida.

Pienso que es una gracia enorme desear ser liberados del fardo que constituye cada mentira pequeña o grande a la que nos sujetamos.

Verse desprovisto de lo único que nos pertenece es una gracia infinita y otra gracia enorme verse confirmado por la paz que se instala en el corazón.

Será que, la Verdad, es el camino al cielo?
Debe serlo porque es igualitico al de la Verdad misma que terminó crucificada.  

23.07.18

Bajo la sombra del Altísimo

Se suponía que lo mío era un corazón puro pero algo pasó.

Pasó que vine a darme cuenta que no era tan así.

He venido funcionando mal. 

Me explico.

Uno podría haber sido regalado con un corazón puro para lo que comúnmente llamamos “las cosas de Dios”; tal como para mí siempre fue “cosa de Dios” que un grupo de fieles solicitáramos la misa tridentina. Uno podría tener un corazón puro para estas cosas pero no tener un corazón puro de verdad. El caso es que yo se que, por haberme abandonado, el Señor pudo actuar a sus anchas. Nunca me sobresalté con sucesos desfavorables y los favorables me parecieron cosa de lo más normal. Respecto a lo que sucediera con la misa tridentina me era todo completamente indiferente. Dios estaba a cargo.
Sin embargo, en el aspecto material, han sobrevenido reveses al punto que he llegado a decirme que no es posible que en tanto infortunio esté la mano de Dios.
Mal pensado, Maricruz! Es al contrario. Lo supe después.
Los reveses han sido tantos y los obstáculos se presentan tan insalvables que no me ha quedado de otra que abandonarme como un niño en las manos de Dios. 
Ya ven? Por eso digo que mi corazón puro tanto no era.
Me faltaba abandonarme en el aspecto material.
Por supuesto, los reveses no dejan de llegar, los obstáculos siguen creciendo pero en todo: ¡Sea Dios bendito!


Ahora sí, miren la fotografía.



Apenas la vi supe que debía utilizarla para resaltar el hecho de que es imperativo que pidamos la gracia de un corazón puro para que nos sea más fácil mirar lo que, bajo la sombra del Altísimo, se nos revela como voluntad de Dios en los acontecimientos.

Paralelo a este aprendizaje, he venido leyendo una obra de publicada por Fundación Gratis Date de Jean Pierre de Caussade, SJ; titulada El abandono en la Divina Providencia de la que les comparto fragmentos con la intención de cerrar esta entrada pero también con el fin de animarlos a leer obra tan bella.
 
“Dios nos sigue hablando hoy como hablaba en otros tiempos a nuestros padres, cuando no había ni directores espirituales ni métodos. El cumplimiento de las órdenes de Dios constituía toda su espiritualidad.
Entonces se sabía únicamente que cada instante trae consigo un deber, que es preciso cumplir con fidelidad, y esto era suficiente para los hombres espirituales de entonces.
Sus espíritus, movidos sin cesar por el impulso divino, se volvían fácilmente hacia el nuevo objeto que Dios les presentaba en cada hora del día.
Éstos eran los ocultos medios de la conducta de María, la más simple de todas las criaturas y la más abandonada a Dios. La respuesta que dio al ángel, contentándose con decirle: Hágase en mí según tu palabra [Lc 1,38]
[Esta disposición] Es la misma exactamente que aquellas otras que nuestro Señor quiere que tengamos siempre en nuestro corazón y en nuestros labios: Hágase tu voluntad [Mt 6,10].
Esta voluntad de Dios es la regla única que María sigue y que en todo ve.
La virtud del Altísimo la cubrirá con su sombra [Lc 1,35], y esta sombra no es sino lo que cada momento presenta en forma de deberes, atracciones y cruces.
Y esas sombras, deslizándose sobre sus facultades, muy lejos de producirle [temor o] ilusiones vanas, llenan su fe de Aquél que es siempre el mismo.
Retírate ya, arcángel, que eres también una sombra”


De esta manera la Divina Providencia se está encargando de que mi corazón puro lo sea pero de verdad. María Santísima, tiene gran participación en ello. 

Pidamos la gracia de un corazón puro. 
Deo omnis gloria!

NOTA: La bella fotografía cuyo contenido solo se descubre con la mirada pura de los ojos de la fe fue tomada en la parroquia San Joaquín de Flores, la que el padre Sixto Varela facilita para que sea celebrada la misa tridentina.