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26.08.23

Todas las flores del mundo

“Jesús es el Camino de la oración; sin oración desconoceremos el Camino”

En lo que he visto se confirma el hecho de que ser intercesor es un don es que, al hacerme enfermo misionero, he querido motivar a otros pero la mayoría no le haya sentido; por más que se les explica, nada. Entonces, siguen enfermitos, sufriendo y con dolor, y llenando la vida de amargura. Es una pena grandísima, la verdad. Son enfermitos por los que también habría que orar.

De la oración es que nace el sentido de la misión y de ahí es que, como enfermos misioneros, podemos ser de gran bien para otras almas para la gloria de Dios. De tal forma que, si alguna vez considera que su enfermedad, sea breve, o prolongada, crónica o no,  podría ser ofrenda, le sugiero hacerlo ya que todo es recibido con suma gratitud y, aunque no lo veamos, son oraciones magníficas ya que saldrán del mismo costado de Cristo, a quien usted se ofrece como reparación por sus pecados y del mundo entero.

Saber que el sufrimiento y dolor tienen sentido lo aprendí de san Juan Pablo II de “Salvifici doloris” o sea, “El valor salvífico del sufrimiento”. Es un documento magistral por lo que ilumina el alma con ideas que tal vez rondaban en la mente pero no se sabe expresar y que, al escucharlas, dan sentido a todo. Y, créanme, aparte del imperativo que es hallar sentido a la existencia, lo siguiente es hallar sentido al dolor y sufrimiento.

Jesús y María con san José se encargan de toda la ayuda necesaria a las almas en las el Espíritu de Dios le inspira el deseo de hacerse ofrenda.

Pues bien, mis enfermedades no son graves pero son crónicas y, si alguna vez se agudizan, pueden mandarme al hospital por algunos días u horas. Eso significa que poseo, por gracia de Dios, un regalo que contiene un don infinito que no pienso desaprovechar.

De ahí que, se reza y no sabe uno bien de dónde sale el deseo y la fuerza del compromiso y el tiempo y las reflexiones y todo lo que surge a partir de la oración. No lo sabe uno bien al principio pero, conforme avanza –cosa que podría tardar años- como en mi caso, se va uno enterando que todo, todo, es cosa de Dios. Lo que llena el alma de gratitud y deseo de seguirlo haciendo. No por otra que cosa que por permanecer en la compañía santa de Jesús y sus seres queridos.

El catecismo nos explica que hay tres formas de oración: vocal, meditativa y contemplativa. Eso lo pueden estudiar en los numerales 2700 y s.s.

Después de que lo estudien y mediten un poco, consérvenlo en su corazón para que –conforme avancen- irán notando que gracias preciosas nos da Dios y nada más porque quiere, no porque nos lo merezcamos. Dichas gracias le harán comprender que el camino de la oración es el camino de Jesús, por el que han transitado María, José y todos los santos. 

Ahora bien, teniendo en cuenta lo anterior, les cuento que, ayer -mientras rezaba el rosario- pensaba (quizá de forma distraída) en qué hará la señora María con tantas Avemaría que se rezan durante el día alrededor del mundo. Me preguntaba si tendrá un equipo de ángeles y Santos que procesaran los envíos hacia las manos del Hijo, o si tendría un lugar donde almacenarlas y utilizarlas conforme las necesitan las almas. Ella es administrador, por tanto, debe tener un sistema, me figuro.

Algunos pensarán que estos pensamientos son mera distracción que solo sirven para distraerme de la oración pero, me parece que pensarán diferente (no solo después que lean lo que dice el catecismo) sino cuando les cuente que -al final de dichas divagaciones- concluyo que las Avemaría, cuando son dichas con toda la fuerza de la mente y el poder del corazón, María las recibe como flores y con ellas pinta de colores, de esperanza y alegría este mundo.

Reservándolas aquí, queda engalanado el mundo y también el cielo. Y nuestra alma también al verse tan dichosa de colaborar con Ella en la administración de tanta belleza, bien y verdad.

Me figuro que, entre más amor pongamos en cada Avemaría, más hermosa será la flor y, cuando las decimos un poco distraídos –aunque serán flores pequeñitas y hasta insignificantes- serán flores al fin ya que la Madre sabe que un hijo -aunque esté distraído- cuando quiere estar a su lado, se le ha de prestar atención con todo amor.

Ella no se permitirá dejar nuestros balbuceos infructuosos.

Bendito sea Dios.

5.08.23

De cuando rezo el rosario (VI) | Las cinco cuentas

Siempre me han llamado la atención las cinco cuentas del rosario que se rezan de diferentes maneras. 

Me refiero a las tres cuentas unidas a cierta distancia y otras dos, antes y después de ellas ubicadas después del crucifijo y antes de la pieza triangular que ata las cinco decenas. 

La primera cuenta es un Padrenuestro,  tres Avemarías y por último, un Gloria. Algunos rezan las cinco cuentas al final y, otros, antes del primer misterio.

Algunos rezan las Avemarías sin añadir nada y, otros, con pocas palabras, las transforman en bellos saludos o salutaciones, como también se les conoce.

Supongo que transformarlas en “saludos” es resultado de antiquísima costumbre como fue la de rezar 150 salutaciones a María mucho antes de que se conformara el rosario propiamente dicho.

Desde que las congregaciones religiosas de los primeros siglos se dedicaron a cantar 150 salmos, se dejaron para aquellos miembros de la comunidad que no formaban parte del coro, el rezo de 150 salutaciones.

De dicha costumbre, supongo, ya que no he leído nada contrario, provienen esas pocas palabras que añadimos en cada Avemaría después de la salutación del Ángel:

“Dios te salve, María!” Hija de Dios Padre. Llena eres de gracia…

“Dios te salve, María!” Madre de Dios Hijo. Llena eres de gracia…

“Dios te salve, María!” Esposa del Espíritu Santo. Llena eres de gracia…

Es probable que esta construcción del quinteto tenga relación con la Devoción de las Tres Avemarías que se reza diciendo:

Por el Poder que te concedió el Padre Eterno. Dios te salve, María! Llena eres de gracia…

Por la Sabiduría que te concedió el Hijo. Dios te salve, María! Llena eres de gracia…

Por el Amor que te concedió el Espíritu Santo. Dios te salve, María! Llena eres de gracia…

Podría ser también que tenga relación con las Letanías y que el quinteto se haya compuesto como Introducción que sirviera de marco solemne para saludar a Nuestra Señora antes de entregarnos al rezo del Rosario.  Las Letanías, por otro lado, vendrían a ser el cierre perfecto al hermoso saludo de las cincuenta oraciones. 

Otros investigadores mencionan que las cinco cuentas representan las cinco llagas de Nuestro Señor Jesucristo pero no he hallado nada que confirme este origen.

El caso es que, tras pequeña investigación, no di con el origen de la composición de la cinco cuentas ni regla alguna que diga que se rezan al principio o al final.

En mi caso, las rezo antes de empezar, como Introducción ya que me sirven como magnífico saludo que, de paso, ayuda a mi mente a prestar atención a lo que digo; es decir, como Introducción, la mente y corazón entran en la devoción del rosario manifestando el hecho de que María goza de plenitud de la gracia de la Trinidad, como Hija del Padre, Madre del Hijo y Esposa del Santo Espíritu.

En cualquier modalidad que presentemos este saludo, repercutirá en nuestra mente de manera que -desde la LLena de Gracia- se nos familiariza con el hecho de que somos consideradas hijas, madres y esposas del Dios Uno y Trino en quien confiamos. De manera semejante los varones. 

Contemplar este don inabarcable es de lo más precioso que se nos da al rezar el rosario.