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1.05.15

La casera católica que ahora soy

Ya ven en lo que ha parado mi vida? Pasé de vivir holgadamente como cuidadora de mi anciano padre a, con limitados recursos, cuidar de extraños a los que les he abierto la puerta de mi casa y de mi corazón.

Hace días vengo muy ocupada atendiendo mi casa y con frenética actividad provida en redes sociales por lo que, embotada, no encuentro al final del día nada qué decir en el blog; sin embargo, tras haber leído a san Rafael Arnaiz en sus piruetas con los nabos y al padre Iraburu con lo de La alegría cristiana y sus cien motivos me dije que, quizá, un tema que me permitirá seguir en contacto con ustedes sería compartir algunas de las alegrías involucradas en mi vida reciente.

De primero, les contaré:

En los ocho meses que tengo de ser casera hemos llegado a ser cinco personas en esta casa: una joven paramédico de la Cruz Roja, un taxista, dos muy jóvenes estudiantes de provincia becados por el gobierno y yo.

Cualquiera hubiera apostado que el taxista sería el primero en salir despavorido de mí casa, sin embargo, es el único que se ha quedado y, no solo eso, se ha volcado en apoyarme de todas formas que le ha sido posible o que se le antoja ya que, definitivamente, no se deja mangonear. Qué va! En cuanto puede se escabulle de pequeños trabajos como, por ejemplo, limpiar ventanas o quitar alguna telaraña; sin embargo, ¡vaya que me ayuda en otro montón de tareas sin que se lo pida!. No tengo queja! En absoluto!

Aparte, es muy divertido ya que se la pasa bromeando o consigue, con astucia, hacerme ver lo ridículo de mis quejas cosa que, como aplicación de un correctivo inmediato, me hace mucho bien.

Michael fue mi primer inquilino y es taxista lo que en Costa Rica significa que pertenece a un gremio que, en mucho, es considerado problemático; por ese motivo lo entrevisté por largo rato tras lo que decidí apostar por él.

Mis hermanos quedaron preocupados por mi decisión ya que, de hecho, perdí un cliente cuando se enteró que aquí vivía un taxista (así de grave está la cosa), sin embargo, Michael ha probado estar hecho de buena madera y demostrado que, en mucho, es debido a que tiene una buena relación con Dios.

Es Bautista! Pueden imaginarlo? Y, claro, el pobre ha elegido vivir en una casa donde hay montones de imágenes de Jesús, María y varios crucifijos, una señora que va a misa, reza y ora, que tiene muchos libros sobre Dios, biblias por docenas muy poco semejantes a la suya pero que, además, es activista provida con agua bendita siempre a la mano; es decir, cualquier otro joven taxista-bautista hubiera cruzado la puerta de mi casa como alma que lleva, literalmente, el diablo; pero Michael no, al contrario, más tarde lo confesó, también apostó sobre su casera. Dichosamente, por gracia de Dios, ambos salimos ganando.

Porque les diré, convivir conmigo no es tan simple ya que en esta casa existen reglas y son estrictas; por ejemplo, no alquilo a parejas ni permito que nadie permanezca en la habitación con su novio o novia con la puerta cerrada o que se queden a dormir, que para eso existen otros lugares. Así de estricta soy por lo que siendo Michael un hombre joven era para que no estuviera perfectamente de acuerdo conmigo pero –afortunadamente- lo estuvo desde el primer momento.

En fin, que el taxista, contrario a la voz popular -en lugar de haber salido güero- resultó un angelote que no solo delira con cada uno de mis perros (literalmente los abraza y besa) y con Gato sino que me ayuda a cuidar de ellos e, incluso, lo hace mucho mejor que yo.  

Por otros motivos de mayor importancia estoy en deuda con él ya que, sin dudarlo y ni poner límite, me ha extendido la mano en más de una ocasión.

De tal manera, que ¡oh, bendito vuelco que ha dado a mi vida la Divina Providencia! ya que, no solo estoy en deuda con un taxista (con lo que eso implica) sino y, sobre todo, con mi padre Dios quien pone en mi camino las personas y acontecimientos que me moldean para ser la casera católica que ahora soy.  

Por supuesto, una casera con la cabecita un poco embotada pero alegre y en paz.

No es para menos ya que lo recé en la Liturgia de las Horas de hace unos días:

 “Yo, el Señor, soy el que te salva y el que te rescata. Aleluya”.

Ant. I, Vísperas, Viernes III, tiempo pascual

 

13.04.15

Ante la Misericordia somos todos iguales

«Si el hombre no graba en su corazón que es pecador, Dios no le escucha», sentenciaba un Padre del Desierto. Un hermano suyo le preguntó: «¿Por qué es tan importante sentirse pecador?». Y el anciano contestó: «Si uno tiene presentes sus pecados, no ve los pecados de su prójimo».

La semana pasada un funcionario del gobierno dijo en Twitter algunas cuestiones un tanto graves en contra del clero costarricense que resultó en una trifulca en las redes sociales que derivó en su renuncia.

Como la más aguerrida, fui de las primeras en responder procurando hacerle ver que, debido a su función como responsable de redes sociales de Casa Presidencial, era irresponsable expresarse de del modo en que lo hizo respecto de cualquier grupo humano.

Cuando supe de su renuncia, verdaderamente, pesó en mi alma y así lo manifesté ya que, responsabilizarse por sus palabras siendo funcionario le habría permitido crecer en estatura humana.

Su agresión no me la habría tomado con tanta calma de no haber sido porque una conocida me advirtió que Julia es un alma atribulada. Bastó con eso para que la gracia me ayudara a comprender que quizá la suya es un alma tan inconsolable como la mía.

Ayer domingo, Fiesta de la Misericordia, la funcionaria publicó en Facebook una reflexión que tituló “Las misas, los curas, las religiones, mi idea de Dios” sobre el que espero eviten sacar conclusiones antes de terminar de leerme. 

Mientras leía supe que Julia, en varios aspectos, es como una niña sobre quien nos abalanzamos como fieras sin siquiera considerar que nuestros pecados bien podrían ser mayores que los suyos. 

Ahora bien, por qué, según el anciano Padre del Desierto, es tan importante no ver los pecados del prójimo?

Porque de esa manera, por gracia, lo amarás por ser quien es.   

Y, quién es el prójimo? Uno que, al igual que tú, es amado.

Por esa razón fue que anoche le escribí a Julia para agradecer su articulito.

En la Fiesta de la Misericordia fue el día en que, por gracia, su corazón se instaló en el mío.

Una verdadera gracia. Como lo fue el que, durante la Fiesta de la Misericordia del año pasado, llorando junto a mi padre en su lecho de muerte, clamamos por Misericordia la última vez.

Una verdadera gracia.

Es cierto que hay mucho en juego si permitimos a funcionarios públicos agredir a los cristianos debido a que ponen en grave peligro nuestra condición de igualdad ante la Ley por lo que es justo presentar el debido reclamo; sin embargo, por gracia, bien sabemos que, ante la Misericordia, el que somos todos iguales, es ineludible.    

3.04.15

"Lo que nos sostiene y posibilita"

“Si no creeis (si no os apoyaís en Yhavé) no tendréis apoyo” Is 7, 9

Acaso pensaron que lo de los coros angélicos que mencioné en la entrada anterior era tan solo una imagen literaria? Si lo pensaron, lamento decepcionarlos, porque no pienso retractarme de lo dicho. Yo creo que por gracia he venido escuchando, durante tantos Sanctus como he escuchado a lo largo de mi vida, a los coros angélicos.

Por hablar del don recibido es que he regresado para narrar el resto de la historia. 

Resulta que con el recuerdo de tan vívido golpe de gracia del Domingo de Ramos asistí a la Misa de la Cena del Señor.

Este año el nuevo párroco organizó de tal manera que dicha celebración no se realizó en el Centro Parroquial como es costumbre sino en la filial que contiene mayor número de habitantes y trabajadores informales; es decir, las misas allí se caracterizan por la devoción y la piedad del pueblo por lo que, entre otros, el coro fue una gozada: un joven en el acordeón, una anciano en la batería electrónica, un varón de mediana edad en el bajo, una madre y una hija con un clarísimo falsete al mejor estilo de los mariachis mexicanos quienes, además, alternaban en la ejecución del triángulo y las maracas.

Con la descripción del coro pretendo que se hagan idea del “ambiente” en que se llevó a cabo la celebración que no era, ni de lejos, lo que mi sensibilidad hubiera deseado pero, ahí estuve, con mi velo sentada en la segunda fila al lado de doña Ana (la única otra señora con velo), dándome perfecta cuenta de cuánto gozo y paz me embargaba. 

Para cuando llegó el Lavatorio de los pies, como nunca antes, tuve claro que sin la gracia no podría tomar entre mis manos aquellos pies callosos con uñas feas para besarlos. El padrecito fue tomando con cariño uno a uno cada piecito y lo acercaba a su boca. Fue cuando noté dentro de mí una profunda admiración, respeto y gratitud por el sacerdote de quien mi mente saltó a Nuestro Señor y de El a mi corazón el que no salía de su asombro.   

No sé cuántas semanas santas he celebrado pero en lo que se diferencia ésta a las anteriores es en que, a partir de la gracia recibida el Domingo de Ramos, el Señor me liberó de mis escrúpulos respecto a la liturgia.

Tal parece que de hoy en adelante podré regresar a misa, sin importar cuán horrorosamente simple y hasta chabacana sea la celebración, liberada de asistir como una penitencia.

Saben? Será asistir a misa con el alma pura como cuando era niña teniendo clarísimo en Quien todo mi ser encuentra sustento.

Dice Joseph Ratzinger en su libro “Introducción al Cristianismo” que “la fe [ ] es esencialmente confiarse a lo que no se ha hecho a sí mismo, a lo no factible, a lo que [nos] sostiene y posibilita”

La gracia de la fe. La gracia. 

30.03.15

Voces angélicas escapadas del cielo

Desde hace muchos años, cuando llegamos al Sanctus, me quedo maravillada por cuán gloriosamente somos capaces de cantar. 

Muchas veces me he preguntado ¿cómo es que, si –antes o después del Sanctus- no podemos afinar un solo tono, precisamente en ese canto, suenan nuestras voces como parte de un coro angelical?

Nunca tuve interés en hallar explicación ya que, de seguro, no la tendría.  

Sin embargo, haciendo memoria, la experiencia ha sido muchas veces tan sobrecogedora que se me han saltado las lágrimas. Esa es la razón por la que no culparía a quien pensara de mi cualquier barbaridad al verme llorar. Es que, seamos honrados: ¿quién llora escuchando el Sanctus a menos que le falte un tornillo?

Pues bien, este Domingo de Ramos, supongo estaba distraída cuando llegamos al Sanctus ya que aquellas voces gloriosas al fondo, con un golpe de adrenalina, me sacaron intempestivamente como de un sueño. Fue cuando lo supe:

-  “¡Son voces angélicas escapadas del cielo!”

Claro! Eso lo explica todo! Es perfectamente posible. No existe doctrina que lo contradiga. ¡No existe!

Yo, que tan quejica soy acerca de cuán feúchas son a veces nuestras celebraciones litúrgicas, aprendí que, ya que si el Señor no solo derrama su invisible y portentosa gracia sobre nosotros durante la misa, por qué privaría a los ángeles de una escapadita para unir sus voces a las nuestras?

 

“Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, por haber ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes y haberlas revelado a los pequeños.  Sí, Padre, porque así lo has querido”

Mateo 11, 25-26

 

4.03.15

Sea "Jesús" mi último aliento

Si a mis 25 años alguno me hubiese anunciado que a mis 55 estaría limpiando, lavando ropa y cocinando para extraños en mi propia casa, le hubiese estampado en su cara una carcajada.

Y no es que ahora reniegue de ello, muy al contrario, con sobrada alegría y gratitud lo hago ya que el Señor alimenta mi cuerpo y mi alma a través de este trabajito que tengo.

En fin, que nunca nada termina siendo –ni de lejos- como uno lo espera ya que sobre nada tenemos control. 

Claro! Luego de escuchar los propios reproches se vienen a la cabeza los 21 mártires de Siria y, de sopetón, baja uno la cabeza avergonzado. 

Aquellos hombres ante el verdugo, amar, creer, perdonar y esperar fue lo único sobre lo que, por gracia, tuvieron control; fue su única posesión antes de que les arrancaran de un tajo la cabeza.

Cosa que no consideraron los monstruos de ISIS es que, de esa forma, les permitieron tenerlo todo. ¡Absolutamente todo! Tanto así que les sobró aliento para exhalar: -“¡Jesús!”

Cuentan las noticias que entre ellos había un no cristiano originario de Chad que se convirtió al ver la gran fe de sus compañeros. A su verdugo dijo: - “Su Dios es mi Dios”

Así concluyó su vida.

No tiene mayor importancia cómo se conduzca la vida con nosotros. No importa si a veces nos parece ingrata o absurda o si, por la misma razón, nos enfadamos con el Señor para luego pedir perdón bañados en lágrimas. ¡No importa!

Lo que de verdad importa -ya que es lo único que a la vida le da sentido- es que sea el Señor la razón por la que respiro y que, por lo mismo, sea “Jesús” mi último aliento.