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6.03.16

Como filigrana

En estos días ni se puede hablar del Bien, la Verdad y la Belleza que la gracia permite descubrir porque aparecen unos calificándolo de buenista u otros apuntando otras “deficiencias”.

Saben qué? Los ignoraré a todos porque, por sobre todo, mi vida narrada en este blog, ha sido a lo largo de los años un testimonio de la gracia por lo que, sin mayor preámbulo, hablaré del tema tantas veces y de la forma en que el Señor me inspire.

No cabe duda de que mi vida al lado de mi padre fue el paraíso. Tenía todo lo que necesitaba y más: cariño, respeto, compañía, dinero, alegría, unidad familiar, etc. Ahora mi vida carece de casi de todo, sin embargo, el Señor ha dado impulso a mi iniciativa para que vaya descubriendo o ayudándole a re-crear aquello de lo que fui temporalmente privada.

La privación ha sido muy buena porque me ha hecho valorar lo que tuve y desear tenerlo de nuevo pero bajo una nuevo concepto y perspectiva: la de la gracia.

Ahora bien, parte de los cambios ejecutados por el Señor en mi constituyen una nueva mirada sobre la realidad de la que hablaré a continuación. 

El domingo pasado, saliendo de misa, saludé a una mis vecinas, señora ya mayor, quien me contó que estaba con temblores, dolores de cabeza y mareos. Le pregunté si se estaba alimentando bien y me dijo que no. Le prometí ayuda y me despedí. El caso es que pasé a la pulpería (así le llamamos a las tiendas de conveniencia) y como venía pensando en ella, apenas entré, sin pensarlo, comenté con los vecinos que allí estaban el caso de la señora.

Uno de ellos, con quien mi madre ayudaba a los pobres, me prometió ayuda. Esa la misma tarde me trajo un enorme pollo, leche y galletas a lo que añadí unas verduras y una botella de carao que es buenísimo para la anemia que sufre la señora. Esto pretendo hacerlo todas las semanas durante el tiempo que el Señor me lo permita. Asumo que me dará los recursos  ya que no sería la primera vez.

Ese mismo día, cuando regresé a la pulpería, tuve que esperar unos minutos a que atendieran a una señora que estaba terminando de contar el testimonio de curación de su hijo. Aparentemente, por el poder de la oración, una grave enfermedad de la que sospechaban los médicos, no salió reflejada en los exámenes. La mamá no cabía en sí de la alegría y daba gloria a Dios. 

De la misma forma, días después, saliendo de nuevo a caminar con mis perros, me encontré con Rosa que salía de casa de su hija recién “mejorada”. La alabé por ser abuela y le pregunté por la salud de su hija y de su nieto. Me contó una verdadera calamidad ya que el nietito nació con problemas en el hígado y los padres han estado durante todo un mes turnándose para cuidarlo en el hospital. Ella venía de dejarle a su hija hecho el almuerzo y la casa limpia para que cuando regresara pudiera descansar.

La maravilla fue escucharla ofreciendo su testimonio del que concluí que el Señor, verdaderamente, cuida de todos, no solo los consolida en el amor, en la generosidad, en la paz sino en la alegría que da la fe y la confianza ya que, la querida Rosa, me contó su historia entre bromas, situaciones tiernas y simpáticas locuras acaecidas dentro de la grave situación.

Asímismo, otro día, me encontré con la madre de una muchacha con dificultad de aprendizaje quien tiene una rodilla que le duele al caminar tras un golpe que sufrió después de una caída.

A Nuria, le ayudé con un campamento juvenil que estaba organizando para su congregación ya que es evangélica y otro día le ayudé con los pasajes del autobús para una cita que tenía en el hospital. Desde el día que le doné las latas de garbanzos ha nacido una amistad de lo más simpática. Me alegró que su mamá estuviera tras ella cuidándola y que se esté viendo su dolor en el Seguro Social debido a mi insistencia.

El papa Francisco habla mucho de salir a las periferias, pues bien, yo cavilaba acerca de cuáles periferias podría yo salir si me quedan tan lejos; pero el caso es que ahora río de mi misma ya que las periferias me las encuentro a diario en cuanto cruzo el portón que me separa de la calle, lo cual me alegra porque también sufro de dolores y caminar muy lejos me jorobaría bastante.

Todo lo anterior únicamente para destacar que, en sintonía con la gracia, es posible hallar el Bien, la Verdad y la Belleza que el Señor construye en nuestra vida como filigrana.

El Seños nos bendiga.

 

 

1.01.16

Esto es a lo que llamo ¡tener Esperanza!

En innumerables ocasiones llamó el Señor apóstata a Israel por medio de los profetas.

El Señor me dijo: La apóstata Israel se ha mostrado más justa que la traidora Judá. Ve entonces a gritar estas palabras hacia el Norte: ¡Vuelve, apóstata Israel–oráculo del Señor– y no te mostraré un rostro severo, porque yo soy misericordioso –oráculo del Señor– y no guardo rencor para siempre. Pero reconoce tu culpa, porque te has rebelado contra el Señor, tu Dios, y has prodigado tus favores a los extranjeros, bajo todo árbol frondoso: ¡ustedes no han escuchado mi voz! –oráculo del Señor–. Jr. 3, 11-13

Entre lo dicho por Jeremías  y lo que regularmente leo en el fondo de muchos autores que publican en Infocatólica, yo –que soy más rústica que un felpudo de chapas- no noto diferencia.

Lo cierto es que ninguno de ellos se ha de considerar profeta y que, estrictamente, tampoco lo sea; sin embargo, desde mi punto de vista, encuentro cierto que la gracia los inspira, al igual que a los profetas, para anunciar, advertir y exhortar a la conversión al Pueblo de Dios.

Lo han de hacer debido a que, actualmente, tal como en el Antiguo Testamento, encuentran que muchos católicos se rehúsan a atender la gracia que les haría considerar dos hechos de vital importancia:

a. Dios castiga y, b. todo es gracia.

Si Dios castigó a Israel y, aunque nos resulte brutal el hecho del castigo divino, fue porque Israel apostató una y otra vez por lo que, cada vez, debió pagar las consecuencias.

Podría volver a suceder en nuestro tiempo un acto de castigo divino? Sin ser ningún experto, más bien alguien muy simple e ignorante, me parece que existen grandes probabilidades de que suceda. 

Ahora bien, lo interesante no es solo el hecho de que Dios castiga debido a que necesitamos conversión y, ¡vaya que la necesitamos!; lo interesante es sobre todo el hecho de que, antes, durante y después del reconocimiento de la culpa, ha existido la gracia.

Así es, no hace falta ser un avezado en Sagrada Escritura para darse cuenta que la gracia movió tanto a los profetas a lo suyo como, por ejemplo, a David al arrepentimiento, a la confesión de su culpa y a la enmienda.

La gracia se adelantó a los profetas, se le adelantó a David y también se adelanta cada uno de nosotros para inspirar lo conveniente; en un segundo momento nos mueve a elegirlo para, en un tercer momento, demostrarnos ser fiel compañía en el camino correcto.

Al final, tras todo castigo divino lo crucial es entender que la gracia ha existido siempre con el propósito de auxiliarnos. Hecho que fortalece la Fe, nos mueve a fidelidad y nos colma de Esperanza para, finalmente, hacer de nosotros testigos. 

Ahora bien, este es un punto que quería traer a colación: a ninguno de ustedes se le ocurriría llamar “fariseos” o “desesperados” a los profetas, cierto?; el caso es que no encuentro razón para llamar de la misma forma a ciertos autores de este portal cuando la historia demuestra que la gracia mueve a quienes elige para determinadas tareas.

Es la razón por la que tendríamos que seguir sus anuncios, exhortaciones y advertencias ya que, podríamos estar en medio de uno de esos períodos de la historia en que Dios castiga y, no darnos cuenta por preferir “andar como en las nubes".  

Por andar como en las nubes fue que Nabucodonosor pudo llevar a Babilonia a quienes –ante el anuncio de los profetas- no realizaron un juicio veraz sobre la realidad; muy probablemente debido a que su trabajo intelectual, apostolado, convicciones personales, diversos proyectos comunitarios e iniciativas de todo tipo los mantenían enajenados.

Cuarenta años debieron transcurrir para caer en la cuenta de su torpe elección.

Aunque, ¡Dios sea bendito!, para aquellos y para nosotros, existe la gracia.

Esto es a lo que llamo tener Esperanza.

La que, por ser don divino, es realista.  

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SALUDO DE NUEVO AÑO

Por cierto, una amigo me saludó de Año Nuevo deseándome grandes alegrías para el 2016.

No se si es porque las necesito que me pareció lindísimo el saludo por lo que he decidido compartirlo con ustedes. 


¡Les deseo Grandes Alegrías para el 2016!

 

30.12.15

Oink, oink

“¡Cuántos predicadores charlatanes, cuántos repetidores de la nada!”
Agnóstico

 

Este sermón del agnóstico es brutal!

(Debes leerlo antes de seguir) 

Quién, después de leerlo, podría afirmar que miente o exagera? Habrá alguno que se justificará? Espero que no.

Lo espero porque tengo plena confianza en que la gracia le iluminará a la hora de reconocer la verdad sobre si mismo. Espero que lo permita y luego clame piedad para su alma y se le conceda el perdón que le ayude a ser criatura nueva.

La imagen que hemos venido dando no está exenta de verdad, lo que convierte en probable el hecho de que, desde hace ya mucho tiempo, en lugar de “fieles” hemos sido “traidores” que, como puercos, alardean de los “muchos y buenos” frutos que dentro de la pocilga genera su actividad.

Porque es eso, para una mayoría de nosotros, la actividad ha sustituido a la gracia.

La actividad es lo que suponemos da sentido a nuestra vida cuando es únicamente la gracia.

Cristo, su vida en nosotros, es la que le da sentido.

Ninguna otra cosa. Entendido?

Por eso el dichoso agnóstico lleva la razón.

Nuestra vida como cristianos, si somos de ese tipo de cristianos, no tiene sentido.

Tarde o temprano nos retiraremos de la actividad cansados o disgustados y, por ahí va y nos hacemos evangélicos, animalistas o ecologistas, según la afición de cada uno. Si, total, para la superficial vida que llevamos, viene a ser lo mismo que ser cristianos. No es cierto? Cierto es. 

Tengámoslo claro: no hemos llegado a ser más que un des-graciado adefesio para el cristianismo. Afirmarlo, no será mentir.

Este agnóstico que se atrevió a decir la verdad hizo bien al citar a León Bloy quien alguna vez tuvo el coraje de estamparnos en la cara el que “un cristiano, si no es un héroe, no es más que un puerco”

La razón está del lado del agnóstico de nuevo ya que no se conoce que los héroes surjan del dinamismo de la pocilga sino de la profundidad, amplitud, lucidez que da la gracia. 

Se construyen y emergen de esa luz que resplandece aun por sobre el cielo cargado de nubes.

De aspirar, cada minuto de su existencia, a vivir de su claridad y de su calor.

De saber que, bien pueden haber alegría o drama en la vida, que nada ni nadie los arrancará de Su presencia.

Despuntan, como la aurora, por haberse dejado consumir por la hoguera del amor divino.

El único y verdadero amor. El Amor.

Fuera de la pocilga está la vida. Es la vida sobrenatural de la nacen los héroes.

Por eso los llamamos “super-heroes” porque están por-sobre-lo-natural. Vida sobre-natural. Se capta, verdad?

Si tras leerme te das cuenta que no llevas esta vida es que sigues siendo un puerco, oink, oink; por lo que más vale que lo reconozcas para que puedas pedir perdon y la gracia que te arrancará de la pocilga. Que te hará, tarde o temprano, despuntar como la aurora. 

Pídela ahora mismo. Ten confianza. 

Tacaño no es Dios. 

19.12.15

¿Cómo pasar la Navidad como María, José y el Niño?

¿Cómo pasar la Navidad como María, José y el Niño?
Pues, para empezar, no pagues los servicios de agua, luz, cable TV e internet.

(jeje)  

La Navidad tiene dos aspectos que nos entusiasman:

Uno, el hecho de celebrar la Encarnación y Nacimiento del Hijo de Dios.

Dos, los recuerdos que nos esmeramos en conservar y provocar relacionados con la unión familiar, la generosidad, la solidaridad, el cariño y la ternura, así como con la alegría de gastar mucho dinero en grandes comilonas y regalos.

Desde niña, todas las Navidades, han integrado ambos aspectos; en la que se aproxima, solo el primero. 

Respecto al hecho he reflexionado lo siguiente:

Desde hace unos días he estado muy atareada recogiendo la mayor cantidad de dinero para que mi Navidad alcanzara el mínimo decente y, de esa forma –según yo- “pasarla bien” (uno, que por nada pierde la perspectiva de las cosas).

Por más esfuerzo, solo he podido recoger lo que necesito para pagar los recibos por servicios públicos y un restito con el que, estoy segura, comeré feliz; lo que está bien, ya que –de lo contrario—pasaría sin fluido eléctrico, sin agua, sin internet y sin televisión hasta fin de mes.

Claro, sería lo ideal para pasarla como María, José y el Niño, aunque –sinceramente- no me atrevo ya que tengo inquilinos ante quienes debo cumplir con mi responsabilidad; sin embargo, si estuviera sola quizá probaría lo que sería pasar la Navidad a oscuras, con la mínima cantidad de alimentos, sin contacto humano y necesitando buscar leña y agua para suplir mis más básicas necesidades.

Ahora bien, ya que este año no puedo pasarla de ese modo, lo que haré será que para el 24 compraré un par de piñas de tamales y, para compartir haré rompope y unas galletas de las que hacía mamá para, ante el portal, comer y celebrar con quienes me visiten en la Nochebuena; dormiré temprano para estar fresquita para asistir el 25 a la misa que, como los ángeles cantaron el Gloria a los pastorcitos, lo harán los Heraldos del Evangelio en la parroquia de San Vicente de Moravia.

Será lo más cercano que haya vivido a la primera Navidad de la historia y a lo que muchos, con mayores carencias que yo, de hecho, vivirán durante estas fechas.

Que el Señor me ofrezca esta oportunidad es invaluable.

Como a mi Padre le estoy profundamente agradecida ya que, en lo poco que estoy siendo privada, descubro lo mucho en lo siempre he sido y estoy siendo regalada.

Él sabe cuánto necesito de sus cuidados por lo que debo reconocer que, ni un instante, ha dejado de ser infinitamente generoso y bueno conmigo.  

Que la gracia me asista para que con mis pensamientos y acciones le honre. 

Es el único regalo que espero para mi esta Navidad.

Será el mejor regalo del mundo.

NOTA: Ya sé que muchos son muy generosos, aunque, por nada del mundo a nadie se le ocurra ofrecerme lo que me hiciera pasar una Navidad diferente a la que el Señor ha planeado para mí.  Estoy bien, feliz y contenta. En verdad lo estoy. 

Que mi sencilla experiencia sirva de testimonio acerca del inexorable poder de la gracia.

17.12.15

Yo fui de los necesitados de Misericordia (lo sigo siendo)

Algunos que me conocen de hace poco se han de figurar que he sido siempre como ahora. 

Supongo que muchos, para bien o para mal, sufrirán desencantado al saber que no siempre he sido como soy.

Yo fui de los católicos para los que Dios es cosa de buenos sentimientos.  De los que tomaban las páginas de la Biblia al azar para que la suerte me indicara la novedad del día. De los que iban a misa los domingos y se aburría. De los que, como catequista de niños, cometió graves abusos en la liturgia. Fui de los que nunca tuvieron un buen confesor, ni conocieron a un sacerdote que les hablara del pecado ni de la gracia. De aquellos católicos que seguía entusiasmada la prédica de algunos pastores protestantes y de los que reclamaban que la Iglesia en su liturgia, cantos y prédica no se modernizara. Si, la Iglesia, en muchos aspectos, me parecía inmisericorde. Por haber seguido en esta línea fui también de los que cometieron graves pecados mortales y los justificaron para tranquilizar la conciencia y, muchas veces comulgaron. Llegué a ser un tan mal católico que ni siquiera el papa Juan Pablo II me resultaba convincente. De hecho, cuando vino a mi país al principio de su pontificado, no quise conocerlo.

Llegué a ser una auténtica alma necesitada de la Misericordia de Dios; uno de esos a los que abraza o llama por teléfono el papa Francisco. De esos a ante los que ustedes, este año, se han propuesto ser portadores de la Misericordia de Dios. 

Ahora bien, cómo es que todo esto empezó a cambiar?

El día en que un sacerdote, en confesión, me arrojara a la cara la frase: - “Pero, cómo has hecho algo así? Es que tú, ¡no tienes moral!”

El asunto es que me dio la absolución y, entre lágrimas de vergüenza, salí a investigar en que rollo tremendo me había metido por ignorar sobre “la tal moral” que, de seguro, tenía que estar en alguno de los libros de papá o mamá; lo que, por supuesto, estaba, así como en otros muchos lugares, cosa que dejó en evidencia que solo era cuestión de que alguien, con misericordia, me llamara a conversión señalando con severidad la causa de mi pecado.

No estoy segura si fue de antes o desde entonces que me agradan las personas que me dicen la verdad.

Ahora bien, algunas predicas actuales confunden ya que no dejan claro si es que la conversión consiste en creer que Dios es amor o, por el contrario, en reconocer el pecado.

Creo que habría menos confusión si se predicara lo correcto, es decir, que lo primero es el llamado a conversión que removiera la conciencia de tal forma que la gracia, en una conciencia que se despertara, abriera la posibilidad de reconocer el pecado, diera lugar al arrepentimiento, a la enmienda y al deseo de no volver a pecar más.

En mi caso, por ejemplo, la salud la propició la gracia cuando, en primera instancia, reconocí que me remordía la conciencia.

A lo largo de todo el proceso fui comprendiendo la Misericordia de Dios y que esta no excluye el pasar ratos amargos delante de uno mismo y de un confesor.   

De esta forma fue como, cerca de los 40, fui re-descubriendo el itinerario de fe que el Señor tenía trazado para mí del cual anduve alejada por veinte años.

Por gracia, pasé de nadar en aguas turbulentas a nadar en las aguas más seguras que jamás puedan existir y en las, obviamente, nado a mis anchas pero, además, persevero, ya que en este océano de amor entrañable que es Dios, la meta está todavía muy lejos.

En este Jubileo de la Misericordia, que la gracia nos impulse a nadar sin temor en aguas profundas, a lo largo y ancho de nuestras conciencias para hallar aquello en lo que “no tenemos moral” y así la gracia, nos de la salud y perseverancia que necesitamos para alcanzar la meta.