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25.11.25

Tu gran proyecto tras recibir la pensión

En mi caso, cobrar la primera pensión marcó el punto exacto en el que empecé a ser viejita.

Qué maravilla! Jamás habría sospechado que el Señor tendría un antes y un después para mi justo a los 65 años. Cosa de que Dios, todo lo hace bien.

Para llegar a viejo, lo que deseo a todos es que, lleguen con un vehemente deseo de ser santos, por su propio bien ya que, a partir de cierto punto, todo lo que te falta o se te añade, podría convertirse en prueba. Me refiero a que, por ejemplo, la falta de esposo o hijos, se te convierta en la necesidad de pedir ayuda a extraños o parientes no cercanos.

Así la cosa, hacerse viejo es –en verdad de la verdadera- la prueba final a la que te conviene llegar habiendo entendido ciertas cosas tal como que, de ahí para atrás, todo fue un milagro. Un milagro tu buena salud, tu trabajo, tus ahorros, tus estudios, tus entretenimientos, el ejercicio que hiciste, los amigos, los buenos vecinos, los parientes que llegaron a quererte, por mencionar algunas cosas estupendas que, lo largo de tu larga vida, llegaron a ti, muchas veces, sin esperarlo o merecerlo. Todo fue un  milagro.

De tal forma que, lo oportuno es que, junto a la pensión, empieces a dar gracias por el tiempo pasado y cada cosa sucedida que te hizo quien eres, para bien o para mal ya que, todavía queda tiempo para pedir perdón, corregir, reparar y, con ayuda de Dios, construir una vejez preciosa; digna de un hijo de Dios.

La gratitud es fundamental. Tendrías que tomártela junto a las primeras pastillas de la mañana.

La gratitud, sí, porque te abre la puerta a la humildad y sin ella, pues seguirás haciendo lo tuyo pensando que son cosas de Dios. Muy equivocado. Sumamente.

Con humildad, una que  ni siquiera tú puedas imaginar, se te abren las puertas del cielo y las del corazón de quienes te quieren y te cuidan, sean parientes y/o personal sanitario. Sí, porque a eso vas: dentro de poco o más, te estarán cuidando como cuando fuiste bebé. No hay escapatoria por lo que, para llegar ahí, la humildad que tengas te salvará la tanda.

Yo lo vengo a entender ahora, justo en este mi primer año de celebrada vejez en la que se me ha hecho necesario volver a escribir a mano en un diario solo las cosas positivas de la vida. Por salud física, mental y emocional, me lo han mandado los que saben con la mucha sabiduría de la que gozan por bondad de Dios.

Dicho lo anterior, lo que sigue es enfatizar en tu necesidad del deseo de ser santo ya que, si no fue hasta ahora que pones cerebro en considerarlo ya que dispones de tiempo (cof, cof), vendría bien que –de verdad de la verdadera- te lo propongas; de todos modos, no tendrás grandes proyectos en los ocupar tu tiempo, solo ser santo y con eso, sobra y basta.

Los grandes proyectos, que quizá tengas alguno entre manos o en mente, muy probablemente, termines dejándoselo a los más jóvenes, así que, conviene pensar que tu gran proyecto tras recibir la pensión sea, con ayuda de Dios, llegar al cielo con todas las de la ley. Te parece?

11.09.25

No importa cuanto vivan, siempre serán echados de menos

De Fray Cayetano María de Bérgamo aprendí que la puerta para el don de la humildad es la gratitud; y, del Dr. Arteaga, que la gratitud es la llave para activar el nervio vago del que deriva equilibrio en el sistema nervioso y la variabilidad de la frecuencia cardiaca, marcador de la resiliencia al estrés.

En otras palabras, en nuestras manos está poner esfuerzo en la práctica de la gratitud para fortalecer mente y cuerpo, la parte en que participa Dios es, regalándonos humildad. Negocio redondo.

Hablábamos hace poco sobre hacernos viejos como buenos hijos de Dios, pues, ahí está: es bueno y conveniente, si no lo hicimos antes, dedicarnos a conocer el funcionamiento del cuerpo y del alma.  Ahora nos sobra el tiempo y sería el colmo que, teniéndolo, lo malgastáramos.

En esta parte de la vida, si es que antes no lo hicimos, es vital vivir prestando atención.

Como dicen, vivir “el momento presente” para ampliar el rango de asuntos por los que hemos de agradecer a Dios; hacerlo, no solo por la activación del nervio vago sino por crecer en humildad sin la que no entraremos al cielo.

Vivir “el momento presente” también, para fortalecer la memoria ya que, es de morir de risa (pero también alarmante), la velocidad con la que se pierde.

Dice mi amigo Joaquín, de Huesca, que ha de ser porque olvido tomar la pastilla de la memoria. Cierto, también la olvido!.

Me preocupa muchísimo la dificultad que tienen las personas jóvenes de prestar atención a la realidad después de que han pasado horas y horas en el ordenador. Es como si no lograran desconectarse. Viven acelerados pensando en cómo resolverán en la máquina el siguiente paso pero ni siquiera se dan cuenta que no han echado agua al inodoro. Es de preocuparse, por supuesto, pero tampoco es algo que esté en nuestras manos resolver; entonces, hay que decirle a la mente que no se preocupe y volver a lo que nos concierne, también nosotros, aquí y ahora.

Aquí, en el presente, es donde vivimos, aquí es donde sentimos alegría, dolor, sufrimos, esperamos, confiamos, amamos, pensamos, estudiamos, creamos, sembramos y tantas cosas preciosas que la salud nos permite hacer.

Contemplar el instante con el alma puesta en Jesús es el encuentro con la felicidad.

Hacer el esfuerzo por observar lo que pasa “ahora mismo” nos permite también apreciar el esfuerzo que hace el Ángel de la Guarda por llevarnos a la oración, es también posible descubrir el suave movimiento del alma que en lo profundo atiende la voz de la Madre que le llama.

Muchas cosas muy preciadas suceden cuando, en cuerpo y alma, en silencio, nos detenemos a contemplar para luego, agradecer.

Si, recuerdo que Santa Teresita pedía sufrir por amor a Dios y, probablemente, también agradecía que el Señor se lo concediera. Esa lógica no es humana, es la lógica del Espíritu de Dios, con el que los santos se han familiarizado gracias al esfuerzo de concentración.

No importa si, al observar detenidamente, llegan muchas razones para sufrir, como por ejemplo, culpas que hay que evacuar en el confesionario, arrepentimientos de lo que no hicimos o hicimos sin pensar, lamentos por almas de personas fallecidas, enfermedades y toda índole  de situaciones irremediables. Si, observar podría ser como abrir la caja de Pandora en lo que respecta al dolor y sufrimiento; pero, es mejor, es mejor darle cara ahora para reparar el daño y agradecer, con ayuda de Dios. 

Pues, bien, hablando de olvidar, yo venía a platicar de otro tema pero, he aquí que me puse a decir estas cosas y nunca llegué al punto.

La intención era platicarles sobre lo que he reflexionado acerca de lo que pudimos haber hecho mal al haber solicitado hace años la misa según la forma extraordinaria tal como lo indicaba Summorum Pontificum de Benedicto XVI.

Me vengo preguntando “qué fue lo que hicimos mal” para que el cuerpo total de los obispos de mi país, resolviera prohibir ese aspecto de la Liturgia de nuestra santa Iglesia?

Les soy sincera, he pensado en preguntarlo directamente pero, de ahí no he pasado. Supongo que llegará ese día o tal vez no. Tal vez podría morir antes por lo que, la respuesta de los obispos podría nunca llegar y todos olvidar esa misa viejita que, con todo afecto y humildad, domó todo nuestro ser en acción de gracias y adoración a Dios.

Por ahí iría la cosa cuando más temprano  tomé el ordenador pero, no vamos a seguir por ahí la reflexión, no; en este momento vamos a dar gracias por lo que tuvimos ya que, no importa cuánto vivan los abuelitos, desde el momento en que no están y para siempre, nuestra alma y corazón los echará de menos. .

2.08.25

Hacerse viejo como buen hijo de Dios (I)

“Hacerse viejo sin desesperar es un desafío que solo la gracia puede ayudar” MaricruzTR 

Es un desafío que nos presenta Dios, nuestro amado Dios, para que crezcamos en virtud ya que, de lo contrario, qué feo volverse un viejillo mal encarado al que será difícil cuidar.

Introducción

Hoy, muy temprano, le pedí su parecer a un amigo muy querido que me lee para preguntarle su parecer sobre escribir acerca de hacerse viejo como buen hijo de Dios. Dice que le parece muy bien el tema. También a mí ya que, tengo mucho para escribir al respecto, tanto como antes escribí sobre tantas cosas que fueron para mi actos de adoración a Dios.

Porque si, que la vida es para hacer con ella un acto de adoración, que es por ahí que nos llega de Dios ese deslumbrante rayo de luz que nos transforma en seres agradables en su presencia.

…………………

Les digo una cosa (hago este paréntesis para explicar algo), durante papa Francisco, a quien –por gracia- llegué amar, sufrí mucho, al punto que ya no quería saber nada de nada (todo aquello lo puse como ofrenda porque realmente no sabía qué más hacer). Recé mucho pidiendo pureza y gratitud para no ofender a Dios, sin embargo, ahora, con papa León, he visto que no se nos da mayor prueba que la necesaria.

Doy gracias por todo aquello y por los Heraldos del Evangelio que los trajo Dios a vivir muy cerca de casa en el campo y puedo ir a misa con ellos. De frecuentarlos recibí la fuerza para sostenerme. Ahora me doy cuenta.

………………….

Pues, bien, les digo que lo de hacerse viejo parece un buen tema porque, no solo tengo mucho para escribir sino mucho de lo que hablar de lo que hace Dios, que es lo principal.

Les confieso algo, ya que el Jubileo de los jóvenes me hizo pensar en ello, he visto que a ciertos sectores de católicos, tal como los Infocatólicos y otros, no se nos toma en cuenta. Padre Jorge González lo mencionó el otro día. Cierto, nos dejan a un lado, tal vez sin querer, pero el caso es que nadie nos pregunta sobre cómo enfrentar distintas situaciones en las que todos aquí son expertos.

Porque nadie pregunta, es por lo que se debe hablar cuando es necesario. Cuando nadie pregunta es porque no sabe o no quiere saber y eso no es virtud, sino defecto. De ahí que, si nadie pregunta sobre cómo hacerse viejo con ayuda de Dios, se debe hablar.

Para eso estoy aquí y, como siempre, con ayuda de Dios lo haré.

Probaremos un tiempo para ver si es para su mayor gloria.

Eso de arriba fue una especie de introducción, lo que sigue será parte de lo vengo a decir.

 

Una semana y tres citas médicas

“Yo no sé quién puede vivir así. Cómo va a ser que tenga que salir tres de cinco días a ver a un doctor si, en realidad, no me siento ni veo enferma? Qué barbaridad!”

Así es como reacciona la cabeza de esta criatura de Dios antes de caer en cuenta que aquello, en realidad, es bendición.

Primero que todo, las citas son con médicos del Seguro Social, quiere decir que sus honorarios los pagué durante mi vida, ahora recibo los beneficios. Luego, los médicos no quedan lejos ni el horario es incómodo. Además, una cita es con la Doc. Melissa para que me de las medicinas para el dolor crónico, la otra con Doc. Evelio, para las medicinas de mantenimiento del corazón y el asma y, la otra, con la junta médica para que me entrevistará para una pequeña cirugía que deben hacerme.

Si tuviera que pagar por todo eso no tendría con qué, así que es una múltiple bendición en muchos aspectos.

Una bendición más es que no tendré que cambiar ni faltar a mis sesiones de natación que tanto bien me hacen. Esa es doble bendición.

Tampoco tendré que cambiar el horario de rezar los Laudes, así que me iré a la cita habiéndolo hecho, si es que otra cosa no se interpone; luego, me llevaré mi rosario para rezarlo en el bus por si acaso pasara algo que me impidiera hacerlo a la hora que acostumbro.

Será muy bonito encontrarme en los consultorios con tanta gente necesitada de una sonrisa, consuelo, unas palabras de ánimo o algún consejo que daré sin que me lo pidan (jeje), tanta gente por la que ofreceré mis oraciones ya que, como soy enfermo misionero, eso hago.

Las Obras Misionales Pontificias (OMP) tiene ese apostolado del enfermo misionero al que me adscribí. Me corresponde rezar por los misioneros, el papa, el clero, los enfermos y además rezo por mi familia y seres queridos, que incluye el resto de la humanidad; porque es cierto, todos son mis seres queridos.

Como al enfrentar la muerte, hay que echarle el cuerpo al día, aunque la carga no parezca fácil, la gracia puede.

Soy testigo.

12.05.25

Como cuando sale el sol

Fue hace tanto tiempo que diariamente pasaba bebiendo de la enseñanza de Benedicto XVI como de una fuente. No había día que no quisiera saber lo que le sucedía, qué decía o hacía.

Fueron años extraordinarios, de hecho, durante ese tiempo fue que cursé teología por lo que, de muchos ángulos, mi vida de fe recibió riqueza.

Luego, vino un largo período que fue para aprender a amar y confiar. Un período de poco más de una década. Hasta que llegó a su fin y, aquella zona sombría, fue iluminada por un papa que cantó el Regina Caeli en latín.

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7.05.23

Amar mucho a Cristo

“El que no arde de amor por la Iglesia que no piense que ama mucho a Cristo”
Catalina de Siena

 

Cuando llegamos a este lugar, poco después llegó doña Ana con su esposo y familia. Llegó viéndose, justamente, como ahora se ve: viejita. Mi hermano y yo lo mencionábamos el otro día: doña Ana se ve la misma desde que la conocimos, solo que ahora tiene 80 años.


Cuando mamá se refería a ella hablando entre nosotros, la llamaba “la santita” porque toda ella siempre ha dado la impresión de caminar entre nubes, muy cerca de Dios, pero también de la gente, porque se ve que los quiere: ha sido ministro de la comunión todo este tiempo y me parece que más, desde antes de venir aquí.

Aparte de realizar su apostolado diligentemente, con prudencia y mucho amor por Cristo y los enfermitos, por décadas fue la encargada de las flores en el templo. Más de una vez la llevé a comprarlas o la traje a casa para que cortara del jardín lo que necesitaba.

De misa diaria, de flores y de rosario, de Hora Santa, de Legión de María, de su familia y esposo, de la Eucaristía, de sus semejantes; en fin, mamá no se equivocaba al llamarla con cariño de esa manera.

Y ella lo hacía todo con total sencillez y humildad, con verdadera humildad y, aunque tenía sus fallos, eran tan de poca importancia que mejor ni pensar en ello.

En más de una ocasión la recogí en la parada de bus frente a su casa porque se la veía esperando el transporte para ir a sus diligencias que hacía para el Señor. Caminando o en bus, con frío o calor, se la veía en lo suyo, caminando tranquila, en silencio, tras las cosas de Dios.

El caso es que su esposo ha caído muy enfermo y me he enterado cuando me los encontré en las afueras del templo de los Heraldos del Evangelio que hace poco han llegado a vivir frente a su casa.

Cuando me contó lo duro que ha sido tener a su esposo enfermo caí en la cuenta de que, por lo mismo, habría tenido que dejar los asuntos de Jesús en segundo plano. Lo que debe haber sido dolorosísimo; sin embargo, me pareció milagroso que, viendo Jesús que por amor había tenido que privarse, se hubiese ido a vivir frente de doña Ana, así, como si cualquier cosa. 

Así se lo hice ver y fue cuando me dijo que no pensara que no se había dado cuenta. Dijo que en cuanto lo supo, lloró, y que ha llorado mucho desde entonces. Dijo, además, que -en cuanto vio que la hermosa propiedad se puso en venta- le pidió a Dios que la comprara una congregación religiosa. 

Lloró más todavía cuando, efectivamente, sucedió. Ahora podrá cuidar de su esposito y tener el Señor cerquita para lo que se ofrezca.

Con su gracia, Dios pone en nuestro ser el deseo de aquello conveniente a su proyecto; por eso nos parece que nos escucha, pero -más bien- es que, primero, nos dio el deseo de aquél bien.

Cuando -por gracia- pedimos lo que conviene, Dios lo realiza; por ejemplo, doña Ana pidió una congregación frente a su casa, yo pido muchos santos sacerdotes; se que me los dará.

De modo que, nunca dudemos de que será efectiva la oración que hagamos pidiendo a Dios lo que sabemos sirve a su mayor gloria y santificación nuestra. Mientras nuestra oración reúna esas condiciones, veremos milagros, tal como doña Ana (y yo).

 

Jesús, dame amarte más cada día
Amen