La desesperación nos coquetea a todos

La crisis financiera mundial nos ha golpeado a todos en todas partes.

A los que teníamos hasta hace poco cierta “comodidad” nos golpea al punto de que como nunca antes nos hemos visto en la necesidad de “pensar el mundo” de forma diametralmente opuesta para lograr que “el cinco” dure hasta final de mes.

Sabemos por las noticias que en Europa la crisis se ha hecho ya sentir a los niveles espeluznantes del suicidio al que recurren aquellos que ven irse por el drenaje el esfuerzo de toda su vida.

La desesperación nos coquetea a todos.

He venido pensando en ello debido a mi propia situación económica y familiar. Muchas veces me despierto sobresaltada por pensamientos que auguran la aparición de necesidades materiales nunca antes conocidas por mi persona; es así aún cuando mi situación no está al límite como está la de tantos otros ya que todavía conservo algo de salud y algunos recursos nada despreciables.

El caso es que durante esos sobresaltos he notado algo que nunca antes había notado. Noto que había puesto excesiva confianza en el dinero cuando, por razones obvias, debería estar en el haber hallado sentido a mi existencia al experimentar el amor absoluto e incondicional de Dios.

“Cosa rara”, me dije un día. “Cuando tenía mayor solvencia económica mi vida era perfecta. Ahora que no lo tengo y que, lo poco que tengo, está en peligro, toda la alegría de vivir tiende a desaparecer. Eso no está bien.”.

De ahí es que me he puesto a meditar en ello y a concienzudamente detectar esos momentos angustiosos en los que dudo para conscientemente rechazar la desesperación apenas asoma sus narices.

Funciona un poco, pero no tanto ya que las propias fuerzas no bastan para darle la cara al temor de pasar necesidad o de perder lo poco que se tiene. No funciona, por lo que todo indica que superar la crisis, tendría que seguir otros derroteros.

En ese sentido, no digo ya solo estar abierto a formas nunca antes pensadas para generar ingresos de forma legal. No. Me refiero a echar mano de los recursos que ofrece por el Bautismo nuestra relación con Jesucristo.

Me refiero a la Fe y a la confianza pero incluso, antes que ellas, a la humildad de reconocer que somos hombres y mujeres de “poca fe” y por tanto, sumamente desconfiados e inconmensurablemente necesitados, tal como los pájaros y las florecillas.

Mi felicidad, debo reconocerlo, estuvo en la confianza que puse en el dinero, una vez se fue el dinero me quedó solo Dios quien, con los cuidados de un verdadero padre, me toma entre sus manos cada día para demostrarme con palabras y acciones concretas que puedo creerle y confiar en El.

El, es el único que permanece y Quien tiene no solo el poder sino el amor suficiente para cuidar de mi a pesar de mis esfuerzos por soltarme de su mano.


La desesperación nos coquetea a todos, que consiga seducir a hombres y mujeres que tienen puesta su fe y confianza en Dios, está por verse.

6 comentarios

  
María
Ay! Mari Cruz... Estamos en las mismas... Es fácil hablar del amor de Dios con las manos llenas, pero ¿cómo decir que Dios te ama cuando temes no tener qué darle de comer a tus hijos la semana que viene? ES MUY DURO... Yo también podría estar peor, pero eso no quiere decir que esté bien. Más que la pobreza en sí, aterra la inseguridad, desespera la impotencia... A mi sólo me queda ponerme en manos de Dios y reconocer las manos del prójimo como extensiones Suyas: Cáritas, la familia, los amigos... Rogar por no terminar en la calle y confiar en el amor que Dios ha puesto en el corazón de mis hermanos...

Pero también me pregunto ¿cuántos niños mueren de hambre en África? ¿Acaso a nosotros también nos espera el martirio? (porque la muerte de un hijo por malnutrición o frío es un martirio de los peores) Yo me reconozco muy débil y sólo me resta encomendarme a Santa Teresita del Niño Jesús y llorar en los brazos de la Virgen cuando me dan ganas de derrumbarme...

Como decía una imagen que me enseñaron en facebook hace poco: "Si vas a rendirte, que sea a los pies del Señor: ¡Él te levantará!"

¡¡Un abrazo!!


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Es tan cierto todo lo que dices, María, pero te voy mencionar algo que olvidé decir en el post y que era muy importante con lo que creo que el Señor lo tenía reservado para que te lo dijera, es lo siguiente:

Estando en éstas de confiar un día desperté hiper-mega-contenta, más bien eufórica. Me sentía como cuando tenía millones en el banco. Cuando lo noté, sentí miedo porque pensé que era una osadía de mi parte, estando limitada como estoy, sentirme tan confiada bajo esas circunstancias.

El caso es que todo el día no pude dejar de sentirme eufórica, agradecida, esperanzada, alegre.

En algún momento del día pensé: Caray, así es como debería sentirme siempre si confiara en Dios.

Oops! Pero, qué tonta soy!, me dije. Me siento así porque ¡estoy confiando en Dios!

María, el Señor es y será siempre tu mayor riqueza.

Pídele que te haga estar conciente de ello sobre todo cuando flaqueas.

Espero que, como a mi, te conceda sentirte eufórica por la confianza que te hayas permitido poner en El.

05/11/12 7:21 PM
  
Anónimo...
¿A qué tipo de desesperación económica (y por tanto de fe y confianza en Dios) se refiere?

¿A ganar 900 Euros al mes… o a pasar de ganar 7.000 a ganar 4.000?

: )

05/11/12 8:36 PM
  
marcos
Anónimo ¡no me digas que sólo te quedan 4.000! Bueno, Dios te ama igual.
05/11/12 9:26 PM
  
Maria Isabel
Mira que es dificil poner en practica las creencias .

En teoria todos los cristianos tenemos que confiar en Dios y en su providencia, pero a la hora de vivirla, tenemos miedos y inseguridades por no tenerlo todo asegurado y bajo control.

Somos humanos y nuestra condicion es asi.

Y lo mejor es que El lo sabe.
06/11/12 10:36 AM
  
Anónimo...
No obstante, y a pesar de una posible pérdida de fe y confianza en Dios (debido a los malos momentos económicos -o no- que pueda experimentar cada ser humano)... Dios seguirá existiendo igualmente.

En ese sentido, ni está sometido a la voluntad individual ni al sufragio universal.

: )
06/11/12 12:51 PM
  
Alf_3
Hace unos tres años no tenía trabajo (tengo 67 años), vivía solo en una ciudad ajena a la mía, debía varios meses de renta en la casa en habitaba. Tanto mi hija, mis hermanos, Cáritas y José de Jesús Pérez y Lupita su esposa(dueños de la casa que yo habitaba); me ayudaron a sobrevivir. No sufrí de hambre.
Ahora ya tengo mi pensión , vivo cerca de mi hija y mis nietos, tengo un modesto trabajo, etc. Todo esto, gracias a Cristo Jesús. No puedo entenderlo de otra manera. Gracias mi Señor.
07/11/12 9:56 PM

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