Imaginemos que estamos en 2013 o 2014. Hay un Papado con un prestigio boyante, alimentado por los papas del siglo y medio anterior, auténticos referentes morales e intelectuales. A ello hay que sumarle un Francisco que genera la ilusión de ser «el primer Papa latinoamericano», «venido del fin del mundo», ¡¡argentino!!
En esos años, si un candidato a Presidente de Argentina dice, entre otras barbaridades, públicamente:
«El Papa, lo voy a decir de frente, es el representante del maligno en la tierra ocupando el trono de la casa de Dios. Sabías que el papa impulsa el comunismo con todos los desastres que causó y eso va en contra de todas las sagradas escrituras»
Convendremos que ese candidato no es que estuviese electoralmente muerto, es que era un muerto apestado, de esos que obligaban a cremar porque su cercanía contamina.
En cambio, en 2023, ese candidato se enfrenta al sistema y a una feroz campaña en contra con todos los recursos del estado, no solo gana, obtiene casi 12 puntos de diferencia, 14 millones y medio de votos. En la historia reciente del país no se había visto nada parecido.
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