
Hoy iba a dedicar el post a contaros alguna de las iniciativas que me gustaría acometer en el blog. Pero, la actualidad manda.
A raíz de la situación por la que atraviesa la Iglesia, estos días, he tenido la oportunidad de intercambiar impresiones con mucha gente. Búsquedas de motivos, de enfoques, de claves que me ayudasen a interpretar mejor la realidad. Uno de los temas recurrentes está siendo el supuesto enfrentamiento entre los papados de Juan Pablo II y Benedicto XVI, como antes lo fue entre el primero y Pablo VI y antes con Juan XXIII. Una especie de dialéctica marxistoide, que florece especialmente en quienes interpretan la realidad exclusivamente en términos de poder (derecha-izquierda, conservador-progresista,…)
Y es curioso —o, no tanto— que el este tipo de análisis lo encontremos tanto entre los autodenominados tradicionalistas (y cuanto más cerca del sedevacantismo con más ahínco) como entre los progresistas. Y digo que es curioso cuando uno de los leit motiv del Papa es la «hermenéutica de la continuidad».
Huyo siempre de este enfoque. Aún así, quería compartir la reflexión de un buen amigo, César Uribarri, que plantea la diferencia entre los dos papados en términos de misión. El texto es largo, pero se lee bien. Y el análisis, que no comparto al 100% (para empezar no me gusta el título), es muy sugerente. Creo que le tiraré más de la lengua, al fin y al cabo, su especialidad son las apariciones marianas y los últimos tiempos. Pero de eso os cuento otro día. De aquí en adelante César (las negritas, mías)
El futuro que se le escapó a Juan Pablo II y que intuyó Benedicto XVI - César Uribarri
Los grandes hombres no se adaptan a los tiempos, sino que desde los tiempos, cambian las realidades presentes. Así Juan Pablo II y, la historia nos lo enseñará con clara crudeza, así Benedicto XVI. Dos colosos del papado, frente a frente, de talla tan alta como distintos en su espíritu. Juan Pablo II era un místico. Vivía el mismo imbuido de sobrenaturalidad casi tangible, tocable, asible. Verle rezar era entender que no hacía oración como quien hace un tejado, sino que estaba frente a un alguien para nosotros inaccesible pero para él presente. Benedicto XVI es de tal humildad que en reiteradas preguntas de sus periodistas de confianza ha reconocido que no tiene nada de místico, pero que necesita del rezar como del respirar. Y uno no tiene claro al verle con tanta serenidad en tiempos tan difíciles si no sabe de antemano lo que ha de pasar. Uno no lo sabe, pero se lo pergeña. Pero así como el conocimiento de Juan Pablo II sobre los tiempos futuros era místico, profético, el conocimiento de Benedicto XVI es plenamente inductivo y por tanto las más de las veces parece intuitivo, pues yendo a la esencia del problema, lo anticipa y lo clava.
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