InfoCatólica / De Lapsis / Categorías: Cultura de la Vida, Aborto, Bioética, Contracepción, Eutanasia, Maternidad subrogada - Vientres de Alquiler

7.05.08

Craig no crea vida

La Isla del Doctor Moreau

No, no hay nuevas sobre la supuesta «creación de vida». Simplemente Craig Venter está en España, para recibir el premio Cátedra Santiago Grisolía 2008, de ahí el panegírico de hoy en ABC. Así que al grito de «ya que está aquí lo entrevistamos» ha sido noticia estos días. Me ha sorprendido el tratamiento, mucho más cauto y profesional que el año pasado, con titulares más neutros y exactos, ahora ya sólo es el creador del genoma sintético.

El que fuera uno de los descubridores de la secuencia del genoma humano se embarcó en la aventura de «crear» vida artificialmente. Lo de crear no era término suyo, más bien de la prensa sensacionalista. Ni hay creación, ni hay vida (dejo a mis lectores como deberes investigar qué se entiende por vida, ¿cuántos podríamos contestar si un virus es un ser vivo o no, y por qué?). Lo que ha conseguido, mejor dicho lo que está pretendiendo —porque todavía no se ha realizado del todo— es una «resíntesis» de lo que el denomina «genoma mínimo».

Es un proceso tecnológico, no científico, apasionante. En breves líneas consiste en escoger un forma de vida muy básica, la bacteria Mycoplasma genitalium (un parásito del sistema urinario, perdón por la cochinada pero curiosamente también la urea fue el primer componente orgánico sintético, ¿qué tendrá la fontanería?), y a la pobre se le van quitando genes para ver cuáles son los necesarios para que continúe viva. Una vez identificado ese mínimo se sintetiza y se reintroduce en una bacteria de Mycoplasma previamente vaciada de código genético—todavía están en ello, el propio Venter está «convencido que con la variante sintética funcionará»—. Está claro que esto no es «crear vida», ¿no?

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18.04.08

Suicidios y eutanasia

Suicidio de Marat

La hipocresía (o incoherencia) de los medios progres españoles es tremenda. Todos prestan atención a la resolución recién aprobada de la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa, en la que expresa su inquietud, porque la sociedad subestime el número de suicidios de adolescentes, de entre 11 y 24 años, que afecta anualmente a decenas de miles de jóvenes.

En principio la noticia no da mucho de sí, se limitan a transcribir párrafos de nota de agencia con algo de cosecha propia: que si está entre las cinco causas más numerosas de muertes, que no se sabe qué es lo que pasa en los países ricos, que si se debe dar la noticia o no, que si aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid se anima a luchar contra la homofobia (no sé como lo han colado, pero es cierto lo dicen).

La prensa es bastante unísona: el suicidio es malo y el suicida necesita tratamiento, ya que en la mayoría de los casos (suelen cifrarlo entorno al 90%) se debe a trastornos psíquicos —me pregunto a qué se deberá el porcentaje restante—. Y sin embargo, hace una semana, el catecismo progre (a.k.a. El País) nos intentaba convencer de que esta era la legislatura de la eutanasia, así que intenté —sin ningún éxito— averiguar cómo conseguían hilar un discurso en el que cupiesen el desprecio al suicidio y el aprecio a la eutanasia.

Machaconamente se nos predica que la eutanasia es el derecho a una «muerte digna», cuando, visto lo visto, no es más que la desaprobación de la «vida indigna».

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14.04.08

Ave, Bibi, morituri te salutamus

El gran hermano de Orwell

Se dice que el Ministerio de la Verdad tenía tres mil habitaciones sobre el nivel del suelo y las correspondientes ramificaciones en el subsuelo. En Londres sólo había otros tres edificios del mismo aspecto y tamaño. Éstos aplastaban de tal manera la arquitectura de los alrededores que desde el techo de las Casas de la Victoria se podían distinguir, a la vez, los cuatro edificios. En ellos estaban instalados los cuatro Ministerios entre los cuales se dividía todo el sistema gubernamental. El Ministerio de la Verdad, que se dedicaba a las noticias, a los espectáculos, la educación y las bellas artes. El Ministerio de la Paz, para los asuntos de guerra. El Ministerio del Amor, encargado de mantener la ley y el orden. Y el Ministerio de la Abundancia, al que correspondían los asuntos económicos. Sus nombres, en neolengua: Miniser, Minipax, Minimor y Minindancia.

14 de abril de 2008, los ministros y ministras del gobierno de España juran prometen sus cargos. ¿A que es fácil cerrar los ojos e imaginarse esta terrorífica escena inicial de 1984 de Orwell con rostros bien definidos? Y sin embargo ni el profeta inglés pudo imaginar la existencia de un Minigual, en veterolengua Ministerio de la Igualdad. Ayer cuando supe de la noticia sentí pánico, un cierto terror por el futuro de mis hijos.

El espanto no se disparó por el aspecto folclórico —que hayan nombrado como perpetradora a la directora de la Agencia Andaluza para el Desarrollo del Flamenco, Bibiana Aido, creo que es lo suyo, el perfil más adecuado—, lo disparó más bien la justificación de su existencia: hacer «pedagogía social» (tiene gracia, lo mismo que arrejuntar los Ministerios de Educación con Asuntos Sociales).

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11.04.08

Médicos pro-vida, ¿un oxímoron?

La mano de la esperanza

El diario El País está en racha. El viernes pasado la moral laica; el lunes el pope de EpC, Goyo para sus amigos, acusaba de prevaricadoras a las comunidades autónomas que protegen el derecho de objeción de conciencia. Dicen las buenas lenguas que los espumarajos que vierte por la boca no se parecen a los de la niña del exorcista, que son más bien una sobredosis de Almax, no se esperaba que dos días después el cardenal Rouco animara a la padres a objetar la asignatura de Educación para la Ciudadanía, ya que «cuanto mayor sea el número de padres que lo hagan, más fácil resulta resolver el problema», y hoy mismo el Tribunal Superior de Justicia de Andalucía falla de nuevo a favor del derecho de objeción de otra familia.

A lo que íbamos, nuestra querida hoja parroquial laica está escandalizada de que no puedan realizarse abortos en la Sanidad Pública —no, no tiene nada que ver con el diario de Zapatero—, que hay una serie de gente que decidió dedicarse profesionalmente a cuidar la vida de los demás, y los muy canallas, acogiéndose espuriamente a su conciencia reconocen que la vida humana comienza al principio —si, ya sé que es una tontería, una obviedad, si comienza es que es al principio; pues no me lo pregunten a mí, que hay quien dice lo contrario—.

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