El nuevo santo, José de Anchieta, apóstol de Brasil: milagros, poesía, gramáticas, hospitales, colegios, Sao Paulo

José de Anchieta

El Santo Padre, el 2 de abril, por medio de lo que se denomina «canonización equipolente», reconocerá la santidad de José de Anchieta, el apóstol de Brasil y uno de sus fundadores.

Una vida apasionante: poeta, literato, escribió en portugués, latín y lenguas indígenas; diplomático, enfermero, naturista; redactó la primera gramática de lengua tupí; fundó hospitales, escuelas, pueblos y ciudades, entre ellas Sao Paulo. Y por encima de todo un enamorado del Señor, por eso fue beatificado por Juan Pablo II en 1980.

Ingresó en la Compañía de Jesús recién fundada, hijo de vasco y canaria, nació en Tenerife(1534). Estudió en Coimbra (Portugal). Vamos, desde el punto de vista humano un hombre de «las Españas», de esos a los que ninguna película haría justicia. Luchó contra los franceses y otros esclavistas en la apasionante historia de Brasil. Durante su gobierno jesuita puso el germen de lo que serían las famosas Reducciones de Paraguay. Quiso tanto a los indígenas y a los pobres que su primera ocupación fue darles la Buena Nueva. Ahora que se habla tanto de Nueva Evangelización pienso lo lejos que estamos de esos «titanes del Señor».

Yo descubrí su vida en un libro que nunca me canso de recomendar y regalar: «Hechos de los apóstoles de América» de José María Iraburu (¿os suena el autor?).

Iba a resumir los extensos trece folios que don José María le dedica, pero no haría más que desfigurarlos. Así que mejor os transcribo dos capítulos con detalles que quizá no leáis en las semblanzas que se publiquen estos días, esas cosas que según el parecer de algunos ya no se estilan. A buen seguro que os pica la curiosidad y termináis leyendo todo.

Predicar y hacer milagros

Al contemplar la figura de Jesús, de los Apóstoles primeros y de los santos misioneros posteriores, comprobamos con frecuencia que en su vida y ministerio obraron muchos milagros.

Hace poco, Lorenzo Bianchi, estudiando un punto de la reforma litúrgica postconciliar, hacía notar, como ejemplo, un cambio significativo en la oración de la misa de San Francisco Javier. Misal de San Pío V: «Oh Dios, que quisiste agregar a tu Iglesia a muchedumbres de las Indias por la predicación y los milagros de san Francisco… Misal de Pablo VI: … tú que has querido que nuevas naciones llegaran al conocimiento de tu nombre por la predicación de san Francisco Javier»… («30Días» XVI, 12). Se suprimieron los milagros en la acción misionera, quizá por imposibles o por increíbles, o quizá por innecesarios.

Cristo, sin embargo, envió sus apóstoles para que, juntamente, predicaran el Evangelio y obraran milagros, de manera que éstos hicieran creíble aquél: «Id y predicad el Evangelio… A los que creyeren les acompañarán estas señales»… (Mc 16,18). Así fue como evangelizó Jesús, predicando y haciendo milagros. Y aún dijo más: «en verdad os digo que el que cree en mí, ése hará también las obras que yo hago, y las hará mayores que éstas» (Jn 14,12).

Todo esto se cumplió ampliamente en la primera evangelización de América, pues en ella hubo santos misioneros que hicieron no pocos milagros. Concretamente, el beato José de Anchieta hizo cientos de obras prodigiosas. «Parece que escogió nuestro Señor al P. José -escribe Nieremberg- para autor de prodigios y maravillas, que declarasen a aquel nuevo mundo las grandezas del Criador» (578).

Los milagros fueron en su vida innumerables. En una ocasión, estando en la ribera del mar con un Hermano y otros pescadores, él se retiró a un rincón apartado de la orilla, donde estuvo tres o cuatro horas en oración. En este tiempo fue el mar creciendo, pero supo respetar al beato Anchieta sin salpicarle siquiera con sus aguas, de tal modo que cuando fue el Hermano a buscarle, primero le llamó a gritos, y luego hubo de «meterse entre dos montes de agua por el lado que dejaba el mar abierto, y avisó al Padre que era ya tiempo de recogerse». Cuando luego el Hermano manifestó su asombro, el Padre le dijo, sin darle mayor importancia: «¿No sabéis que el mar y el viento le obedecen?» (577).

Otra vez, en 1584, durante un viaje a Pernambuco, iba en canoa acompañado del Hermano Pedro Leitao, que estaba abrumado por el calor del sol. Sobre un árbol vio Anchieta tres o cuatro guaraces, aves grandes, preciosas, de color carmesí, y les dijo en lengua indígena: «Andad y llamad a las de vuestro linaje y volved todas a hacernos sombra en este camino», y así lo hicieron, obedientes, formando nube sobre ellos, hasta que la canoa salió al mar y ganó un viento fresco (575).

La escena evangélica de la pesca milagrosa se repitió tantas veces en la vida del padre Anchieta, que los pescadores, y especialmente los indios, «le veneraban con sumo respeto y sentían y hablaban de él como de un hombre a quien obedecía la naturaleza. Y cuando después de muerto querían nombrarle, le significaban diciendo: «Aquel Padre que nos daba los peces que queríamos, aquél que cuando le pedíamos un favor nos sacaba de cualquier peligro y de la muerte misma»» (584).

También fueron muchas las sanaciones, tanto de portugueses como de indios, obradas por Dios a través del padre Anchieta. Y el siervo de Dios, que tantas veces produjo en otros la salud, no tenía temor a los venenos o a las bestias feroces. Yendo una vez con otro de camino, les salió una víbora, y el compañero espantado quiso huir, pero el padre le retuvo, y como bromeando con la sierpe, la pisó con su pie, desnudo como siempre, incitándole a picarle como castigo, pues era un pecador; pero la víbora se estuvo quieta, hasta que el padre, mandándole no hacer mal a nadie, alzó el pie y la dejó marchar (558).

Innumerables profecías

Todavía más numerosos fueron en el beato Anchieta los casos prodigiosos de profecía. «Las profecías de este siervo de Dios fueron tantas y tan claras, asegura Nieremberg, que parece no le tenía Dios encubierta cosa como a su fidelísimo amigo» (585). «Cuanto decía este siervo de Dios era profecía, diciendo a las madres los sucesos de sus hijos, a las casadas de sus maridos ausentes, a los mercaderes de sus naves y mercancías, a los religiosos aun de sus pensamientos. Y fuera nunca acabar si hubiéramos de decir todas las maravillas y prodigios que obró Dios por este su siervo, a quien escogió la divina bondad para mostrar por él a aquellas gentes el poder de Omnipotencia» (591).

Los que con él vivían llegaron a familiarizarse con «la gran noticia de todas las cosas que Dios comunicaba a su grande siervo, que parece que no había cosa presente ni ausente, ni pasada ni por venir, ni grande ni pequeña que no supiese» (587). «A algunos que confesándose con el santo varón callaban algún pecado, él se lo decía y hacía que hiciesen entera confesión» (567).

A un desconocido que pretendía casarse, se lo prohibía, recordándole que su esposa vivía. A una mujer desconsolada, que daba por muerto a su marido, le aseguraba que estaba vivo y que regresaría en tales circunstancias. Visitando una vez, ya viejo, al enfermero, encontró a éste escribiendo a su hermana de Lisboa, y le dijo que no perdiera el tiempo, o que enviara la carta al cielo, pues ya había muerto. El enfermero le pidió, entonces, que ofreciese una misa por ella. «Ya lo he hecho, le respondió el padre Anchieta, cuando ella partió de esta vida» (556)… Y todos creían en sus palabras, pues ya sabían de otras veces que se cumplían siempre.

Este don lo tuvo desde bastante joven, pues ya de sus años en Piratininga hay varias anécdotas, como la siguiente. Un día el padre Adán González, estando en oración en la azotea, tuvo una visión en la que presintió que un hijo suyo, el Hermano Bartolomé, que había ingresado también en la Compañía, había muerto. Cuando al año vino en una nave la noticia, el padre González le pidió al beato Anchieta que ofreciera una misa por él. Le respondió éste que ya le había ofrecido cinco misas, precisamente cuando él tuvo aquella visión de la azotea, pues entonces fue cuando efectivamente murió su hijo (555).

San José de Anchieta, ruega por nosotros.

9 comentarios

  
solodoctrina
Me alegro por el reconocimiento válido para la Iglesia en todo el orbe del P Anchieta, por sus maravillosos milagros y su eficacia misionera, admirable si se mira todo lo logrado con tan pocos recursos.

Esto me retrotrae a comparar la creatividad de San Ignacio, sus cercanos colaboradores e inmediatos continuadores, con la decadencia que pronto empezó a contagiar a los jesuitas hasta llegar al fondo del abismo en el cual se encuentran ahora.

Sería milagroso y nos llenaría de alegría ver la vuelta de la Societas Jesu a este impulso talentoso y grandioso de su fundador y continuadores cercanos, como el beato Anchieta.
01/04/14 10:28 PM
  
José María Iraburu
Gracias, Juanjo. Dios te lo pague.
San José de Anchieta, ruega por nosotros.
01/04/14 11:25 PM
  
Luis Fernando
Cuando un hombre elegido por Dios se entrega en manos de la gracia y se convierte en instrumento eficaz del Espíritu Santo, no hay cosa en el mundo que pueda pararle hasta que cumple en su vida todo aquello para lo que el Señor le ha llamado.

Damos gracias a Dios por este reconocimiento de la santidad de su siervo, a cuya poderosa intercesión nos encomendamos.

Y nuestra gratitud va también dirigida al Santo Padre, Francisco.
02/04/14 1:29 AM
  
Gregory
José de Anchieta fue un misionero un hombre del Espíritu que predico el Evangelio con sus palabras como con su vida. Un hombre para todos los tiempos.
02/04/14 2:52 AM
  
Alf_3
Uno más para la miríada de Santos canonizados.
Y con lo que recopila Don José Ma., muy grande entre ellos es San José de Anchieta.
Comparando mi persona, solo soy un pecador más en este mundo.
¡Qué grande es el Señor Jesús!
02/04/14 3:15 AM
  
Javier Almenar
Nadie duda de que el Beato José de Anchieta fuera un gran hombre de fe, pero eso de proclamar santos como rosquillas sin pasar por un proceso serio de discernimiento, como está sucediendo con el actual obispo de Roma no parece muy razonable y puede alimentar los prejuicios en los enemigos de la Iglesia. Por cierto, lo que hará Francisco no es "canonizarle" sino declararlo santo porque se supone que ya lo es.
02/04/14 9:20 AM
  
rastri
-Y porqué para algunos santos, me pregunto yo se tardan tanto tiempo en ser reconocidos como tales; y para otros se tarda tan poco.

San José de Anchieta, ruega por nosotros. Amén




02/04/14 10:02 AM
  
Carmen
Creo que los que han sido verdaderos santos lo que menos le preocupaba es que la Iglesia o los hombres los nombraran santos. Lo más importante es llevar la fe y la palabra del Señor a todos los pueblos de la Tierra, y sí, evangelizar es primordial para garantizar la paz a las generaciones venideras.

02/04/14 5:06 PM
  
Gregory
Recuerden que Jose de Anchieta como Juan XXIII y Pedro Fabro ya eran Beatos el paso más largo estaba dado, de manera lo que faltaba era la canonización el proceso se habia realizado con todo rigor ya son Santos solo faltaba el reconocimiento final. El papa no se toma atribuciones arbitrarias esta facultado para dar el placet a la canonización según se juzge más conveniente o justo. Por cierto en el caso de Pedro Fabro tenia un culto dentro de la Iglesia nadie ponia en duda su santidad entoncen ¿Por qué no canonizarlo?
02/04/14 6:55 PM

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