Tono, Einstein y la relatividad
En España hemos tenido una excelsa generación de extraordinarios humoristas de tanto calado e ingenio, que han sido llamados nada menos que “la otra generación del 27”. Entre ellos, Pepe López Rubio, Edgar Neville, Antonio de Lara “Tono", Mihura, Jardiel Poncela… Generación que fue capaz de sacar adelante una revista como La Codorniz (la revista más audaz para el lector más inteligente).
Pasaron algunos años en Hollywood. Y allí frecuentaron amistades tan singulares como la de Chaplin. En una cena, creo que en casa del mismo Chaplin -mi amigo José María Torrijos me lo confirmará-, estaba como invitado nada menos que Albert Einstein. Y en la sobremesa repararon que mantenía una larga conversación con Tono. Más que conversación, Tono hablaba y hablaba, y Einstein escuchaba aparentemente con interés. Al acabar la velada, López Rubio le preguntó a Tono: ¿y de qué le hablabas? Tono, muy serio, respondió: “Le decía que en esta vida todo es relativo”.
Y lo curioso es que lo seguimos teniendo como lo único absoluto. ¿Hay alguna verdad absoluta, algún principio intocable, algo que no admita discusión? Sí… que todo es relativo. Pues qué bien.
Hoy escuchamos en el evangelio decir al mismo Cristo: “Yo soy el camino, la verdad y la vida". Pobres de nosotros que hemos manipulado esa frase hasta convertir a Cristo en un camino más, una verdad más, un camino cualquiera. Pobres de nosotros que hemos caído en eso tan banal de que todo sirve, todo es igualmente respetable, no hay ni verdades ni valores absolutos.
Al final, horrible tragedia, vale tanto la opinión de la señora Juana en el bar que lo que dice el catecismo, es igual lo que nos ha transmitido la Iglesia durante veinte siglos que la ocurrencia de sor Veneranda diciendo que a Dios no le importará mucho, o la chorradita del padre Gundisalvo apelando a que Cristo no confesaba por las esquinas.
Todo es relativo. Todo. Así nos va. Prefiero no seguir sacando conclusiones.

Estoy completamente de acuerdo con eso de la sencillez, la bonhomía, la discreción y lo de no imponer nuestras creencias a nadie. Pero señores, que una cosa es no imponer y otra muy diferente que aquí todo el mundo tenga derechos menos la Iglesia.
Andamos mal. Pero que muy mal. Es que rematadamente mal. Cualquier persona con dos dedos de frente, incluso uno y medio, comprende que lo menos que se le puede exigir a un profesor de un centro de la Iglesia católica es que respete la doctrina católica. No solo en sus clases, sino en toda comparecencia pública. Normalísimo de toda normalidad aunque supongo que habrá gente a la que le resulte escandaloso y una prueba más de la nunca definitivamente erradicada inquisición.
Las madres siempre han tenido una preocupación especial por el hijo sacerdote. No por nada especial, a ver si me comprenden, sino que los otros pues bueno, forman sus familias, se casan, o si no se casan parece que ya se las apañarán de alguna manera.





