El camelo de la actual libertad de expresión. Me rebelo
Cosas de una vida loca que no hay quien entienda. Con las nuevas leyes que se nos vienen, uno puede ciscarse en toda la casa de Borbón y de Austria sin problemas. Hacer lo propio con Dios Nuestro Señor, el católico, claro. Sonarse los mocos con la bandera de España. Ya saben, la cosa de la libertad de expresión que por lo visto es sagrada.
Bobos, memos, mentecatos, gilieso. No ellos, que de bobos nada, que van a lo que van. Bobos nosotros si nos creemos que de repente a nuestros políticos les ha dado un vahído y han decidido hacer una apuesta por la plena y absoluta libertad de expresión para todos. Bobos, memos, mentecatos, giliflautas, sandios, lerdos, cretinos y estólidos si así lo pensamos y así nos lo creemos.

Pareciera que Madrid acaba en la M-40 como mucho. Fuera de lo que es la ciudad, poco se conoce del resto: el monasterio del Escorial, Alcalá de Henares, el Paular… Pocos los que se aventuran fuera de esos puntos conocidos. Menos áun los que se arriesgan a conocer las maravillas que atesora la sierra norte. Por otra parte, me apetecía que mis lectores, muchos de ellos además feligreses a distancia de estas parroquias, tuvieran la oportunidad de conocer estos hermosos templos, especialmente la iglesia de Braojos.
Tengo hecho el propósito de coleccionar pequeñas meteduras de pata en las lecturas de las misas dominicales. El problema es que tengo que ir a carreras de pueblo en pueblo y cuando quiero hacerlo ya se me ha olvidado.
No es la primera vez que escribo de esto. En cuanto alguien, especialmente un compañero sacerdote, me suelta por activa, pasiva, reflexiva, pensativa y obsesiva vez que hay que estar con los pobres, y que lo que primero es estar con los pobres, directamente me echo a temblar y lanzo sobre él todas las sospechas.