Multitud
Cuando llegué de párroco a mis pueblos me ofrecieron una máxima que conservo entre algodones hasta el día de hoy. Ante cualquier convocatoria eclesial: una persona, normal; dos, buena respuesta; tres, multitud.
Dicho esto, multitudes ayer y antes de ayer. Se nos ocurrió celebrar la vigilia de la Inmaculada en Braojos. Algo sencillo: exposición del Santísimo, rezo del santo rosario y misa de la Inmaculada. La cosa no pintaba nada bien. Amenazas de nieve y hielo hasta por televisión, frio hasta decir basta y, el domingo, nos habíamos quedado sin calefacción.
¿Qué es esto para nosotros? Se lo dije el domingo: lo de la calefacción no es más que una añagaza del demonio para que nos quedemos en casa. Pero nosotros, serranos, no nos dejamos intimidar por ocho grados de más ni mucho menos de menos. Bufanda, gorro, buenas botas y sea lo que Dios quiera.

Con esto del sínodo de la sinodalidad sinodal se me ha ocurrido echar cuenta de los organismos consultores, consultantes, consultorios y asesores en la Iglesia católica de hoy, y gracias a los cuales, parece que la evangelización de los pueblos, la santidad personal y la gloria eclesial universal tienen una vitalidad extraordinaria. A ver si soy capaz de enumerar algunos:
Aquí los tienen:
Diez minutos para las once de la mañana. Iglesia parroquial de La Serna del Monte. Nadie.
He de reconocer que cuando me pasaron el Tweet de sor Lucía Caram pensé en no responder. Buena gana. El problema es que después, pensando en lo que había escrito la sor, me he dado cuenta de que lo que había escrito la hermana dominica era si, un Tweet, pero rebosante hasta reventar de materia de confesión. Y, claro, aún a sabiendas de que no soy en absoluto el tipo de sacerdote de quien ella pudiera fiarse, el celo sacerdotal, que le lleva a uno a preocuparse por las almas, y muy especialmente sin son consagradas, me ha obligado a escribir algunas consideraciones de tipo moral, hondamente preocupado por su bien espiritual. El texto del Tweet de sor Lucía ahí lo tienen. Vamos por partes.