Misa ad orientem. No me busquen tres pies al gato
En Braojos, en algunas ocasiones, servidor celebra la santa misa con el actual misal de Pablo VI, pero ad orientem. Lo hago ahora en invierno los días laborables y también los segundos y cuartos sábados de mes en la celebración con la que damos comienzo a nuestro tiempo de adoración al Santísimo.
Siempre habrá algún necio en sacar apresuradas conclusiones. Hay gente que necesita conseguir argumentos que le demuestren, por ejemplo, que servidor no acepta el concilio Vaticano II y que es un tirano que obliga a la gente a aguantar una misa “de culo”, a la vez que se preguntan escandalizados, con desgarro de vestiduras incluido, por supuesto, cómo es posible que el señor cardenal arzobispo de Madrid aún no me haya llamado al orden, los más misericordiosos, suspendido a divinis, los supuestamente equilibrados, o directamente me ha excomulgado, que pedirán los más misericordiosos. No olviden que hay misericordias que matan.

Es que no es para menos…
En los años ochenta se puso muy de moda en la Iglesia lo de preguntar a la gente a ver qué quería. En una ocasión yo mismo, cura recién salido del horno, se lo propuse a un sacerdote de experiencia probada:
Me sorpende. O no. O sí, o según depende. Pero el hecho es lo que es y los datos, tercos.
Los curas de pueblo tenemos la suerte del poyo. En la capital hay bancos de madera y piedra para los viandantes. En el pueblo somos más de poyo de piedra. Los pórticos de los templos fueron lugar de reunión de vecinos que ahí se congregaban a toque de campana para tratar de las cosas del pueblo. Quizá como recuerdo de aquellos tiempos se sigue encontrando el poyo a la puerta.