La banderita arco iris
Parece que unos cuantos ayuntamientos, bastantes creo, han colocado hoy una banderita arco iris en sus balcones. Es el llamado “día del orgullo gay” y Dios te libre de no hacerlo. A un ayuntamiento se le perdona la corrupción -mejor colgaran una bandera pirata para que no quedara duda de la calaña de tantas corporaciones municipales-, el enchufismo, el amiguismo, la recalificación de lo suyo, las mangas y capirotes y la conversión de capa en sayo. No pasa nada. Pero como no aparezca suficientemente sensible con la cosa del llamado orgullo gay, que se de por eso y nunca mejor dicho.
No es la única bandera reivindicativa, no, que también colocan el lacito rojo en el día mundial del SIDA -observen que una cosa relacionada con la otra-, y NADA MÁS.

Ayer domingo hacía calorcito. Así que pusimos en marcha el aire acondicionado, porque yo creo que para vivir la celebración también hay que estar cómodos en lo material.
Apenas leo nada de lo que escriben los obispos. Si acaso, alguna cosa de D. Carlos Osoro por aquello de que es mi arzobispo, y poco más. Tendrán que reconocerme que la inmensa mayoría de lo que escriben corresponde a lugares comunes, frases hechas y la nada con sifón. Alguna excepción hay, pero eso, excepciones del todo excepcionales, y en esos casos ya se encargan los medios de comunicación de destacar el hecho, ya que todo documento episcopal que saque ronchas en la prensa es que es de los buenos y trata de llamar a las cosas por su nombre.
Pregunto, preguntamos a nuestra gente, las razones para acudir a una parroquia o a otra. Sin orden ni concierto, ahí les dejo lo que nos cuentan los fieles.
Estamos tan acostumbrados a ese “nunca pasa nada”, que el día en que un obispo dice sí pasa, y hasta aquí hemos llegado, la gente enmudece de asombro para explotar en un grito “ostentóreo” de “baculazo, baculazo”.





