InfoCatólica / Cor ad cor loquitur / Categoría: Cristianos en la vida pública

4.04.13

Los obispos españoles, el aborto y los partidos políticos

La Conferencia Episcopal ha publicado un mensaje de los obispos españoles para la Jornada de la Vida de este año. Los principales medios de comunicación se han fijado en esta parte del texto: “Es, pues, urgente la modificación de la ley, con el fin de que sean reconocidos y protegidos los derechos de todos en lo que toca al mas elemental y primario derecho de la vida“. Habrá quienes piensen que esas palabras valen para la actual ley del aborto. Y es cierto. Tanto como que valen igual para la ley que había antes. Es decir, si se cambia lo que tenemos ahora por lo que teníamos antes, el mensaje de la CEE sería exactamente el mismo. En otras palabras, lo que ha anunciado -y no ha cumplido- el ministro Gallardón no nos vale.

Nada de todo esto es nuevo. La Iglesia lleva diciendo lo mismo sobre las leyes abortistas en todos los países del mundo donde se legaliza esa práctica ignominiosa. Por eso quiero hacer hincapié en otra parte del documento:

En nuestro contexto actual, parece obligado añadir que una conciencia cristiana bien formada no debe favorecer con el propio voto la realización de un programa político o la aprobación de una ley particular que contengan propuestas alternativas o contrarias a los contenidos fundamentales de la fe y la moral en ese sentido.

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6.03.13

¿Pueden estar dos ministros con ideas tan opuestas sobre el matrimonio en un mismo gobierno?

Convendrán ustedes conmigo en que la institución familiar es -al menos todavía- la base de cualquier sociedad. Independientemente de la cuestión religiosa, tiene unos efectos civiles importantísimos. El estado está llamado a protegerla si quiere que el futuro tenga cierta estabilidad. Cuando los niños se educan en familias rotas, las consecuencias psicológicas pueden ser nefastas. En ese sentido, una legislación que facilite y promueva el divorcio es un atentado contra el futuro de cualquier nación. No hablamos ya de mantener unidas relaciones en las que existen unas condiciones inasumibles -por ejemplo, violencia-, sino que, precisamente, la ley no ayuda lo más mínimo a que la parte más afectada de una relación conyugal complicada pueda salir a flote pensando en el bien de los más inocentes: los hijos.

Cuando además el Estado se dedica a convertir en matrimonio aquello que, por razones de ley natural, jamás puede ser considerado como tal, se está minando la esencia misma de la institución familiar. Como recordó ayer Mons. Martínez Camino, secretario general y portavoz de la CEE, en España los miembros de un matrimonio han perdido el derecho legar a ser considerados como marido y mujer. Ahora son cónyuge A y cónyuge B. Y los niños adoptados también han perdido el derecho a tener un padre y una madre. Pueden pasar a tener dos padres y dos madres. Es cuestión de tiempo que se admita la poligamia, la poliandria o cualquier otra relación sentimental “variada".

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5.03.13

El ministro, el PP y el matrimonio homosexual

Jorge Fernández Díaz, ministro del Interior del gobierno de España, aprovechó su charla en la embajada española en el Vaticano para manifestar su oposición al matrimonio homosexual. Y lo hizo basándose, siquiera en parte, en la ley natural que una relación entre personas del mismo sexo no es lo propio de la especie humana. Y por más leyes que aprueben los parlamentos de las democracias liberales, eso no va a cambiar. Dejando a un lado la cuestión de la valoración moral que merece según la Revelación, una relación homosexual jamás puede estar abierta a la vida. Tampoco puede ofrecer a los hijos -en ese caso adoptados- la especificidad propia del binomio padre-madre. En el caso de los matrimonios conforme a la ley natural, puede darse la circunstancia de que falte el padre, la madre o incluso los dos, pero nunca se podría dar la anormalidad de tener dos padres o dos madres.

Decir algo tan elemental ha pasado a ser considerado como un acto de homofobia. Lo que hace tan solo 20 años era una barbaridad por la práctica totalidad de las sociedades occidentales, hoy empieza a ser visto como la cosa más normal del mundo. La apostasía de Occidente implica una corrupción absoluta en la conciencia colectiva. Se ve normal que se maten a los niños antes de nacer. Se ve normal que se casen hombres con hombres y mujeres con mujeres. Se ve normal el suicidio, asistido o no, de quienes enferman gravemente o se llega a una edad en la que se pasa a ser un “estorbo” o una carga familiar. Y vayan ustedes a saber qué más barbaridades nos depara el futuro. No todas estas cuestiones tienen una gravedad equiparable. Pero todas emanan de la corrupción de sociedades que han despreciado y pisoteado las raíces cristianas que las sustentaron.

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9.02.13

La Iglesia en España, los políticos y los principios no negociables de Benedicto XVI

En multitud de posts de este blog he sostenido que la acción política de los católicos debe de estar basada, entre otras cosas, en los principios no negociables indicados por Benedicto XVI en la exhortación apostólica post-sinodal Sacramentum Caritatis. En la misma leemos el siguiente párrafo (negritas mías):

En efecto, el culto agradable a Dios nunca es un acto meramente privado, sin consecuencias en nuestras relaciones sociales: al contrario, exige el testimonio público de la propia fe. Obviamente, esto vale para todos los bautizados, pero tiene una importancia particular para quienes, por la posición social o política que ocupan, han de tomar decisiones sobre valores fundamentales, como el respeto y la defensa de la vida humana, desde su concepción hasta su fin natural, la familia fundada en el matrimonio entre hombre y mujer, la libertad de educación de los hijos y la promoción del bien común en todas sus formas. Estos valores no son negociables. Así pues, los políticos y los legisladores católicos, conscientes de su grave responsabilidad social, deben sentirse particularmente interpelados por su conciencia, rectamente formada, para presentar y apoyar leyes inspiradas en los valores fundados en la naturaleza humana.

El Papa habla en positivo, en el sentido de que pide a los políticos católicos que presenten y apoyen leyes basados en esos principios. Pero obviamente se deduce que deben también oponerse a cualquier legislación que vaya en contra de los mismos.

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8.02.13

Ser católico y votar lo que te da la gana

Juanjo Romero nos informó ayer de que el 60 por ciento de los diputados católicos británicos han votado a favor de la ley del matrimonio homosexual. Lo cual implica que esos señores consideran que su catolicismo ocupa un lugar secundario en sus vidas. O, lo que es lo mismo, son fieles antes a sus ideas personales que a Cristo y su Iglesia. Lo cual en realidad significa que tienen de católicos solo el nombre pero en el fondo están infectados del espíritu protestante del libre examen. El católico tiene la obligación de formar su conciencia a la luz de la Revelación y el magisterio de la Iglesia. Y si no hace tal cosa, peca gravemente y pone en peligro su salvación.

La cuestión de la institución familiar forma además parte de los principios no negociables marcados por Benedicto XVI. Es decir, un católico no puede negar el derecho a la vida -o equipararlo a otros como hace cierta monja- ni la institución familiar según la ley natural, como acaban de hacer esos diputados.

¿Qué consecuencias eclesiales sufrirán los que se han pasado por el forro la doctrina de la Iglesia? Pues me temo que ninguna. El diputado que ha votado a favor de ese engendro de ley irá a comulgar y no habrá sacerdote u obispo que ose negarle la comunión.

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