Lutero y Lefebvre, ¿comparación criminal?
Don Pedro Rizo ha escrito un post en su blog en Religión Digital que ha titulado: Lutero y Lefebvre, comparación criminal. En el mismo arremete contra las declaraciones del Cardenal Kurt Koch en las que comparaba la oposición de los lefebvrianos a algunas enseñanzas del Concilio Vaticano II con la postura del heresiarca alemán acerca de la autoridad de la Iglesia tanto en sus papas como en sus concilios ecuménicos.
Apelar al hecho de que Lutero profesó herejías en multitud de doctrinas para atacar al cardenal Koch es un tanto absurdo. El purpurado alemán no acusa a los lefebvrianos de ser solofideístas, de negar el carácter sacrificial de la Misa, de oponerse al culto a María y los santos, etc. Pero sí apunta a un hecho que no admite discusión. A saber, que cuando un fiel, o grupo de fieles (obispos incluidos) se cree con la autoridad suficiente como para juzgar y condenar las enseñanzas de un concilio ecuménico, se sitúa inmediatamente fuera de la comunión eclesial. O, como poco, al borde de la ruptura. Lutero pretendió basarse en el “sola Scriptura” para defender sus tesis contrarias al Magisterio. Los lefebvrianos pretenden basarse en la Tradición para oponerse a algunas enseñanzas del Concilio Vaticano II. Pero el “uno” y los “otros” comparten el mismo delito. El hecho de que los “otros” no hayan llegado al nivel de herejía del “uno” no disminuye la gravedad de su atentado contra la comunión eclesial. Es más, el hecho de que Mons Lefebvre y los obispos ordenados ilícitamente por él sean sacramentalmente sucesores de los apóstoles, cosa que no era Lutero, añade un plus de gravedad a sus actos.
Ni que decir tiene que cualquier fiel puede pedir las aclaraciones que sean necesarias sobre un texto conciliar. De más está afirmar que todo concilio debe de interpretarse conforme al Magisterio anterior a él. Eso es la hermenéutica de la continuidad de la que ha hablado el Papa Benedicto XVI.

La razón de que lleve tanto tiempo sin escribir en mi blog sobre la posible regularización canónica de la FSSPX es que es casi imposible hacer un juicio equilibrado sobre lo que están pasando, habiendo tanta filtración -casi siempre procedente de los sectores lefebvrianos-, tanto anuncio anticipado de acuerdo y tanta precipitación.
¿A alguien le extraña que Monseñor Fellay haya dicho que no pueden aceptar lo que la Iglesia Católica les ha pedido que acepten? A mí no, desde luego. Hay cosas que no cambian por mucha buena voluntad que se quiera poner en ello. Y el lefbvrismo lleva décadas empeñado en que el Concilio Vaticano II se opone a la doctrina católica en cuestiones como el ecumenismo y la libertad religiosa. Y ante la posibilidad de interpretar los textos conciliares conforme a la tradición, no aceptan de ninguna de las maneras que el Catecismo sea el instrumento que marque dicha interpretación.
Se acabó. El Papa ya se fue a Roma. La JMJ ha llegado a su fin, aunque hoy quedan todavía algunos actos interesantes. Es hora ya de hacer balance aunque me parece evidente que para conocer los frutos de estas jornadas deberá pasar bastante tiempo. Lo que ya sí podemos decir es que ha sido un éxito palpable, evidente. No sólo por la enorme cantidad de jóvenes que han asistido -nunca ha habido una Misa tan multitudinaria en España como la de ayer en Cuatro Vientos-, sino por su comportamiento, por su testimonio de alegría y de fe incluso en medio de las dificultades que han tenido que arrostrar. Por ejemplo, la de los radicales de extrema izquierda cuyo comportamiento ha estado a la altura de su catadura moral. Pero también durante la tormenta de la Vigilia del sábado. El Papa les felicitó porque era de justicia.
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