7.02.23

Rafa Cervera: “Solo la oración convierte el corazón para ver que hay una vida dentro del vientre materno”

Rafael Cervera es portavoz de la campaña 40 Días por la Vida en Barcelona. Ha participado en todas las campañas que se han realizado. Periodista, trabaja principalmente en el ámbito deportivo. Casado y padre de cuatro hijos.

¿Cómo afrontan esta nueva campaña de 40 Días por la Vida coincidiendo con la época cuaresmal?

Con muchísima ilusión. En la pasada campaña, celebrada en otoño de 2022, dimos el salto a rezar delante de tres clínicas abortivas y ahora, repetimos. Creemos que 40 Días por la Vida está consolidada en Barcelona, y esto nos llena de alegría.

¿Qué objetivos y frutos concretos esperan alcanzar en esta ocasión?

El objetivo final es el fin del aborto, algo a lo que solo se puede llegar mediante la oración. Sin embargo, los objetivos son varios. Primero, por supuesto, el rezar con toda la intensidad posible por aquellas madres que se han quedado solas y piensan en recurrir al aborto como falsa solución para el problema que afrontan. Para ello, necesitamos ir incrementando el número de voluntarios, aunque la cosa va muy bien, pues ya tenemos más de 400 apuntados para la campaña que comenzará este mes.

Los frutos se van viendo. Hemos tenido ya varias situaciones de chicas que recapacitan y deciden seguir adelante con su embarazo. ¡Salvar una vida es algo indescriptible! Pienso que los frutos de la oración se van viendo también y, a pesar de que el tema del aborto en España está muy mal, observamos indicios que nos llaman a la esperanza, como la condena del Supremo a clínicas abortistas por publicidad engañosa o la posibilidad de ver una ecografía y escuchar el latido del bebé que se planteó recientemente en la Comunidad de Castilla y León.

¿En qué medida se puede aprovechar el tiempo potencial de la cuaresma para ofrecer ayunos y sacrificios en defensa del no nacido?

No cabe duda que la cuaresma es el tiempo idóneo para realizar una campaña. De hecho, son exactamente 40 días. Comenzamos, como todas las campañas que se realizan en cuaresma, el Miércoles de Ceniza, 22 de febrero, y concluimos el Domingo de Ramos, 2 de abril. Siempre buscamos sacrificios para hacer en estas fechas, ¿qué mejor, como planteas en la pregunta, que ligarlos a la propia campaña y ofrecer todo aquello que nos pueda costar, como el ayuno, por los niños no nacidos y sus madres que afrontan una situación tan complicada que puedan llegarse a plantear el tema del aborto?

¿Por qué hay tres Misas oficiales en la campaña, al inicio, a la mitad y al final de la campaña?

Todo gira alrededor de la Eucaristía y es la Misa donde Cristo se hace presente. Celebrar una Misa como inicio, mediada la campaña y al final es la mejor manera de ponernos en manos de Dios. Porque esto es cosa de Él, nosotros intentamos ser meras herramientas para que su Amor pueda inundar a todas aquellas mujeres, como mencionaba antes, que se vean orilladas a situaciones límite y a todos esos angelitos que viven dentro de ellas y que esperamos puedan nacer.

Igualmente la campaña se centra en tres clínicas concretas de la capital barcelonesa…

Sí, como te comentaba anteriormente, repetimos en las tres clínicas de Barcelona delante de las que estuvimos rezando en la pasada campaña, en las calles Anglí, 39, Dalmases, 34, y Viladomat, 158. Invitamos a todos los que lean estas líneas a apuntarse como voluntarios a la campaña, lo cual pueden hacer a través de la página web: www.40diasporlavida.online

Siguen con el lema “El principio del fin del aborto”; es algo muy ambicioso, pero es a lo que hay que aspirar…

Obviamente que cualquier vida que se salva es única e irrepetible. Pero estamos aquí para que termine el aborto. Esto es un combate espiritual muy grande, donde el mal se ha descarado y se ha disfrazado de bien, pero será desenmascarado. La clave es que la gente tenga constancia de que existe una vida dentro de la madre, una personita que tiene el derecho a nacer y que no es menos que tú ni que yo. Solo la oración puede convertir los corazones y conseguir que la gente llegue a este convencimiento. Pero una vez que lo haga, el aborto terminará. Por eso estamos convencidos que nuestra oración y estas campañas significan “el principio del fin del aborto”, como se ha ido demostrando alrededor del mundo, en países como Estados Unidos.

Igualmente insisten en la idea de que rezar no es acosar y más aún que la oración salva vidas.

Rezar jamás será acosar. Cuando se reza por alguien, se pide algo bueno para esa persona. Se le pide a Dios que interceda por ella. Nosotros ni obstaculizamos el paso ni vociferamos, simplemente invocamos al buen Dios en silencio. ¿Cómo puede ser confundido esto con acosar? Obviamente, la persona se siente interpelada, pero como me puedo sentir interpelado yo cuando un pobre me pide limosna por la calle… ¿Lo voy a acusar de acosarme? Tanto rezar como expresarse libremente son derechos que recoge la Constitución, así que siendo redundantes, estamos en pleno derecho de hacerlo. Y la oración por supuesto salva vidas. La oración es enormemente eficaz y a los hechos nos remitimos.

Por Javier Navascués

1 comentario

  
JSP
1. "Solo la oración convierte el corazón para ver que hay una vida dentro del vientre materno.” No es muy acertada la frase, pues parece que la vida dentro del vientre materno es sólo una cuestión de orar.
2. Pues, un ateo o un católico sin orar, mediante la ciencia y la lógica sabe perfectamente que hay una vida humana dentro del vientre materno.
3. Otra cuestión es el milagro de la vida, el ADN, el alma, que no depende de ningún proceso físico/químico, por lo que la ciencia no lo puede explicar.
4. Y esto es una cuestión de fe racional, no de fe irracional, en la que si cuenta la conversión. Y el que ora es porque está convertido, la Gracia le ha tocado el corazón y se ha aceptado el cambio a Cristo.
07/02/23 2:05 PM

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6.02.23

El P. Hernán Urdaneta analiza en profundidad el tema de la nulidad matrimonial en la Iglesia

El P. Hernán Urdaneta Fernández es administrador parroquial de Sant Genís de L’Ametlla del Vallès. Está cursando estudios en Derecho Canónico.

¿Considera que hoy en día se está abusando del hecho de buscar la nulidad matrimonial para poder volverse a casar?

Para responder correctamente a esta pregunta creo que haría falta una tesis doctoral, porque habría que analizar infinidad de datos y circunstancias. Sin embargo, me atrevo a decir alguna cosa. Cuando la Iglesia vive una gran crisis, también en cuanto a la moral matrimonial, es comprensible que surjan dudas bien intencionadas, pero no necesariamente bien informadas. En un tema tan delicado sería muy grave juzgar temerariamente.

Para hablar con propiedad, habría que tener las estadísticas del número de demandas de nulidad introducidas y comparar con el número de divorcios, analizar muy bien los datos en función de cada diócesis, todo un trabajo de investigación… Sin ser tan riguroso, mi percepción es que la secularización de la sociedad, tan generalizada en Cataluña, seguramente influye en que pocas personas se sometan al juicio de la Iglesia sobre la validez de su matrimonio, conscientes de que no se puede iniciar una relación amorosa con otra persona si se está ligado por un enlace matrimonial previo. La pérdida de la práctica religiosa seguramente influye en que ya muchas personas no vean la necesidad de casarse por la Iglesia antes de vivir con otra persona.

¿Qué lleva a una persona a pedir que se averigüe la posible nulidad de su matrimonio?

Los motivos son diversos. En algunos casos se llega a plantear el inicio del proceso de declaración de nulidad como consecuencia de un proceso de conversión, después de llevar años divorciados y alejados de la Iglesia, a veces habiendo comenzado a vivir con otra persona. Otros pueden decidirse al querer contraer matrimonio nuevamente, con otra persona, después de un fracaso matrimonial. También por motivos de conciencia, para saber la verdad sobre su situación personal.

Durante el tiempo que estuve trabajando en el Tribunal Eclesiástico de mi Diócesis, una de las tareas que debía hacer era atender a personas que pedían información sobre la declaración de nulidad de su matrimonio. En algunos casos pude percibir que había dificultada en comprender que no se trata de algo similar a un divorcio, sino que es un proceso que busca conocer la verdad sobre la validez o no de un matrimonio celebrado. La mentalidad divorcista ha calado mucho en nuestra sociedad. Muchas personas pensaban que se trataba de hacer una solicitud y obtener una especie de “divorcio por la Iglesia”, una especie de trámite administrativo con un resultado garantizado.

¿Cuál sería el “recorrido correcto” para llegar a plantearse la nulidad de un matrimonio?

Lo normal es que cuando un matrimonio tiene problemas en la convivencia, busque apoyo en la Iglesia para resolverlos y salir adelante. Y lo normal sería que familiares y amigos ayuden a los matrimonios a mantenerse unidos. La nulidad no es una solución pastoral a un problema de convivencia, es el posible resultado de una averiguación sobre la validez de un matrimonio y sólo se debe llegar allí cuando los intentos de salvar el matrimonio no lo hayan conseguido.

Es cierto que hay casos en los cuales la convivencia se hace imposible, independientemente de que el matrimonio sea válido o no. Para ese caso existe la separación.

Pero, entonces, ¿qué pasa con las dudas sobre la validez de un matrimonio?

Si se ha hecho todo lo posible por salvar el matrimonio y se ha llegado a la separación, considerándose imposible la reconciliación, entonces es cuando se puede plantear la posibilidad de averiguar si el matrimonio fue nulo, en caso de que haya algún elemento que permita plantearse esta duda. Pero en todo caso, lo mejor es no llegar a esta situación, sino conseguir la reconciliación, incluso cuando puede haber dudas muy fundadas sobre la invalidez del matrimonio. Una vez resueltos los problemas de convivencia y aquello que impidió la validez del matrimonio, la Iglesia tiene un mecanismo para que se vuelva a dar el consentimiento matrimonial, ahora sí, en condiciones y estemos ya ante un matrimonio válido. Lo que prefiere la Iglesia es eso: salvar el matrimonio, es lo mejor para los propios esposos, sus hijos - en caso que los haya -, y la sociedad en general.

En realidad, la nulidad no es otra cosa que demostrar que no hubo realmente matrimonio.

Exactamente. La declaración de nulidad no anula nada, sino que es un proceso mediante el cual se investigan las circunstancias en las que se llevó a cabo el matrimonio, para determinar si hay motivos que permiten llegar a tener certeza moral de que no se daban todos los elementos necesarios para la validez del matrimonio. Por eso se piden testigos que puedan explicar lo ocurrido durante el noviazgo, la celebración y los primeros momentos del matrimonio, carácter de los contrayentes, etc. En ocasiones es necesario hacer una evaluación psicológica.

¿Cuáles son los motivos para que un matrimonio sea inválido?

El matrimonio es la alianza entre un hombre y una mujer para establecer una comunidad para toda la vida, ordenada al bien de los esposos y a la generación y educación de la prole. De manera que no hay matrimonio cuando falta un elemento esencial al consentimiento matrimonial, por ejemplo, cuando se actúa por un miedo insalvable, o cuando se niega una de las características esenciales del matrimonio: la indisolubilidad o la unidad, cuando se excluye la posibilidad de engendrar hijos, en algunos casos también cuando ha habido engaño sobre alguna cualidad de la persona. A partir de 1983, debido a los avances de la psicología también se admiten motivos en esta área, como la incapacidad para asumir las obligaciones esenciales del matrimonio, o lo que se llama grave defecto de discreción de juicio; es decir: incapacidad para consentir el matrimonio con una persona concreta, o para vivir aquello para lo cual se ha comprometido.

Pero hoy en día si la inmadurez se puede considerar causa de nulidad es un coladero, en donde cabe prácticamente cualquier caso.

En teoría, no. San Juan Pablo II insistía en que tiene que ser una circunstancia que impida, no sólo que dificulte, el matrimonio. Estamos hablando de situaciones bastante graves, no de una mera dificultad.

¿Qué ocurre en la realidad?

No me atrevo a aventurar una respuesta sobre la calidad de las sentencias de todos los tribunales del mundo, no tengo información suficiente para poder responder con honestidad. Las veces que he asistido a jornadas de canonistas mi percepción ha sido de profesionales que toman muy en serio un trabajo muy delicado, personas que estudian y se preparan bien, para poder conocer la verdad. Claro, tampoco seamos ingenuos, en un momento en que vemos cómo algunos obispos promueven activamente pecados que claman al cielo, sin que pase nada, es razonable pensar que habrá de todo en la viña del Señor…

¿Hay algún tipo de medidas de control en el proceso, para evitar excesos?

El proceso funciona como una demanda judicial, buscando precisamente el mayor rigor posible. Una de las personas que interviene en el proceso es el llamado “defensor del vínculo”, es decir, un canonista que tiene como oficio defender razonablemente la validez del matrimonio en cuestión. En caso de no estar conforme con la sentencia, puede apelar, para que la causa sea revisada por otro tribunal, que habitualmente está en una ciudad distinta. Durante varios siglos esta apelación era obligatoria, como medida que buscaba alcanzar una sentencia en la que no hubiera ninguna sospecha.

Hace pocos años el Papa Francisco modificó el proceso y ahora esta apelación no es obligatoria. Habrá que ver con el tiempo si esto afecta la calidad de las sentencias.

Todo sistema en el que intervienen seres humanos puede fallar. Si bien, el proceso de declaración de nulidad tiene mecanismos para procurar que un tema tan delicado sea tratado con el mayor respeto por la verdad.

¿En qué porcentaje de casos se consigue la nulidad?

Sólo conozco estadísticas muy antiguas, de Estados Unidos, no tengo datos recientes, ni más cercanos geográficamente.

Se acusa a la Iglesia de que la gente que tiene dinero consigue la nulidad fácilmente. ¿Qué hay de verdad en ello?

Creo que es una acusación injusta. El proceso de declaración de nulidad lleva un tiempo y tiene unos gastos. Intervienen diversos profesionales que tienen derecho a percibir unos honorarios por su trabajo. Cuando el Papa Francisco hizo la modificación al proceso mencionada antes, también insistió en que cualquier persona pudiera acceder al mismo, aunque no tenga recursos. Esto ha movido a las diócesis a plantear mecanismos para asegurar que no sea un “lujo” que puedan permitirse algunos, sino que quienes no tengan dinero suficiente para costear el proceso también puedan realizarlo.

Si se determina que no hay motivos de nulidad, ¿se puede seguir recurriendo o ya es irrevocable?

El planteamiento del proceso es que el matrimonio tiene el beneficio del derecho, es decir, se asume que el matrimonio es válido y para declarar la nulidad se tiene que probar que no lo es. Cuando se inicia el proceso se establece lo que se llama la fórmula de dudas, donde se establece concretamente qué motivos de nulidad se estudiarán (estos motivos se llaman capítulos). Si no se consigue alcanzar una certeza de nulidad por esos motivos, la sentencia se puede apelar. También es posible, si aparecieran razones suficientes, volver a iniciar el proceso por otros motivos diferentes de los estudiados en un principio.

¿Quiere añadir algo?

Existe el peligro, por la mentalidad divorcista, de ver la nulidad como la solución a los problemas matrimoniales. Creo que el esfuerzo se debe poner en ayudar a los matrimonios a superar las crisis que se pueden presentar a lo largo de la vida. Es muy importante también la preparación al matrimonio. El matrimonio no es un lujo para superdotados, Dios da habitualmente la capacidad para vivirlo, pero requiere crecer en virtudes para estar a la altura de las necesidades, para vivir con gozo el hermoso plan de Dios para la familia. Y cuando hay problemas en un matrimonio vale la pena hacer el esfuerzo de rescatar la relación, es lo mejor para todos, aunque requiera trabajo y paciencia y sufrimiento, pero al final el resultado vale la pena.

Por Javier Navascués

16 comentarios

  
Urbel
La reforma del Derecho canónico resultante del Concilio Vaticano II introdujo desafortunadamente motivos extremadamente subjetivos y no tradicionales que permiten considerar nulo un matrimonio que antes nunca lo habría sido.

Es especialmente el canon 1095 del Código de 1983, al que se refiere el sacerdote entrevistado, y que establece lo siguiente:

"Son incapaces de contraer matrimonio: 1) quienes no tienen suficiente uso de razón; 2) quienes sufren una grave falta de discernimiento acerca de los derechos y deberes esenciales del matrimonio para dar y recibir mutuamente; 3) quienes, por razones de naturaleza psíquica, no puede asumir las obligaciones esenciales del matrimonio".

De hecho cuando los cónyuges desean hoy obtener una declaración de nulidad de su matrimonio para poder volver a casarse en la Iglesia, se basan casi siempre y con éxito en el canon 1095.
06/02/23 11:57 AM
  
Urbel
El sacerdote entrevistado echa en falta estadísticas sobre el aumento de las declaraciones de nulidad matrimonial y sus causas.

Yo tomo los datos que siguen, pocos e incompletos pero muy expresivos, del artículo publicado por el padre Bernard de Lacoste FSSPX con el título "Validez de las nulidades matrimoniales" en el número 273 (2021) de la revista "Tradición Católica" (Madrid).

En su Tratado de Derecho canónico Raoul Naz da algunas estadísticas antiguas de las causas matrimoniales de la Rota romana. Entre 1935 y 1946 la Rota romana pronunció en promedio cada año 70 sentencias acerca de causas matrimoniales. De esas 70 sentencias, alrededor de 32 eran declarativas de nulidad, es decir, un poco menos de la mitad.

La revista francesa "L´année canonique" publicó en el número de 2014-2015 un estudio estadístico sobre la actividad de los tribunales eclesiásticos de Ile-de-France entre 1983 y 2005. He aquí algunos extractos :

Año 1983 1993 2003 2013
Causas 16 48 55 105
Nulidades 62% 80% 88% 92%

A continuación se analizan los principales argumentos invocados.

Antes de 1983 la mayoría de las declaraciones de nulidad provenían de la exclusión de un elemento esencial para el matrimonio (procreación, fidelidad o indisolubilidad).

Después del Código de 1983 ocupa el primer lugar la grave falta de discernimiento (canon 1095, 2°), luego la incapacidad de asumir las obligaciones del matrimonio (canon 1095, 3°), por último la exclusión de un elemento esencial en el matrimonio, finalmente fraude y miedo grave.

Un juez eclesiástico de París reconoció con respecto al nuevo canon 1095:

"A veces parece que se da una extensión demasiado amplia a estos argumentos considerados como un todo".

El nuevo canon 1095 ha permitido multiplicar las declaraciones de nulidad en proporciones tales que los tribunales matrimoniales desde 1983 han perdido credibilidad ante los católicos firmes en la fe ("rígidos", dirían otros).
06/02/23 12:04 PM
  
JacinTonio, laico, desde Madrid
¿Cuál es la gravedad del pecado que cometen los que se casan, sabiendo de antemano que ese "matrimonio" suyo es INVÁLIDO?

¿Cuál es la gravedad del pecado que cometen los que intentan que se declare nulo su matrimonio, sabiendo que realmente fue VÁLIDO?

¿Cuál es la gravedad del pecado que cometen los que, después de intentarlo, obtienen esa declaración de nulidad, sabiendo de antemano que su matrimonio fue realmente VÁLIDO? ¿No siguen en realidad casados, aunque se haya declarado nulo su matrimonio?

Se habla poco del pecado, y mucho de requisitos y ausencia de requisitos.

¿No está la aceptación voluntaria de unión matrimonial, en primer lugar, para su validez, por delante del amor? Se puede amar a muchas personas, pero sólo se puede contraer matrimonio con una.
06/02/23 12:16 PM
  
Juan Francisco
Muy buenas respuestas a preguntas algo simplonas.

Si uno quiere saber si se está pasando de integrista puede preguntarse: ¿le pongo tantas pegas a los vicios del consentimiento matrimonial como le pondría a los vicios del arrepentimiento en la confesión?

A nadie medianamente bien formado le cabe duda de que sin arrepentimiento no hay confesión válida. Sin embargo, hay una tendencia rara a pensar que, pese a la gran inmadurez y a la inercia con la que se casa la mayoría de la gente hoy en día, su consentimiento matrimonial es perfecto.
06/02/23 1:10 PM
  
Urbel
¿Demasiado integrista?

Dígale usted al Banco que el consentimiento de sus jóvenes clientes hipotecarios está viciado por falta de madurez.

Y sin embargo el favor del matrimonio no es menos importante que el favor del crédito hipotecario. Al contrario, mucho más importante para el orden social.

A diferencia del arrepentimiento en el tribunal de la penitencia, el matrimonio toca al bien común de la Iglesia y de la sociedad. Por eso la Iglesia lo protegió siempre con extraordinario rigor y celo. Hasta llegar a la disolución actual por pretendidas causas psicológicas.
06/02/23 2:04 PM
  
El gato con botas
"Lo normal es que cuando un matrimonio tiene problemas en la convivencia, busque apoyo en la Iglesia para resolverlos y salir adelante"
¿Ah, sí?¿ dónde?
06/02/23 2:41 PM
  
Juan Pablo B.
Los únicos interesados por una declaración eventual de nulidad , son los buenos católicos .

Pues a los otros no le importa nada .
06/02/23 4:23 PM
  
El divorcio me repugna
Me han parecido muy sensatas y prudentes las respuestas que ha dado el padre Hernán Urdaneta.

He sufrido en mis carnes que mi esposa pidiera el divorcio de mí y las leyes inicuas españolas lo concedieran sin más. A mí el divorcio me repugna.

Luego ella solicitó la declaración de nulidad eclesiástica, que también fue concedida, aunque no por los capítulos que ella solicitaba. En efecto, el tribunal eclesiástico la concedió por grave defecto de discreción de juicio y por incapacidad de asumir las obligaciones esenciales del matrimonio por causa de naturaleza psíquica; ambas causas por parte de ella. Le prohibieron también volver a contraer matrimonio canónico sin licencia expresa del tribunal.

Yo no sé si el canon 1.095 es un coladero, pero lo cierto es que hay personas que tienen esa incapacidad y la Iglesia ha acertado reconociendo lo que la ciencia dice al respecto. En mi caso estuve casado con una psicópata integrada, que es incapaz de amar y de donarse, tal como exige el matrimonio.

Para mí todo esto ha sido -y continúa siendo- un calvario, a pesar de los casi ocho años transcurridos desde que ella decidió divorciarse.

Con relación al proceso de nulidad, he decir que fue impecable por parte de la Iglesia, pero muy, muy lento (unos tres años) y ello nos produjo mucho dolor innecesario a mi hija y a mí. Considero que el veredicto fue muy acertado y acorde con la verdad.

Respecto a la actitud de la Iglesia pues he constatado la falta de apoyo y de acompañamiento, la indiferencia, el dar como asumido que es "normal" que la gente se divorcie. Los que intentamos ser buenos cristianos no solamente tenemos que hacer frente a una sociedad pagana como la nuestra, sino también a una Iglesia que nos deja tan solos como si fuéramos protestantes.
07/02/23 12:14 AM
  
Ana Palacios
No se engañen, de Dios nadie se burla, lo que cada uno sembrare, eso cosechará (Gal 6:7). Muchos se toman esto a la ligera buscando convalidar sus nuevas uniones. Que los hombres digan lo que quieran, muchas leyes, artículos, requisitos y excepciones. Yo me quedo con la Palabra del Señor: no habéis oído que al principio, el que los hizo, varón y mujer los hizo, por eso, se unirá el hombre a su mujer, y los dos serán una sola carne? De manera que ya no son dos, sino una sola carne. Pues bien, que el hombre no separe lo que Dios ha unido. El que se separa de su mujer y se casa con otra comete adulterio. Y el que se casa con la mujer a la que su esposo dejó, también comete adulterio.
07/02/23 4:25 AM
  
JSP
1. Una entrevista interesante. Pero, no podemos obviar la interrelación existente entre Sagrada Escritura y Santa Tradición.
2. La Constitución Dei verbum del Concilio Vaticano II no interrumpe la doctrina católica: "la Tradición y la Escritura constituyen el depósito sagrado de la palabra de Dios, confiado a la Iglesia" (DV, 10). Por ello, se da entre ambas una mutua e íntima relación; "La Tradición y la Escritura están estrechamente unidas y compenetradas: manan de la misma fuente, se unen en un mismo caudal, corren hacia el mismo fin" (DV, 9); "Las palabras de los Santos Padres atestiguan la presencia viva de esta Tradición, cuyas riquezas van pasando a la práctica y a la vida de la Iglesia que cree y ora" (DV, 8).
3. Finalidad, unidad e indisolubilidad del matrimonio sin olvidar el carácter sacramental.
4. Conviene recordar que en la historia del Cristianismo no se repite la crónica de la corrupción tan considerable a que estuvo sometido el matrimonio en el A.T. Por lo que, el canon 1095 del Código de 1983 no debe convertirse en una escuela de libelo de divorcio vincular que intente anular el Sacramento por obra humana, "lo que Dios ha unido que no lo separe el hombre." Es todo lo contrario, la doctrina del Señor Jesús y de Sus Apóstoles da lugar a que el matrimonio monogámico e indisoluble se institucionalice en los pueblos que se convierten y confiesan a Cristo,
5. La Reforma profunda del Señor Jesús, no la protestante, del matrimonio y de la familia afectó al conjunto de la geografía pagana, no sólo de Grecia y de Roma, sino también de aquellos otros ambientes culturales por los que se extendió el Cristianismo. El número elevado de divorcios no vinculares y el aumento en la demanda de solicitudes al Tribunal de la Rota de nulidad a través de su factible coladero es señal inequívoca de gran apostasía o "mentalidad de divorcio" o mentalidad sin Dios, sin Sacramento, es decir, de ruptura entre la interrelación Sagrada Escritura y Santa Tradición. Esto es, que existe mucha lectura de la Sagrada Escritura en la liturgia, pero que es estéril y vana en el testimonio de "vida cristiana y de la Palabra de Dios" según la Tradición. La liturgia debe unir a la Sagrada Escritura y a la Santa Tradición.
6. No seamos reacios a abordar el verdadero problema, pues no es distinto al de la Iglesia primitiva. En el mundo pagano siempre tuvo plena vigencia el divorcio, es más, en el mismo pueblo de Israel tenía plena vigencia el divorcio, porque la legislación y la praxis social de la época era esa, la del contexto del divorcio.
7. La falla, el verdadero problema, está en la evangelización, en la enseñanza catequética y en la hermenéutica exegeta de los textos bíblicos por el modernismo para adaptarse al mundo. El matrimonio y la familia debe ser abordado desde pequeños en las familias católicas y en la parroquia. La Iglesia Católica, a diferencia de la reforma protestante, siempre tuvo presente que los textos divorcistas del derecho civil, aun de los Emperadores o Estado cristianos, no cabe admitirlos como doctrina asumida por la Jerarquía. San Jerónimo es tajante: "Una cosa son las leyes del César y otra la ley de Cristo; una cosa es la ley de Papiniano y otra la de Pablo...". Esto es, los cristianos deben obedecer las leyes del César hasta cierto punto, pues no pueden seguir la praxis anticristiana; En la administración del matrimonio hay que distinguir entre rito religioso (sagrado) y rito civil, aunque no existiera un rito religioso y fuese sólo una oración al principio y se conservara la liturgia del matrimonio judaico: no es el matrimonio civil sino la unión en Cristo; Hay que diferenciar entre separación y divorcio. La separación de un matrimonio católico no es conforme al Derecho Romano, el cual tiene la posibilidad de contraer nuevo matrimonio, sino la simple separación de los esposos con la posibilidad de la Reconciliación.
07/02/23 2:58 PM
  
Marta de Jesús
Sin entrar a valorar lo que puede estar pasando en la actualidad, me atrevo a profetizar, sin ser profeta, que el matrimonio, tal y como lo entendemos los católicos, quiere ser destruido por Satanás (el primer psicópata de la historia de Dios, que no fue creado psicópata, como bien sabemos), sus demonios y seguidores, también psicópatas no creados así. Con esto quiero decir que los cristianos que vayamos quedando acudiremos a #blindar# nuestras uniones con el Sacramento, así sea en unas nuevas catacumbas. Porque el matrimonio no es una carga, aunque por nuestra debilidad pueda ser difícil de vivir hasta que conseguimos ver más allá, hasta que nos ponemos en manos de Dios. Es una bendición del Cielo para ellos y para nosotras que NO querremos perder. Un vínculo de Amor recíproco, que el hombre, por muy poderoso que sea, no puede romper. Solo la muerte. Un precioso camino de Purificación.

Urbel tiene parte de razón. Pero los datos por sí mismos no lo explican todo. Lo de la psicología puede ser un coladero. Eso de la inmadurez, en fin... Como si antes se casaran totalmente maduros. Cuántos estaban a uvas y vivieron su maduración ya casados? Enrique VIII habría conseguido hoy una declaración de nulidad? El tiempo mostrará con más claridad los posibles errores. Un señor ha explicado que en su caso el proceso fue impecable. Así que confianza en la Iglesia. Una confianza que no niega errores, sino que aprende de ellos según van apareciendo. Mis oraciones por usted y su hija. También por la madre, mientras hay vida hay esperanza de que esas personas se dejen derretir por el Amor de Dios antes de partir.

Respuesta a un comentarista. Proyecto de Amor Conyugal está dirigido por un matrimonio católico. Ayudan a otros matrimonios. Tienen un blog en ReL. Como ése, otros por el mundo. Solo hay que informarse. Y tener la humildad de hacer frente a la verdad y dejarse sanar por Dios.
07/02/23 4:09 PM
  
Marta de Jesús
Se me olvidó comentar que las respuestas muy mesuradas. A última respuesta, la mejor. Interesante entrevista. No es fácil gestionar la secularización. No es fácil ver entre niebla. Dios nos guíe.
07/02/23 4:11 PM
  
JSP
1. Marta de Jesús, sólo comentarle que Satanás y sus demonios no padecen psicopatía, pues la anomalía psíquica en la conducta de la persona es propiamente, por el pecado en su origen, una enfermedad humana que puede ser estudiada. Pero Satanás y sus demonios, ángeles caídos, no pueden estudiarse en un laboratorio. A modo de ejemplo, en el filme El Exorcista la niña es sometida a toda clase de pruebas donde ningún psiquiatra puede explicar la causa de la posesión acontecida. Y por cierto, una posesión tampoco es causa de nulidad matrimonial, pues la libertad humana de elección no puede ser gobernada por ningún demonio.
2. No es una cuestión de cómo los católicos entendemos el matrimonio, de multidoxa subjetiva, sino que es criterio y norma moral universal de cómo es restaurado por Cristo como estaba proyectado en la Creación Mt 19. Esto es, que sin pecado original el matrimonio es unión en Cristo para procrear hijos de Dios y en la Nueva Creación lo mismo.
3. Cierto que Satanás y sus demonios quieren destruir al matrimonio y a la familia, pero es por el odio a la vida humana, porque Dios se hace Hombre. Pues, Cristo es el matrimonio y la familia, es el Santuario de la Vida en el plan de la Creación y ataca especialmente a la Mujer, porque es Su Madre, sin pecado original y personal.
4. El centro de Satanás y sus demonios es el odio y en cada batalla que gana por la tentación y la elección de los tentados, pecado personal, es mayor en el matrimonio donde se conjuga el Pecado propio suyo y donde atrapa a más esclavos para la segunda muerte. Pero, es la Cruz la que ha vencido al Pecado, y la Reconciliación no es imposible sino posible para el matrimonio sacramentado porque es unión en Cristo, como lo es Su Cuerpo místico. Y si pecadores empedernidos como María Magdalena, el buen ladrón o San Agustín se han convertido en Cristo no existe matrimonio que no se pueda convertir en Cristo, reconciliarse mediante la Cruz, pues para Dios nada es imposible: es más cuestión de estar con Cristo o con el Pecado y si se analizan los divorcios no vinculares son en una gran mayoría producto del amor al Pecado de uno o de los dos cónyuges. Y la Iglesia debe facilitar este proceso de conversión no obstaculizarlo, porque es luz y sal para el mundo, si no se cuenta entre los que han amado la oscuridad por acciones malvadas como puede ser el coladero del Código de 1983.
07/02/23 9:31 PM
  
Vladimir
Nunca he entendido la relación entre un matrimonio nulo y un matrimonio en problemas. Lo primero se refiere a deficiencias en la celebración original, lo segundo a una mala convivencia actual.
Nadie busca averiguar si su matrimonio es nulo, cuando le está yendo bien.
No veo por qué de una mala convivencia actual, se deba pasar a la consideración de que probablemente el matrimonio fue nulo, como si una cosa fuera causa de la otra.
08/02/23 9:57 PM
  
El divorcio me repugna
Vladimir:

En multitud de ocasiones un matrimonio nulo es causa de conflictividad posterior. Y es lógico que, ante esta situación, muchos cónyuges se pregunten si de entrada el matrimonio sería ya nulo. A veces, dada la problemática convivencia, un cónyuge se percata de que fue engañado o de que la otra persona es incapaz de asumir sus obligaciones conyugales.

En mi caso, a los pocos meses de convivencia yo me di cuenta de que mi esposa era incapaz de actuar de una manera medianamente normal y llegué al convencimiento moral y en conciencia de que el matrimonio era nulo. Pero jamás, jamás, actúe, ni siquiera de pensamiento, como si yo no estuviera casado ni nunca menosprecié el vínculo. Sabía y sé que la Iglesia suple las posibles deficiencias en el consentimiento y en otros aspectos y luché lo indecible para conseguir la armonía familiar.

Soporté durante años insultos, desprecios, ninguneos, malos tratos psicológicos e incluso a veces físicos. Finalmente, un día ella se divorció de mí de la peor manera y luego interpuso la demanda de nulidad eclesiástica. Intentó engañar al tribunal y mintió descaradamente, como también mintieron sus familiares, pero es imposible engañar a Dios y muy difícil engañar a su Iglesia y a los tribunales de su Iglesia y sus mentiras para nada le sirvieron. El peritaje psicológico de ambos fue contundente y el defensor del vínculo puso de manifiesto las mentiras de los "testigos".

Es verdad que muy probablemente todo esto no hubiera sucedido si no hubiera habido problemas en la convivencia. Pero también es cierto que dichos problemas vinieron causados fundamentalmente por las graves deficiencias psicopáticas que mi esposa tenía ya desde la adolescencia y que yo no pude o no supe detectar a tiempo. De hecho, ella, una católica supuestamente devota, no quiso ni intentó siquiera sanar el matrimonio y ha violado en todo momento los derechos de mi hija y míos, habiendo destrozado la vida de ambos, sobre todo la de mi hija, que es adolescente y carece de la madurez y de los mecanismos de defensa que yo sí poseo.

Es muy triste todo esto y le aseguro que aquí no estoy hablando de una situación en que uno se canse de su esposa e intente buscarse otra mejor.

Creo que es muy importante el vivir de acuerdo con la Verdad, especialmente para aquellos que creemos en el Dios que se autodefinió como Camino, VERDAD y Vida. Y cuando no ha habido matrimonio, pues no ha habido matrimonio. Triste, pero cierto.

09/02/23 2:14 AM
  
El divorcio me repugna
Marta de Jesús:

No sabe cuánto agradezco sus oraciones. Este ofrecimiento me ha tocado el corazón. Yo también voy a rezar por usted. No la conozco, pero somos hermanos en Cristo. Muchas gracias.
09/02/23 2:17 AM

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5.02.23

Las Dras. Laura y María Lara analizan su libro Mentiras de la Historia de España

La Dra. Laura Lara Martínez, Profesora de Historia Contemporánea UDIMA y la Dra. María Lara Martínez, profesora de Historia Moderna UDIMA. Las hermanas Lara son historiadoras del programa “Todo es mentira” con su sección “Vamos a contar verdades", en Cuatro. Comunicadoras de la Historia en prensa, radio y televisión. Embajadoras de la Marca Ejército Historiadoras miembros del Servicio Histórico y Cultural del Ejército del Aire y del Espacio Escritoras, Premio Algaba. Primer Premio Nacional de Fin de Carrera en Historia del Gobierno de España. Acaba de publicarse la segunda edición de su libro Mentiras de la Historia de España. A veces las cosas no son como nos las han contado", en Espasa (Grupo Planeta).

¿Qué supone volver a escribir un nuevo libro junto con su hermana?

Una nueva misión pues nuestro objetivo es narrar la Historia de manera científica y rigurosa, y a la vez con amenidad y entusiasmo. Investigar supone descubrir legajos, recibir declaraciones (aunque en nuestro caso los personajes son de hace centurias), cotejar testimonios, seguir las huellas en los objetos, etc. Ser historiadoras para nosotras supone ser guardias, policías, detectives y espías. No porque el historiador enjuicie la época pretérita, tampoco los cuerpos de seguridad o los profesionales del análisis criminológico cuestionan el presente. El detective ejerce como investigador para resolver crímenes. Es un policía particular que desarrolla investigaciones reservadas y que a veces interviene en los procesos judiciales. El espía, con secreto y disimulo, observa y escucha lo que pasa, en ocasiones está al servicio de un Estado para realizar averiguaciones, generalmente, de carácter militar. El guardia o el policía (con sus diferentes variantes nacionales) es el instituto encargado de velar por el mantenimiento del orden público y la seguridad de los ciudadanos. Historiadores, detectives, guardias y policías estamos llamados a investigar, a redactar declaraciones, a desactivar el complot, a tomar medidas para atajar los bulos y a proteger la verdad.

¿Por qué un libro sobre las mentiras de la historia de España?

Porque la búsqueda de la verdad es la razón de ser de la Historia. Porque España desarrolló la primera globalización, abarcó al máximo, y eso siempre crea recelos, lamentablemente, el triunfar tiene un precio para las personas y el ser primera potencia para los Estados. Y porque “a veces las cosas no son como nos las han contado”. Ese es el subtítulo del libro.

¿Qué es lo que añade de nuevo con relación a otros que se han escrito al respecto?

Intentamos incluir voces silenciadas de la Historia, bien porque han estado en el exilio, o porque por su género o su edad no se han tenido en cuenta. Es el caso de las mujeres y los niño. Iniciamos la obra con un capítulo titulado “Cuando nadie escribía, pintaban las damas”. Y nos planteamos qué papel desempeñaron mujeres y niños antes de la invención de la escritura.

El tema del liderazgo está de moda pero también hay que rastrearlo en el pasado porque podemos encontrar sorpresas. ¿Y si después de milenios de patriarcado, en que se ha repetido que las decisiones las tomaban los varones, nos encontramos con que el matriarcado no se registró solo en la parte septentrional de España y que hubo mujeres dirigentes en las civilizaciones antiguas? Es más, si vamos atrás en la cronología y viajamos a la Prehistoria, nos percatamos de que los primeros seres artísticos pudieron ser mujeres y niños, no hombres, como generalmente se había creído.

Además de la plasmación gráfica de animales, en las cuevas hay numerosas manos, por ejemplo en las grutas de El Castillo, Altamira y Atapuerca en España, Pech-Merlé y Brissac en Francia, en África, en Argentina, en Australia, en Borneo, etc. En todos los continentes hay manos impresas en las rocas, los artistas apoyaban la palma contra la pared de la cueva y soplaban sobre ella el pigmento. Tal vez las pinturas fueran ejecutadas en festivales religiosos donde participaba todo el grupo. O quizás fueran dibujos solitarios. ¿Marcaban las manos la posesión del espacio? ¿Podían todos los miembros dejar su recuerdo? ¿Estos grafismos serían comparables a selfies?

Algunas figuras de animales estampadas en las cuevas del sur de Francia, vistas a la luz de las antorchas, parecen moverse como si estuvieran animadas. Estableciendo el paralelo etnográfico, estas técnicas artísticas se han mantenido vigentes desde el Pleistoceno al Holoceno. En Chongoni (Malawi) los Chewa pintaron sobre las rocas con técnicas tradicionales hasta bien entrado el siglo XX. De este modo, han dejado uno de los vestigios más feministas del arte primitivo.

En 1998 John T. Manning, biólogo evolutivo de la universidad galesa de Swansea, y su equipo aportaron datos sobre el efecto que tiene la exposición del feto a hormonas sexuales durante la gestación. El estudio demostró que existe una relación en la medida de los dedos de la mano, que difiere entre hombres y mujeres. Si aplicamos esta investigación a la Historia, a partir del canon podemos averiguar si las manos estampadas en las cuevas pertenecen a hombres o a mujeres.

Del mismo modo, en el libro Mentiras de la Historia de España, reflexionamos sobre el papel que “las damas” tuvieron en la sociedad ibera. En el Cerro del Santuario se halló la Dama de Baza (conservada en el Museo Arqueológico Nacional), estatua de una mujer sentada en una butaca con alas. Porta una paloma en la mano y, en su interior, se introdujeron las cenizas. A pesar de que las armas llevaron a pensar que se trataba de un guerrero, análisis posteriores apuntaron que, posiblemente, con tal monumento se quiso prolongar el recuerdo de una joven de entre 20 y 25 años que ejerció el liderazgo en el siglo IV a.C.

¿Por qué está surgiendo desde varios puntos un movimiento más fuerte que nunca en defensa de nuestra historia y contra la leyenda negra?

Porque resulta injusto que se culpe a España de todos los males históricos con falsedades y exageraciones. El concepto de Leyenda Negra alude especialmente alambiente creado por los fantásticos relatos que acerca de nuestra patria han visto la luz pública en casi todos los países; las descripciones grotescas que se han hecho siempre con el carácter de los españoles como individuos y como colectividad; la negación o, por lo menos, la ignorancia sistemática de cuanto nos es favorable y honroso en las diversas manifestaciones de la cultura y del arte; las acusaciones que en todo tiempo se han lanzado contra España, fundándose para ello en hechos exagerados, mal interpretados o falsos en su totalidad, y, finalmente, la afirmación contenida en libros al parecer respetables y verídicos y muchas veces reproducida, comentada y ampliada en la prensa extranjera, de que nuestra patria constituye, desde el punto de vista de la tolerancia, de la cultura y del progreso político, una excepción lamentable dentro del grupo de las naciones europeas”. Estas palabras son de Julián Juderías (intelectual que falleció a raíz de la gripe de 1918, mal llamada española, de la que hablamos también en el libro).

Por tanto, esta categoría engloba las supuestas manipulaciones, exageraciones o falsificaciones de los procesos históricos que han acabado adjudicando, individual y colectivamente, a España, más que a otras naciones, atributos de crueldad, intolerancia, codicia, tiranía o afición por los espectáculos bárbaros.

La cita referida pertenece al libro de Juderías La Leyenda Negra. Estudios acerca del concepto de España en el extranjero, publicado en 1914 y reeditado poco antes de su muerte. Estaba seguro de que los catalizadores de la calumnia habían sido la Reforma y la imprenta, el primer movimiento adrede, pues Lutero ya atribuyó a los españoles vicios como la falsedad, el orgullo y la lujuria.

No obstante, Juderías no fue el primero en usar el vocablo, parece que Emilia Pardo Bazán ya lo empleó en 1899. Con el reciente Desastre del 98, la aristócrata y escritora gallega denostaba la prensa amarilla y, cuando defendía a España de las críticas del siglo XVI, parecía estar pensando en la guerra de Cuba entre nuestro país y Estados Unidos: “la leyenda negra falsea nuestro carácter, ignora nuestra filosofía y reemplaza nuestra historia contemporánea con una novela”.

Pero tempranamente, en el Siglo de Oro, los clásicos de nuestras letras fueron conscientes de que la envidia a la expansión de España estaba causando relatos plagados de mentiras. Lope de Vega, en La Dragontea (1598), se encolerizaba al ver qué poco reconocida estaba España entre sus propios hijos:

¡Oh patria! Cuántos hechos, cuántos nombres, cuántos sucesos y victorias grandes… Pues que tienes quien haga y quien te obliga, ¿por qué te falta, España, quien lo diga?”.

Del mismo modo, en el opúsculo España defendida (1609), Francisco de Quevedo asume la misión de limpiar el país de las calumnias de “noveleros” y “sediciosos”:

Cansado de ver el sufrimiento de España, con que ha dejado pasar sin castigo tantas calumnias de extranjeros, quizá despreciándolas generosamente, y viendo que desvergonzados nuestros enemigos, lo que perdonamos modestos juzgan que lo concedemos convencidos y mudos, me he atrevido a responder por mi patria y por mis tiempos”.

¿Hasta que punto el libro se centra más en datos curiosos y hasta simpáticos?

Los lectores pueden encontrar en Mentiras de la Historia de España muchas historias desconocidas como el interés de la imaginera barroca Luisa Roldán de presentar a un rey mago como si fuera de Tartessos, efigie que se encuentra en el Museo Nacional de Escultura de Valladolid, o el relato de que ninguno de los hijos de Carlos IV era suyo, lo cual no es una hipótesis que haya surgido posteriormente, sino que fue la última confesión que María Luisa de Parma hizo a Fray Juan de Almaraz antes de morir en Roma el 2 de enero de 1819. El religioso cumplió el encargo y, como castigo, se pasó el resto de sus días encerrado en Peñíscola. Tampoco es cierto que las hijas del Cid se llamaran Elvira y Sol, como pregonó el romancero, ni que Carlos II estuviera hechizado. Y también hay mentiras en la Segunda República, que no fue una Arcadia feliz, a pesar de que hubiera avances en el ámbito educativo, y en el franquismo, como la estafa de la filekina que un austriaco le hizo a Franco o la duda sobre el baño de Fraga en Palomares, tras el accidente nuclear del 17 de enero de 1966.

¿Cuáles serían a su juicio las mentiras más graves sobre nuestra historia?

Entre los investigadores y la opinión pública no hay acuerdo sobre las causas del colapso poblacional en América. Unos lo atribuyen al genocidio, otros a la introducción de nuevas enfermedades y un tercer sector a la combinación de ambas causas. Sin embargo, es falso que España quisiera practicar un genocidio en las Indias después de 1492, no buscó el exterminio de los nativos en ningún momento, otra cosa es que los métodos de la conquista fueron injustos, aunque toda ocupación a lo largo de la Historia haya supuesto de alguna manera imponer un modelo sobre el preexistente.

Tampoco es cierto que España fuera responsable de la voladura del Maine en 1898. Las caricaturas de la guerra hispano-cubana propagaron que Don Quijote había sido derrotado por el Tío Sam, pero fue una campaña publicística organizada contra España. Los magnates de la prensa William Randolph Hearst y Joseph Pulitzer inventaron titulares para acrecentar la hispanofobia.

Hay muchas mentiras que han hecho un daño considerable a España. La gripe de 1918 no surgió en nuestra nación, el paciente cero fue el cocinero Albert Gitchell, cuando acudió a la enfermería saltó la alarma, pero no en Madrid ni en Barcelona ni en Sevilla ni en Valencia, son en el campamento de Funston (en Kansas) el 5 marzo de 1918. Se especula si el brote partió de Shanxi (China) en 1917, o en el puerto francés de Brest.

En el transcurso de la Primera Guerra Mundial, España era neutral y por la transparencia informativa en los periódicos de nuestro país se daban detalles de la gripe. Injustamente, por el afán de decir la verdad en España mientras que en los Imperios centrales y en el bando de los aliados se camuflaban datos para no bajar la moral de las tropas, la pandemia de 1918 fue apodada “the Spanish Lady”. A nivel planetario, de los 1.800 millones de habitantes que entonces tenía el planeta, enfermaron más de la mitad. En la Tierra la gripe mató al menos a 50 millones de personas, una cantidad que triplicaba el número de quienes fenecieron en la Primera Guerra Mundial. La esperanza de vida se reduciría 12 años en Estados Unidos. En España morirían 250.000 personas.

Los españoles hemos hecho siempre gala de resignación y de buen humor y, en la Península Ibérica, la gripe de 1918 fue bautizada como el “soldado de Nápoles”. Ésta era la pieza principal de La canción del olvido, una zarzuela del maestro Serrano sobre princesas y capitanes, disfraces y citas a ciegas que triunfaba en los escenarios madrileños: “La gloria romántica me lleva a la muerte”. Le pusieron el apodo porque la tonada era pegadiza y, tristemente, la enfermedad, muy contagiosa.

Desde la dimensión moral, en el siglo XXI se han tratado de fijar unos límites ante las enfermedades del planeta. Para no estigmatizar, en 2015 la OMS estableció que ninguna enfermedad fuera llamada como una persona, un animal o un país, lo vemos ahora con la pandemia de coronavirus.

¿Cuál es la mejor manera de refutar estas mentiras? ¿Con qué fuentes fiables contamos?

La investigación es diferente en cuanto a plazos y medios técnicos en un cuartel que en un escritorio histórico, pero en definitiva existe una metodología común: hay que reunir pruebas, hay que analizar las evidencias, hay que contrastar las fuentes, hay que escuchar con atención incluso el silencio, hay que leer entre líneas en la página aunque se encuentre casi en blanco, hay que presuponer la inocencia mientras no se demuestre lo contrario, y… si se encuentra la mentira, hay que actuar, ¿cómo? Desarticulando los errores, y eso solo es posible mediante más horas de estudio, buscando a los personajes como confidentes y desarrollando una labor de comunicación que dé a conocer la verdad a la sociedad.

Por Javier Navascués

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4.02.23

Leonardo Brown analiza en profundidad el libro México, el país de los altares ensangrentados

Leonardo Brown González, nacido en Ciudad de México en 1999, es licenciado en Derecho por la Universidad Panamericana, campus México, Abogado y profesor en las materias de Historia e Historia del Derecho. Autor de diversos libros y artículos, con énfasis en temáticas como la historia de la Monarquía Hispánica, la filosofía escolástica y su relación con la economía, la Doctrina Social de la Iglesia, la historia de las ideas, la teología y la sociología.

¿Por qué México, el país de los altares ensangrentados es un libro fundamental para conocer la Historia de México?

El libro al que aludimos, titulado México, el país de los altares ensangrentados (en inglés, Blood-Drenched Altars: a Catholic Commentary on the History of Mexico), fue escrito por Mons. Francis Clement Kelly (1870-1948), obispo de Oklahoma, en 1935. Esta es una obra de fundamental importancia para el conocimiento de la verdad histórica de México, así como una fuente historiográfica directa de los eventos de la Revolución Mexicana y la persecución anticlerical en la década de los 20s y los 30s en este país. En este libro, el autor ofrece una versión de la Iglesia sobre la historia mexicana, principalmente para convencer al público norteamericano de la barbarie anticlerical perpetrada por líderes como Venustiano Carranza, Álvaro Obregón o Plutarco Elías Calles.

Esta es una obra que presenta un voluminoso aparato crítico fundamentado en fuentes historiográficas tradicionales de la historia de México, tanto para la justa valoración de la Conquista y el Virreinato, como para el estudio de la Revolución en el siglo XIX y XX mexicano. El autor finaliza, con todo ello, ofreciendo reflexiones sobre el contexto político de México, denunciando los terribles males que aquejaban a la población católica del país. El libro es innovador en su género, pues se ocupa de efectuar una revisión histórica de la mano de fuentes clásicas, para mostrar, de manera objetiva, que «la Iglesia no podrá desaparecer jamás de México, así como no puede una madre borrarse de la vida de su hijo».

Además de ser una obra capital en el análisis de las fuentes historiográficas, el autor no teme en afirmar su franqueza al tratar temas concernientes a la Mano Invisible de la Masonería, «la que —afirma— tiene mucha parte, y nada honrosa, por cierto, en la tragedia mexicana». Mons. Francis Clement Kelley fue un testigo directo de los episodios sanguinarios de la Revolución en México; primero como receptor de testimonios juramentados en los que escuchó declaraciones de mexicanos en el exilio, luego como espectador de las ruinas que la barbarie revolucionaria había dejado a lo largo y ancho de este país en la época del tlatoani Obregón. Lo anterior le lleva a sostener en la obra citada:

Nadie escribió contra los revolucionarios de Carranza y Obregón tan duramente como yo. Nadie censuró más su brutalidad. A ningún americano odiaron ellos tanto como a mí. Ningún ciudadano de los Estados Unidos atrajo sobre su cabeza una mayor dosis de mala voluntad de parte del Presidente Wilson y su Secretario de Estado, que yo, por la culpa que públicamente les atribuí por el derramamiento de sangre en México. No me retracto ahora de una sola palabra de las que entonces dije o escribí. Pero hoy tengo ante mí el cuadro completo, y no puedo menos de advertir con toda claridad, en cada caudillo revolucionario mexicano que tiene éxito, el temor al resultado de la pérdida de la influencia religiosa sobre la vida del pueblo mexicano. Todos ellos gritaban maldiciones y robaban sin escrúpulos, pero cuando ya se sentían a salvo en el poder, aunque no lo estuviesen, como lo probaron después los hechos, todos ellos lanzaron miradas añorantes hacia el Cristo ensangrentado, como pidiéndole, pese a sus pecados, que no abandonara a su país ni los abandonase a ellos a merced de las fuerzas malignas con que habían estado jugando.

Toda esta situación evidenciaba una contradicción patente en la vida institucional de México: la totalidad del pueblo mexicano, siendo abrumadoramente católica, expresaba un cariño y una devoción especial por la fe de sus ancestros, pero su gobierno se empecinaba en efectuar toda serie de atropellos en contra de la Iglesia. Mons. Como ilustración de lo anterior, el obispo norteamericano reflexionaba:

El poder temido había obrado. Yo había visto el amor del pueblo para su Fe y sus pastores. Aun había yo participado de ese amor. Había yo hablado con personas que sabía que tenían gran influencia sobre el Presidente. No era el pueblo. No era la gente seglar educada. No era el Presidente. Lo que yo había visto y sentido era sólo una mínima parte del misterio. ¡Ay de cualquier Presidente de México que no piense y obre como lo exige la Fuerza Misteriosa!

¿A qué Fuerza Misteriosa se refería nuestro autor?

…A ninguna otra que a la secta iluminada de Weishaupt: la masonería. Para Mons. Clement Kelley, la masonería llegó a México después de realizar un complejo el recorrido histórico desde 1707, llevando la Revolución a distintas fases: la de los intelectuales, la de los burgueses, la de los liberales, y la de los radicales. La fase de los intelectuales, en la época de Rousseau, Voltaire y Federico el Grande, que después dejaron la antorcha en manos de una clase media mercantil y profesional, de la cual florecieron los Couthon, los Robespierre, y los Sieyès; después los iluminados, que pretendieron desvincularse del pasado violento de la Revolución, asumiendo un carácter liberal (ganando para su causa a príncipes como José II de Austria y Maximiliano de Hasburgo). Por último, los radicales, que destronaron a los liberales y tomaron pleno dominio de la Revolución Mundial, hasta llegar a materializarse en agentes históricos como los Calles, los Morones, y la Tercera Internacional.

¿Por qué podemos afirmar que los 300 años de monarquía católica (1521-1821) crearon un virreinato próspero y pacífico?

Una de las características fundamentales del periodo virreinal de la Nueva España, en prácticamente los tres siglos de duración, fue la paz que se vivió en sus reinos. Y no una paz fruto del miedo, sino del contento. La Monarquía Hispánica nunca tuvo la necesidad de contar con un cuerpo militar permanente que hiciera las veces de policía —creación moderna instalada por la Revolución— en el territorio novohispano. La paz existía por la felicidad misma de los habitantes. Era la misma población indiana la que lideraba las tareas de pacificación necesarias, frente a revueltas, piratas o bandidos, etc., por medio de figuras jurídicas como la de la hueste, nacida en el proceso de la Reconquista y trasladada a las Indias. Pensemos, por ejemplo, que en más de dos siglos únicamente existió como tropa permanente de la Nueva España una pequeña escolta de alabarderos del Virrey y un par de compañías de palacio, según relata Lucas Alamán.

Lo anterior no era exclusivo de los peninsulares y criollos nacidos en Indias, sino que la paz se vivió especialmente entre los indios. Pensemos en el estado de guerra constante que habían experimentado distintas culturas (las famosas guerras floridas entre mexicas y tlaxcaltecas), que vino a ser sustituido por un sistema político claramente orientado hacia la salvaguarda y la evangelización de los pueblos indígenas, en protección de su libertad, sus lenguas y costumbres. Todo ello se observa desde el testamento de Isabel la Católica (1504), las Leyes de Burgos (1512), las Nuevas Leyes (1542), la Recopilación de las Leyes de Indias (1680), o incluso, la tardía Novísima Recopilación de las Leyes de Indias (1805).

El pasado hispánico ha tendido a menospreciarse bajo criterios economicistas, sin que se haga justicia de ninguna forma a la gigante obra civilizadora que emprendió la Monarquía. En palabras de Mons. Clement Kelley, «según todos los dictados del dios del egoísmo y la codicia, España hizo un papel ridículo en el Nuevo Mundo. Juzgándolo según las normas generalmente aceptadas ahora, bien podría llamarse al Nuevo Mundo “el disparate de España”. Pero tres siglos de gobierno español en América, vindican la táctica que adoptó, a lo menos a los ojos del justo. Prometió catequizar, conservar y elevar a los aborígenes, y se esforzó bravamente por realizar su promesa mientras tuvo ese deber. Lo que ocurrió después no fue hechura de España».

La prosperidad de la época virreinal puede juzgarse por los testimonios escritos que la describen, en textos redactados por funcionarios o clérigos, como Francisco Cervantes de Salazar, indios que tuvieron acceso a la educación, bajo la tutela de personajes como fray Bernardino de Sahagún, Motolinia o el Tata Vasco, o bien conquistadores que dejaron sus memorias para la posteridad, como el caso de las Relaciones de Cortés, la obra de Bernal Díaz del Castillo, entre muchos otros más. Los extranjeros admiraban maravillados las riquezas de los dominios indianos, como relató el pirata inglés Thomas Gage, que escribió sus relaciones con el propósito de invadir las Indias (fuente de inspiración para la invasión de Cromwell a Jamaica en 1655), o el botanista Alexander von Humboldt, quien describió a la ciencia novohispana como la más avanzada del mundo, destacando especialmente en medicina.

Puede verse en el presente que la mayor parte de las poblaciones elegidas como centros turísticos de México se remontan a aquellas de origen virreinal, mal llamado colonial, por la belleza de su arquitectura, de su arte, entre otras cosas; realmente ha sido poco lo que doscientos años de independencia han dejado a este país. La Reforma y la Revolución se tomaron por principal tarea robar y destruir, bajo el tímido pretexto de la desamortización —eufemismo del saqueo—, todo aquello levantado por la Iglesia y la hispanidad en siglos anteriores. Pero ni siquiera todos los templos, conventos, retablos y obras artísticas destruidas por el liberalismo han podido eliminar el legado del Virreinato.

Por supuesto que no todo fue luz y belleza. El Virreinato no estuvo exento de críticas y abusos, lógicamente, como sucede con cualquier obra humana. Sin embargo, puede afirmarse sin temor a equivocación, que la Monarquía Hispánica nunca dejó de realizar grandes esfuerzos en corregirlos. Por ello es que debemos tener clara la distinción entre el uso y el abuso, entre la legalidad y la ilegalidad. Dos fórmulas escolásticas definen toda la cuestión: abusus non tollit usus, y abusus non est usus, sed corruptela; el abuso no elimina al uso, y el abuso no es el uso, sino su corrupción. La estabilidad de las instituciones es lo que permite afirmar a Mons. Clement Kelley, que «el hecho más elocuente en favor de España con referencia a México, es que en tres siglos de su gobierno, no se hizo necesario el empleo de la fuerza para mantenerlo».

La estabilidad del Virreinato de la Nueva España jamás se vio seriamente amenazada, aún considerando la convulsa segunda mitad del siglo XVIII. La debilidad de este sistema no vino desde Indias, sino desde la Península: primero con el despótico gobierno de los Borbones ilustrados, que llevaron a la expulsión de los jesuitas y a la extractiva política de los Vales Reales, después con la usurpación bonapartista acaecida después de 1808, que finalizó con la promulgación de la Constitución de Cádiz en 1812 y en 1821 y la instalación de un régimen liberal. La Revolución por la independencia que se originó en Nueva España no surgió por un rechazo de la figura del Rey o de la Monarquía, sino por la crisis de derecho público que originó Napoleón, así como por la usurpación de funciones que asumió una minoría liberal que tomó control de las Cortes, esforzada en instalar la Revolución en todo el orbe hispánico.

¿Cuál fue el papel de la masonería en la Revolución de la independencia en la Nueva España?

Las primeras instigaciones de la masonería sobre el territorio novohispano se remontan al siglo XVIII, en el llamado Siglo de las Luces. Los primeros esfuerzos emancipadores fueron auspiciados por la masonería de rito escocés, proveniente de Francia, que vio la invasión napoleónica como la oportunidad para desintegrar a la Monarquía Hispánica. Antes de esta época, las células masónicas habían sido escasas, ocultas, principalmente por el temor que inspiraba la Santa Inquisición, tribunal que no descansarían en destruir en todas partes. Las censuras de Clemente XII en 1738 y de Benedicto XIV en 1751 (aún vigentes), que sancionan la pertenencia a la masonería con la pena de excomunión latae sententiae e ipso facto, no eran impedimento para estos conspiradores, quienes se proponían la caída de la Monarquía y de la Iglesia, para lograr el triunfo de la razón y la liberalización de las conciencias.

Siendo la Iglesia amada por prácticamente la totalidad de la población novohispana, masones y revolucionarios tuvieron claro que el levantamiento popular no podría originarse atacando frontalmente al catolicismo. Por ello es por lo que se valieron del uso de la imagen de Nuestra Señora de Guadalupe, así como de la construcción del mito del esplendor azteca, para buscar la emancipación de México respecto del yugo peninsular, como elaboraron fantasiosamente pensadores de la época como José María Luis Mora, Fray Servando Teresa de Mier o Carlos María de Bustamante. Se habló de la prosperidad y de la ilustración de los antiguos mexicanos, que vino a ser destruida por la Conquista y por los españoles, en trescientos años de cadenas y de opresión, llegando, inclusive al exceso de afirmar que los indígenas habían sido evangelizados previo a la llegada de los españoles por el Apóstol Tomás, como mito criollista. Una pequeña minoría pretendía llevar a cabo sus proyectos revolucionarios, elaborados en un escritorio, en desprecio de las tradiciones de siglos de un pueblo próspero. El único medio para lograrlo era incitar al descontento y a la violencia.

Sobre la figura del cura Hidalgo, padre de la Revolución independentista, Mons. Francis Clement Kelley abiertamente afirma: «la revuelta de Hidalgo y de sus adeptos que la continuaron en guerrillas, no era deseada por el pueblo; fue un fraude perpetrado contra quienes tomaron parte en ella, una orgía de sangre destructora de todo sentido de justicia, y un mal devastador de todo el país. Y sin embargo, Mora dice que fue “necesaria para la independencia”». Los móviles que guiaron al cura Hidalgo distan mucho de idealismos sobre la libertad de la patria. Un análisis ponderado de su figura muestra su deficiencia como sacerdote, carente de la preparación necesaria para desempeñar su función con la dignidad necesaria, razón por la cual se encontraba bajo la vigilancia del Santo Oficio; en la obra citada se ofrece evidencia para sostener el argumento de que este sacerdote tomó las armas para librarse de ser procesado por este Tribunal Eclesiástico.

En el fondo, la figura de Hidalgo no es otra que la del mal sacerdote, la del sacerdote revolucionario. Con ello, Clement Kelley se pregunta: «"¿acaso no hubo malos sacerdotes en México?” Sí. Los hubo: son esos cuantos a quienes hoy se aclama como santos patriotas; esos pocos que al volverse malos sacerdotes en lo moral, se volvieron “buenos” para la Revolución; esos cuantos que empuñaron el hierro y por el hierro murieron; los pocos que violaron las mismísimas leyes que los habrían conservado dentro de las filas de los buenos; aquellos cuantos que fueron los primeros en traicionar sus más caros ideales de otros tiempos y después, como buenos revolucionarios, traicionaron a su país. Su caso debe reservarse a un juicio superior al del hombre».

Este es el caso tanto de Hidalgo, como de Morelos, Mora, Teresa de Mier, o tantos otros padres de la independencia mexicana, quienes estuvieron dispuestos a ser traidores (sin dejar de lanzar falsas proclamas en nombre de Fernando VII, la Virgen de Guadalupe y la fe católica), pero al poco tiempo se convirtieron, además, en ladrones, salteadores y asesinos: «la revuelta no era sino el resultado de una vida sacerdotal mal empleada, que hallándose ante un justo castigo, se lanzaba tambaleante hacia situaciones desconocidas. […] En algunos puede haber habido algo de buena fe y patriotismo. En ninguno de ellos hubo obediencia a sus votos. Es muy difícil hallar disculpa para cualquiera de ellos».

Por otro lado, el libro muestra que la tan repetida narrativa del combate de los insurgentes contra los españoles, europeos, o gachupines no resiste a ninguna examinación histórica, partiendo de la sola consideración de que la guerra fue librada por población novohispana, siendo escasa la participación de cuerpos expedicionarios de la Península, que se hallaba ocupada en combatir a Napoleón. La fachada consistente en utilizar el nombre de Fernando VII no duró más allá de 1814, año en el que Morelos impulsó el Decreto Constitucional para la libertad de la América Mexicana, llamada la Constitución de Apatzingán del Congreso de Anáhuac, después de advertir la inutilidad de continuar portando esta máscara.

El movimiento independentista fue prácticamente derrotado en su totalidad después de la ejecución de Morelos en 1815. Los únicos esfuerzos que permanecieron se dieron en pequeñas guerrillas, como la mantenida por Vicente Guerrero en la inexpugnabilidad de las montañas, o en expediciones externas, como la del masón Francisco Javier Mina, de origen navarro, que reunió fuerzas en Inglaterra, después de ser exiliado de España tras el retorno de Fernando VII, para invadir la Nueva España junto con su correligionario, el sacerdote fray Servando Teresa de Mier. Aún siendo pequeños los focos que activamente luchaban por la independencia, la idea de la emancipación frente a la Monarquía Hispánica se había instalado en la mentalidad de muchos novohispanos.

El restablecimiento de la Constitución de Cádiz en 1821 tras el golpe del general Riego fue el evento que llevó a Agustín de Iturbide, general realista, a capitalizar el descontento del pueblo y del clero novohispano hacia las medidas radicales de este documento liberal. Con todos sus claroscuros, Iturbide se convirtió en el Libertador de México, con la promulgación y la ejecución del Plan de Iguala, el cual fue financiado por el saqueo de los tesoros traídos por el Galeón de Manila en ese año. Iturbide después fue proclamado Emperador, aunque su reino no duraría mucho tiempo. La acción de agentes revolucionarios y masónicos en su contra, auspiciados por el embajador de los Estados Unidos de América, Joel R. Poinsett, lo llevó a su ruina en menos de un año.

La logia escocesa, instalada décadas antes en la Nueva España, no dejó de sabotear el gobierno de Iturbide, a lo cual se añadió la ineptitud de este gobernante en asumir control efectivo de su Imperio. Rodeado de enemigos, Iturbide no supo imponerse sobre la disidencia; al final del día, concluye Clement Kelley que «los liberales, los republicanos, y los borbonistas (como se llamaba a los monarquistas) eran masones todos (…). Fueron estos y sus amigos con quienes Poinsett tuvo ciertas conversaciones y con los que sin duda llegó a determinados arreglos». Por otro lado, Iturbide no logró materializar decisiones urgentes para el destino de su imperio, así como adoptó medidas desastrosas, como la instalación de la igualdad jurídica liberal, que acabó con cualquier trato preferente hacia los indios, convirtiéndolos, más que en ciudadanos completos, en meros contribuyentes del erario. Este gobernante nada hizo por restaurar a los jesuitas y otorgar concesiones primordiales para la Iglesia; todo el capital español terminó por partir hacia la Península, dejando al país a merced de las depredaciones mercantiles anglosajonas.

Iturbide fue destronado por el Plan de Casa Mata de 1823, el cual se ejecutó por numerosos personajes que meses antes habían sido partidarios suyos, como Antonio López de Santa Anna; tras el triunfo del movimiento, el Emperador fue exiliado, con lo cual terminó por orientarse el México independiente hacia la forma republicana, estructura que adoptó mediante la promulgación de la Constitución Federal de 1824, la cual se inspiraba enormemente en los principios de gobierno establecidos por los Estados Unidos de América, sin que se recogiera la tradición histórica del Virreinato de forma alguna. Iturbide fue ejecutado en 1824 tras volver a México, después de haber sido forzado a salir de Italia y no haber recibido asilo en ninguna otra parte.

Por lo tanto, ¿es sostenible afirmar que la ruina de la Nueva España, así como los desastres ocurridos en el México independiente a partir de 1810 se deben a la obra de la masonería? ¿Qué papel jugaron los Estados Unidos de América en todo ello?

La respuesta es que sí, aunque habremos de ofrecer cierto matiz. La masonería produjo la ruina de la Nueva España, y sumió al México independiente en el desastre, tanto por la instigación del rito escocés de la masonería, pero también por la conspiración venida del Coloso del Norte por el embajador Joel Roberts Poinsett. Poinsett fue el encargado de instalar el rito masón de York en México, para promocionar los intereses de los Estados Unidos de América sobre esta región. Desde el primer momento, la disputa entre ritos, escocés y yorquino, que después adoptaría la nomenclatura de conservadores (escoceses) y de liberales (yorquinos), llevó a la creación de dos facciones que se disputarían el dominio sobre la nación, tal como se había visto entre jacobinos y girondinos en la Revolución Francesa.

Los dos ritos, aun siendo enemigos a muerte, tenían puntos en común. Ambos eran adversos tanto a la posibilidad de un Imperio Católico Mexicano, como a la influencia de la Iglesia en la vida política y social. El rito escocés era de corte aristocrático, más cercano al conservadurismo, con personajes como Nicolás Bravo, Anastasio Bustamante, Antonio López de Santa Anna o Lucas Alamán; el rito yorquino era republicano, popular, liderado por personajes como Lorenzo de Zavala, Miguel Ramos Arizpe y José María Alpuche, ayudantes de Poinsett. Triunfo compartido de ambos fue la caída y la ejecución de Iturbide, así como la promulgación de la Constitución de 1824. Sin embargo, el partido yorquino continuó acrecentando su influencia, hasta obtener una victoria contundente en la expulsión de todos los españoles1en 1829, después de imputar un complot por restaurar la Monarquía a los escoceses. El rito escocés guardaba, cuando menos, ciertas formalidades y apariencias de respetabilidad y de tradicionalismo, lo cual le valió el odio exacerbado de los yorquinos.

El primer ataque frontal del México independiente hacia la Iglesia vino del yorquino Valentín Gómez Farías, quien conspiró, junto con Lorenzo de Zavala, por la independencia de Tejas en favor de los Estados Unidos de América. Todo ello desde la sede masónica de Nueva Orléans, auspiciados por los estados esclavistas del sur de la Unión Americana. En el gobierno de Gómez Farías, se estableció que la autoridad civil designaría a los curas de las parroquias, se acabó con los diezmos, se anularon los juramentos sobre votos religiosos, así como se comenzó el proceso de secularización de la tarea educativa. Este presidente impulsó, asimismo, la desamortización de los bienes eclesiásticos (instituciones de caridad y de enseñanza), clausurando la Real y Pontificia Universidad de México. Todo ello inspiraría a José María Luis Mora, quien después transmitiría este ideario a Benito Juárez y a Sebastián Lerdo de Tejada, sine excluir a Antonio López de Santa Anna, quien fuera el traidor más grande de la historia de México, que nunca dejó de tener en la mira los bienes de la Iglesia para darlos en garantía ante risibles préstamos.

Nuestro autor señala, con respecto a las décadas subsiguientes, «con una revolución tras otra, unos presidentes a quienes se arroja del poder y otros a quienes se arroja al poder, unas constituciones que se derogan y otras que se promulgan; ejecuciones en masa, bandidos que se dan de alta y otros que vuelven a sus madrigueras, toda la historia de México, desde 1810 hasta 1876, cuando Díaz se hizo Presidente, es una confusión de fogonazos. En el centro mismo de todo, perpleja, maleficiada y traicionada, alzábase la Iglesia tratando de salvar la civilización en el infortunado país, solo con la conciencia de su misión y su amor para la indefensa mayoría».

En efecto, en un estado constante de guerras, tanto civiles como con el exterior, como el caso de la guerra de Tejas en 1836, la invasión francesa de 1838 y la norteamericana de 1846 a 1848, el México independiente experimentó cruentos episodios en la disputa por el poder entre facciones masónicas. No se equivocaba Joel R. Poinsett cuando decía en sus Notes on Mexico, «bajo gobiernos fuertes se dedican al crimen; bajo gobiernos débiles, a la revolución».

Con la expulsión de los españoles en 1829, el México republicano se quedó sin fuentes líquidas para saquear, con lo cual puso la mira en el patrimonio histórico de la Iglesia, destinado al amparo de los más pobres y a la labor educativa. Los gobiernos de turno se dedicaron a destruir la obra civilizadora de la Iglesia de tres siglos de la época virreinal, utilizando como argumento la distorsión de la figura del Regio Patronato Indiano, con lo cual pretendían convertir a las parroquias en unidades administrativas y a los clérigos en funcionarios del Estado. Fue gracias a ello que surgió la ideal del matrimonio civil, como contrato, así como de la educación laica, separada de las instituciones de caridad católicas.

Todo ello condujo a un estado inadmisible por parte del grueso de la población mexicana, contra la cual arremetió nuevamente el gobierno masónico de Comonfort y Juárez en 1856 y 1857, año de promulgación de una nueva constitución que subordinaba a la Iglesia a los caprichos del gobierno en turno. Esto produjo una nueva guerra civil, en la que el general Félix Zuloaga, al mando de los conservadores, derrotó prácticamente a los liberales de Juárez, dejándolos reducidos al puerto de Veracruz (Guerra de Reforma, 1858-1861). La diferencia entre Zuloaga y Juárez fue que el primero no aceptó dar concesiones territoriales a los Estados Unidos de América a cambio del reconocimiento de su gobierno, mientras que el patriotísimo Juárez hizo todo en su poder, incluida la entrega del Istmo de Tehuantepec y nuevas franjas territoriales (Tratado Mclane-Ocampo, que, para fortuna de México, no se aprobó por el Senado de E.E.U.U.), con tal de obtener armas y el espaldarazo de los norteamericanos.

La persecución en contra de la Iglesia continuó en el gobierno extranjero del masón escocés Maximiliano de Habsburgo (1861-1864), aunque atenuada. La duración efímera del Segundo Imperio Mexicano también se dio gracias a la presión de los Estados Unidos de América, los cuales en ningún momento dejaron de apoyar al bando juarista, tarea que asumieron con plenitud una vez finalizada la Guerra Civil Americana. El anticlericalismo se radicalizaría con el retorno de Benito Juárez al poder, y con su sucesor, Sebastián Lerdo de Tejada, quienes impulsaron las Leyes de Reforma, por las cuales confiscaron todos los bienes de corporaciones comunitarias y se repartieron las tierras indígenas utilizadas para su sustento desde el Virreinato, con lo cual se formaron los grandes latifundios que tanto denunciaría la Revolución al inicio del siglo XX.

Pocos años después, Porfirio Díaz iniciaría su propia revolución, lanzando proclamas en contra de la reelección de estos personajes (1876). Irónicamente, Díaz se convirtió en un monarca de facto, que proporcionó décadas de respiro con estabilidad política para todas las facciones del país; para la Iglesia, su gobierno no significó que se retiraran las leyes anticlericales, pero sí que se relajara su aplicación, por lo que pudo reedificarse modestamente. Los líderes revolucionarios, después de la caída de Díaz, no dejarían de insistir en la supuesta colaboración entre el clero y el porfirismo, con lo cual justificarían todo tipo de atropellos.

La situación se mantuvo en relativa calma hasta el estallido de la Revolución (1910) por el ingenuo espiritista y francmasón Francisco I. Madero, víctima de su propia credulidad. Tras su asesinato en 1913, no tardaron en aparecer oportunistas como Venustiano Carranza y el bandolero Francisco Villa, que disputaron por el poder y por el reconocimiento oficial de los Estados Unidos de América. Carranza terminó siendo el candidato del presidente americano, Woodrow Wilson, así como se convirtió en líder efectivo de la Revolución como su Primer Jefe. De su facción revolucionaria y de un congreso repleto de diputados masones nacería la Anticonstitución de 1917 (vigente hoy en día), impuesta antidemocráticamente sobre la abrumadora mayoría católica de la población mexicana.2

Carranza no tardó en ser asesinado (1919), traicionado por sus mismos camaradas revolucionarios, movidos por el deseo de escalar a la cumbre del poder, buscando tomar las riendas del país. Posteriormente, el general Obregón asumiría el mando como líder de la Revolución, hasta el momento de su asesinato por José de León Toral, mártir cristero autor de este tiranicidio. El vacío dejado por Obregón dejó a Plutarco Elías Calles como único hombre fuerte, convirtiéndose en Jefe de la Revolución; con ello, Calles detonaría una nueva persecución en contra de la Iglesia, mediante la reglamentación y la aplicación de los preceptos previstos en la Constitución de 1917 y el Código Penal Federal.

Estos años verían la formación de la Acción Católica de la Juventud Mexicana y de la Liga Nacional para la Defensa de la Libertad Religiosa, con personajes tan honrosos como el francés Bernardo Bergöend, S.J., el Beato Anacleto González Flores, abogado mártir, San José Sánchez del Río, pequeño mártir asesinado por las fuerzas callistas, Santo Toribio Romo o Miguel Agustín Pro, S.J., sacerdotes mártires, entre tantos otros mexicanos que dieron la vida por su fe. Mons. Clement Kelley escribiría la obra que hemos venido citando en estos años, con el propósito de ilustrar la situación real del México revolucionario ante sus connacionales americanos; desde su punto de vista, el anticlericalismo de personajes como Carranza, Obregón, Calles, se debía más a la influencia de La Mano Invisible que a una convicción propia.

La Guerra Cristera inició en 1926, y se prolongó hasta la siguiente década, aún con los llamados Arreglos de 1929, gestionados por el embajador Dwight Morrow, sucesor ideológico de Poinsett. Es de notar que la Iglesia estableció como condición para estos Arreglos que se concediera amnistía a todo aquel levantado que quisiera rendirse, así como que el gobierno devolviera todos los bienes de los que se había apoderado, tanto del clero como de la población civil. El gobierno aceptó estas condiciones pero no cumplió con ninguna de ellas, ni siquiera publicando el convenio en el Diario Oficial, tal como se había ofrecido. En los años siguientes, se estima que entre 500 y 5000 cristeros fueron ejecutados, torturados, encarcelados, o bien, sufrieron la confiscación de sus propiedades como represalia.

Todo lo antes narrado no es más que para ofrecer un breve recorrido histórico de la tragedia del México independiente. Por ello es que no podemos dejar de concluir sin reparos, junto con Mons. Clement Kelley:

Desde la revuelta de Hidalgo en 1810 hasta hoy, las revoluciones han venido succionando la sangre del corazón mismo del país. Hubo un tiempo en que México era superior a nosotros [los E.U.], de hecho, en todo aquello que caracteriza a una civilización en marcha. Le tomamos la delantera en el período en que las revoluciones lo estancaron y luego lo llevaron a un descenso que el general Díaz contuvo temporalmente. La continua decadencia del país es un hecho innegable. Pero el Gran Coloso [o el paraíso de la carne, como le llamaba Alfonso Trueba (Estados Unidos)] no será el verdadero traidor de México. Podrá ser su Poncio Pilatos, pero no su Judas. Los Judas de México se encontrarán en la larga fila de los agitadores y los pillos de ese país que, con fines egoístas, hicieron una farsa de la fuerza del voto, en tanto que apelaban a la fuerza de la espada. Dos de ellos figurarán con toda prominencia al frente: Juárez y Calles.

En efecto, el matiz al que hemos referido al inicio de nuestra respuesta se encuentra en que no ha sido propiamente ni la masonería ni los Estados Unidos de América los que nos han llevado a la ruina, sino la misma actitud antipatriótica de todos aquellos que se han entregado a sus designios. Engañados o convencidos, ya sea por las seducciones del éxito material, o bien por el cumplimiento de los ideales revolucionarios por propia convicción, todos ellos han contribuido a la ruina del México Católico. La buena o la mala fe de cada uno ha sido distinta, pero lo cierto es que el problema de fondo viene del rechazo de la Verdad, de Nuestro Señor Jesucristo.

Por ello es que afirma Francis Clement Kelley: «acéptese o rechácese la pretensión de la Iglesia respecto a la Verdad, el hecho obvio es que por haberla rechazado, quedó la mente del hombre moderno a merced del teorizante en “arte, ciencia sociedad y gobierno”. La Iglesia civilizó a México. El proceso de descivilizarlo, bajo el predominio del teorizante, está hoy realizándose a toda prisa».

Sin embargo el pueblo siguió siendo católico, pese al anticlericalismo de sus dirigentes….

Es cierto. Sirve para ilustrar esta situación una cita de un historiador liberal, pero objetivo en sus análisis, llamado Francisco Bulnes, quien afirmaba en su obra Juárez y las Revoluciones de Ayutla y la Reforma, publicada en 1906:

En el México de 1858, de los nueve millones de población y con excepción a los más de mil personas, todas eran devotas supersticiosas, apegadas a su religión como la corteza al árbol. Parece imposible a primera vista, que en diez años cuatro o cinco librepensadores formen una pequeña escuela de jóvenes rojos, intrépidos e ilustrados, que no llegaban a cien, y le impongan a un gran país sagrado, donde el clero llevaba tres siglos de soberanía absoluta, leyes que aniquilaban esa soberanía absoluta, leyes que aniquilaban esa soberanía, y que los nueve millones de habitantes detestaban con toda la fuerza de su alma. Esto prueba que nuestra población está hecha expresamente para ser impunemente tiranizada. Así como hay pueblos conformados para la libertad, el mexicano es especial para la tiranía… Las leyes de Reforma fueron acogidas por la mayoría del pueblo con ira, con horror, con asco, con desesperación y sólo con las armas pudieron imponerlas; sólo las armas las han sostenido eficazmente, y sólo al amparo de las armas van adquiriendo favor poco a poco en la conciencia nacional… Jamás el pueblo mexicano ha sentido necesidad de las leyes de Reforma. Aún en 1905, la mayoría de los mexicanos no saben qué cosa es esto de la Reforma.

Aún al día de hoy, después de tantas décadas de educación atea y de secularización, la mayor parte del pueblo mexicano se denomina católico. Desgraciadamente, esto no es más que una etiqueta, sin que exista una convicción real respecto a la pertenencia a la religión verdadera. La persecución en contra de la Iglesia ya no se hace hoy en día con las armas, como en África, por medio de la matanza, sino que se hace a través de métodos más disolventes, que más que salpicar la sangre, buscan aniquilar el alma y la conciencia, como el entretenimiento, la pornografía, o el impulso del materialismo como único valor admisible.

La Anticonstitución de 1917 fue reformada en 1992, permitiendo por primera vez que la Iglesia Católica gozara de personalidad jurídica después de todas estas décadas, así como que pudiera administrar su patrimonio propio. En todos estos años, la Iglesia operó de forma clandestina, bajo la lógica del modus vivendi establecido por los Arreglos de 1929. Por supuesto, ello no se dio por un reconocimiento particular de la Iglesia como elemento esencial de México, sino bajo el principio de la libertad religiosa y de la indiferencia del laicismo, a la cual únicamente le interesa el predominio de los principios cívicos del Estado. En este sentido, la educación continúa monopolizada por el Estado, bajo la dirección exclusiva de la Secretaría de Educación Pública, a la cual se encuentran sujetas todas las escuelas, incluidas aquellas de naturaleza particular.

La diferencia con respecto a otras épocas de la historia es que la Iglesia ahora se encuentra desarmada. Y no me refiero al uso de la violencia, aún en el caso de la legítima defensa, sino a la fortaleza del clero, a la formación de los laicos. Muchos católicos parecen haberse entregado por completo a lo que el mundo espera de ellos, olvidando que los cristianos no somos del mundo, como Cristo tampoco es del mundo (cf. Jn. XVII, 14). ¡Nunca es tarde para la penitencia, para tomar la dirección correcta!

Por Javier Navascués

BIBLIOGRAFÍA.

CLEMENT KELLEY, Francis, (1945), México el país de los altares ensangrentados, documentos y notas de Eber Cole Byam, trad. de Guillermo Prieto-Yeme, 2ª Ed., Editorial Polis, México.

RODRÍGUEZ LOIS, Nemesio, (1995), La Cruz en México, Verbo, núm. 333-334, pg. 255-270.

VAN HOVE, Briand, (1994), Blood-Drenched Altars, Faith and Reason, Christendom Press, en línea: https://www.ewtn.com/catholicism/library/blooddrenched-altars-4082.

1Término realmente absurdo, considerando que la diferencia entre mexicanos y españoles era ninguna para esta época. Sin embargo, la excusa sirvió para la destrucción del capital peninsular que aún permanecía en México, a pesar de los desastres de la Revolución independentista. Todo ello dejó camino libre a las inversiones norteamericanas.

2Bien dice Mons. Clement Kelley: «como ninguna de las revoluciones habidas en México ha contado con el apoyo de la masa del pueblo, sino que siempre han representado nada más a una minoría, el Congreso Constituyente de Querétaro no puede por ningún motivo ser considerado como representante de la Nación. La nueva Constitución fue impuesta por ese Congreso. No fue un documento civil, sino militar. Jamás se le sometió al pueblo mexicano para su ratificación. El Hombre de Hierro [Plutarco E. Calles] tiene que admitir su responsabilidad en este asunto».

1 comentario

  
Cos
"Jamás el pueblo mexicano ha sentido necesidad de las leyes de Reforma", pero la Historia la hacen las minorías activas y cuando se baja la vigilancia el enemigo avanza y actúa la termita interna. Y mas hoy en día cuando hay mas teorizantes y mas leyes "reformantes" que nunca.

Curioso el dato de que Francisco I. Madero fue espiritista y francmasón. En España también fueron los masones los que introdujeron el espiritismo.
05/02/23 5:16 AM

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3.02.23

Vicente del Bosque: “La generosidad con el que más lo necesita es clave para crear una sociedad mejor”

Vicente del Bosque analiza el Premio Ángel Herrera ‘Ética y Valores’ otorgado por la Fundación San Pablo CEU

Vicente del Bosque recibió recientemente el Premio Ángel Herrera ‘Ética y Valores’ en su XXVI edición. El jurado de este galardón, otorgado por la Fundación Universitaria San Pablo CEU, ha valorado “su afán de sumar, de unir, de integrar, que ha inspirado a los equipos humanos que ha liderado, y le han convertido en un referente de la humildad, del trabajo constante y de la sencillez”. Al mismo tiempo le reconocen “ser un modelo para los cerca de 40.000 alumnos con los que cuenta la institución”, repartidos en tres universidades, diez colegios, centros de formación profesional y de posgrado y escuelas universitarias.

La exitosa trayectoria de Del Bosque es ampliamente conocida por el gran público. En su palmarés como entrenador de la Selección Española de fútbol destaca la consecución del Campeonato Mundial en 2010 por primera vez en su historia, además de la Eurocopa de 2012. Su etapa previa como entrenador del Real Madrid también estuvo repleta de éxitos al conseguir dos Ligas y dos Ligas de Campeones, entre otros títulos, en cuatro temporadas.

En esta entrevista reflexiona brevemente sobre lo que supone para él este premio.

¿Qué supone para usted su galardón en la XXVI edición de los Premios CEU Ángel Herrera?

Una gran satisfacción, pues más que valorar los méritos deportivos es de agradecer que valoren el aspecto personal, lo que has intentado ser y transmitir en la vida. Lo valoro y lo agradezco y por los magníficos compañeros que me acompañaron ese día.

¿Qué le parece que una Universidad católica como el CEU difunda los valores y la ética en la sociedad?

Debería ser algo muy normal, difundir estos valores, no algo excepcional. Ojalá nadie debiera ser premiado por defender esto, pues significaría que todo el mundo se comportase con una conducta adecuada a lo que exige la sociedad en cada momento.

A usted le han premiado por sumar, unir e integrar, además de por inspirar a los equipos que ha liderado…

Bueno, seguramente en mi labor como entrenador profesional y antes como entrenador de las categorías formativas del Real Madrid intenté no solo formar a los jóvenes para ser futbolistas, sino para ser personas, al igual que habían hecho conmigo con anterioridad. Intenté que todo el mundo tuviera en el campo y fuera de él un comportamiento adecuado.

En el Real Madrid siempre le enseñaron a ser un señor en todos los aspectos…

Así es. Aquí sucede como en las familias, intentas aprender de los errores y copiar lo bueno que te han enseñado. Eso es muy bueno, ojalá nuestros hijos y las futuras generaciones piensen lo mismo.

Le han convertido en un referente de humildad y trabajo constante, según anunciaron en la entrega de premios.

He tenido un sentimiento de pertenencia al club de muchos años y esa pertenencia te da esa fidelidad para trabajar con humildad y esfuerzo de la mejor manera posible. He podido transmitir lo que creo que debe ser una persona.

¿Además de la humildad y el espíritu de sacrificio, qué otras cualidades de las personas destacaría?

Que sean sociables y que tengan una buena relación con los demás. Si en un equipo de fútbol todos se llevan muy bien, seguramente es más fácil que puedan llegar los éxitos que si están desunidos. El buen clima laboral que tiene que existir en la vida lo intenté trasladar a todos los equipos que he entrenado.

Nuestro Señor en el Evangelio dice que tratemos al prójimo como queramos que nos traten a nosotros…

Es así. Tenemos que hacer lo que nuestra conciencia nos diga que debemos hacer bien y los demás que hagan lo que puedan en esa misma dirección. Cada persona es dueña de sus actos y no debe esperar nada a cambio por hacer el bien. Hay que esforzarse por ser las mejores personas posibles.

Usted ha dicho que los profesores y los entrenadores son buenos referentes para los jóvenes porque dan sin esperar nada a cambio…

Efectivamente porque el profesor y el entrenador no esperan nada a cambio que dar la mejor formación a los chavales. Yo hice un año de Magisterio y desde entonces tengo esa forma de ser. A diferencia de los padres que nos movemos más por el impulso y por el instinto de protección de nuestros hijos, un profesor o un entrenador no espera nada a cambio.

¿En qué tendría que mejorar nuestra sociedad?

En valores. Es fundamental si queremos tener una sociedad mejor que cada uno cumpla con su deber y traslade las mejores conductas a la vida social. La generosidad con el que más lo necesita es clave para construir una sociedad mucho mejor. Yo conocía a un sacerdote, el P. José María Martín Patiño, que era un hombre muy recto, que decía que los españoles no sabíamos escuchar, que queríamos imponer siempre nuestras razones y nuestra forma de ser. Nos decía que es importante saber escuchar, pues si bien es cierto que el prójimo puede estar confundido, igualmente podemos estarlo nosotros.

Por Javier Navascués

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