Las Dras. Laura y María Lara analizan su libro Mentiras de la Historia de España

La Dra. Laura Lara Martínez, Profesora de Historia Contemporánea UDIMA y la Dra. María Lara Martínez, profesora de Historia Moderna UDIMA. Las hermanas Lara son historiadoras del programa “Todo es mentira” con su sección “Vamos a contar verdades", en Cuatro. Comunicadoras de la Historia en prensa, radio y televisión. Embajadoras de la Marca Ejército Historiadoras miembros del Servicio Histórico y Cultural del Ejército del Aire y del Espacio Escritoras, Premio Algaba. Primer Premio Nacional de Fin de Carrera en Historia del Gobierno de España. Acaba de publicarse la segunda edición de su libro Mentiras de la Historia de España. A veces las cosas no son como nos las han contado", en Espasa (Grupo Planeta).

¿Qué supone volver a escribir un nuevo libro junto con su hermana?

Una nueva misión pues nuestro objetivo es narrar la Historia de manera científica y rigurosa, y a la vez con amenidad y entusiasmo. Investigar supone descubrir legajos, recibir declaraciones (aunque en nuestro caso los personajes son de hace centurias), cotejar testimonios, seguir las huellas en los objetos, etc. Ser historiadoras para nosotras supone ser guardias, policías, detectives y espías. No porque el historiador enjuicie la época pretérita, tampoco los cuerpos de seguridad o los profesionales del análisis criminológico cuestionan el presente. El detective ejerce como investigador para resolver crímenes. Es un policía particular que desarrolla investigaciones reservadas y que a veces interviene en los procesos judiciales. El espía, con secreto y disimulo, observa y escucha lo que pasa, en ocasiones está al servicio de un Estado para realizar averiguaciones, generalmente, de carácter militar. El guardia o el policía (con sus diferentes variantes nacionales) es el instituto encargado de velar por el mantenimiento del orden público y la seguridad de los ciudadanos. Historiadores, detectives, guardias y policías estamos llamados a investigar, a redactar declaraciones, a desactivar el complot, a tomar medidas para atajar los bulos y a proteger la verdad.

¿Por qué un libro sobre las mentiras de la historia de España?

Porque la búsqueda de la verdad es la razón de ser de la Historia. Porque España desarrolló la primera globalización, abarcó al máximo, y eso siempre crea recelos, lamentablemente, el triunfar tiene un precio para las personas y el ser primera potencia para los Estados. Y porque “a veces las cosas no son como nos las han contado”. Ese es el subtítulo del libro.

¿Qué es lo que añade de nuevo con relación a otros que se han escrito al respecto?

Intentamos incluir voces silenciadas de la Historia, bien porque han estado en el exilio, o porque por su género o su edad no se han tenido en cuenta. Es el caso de las mujeres y los niño. Iniciamos la obra con un capítulo titulado “Cuando nadie escribía, pintaban las damas”. Y nos planteamos qué papel desempeñaron mujeres y niños antes de la invención de la escritura.

El tema del liderazgo está de moda pero también hay que rastrearlo en el pasado porque podemos encontrar sorpresas. ¿Y si después de milenios de patriarcado, en que se ha repetido que las decisiones las tomaban los varones, nos encontramos con que el matriarcado no se registró solo en la parte septentrional de España y que hubo mujeres dirigentes en las civilizaciones antiguas? Es más, si vamos atrás en la cronología y viajamos a la Prehistoria, nos percatamos de que los primeros seres artísticos pudieron ser mujeres y niños, no hombres, como generalmente se había creído.

Además de la plasmación gráfica de animales, en las cuevas hay numerosas manos, por ejemplo en las grutas de El Castillo, Altamira y Atapuerca en España, Pech-Merlé y Brissac en Francia, en África, en Argentina, en Australia, en Borneo, etc. En todos los continentes hay manos impresas en las rocas, los artistas apoyaban la palma contra la pared de la cueva y soplaban sobre ella el pigmento. Tal vez las pinturas fueran ejecutadas en festivales religiosos donde participaba todo el grupo. O quizás fueran dibujos solitarios. ¿Marcaban las manos la posesión del espacio? ¿Podían todos los miembros dejar su recuerdo? ¿Estos grafismos serían comparables a selfies?

Algunas figuras de animales estampadas en las cuevas del sur de Francia, vistas a la luz de las antorchas, parecen moverse como si estuvieran animadas. Estableciendo el paralelo etnográfico, estas técnicas artísticas se han mantenido vigentes desde el Pleistoceno al Holoceno. En Chongoni (Malawi) los Chewa pintaron sobre las rocas con técnicas tradicionales hasta bien entrado el siglo XX. De este modo, han dejado uno de los vestigios más feministas del arte primitivo.

En 1998 John T. Manning, biólogo evolutivo de la universidad galesa de Swansea, y su equipo aportaron datos sobre el efecto que tiene la exposición del feto a hormonas sexuales durante la gestación. El estudio demostró que existe una relación en la medida de los dedos de la mano, que difiere entre hombres y mujeres. Si aplicamos esta investigación a la Historia, a partir del canon podemos averiguar si las manos estampadas en las cuevas pertenecen a hombres o a mujeres.

Del mismo modo, en el libro Mentiras de la Historia de España, reflexionamos sobre el papel que “las damas” tuvieron en la sociedad ibera. En el Cerro del Santuario se halló la Dama de Baza (conservada en el Museo Arqueológico Nacional), estatua de una mujer sentada en una butaca con alas. Porta una paloma en la mano y, en su interior, se introdujeron las cenizas. A pesar de que las armas llevaron a pensar que se trataba de un guerrero, análisis posteriores apuntaron que, posiblemente, con tal monumento se quiso prolongar el recuerdo de una joven de entre 20 y 25 años que ejerció el liderazgo en el siglo IV a.C.

¿Por qué está surgiendo desde varios puntos un movimiento más fuerte que nunca en defensa de nuestra historia y contra la leyenda negra?

Porque resulta injusto que se culpe a España de todos los males históricos con falsedades y exageraciones. El concepto de Leyenda Negra alude especialmente alambiente creado por los fantásticos relatos que acerca de nuestra patria han visto la luz pública en casi todos los países; las descripciones grotescas que se han hecho siempre con el carácter de los españoles como individuos y como colectividad; la negación o, por lo menos, la ignorancia sistemática de cuanto nos es favorable y honroso en las diversas manifestaciones de la cultura y del arte; las acusaciones que en todo tiempo se han lanzado contra España, fundándose para ello en hechos exagerados, mal interpretados o falsos en su totalidad, y, finalmente, la afirmación contenida en libros al parecer respetables y verídicos y muchas veces reproducida, comentada y ampliada en la prensa extranjera, de que nuestra patria constituye, desde el punto de vista de la tolerancia, de la cultura y del progreso político, una excepción lamentable dentro del grupo de las naciones europeas”. Estas palabras son de Julián Juderías (intelectual que falleció a raíz de la gripe de 1918, mal llamada española, de la que hablamos también en el libro).

Por tanto, esta categoría engloba las supuestas manipulaciones, exageraciones o falsificaciones de los procesos históricos que han acabado adjudicando, individual y colectivamente, a España, más que a otras naciones, atributos de crueldad, intolerancia, codicia, tiranía o afición por los espectáculos bárbaros.

La cita referida pertenece al libro de Juderías La Leyenda Negra. Estudios acerca del concepto de España en el extranjero, publicado en 1914 y reeditado poco antes de su muerte. Estaba seguro de que los catalizadores de la calumnia habían sido la Reforma y la imprenta, el primer movimiento adrede, pues Lutero ya atribuyó a los españoles vicios como la falsedad, el orgullo y la lujuria.

No obstante, Juderías no fue el primero en usar el vocablo, parece que Emilia Pardo Bazán ya lo empleó en 1899. Con el reciente Desastre del 98, la aristócrata y escritora gallega denostaba la prensa amarilla y, cuando defendía a España de las críticas del siglo XVI, parecía estar pensando en la guerra de Cuba entre nuestro país y Estados Unidos: “la leyenda negra falsea nuestro carácter, ignora nuestra filosofía y reemplaza nuestra historia contemporánea con una novela”.

Pero tempranamente, en el Siglo de Oro, los clásicos de nuestras letras fueron conscientes de que la envidia a la expansión de España estaba causando relatos plagados de mentiras. Lope de Vega, en La Dragontea (1598), se encolerizaba al ver qué poco reconocida estaba España entre sus propios hijos:

¡Oh patria! Cuántos hechos, cuántos nombres, cuántos sucesos y victorias grandes… Pues que tienes quien haga y quien te obliga, ¿por qué te falta, España, quien lo diga?”.

Del mismo modo, en el opúsculo España defendida (1609), Francisco de Quevedo asume la misión de limpiar el país de las calumnias de “noveleros” y “sediciosos”:

Cansado de ver el sufrimiento de España, con que ha dejado pasar sin castigo tantas calumnias de extranjeros, quizá despreciándolas generosamente, y viendo que desvergonzados nuestros enemigos, lo que perdonamos modestos juzgan que lo concedemos convencidos y mudos, me he atrevido a responder por mi patria y por mis tiempos”.

¿Hasta que punto el libro se centra más en datos curiosos y hasta simpáticos?

Los lectores pueden encontrar en Mentiras de la Historia de España muchas historias desconocidas como el interés de la imaginera barroca Luisa Roldán de presentar a un rey mago como si fuera de Tartessos, efigie que se encuentra en el Museo Nacional de Escultura de Valladolid, o el relato de que ninguno de los hijos de Carlos IV era suyo, lo cual no es una hipótesis que haya surgido posteriormente, sino que fue la última confesión que María Luisa de Parma hizo a Fray Juan de Almaraz antes de morir en Roma el 2 de enero de 1819. El religioso cumplió el encargo y, como castigo, se pasó el resto de sus días encerrado en Peñíscola. Tampoco es cierto que las hijas del Cid se llamaran Elvira y Sol, como pregonó el romancero, ni que Carlos II estuviera hechizado. Y también hay mentiras en la Segunda República, que no fue una Arcadia feliz, a pesar de que hubiera avances en el ámbito educativo, y en el franquismo, como la estafa de la filekina que un austriaco le hizo a Franco o la duda sobre el baño de Fraga en Palomares, tras el accidente nuclear del 17 de enero de 1966.

¿Cuáles serían a su juicio las mentiras más graves sobre nuestra historia?

Entre los investigadores y la opinión pública no hay acuerdo sobre las causas del colapso poblacional en América. Unos lo atribuyen al genocidio, otros a la introducción de nuevas enfermedades y un tercer sector a la combinación de ambas causas. Sin embargo, es falso que España quisiera practicar un genocidio en las Indias después de 1492, no buscó el exterminio de los nativos en ningún momento, otra cosa es que los métodos de la conquista fueron injustos, aunque toda ocupación a lo largo de la Historia haya supuesto de alguna manera imponer un modelo sobre el preexistente.

Tampoco es cierto que España fuera responsable de la voladura del Maine en 1898. Las caricaturas de la guerra hispano-cubana propagaron que Don Quijote había sido derrotado por el Tío Sam, pero fue una campaña publicística organizada contra España. Los magnates de la prensa William Randolph Hearst y Joseph Pulitzer inventaron titulares para acrecentar la hispanofobia.

Hay muchas mentiras que han hecho un daño considerable a España. La gripe de 1918 no surgió en nuestra nación, el paciente cero fue el cocinero Albert Gitchell, cuando acudió a la enfermería saltó la alarma, pero no en Madrid ni en Barcelona ni en Sevilla ni en Valencia, son en el campamento de Funston (en Kansas) el 5 marzo de 1918. Se especula si el brote partió de Shanxi (China) en 1917, o en el puerto francés de Brest.

En el transcurso de la Primera Guerra Mundial, España era neutral y por la transparencia informativa en los periódicos de nuestro país se daban detalles de la gripe. Injustamente, por el afán de decir la verdad en España mientras que en los Imperios centrales y en el bando de los aliados se camuflaban datos para no bajar la moral de las tropas, la pandemia de 1918 fue apodada “the Spanish Lady”. A nivel planetario, de los 1.800 millones de habitantes que entonces tenía el planeta, enfermaron más de la mitad. En la Tierra la gripe mató al menos a 50 millones de personas, una cantidad que triplicaba el número de quienes fenecieron en la Primera Guerra Mundial. La esperanza de vida se reduciría 12 años en Estados Unidos. En España morirían 250.000 personas.

Los españoles hemos hecho siempre gala de resignación y de buen humor y, en la Península Ibérica, la gripe de 1918 fue bautizada como el “soldado de Nápoles”. Ésta era la pieza principal de La canción del olvido, una zarzuela del maestro Serrano sobre princesas y capitanes, disfraces y citas a ciegas que triunfaba en los escenarios madrileños: “La gloria romántica me lleva a la muerte”. Le pusieron el apodo porque la tonada era pegadiza y, tristemente, la enfermedad, muy contagiosa.

Desde la dimensión moral, en el siglo XXI se han tratado de fijar unos límites ante las enfermedades del planeta. Para no estigmatizar, en 2015 la OMS estableció que ninguna enfermedad fuera llamada como una persona, un animal o un país, lo vemos ahora con la pandemia de coronavirus.

¿Cuál es la mejor manera de refutar estas mentiras? ¿Con qué fuentes fiables contamos?

La investigación es diferente en cuanto a plazos y medios técnicos en un cuartel que en un escritorio histórico, pero en definitiva existe una metodología común: hay que reunir pruebas, hay que analizar las evidencias, hay que contrastar las fuentes, hay que escuchar con atención incluso el silencio, hay que leer entre líneas en la página aunque se encuentre casi en blanco, hay que presuponer la inocencia mientras no se demuestre lo contrario, y… si se encuentra la mentira, hay que actuar, ¿cómo? Desarticulando los errores, y eso solo es posible mediante más horas de estudio, buscando a los personajes como confidentes y desarrollando una labor de comunicación que dé a conocer la verdad a la sociedad.

Por Javier Navascués

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