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1.05.24

Blanca Mollá, una joven que al borde de la muerte sintió el amor de la Virgen y cambió de vida

Blanca Mollá es una joven de Madrid. Su madre se mudó a Valencia a los 4 años. Nació con una grave alergia a la proteína de la leche de vaca, que derivó en asma y problemas inmunológicos. Es técnico en Farmacia y continúa con sus estudios. En esta entrevista nos cuenta su largo proceso de conversión, pese a su temprana edad. Al estar al borde de la muerte y sentir la presencia amorosa de la Virgen, su vida cambió y hoy persevera con entusiasmo en el camino de la fe.

Háblenos brevemente de la devoción de la infancia y de los primeros recuerdos de la Eucaristía…

Desde pequeña siempre fui muy respetuosa con la Iglesia, al estar en un colegio católico me educaron desde la Fe. En mi niñez, no entendía porque solo recibía los sacramentos en el colegio y fuera del colegio no. Me apunté al coro del colegio por lo que pasé un poco de tiempo más cerca del Señor y siempre obedecía y escuchaba atentamente las clases de religión. Por aquel entonces, tuve una relación con Dios muy superficial. En mi casa mi madre solo se preocupaba de cosas de su vivencia diaria sin tener a Dios. Difícilmente podía conocerlo más de lo que me enseñaban mis profesores.

En mi primera comunión todo estaba enfocado a la celebración de después, una gran fiesta en un hotel de 5 estrellas y apenas importaba el hecho de recibir el cuerpo sagrado de Jesús. Ahí desconocía, el gran regalo que Jesús me haría 2 años después, donde mi vida cambiaría para siempre. Descubrí la historia de Laura Vicuña, una niña santa que rezó por la conversión de su madre porque convivía con un hombre sin estar casados. Mi madre se encontraba en la misma situación y yo decidí rezar para salvar a mi madre como hizo aquella niña.

La experiencia de sufrir bullying por ser piadosa le hizo rebelarse…¿Cómo pudo pasar a defender posturas contrarias a la ley de Dios?

Yo rezaba por mi madre para que conociera a Dios. Yo no lo conocía mucho, pero si le pedía que por favor, ella le conociera. Y en el Cielo, aunque no hay contestador automático, fue escuchada la oración. Cuando mi madre comenzó con su conversión, pudimos compartir en profundidad esta experiencia y yo también descubrí, incluso mejor que ahora, lo sencillo que era seguir a Cristo y experimentar su amor.

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