(InfoCatólica) El Vaticano anunció la reforma más profunda de su administración interna en un cuarto de siglo. El papa León XIV aprobó dos nuevos textos normativos que transformarán la vida cotidiana en la Santa Sede: Reglamento General de la Curia Romana y Reglamento General del personal de la Curia Romana
Los reglamentos, firmados en la festividad de Cristo Rey y publicados el 24 de noviembre, establecen un marco experimental de cinco años destinado a aportar orden, coherencia y gestión moderna a una institución tradicionalmente gobernada tanto por la costumbre como por la ley.
Los cambios son profundos. Cambia el modo de decidir, de registrar, de responder, de consultar, de archivar, de coordinar, de evaluar, de contratar y de comunicar. Cambia la relación con los obispos, con los fieles, con los religiosos, con los movimientos y con el mundo. Cambia la imagen de la propia Iglesia en el campo administrativo. Parece que el Vaticano finalmente entró en la era de la responsabilidad institucional.
El fin de la primacía del latín
Queda lejos, no solo en el tiempo la anécdota de cómo Giovanna Chirri, de la agencia de noticias ANSA, fue la primera en entender y anunciar la renuncia del Papa Benedicto XVI porque era la única en la sala de prensa que hablaba latín. Ella dudó porque incluso los eclesiásticos presentes no se sorprendían de lo que estaban oyendo.
Con la nueva reforma pasarán menos hechos similares. Entre los cambios más llamativos figura la desaparición del antiguo requisito de que los actos curiales se redactasen «por regla general» en latín. Los funcionarios vaticanos reconocen en privado que, al permitirse ahora el uso normal del italiano, inglés, francés y otras lenguas modernas, esto supondrá en la práctica el abandono del latín como lengua principal.
El artículo 50 del nuevo Reglamento General de la Curia Romana establece que «las instituciones curiales redactarán normalmente sus actos en latín o en otra lengua», procurando que los documentos principales destinados a publicación se traduzcan a los idiomas más utilizados. Esta disposición supone un cambio histórico: el fin del latín como lengua estándar de los documentos curiales, equiparándolo a cualquier otro idioma moderno.
Asimismo, se ha eliminado el requisito de «buen conocimiento del latín» para los empleados vaticanos. En el futuro, solo se exigirá un buen dominio del italiano y de otra lengua. No obstante, se mantiene la Oficina de Letras Latinas dentro de la Secretaría de Estado, disponible para toda la Curia Romana.
La Oficina de Letras Latinas es la estructura de la Secretaría de Estado vaticana que se ocupa de escribir y traducir al latín todo tipo de documentos, incluyendo los tuits del Papa.
Modernización digital y transparencia administrativa
La digitalización recibe un énfasis sin precedentes. Por primera vez, las oficinas vaticanas deberán utilizar sistemas informáticos certificados, archivos digitales, protocolos de destrucción controlada y registros de acceso. El texto establece que «las instituciones adquieren los sistemas informáticos necesarios para realizar su trabajo de acuerdo con las normas de adquisición», sujetos a validación técnica por parte de la Secretaría para la Economía.
Los nuevos reglamentos crean algo que hasta hace poco parecía impensable: el derecho de los fieles a obtener respuesta. Por primera vez, las normativas estipulan que los dicasterios deben «examinar y, si es necesario, adjudicar sobre asuntos que los fieles, ejerciendo su derecho, refieran directamente a la Santa Sede». Cualquier solicitud enviada debe ser registrada, asignada a un responsable y respondida, poniendo fin al silencio burocrático que tantas veces enmascaró presiones internas y omisiones.
Coordinación institucional y procedimientos
Otro elemento decisivo es la coordinación institucional. Todos los actos destinados al Papa deben canalizarse a través de la Secretaría de Estado, y los documentos de mayor relevancia deben compartirse entre las instituciones pertinentes antes de su publicación. Las reuniones interdepartamentales se rigen ahora por procedimientos obligatorios y colaboración programada.
Los funcionarios interpretan estos movimientos como un intento de restaurar la coherencia y la responsabilidad tras años de jurisdicciones superpuestas y prácticas administrativas divergentes. La Curia deja de actuar como un archipiélago de departamentos aislados para funcionar como un cuerpo cohesionado.
Las decisiones que afecten a diócesis, institutos religiosos o movimientos deben ir precedidas de consulta con sus superiores. Esta medida parece abordar controversias pasadas en las que obispos o superiores religiosos fueron disciplinados, sustituidos o anulados sin ser escuchados, a veces basándose en informes incompletos o engañosos.
Nuevas exigencias para el personal
El nuevo Reglamento de Personal impone expectativas más exigentes sobre la plantilla vaticana. El personal debe mantener «una conducta religiosa y moral ejemplar, incluso en su vida privada y familiar, de acuerdo con la doctrina de la Iglesia», reflejando la visión de que el servicio en la Curia es una forma de misión eclesial.
Las normas laborales han sido codificadas, incluyendo una semana laboral de seis días, horarios fijos, 26 días de vacaciones anuales, límites al trabajo a tiempo parcial y prohibiciones estrictas de contratar familiares dentro de la misma oficina. Las bajas por enfermedad serán supervisadas más estrechamente, y nuevos sistemas de evaluación vincularán las responsabilidades con estándares medibles.
El estatuto introduce formación continua obligatoria, evaluaciones de desempeño, normas de integridad y declaraciones de conflicto de intereses. El funcionario de la Curia deja de ser simplemente un empleado de confianza institucional para ser evaluado según criterios profesionales claros.
Una refundación jurídica y organizacional
Los textos normativos buscan imponer uniformidad en todo el sistema, desde los procedimientos de redacción y cooperación entre dicasterios hasta la disciplina del personal. Algunos dentro del Vaticano ven las reformas como un bienvenido retorno a la claridad; otros temen que el aumento de la centralización pueda sobrecargar a los funcionarios y concentrar demasiada autoridad en la Secretaría de Estado.
La reforma no es cosmética, sino una refundación jurídica y organizacional. El nuevo estatuto coloca cada sector bajo normas verificables y estructuras rastreables. La Curia deja de interpretarse para pasar a leerse; deja de operar por tradición tácita para hacerlo por ley. Pocos discuten, sin embargo, que la Curia entra ahora en una fase marcadamente nueva, habiendo entrado finalmente en la era de la responsabilidad institucional.







