(InfoCatólica) Estamos acostumbrados a que las democracias actuales sean, en gran parte, meramente teóricas, porque los políticos solo atienden a los ciudadanos en los meses previos a unas elecciones y, una vez elegidos, se olvidan por completo de ellos y de las promesas que les hicieron hasta las siguientes elecciones, cuatro años después. En ese sentido, lo habitual es que los parlamentarios cocinen las leyes a su gusto, sin que los ciudadanos tengan mucho que decir. Por fortuna, no siempre es así, como muestra el último referéndum esloveno, celebrado el pasado domingo.
A mediados de este año, en el mes de julio, el parlamento del pequeño país centroeuropeo aprobó una ley para legalizar la eutanasia. Parecía inevitable que Eslovenia se uniera así al número de países que han legalizado el suicidio médicamente asistido, una práctica gravemente inmoral según la moral católica, ya que vulnera la dignidad humana y supone un rechazo frontal al quinto mandamiento.
Un pequeño grupo de ciudadanos, sin embargo, con el nombre de Voz para los Niños y la Familia, organizó una recogida de firmas contra la ley. Pronto alcanzaron las 46.000 firmas, una cifra suficiente para que se organizara un referéndum, de manera que fueran los eslovenos, y no solamente los políticos, los que decidieran una cuestión tan importante.
Una vez conseguida la celebración del referéndum, el primer obstáculo consistía en superar la habitual apatía del electorado, que suele dar al traste con la inmensa mayoría de las consultas de este estilo. En Eslovenia, para que un referéndum tenga éxito es necesario que voten al menos el 20% de los 1,7 millones de votantes censados del país. Este listón se superó con creces, ya que participaron más del 40% de los votantes.
El segundo gran obstáculo era contrarrestar una masiva campaña proeutanasia, apoyada por la mayoría de los políticos y que disponía de una cuantiosa financiación. El Primer Ministro, Robert Golob, pidió a la ciudadanía que apoyara la ley de legalización, para que «cada uno de nosotros pueda decidir por sí mismo cómo y con qué dignidad terminará nuestra vida». El año pasado, una consulta popular no vinculante había favorecido la eutanasia. Otros países europeos, como Francia y el Reino Unido, están dando pasos simultáneamente en la misma dirección, mientras que Austria, Bélgica, Holanda o Suiza hace tiempo que ya legalizaron la eutanasia.
Los oponentes de la eutanasia, que no contaban con esas ventajas organizaron su propia campaña, mediante una coalición de los diversos grupos defensores de la vida y la labor humana puerta a puerta para convencer a los eslovenos. La coalición contó con el apoyo de la Iglesia Católica y de algunos partidos de la oposición.
Contra lo previsible, David ha vencido a Goliat y el referéndum contra la eutanasia ha tenido éxito. La victoria, sin embargo, ha estado bastante ajustada: 53 % contra la ley de la eutanasia y 47% a favor. Además de la mayoría, la ley requería que la opción vencedora en el referéndum lograra el apoyo del veinte por ciento del electorado, lo que se consiguió de forma igualmente ajustada.
Ales Primc, director de Voz para los Niños y la Familia, ha manifestado su alegría por la victoria de «la solidaridad y la justicia» y porque Eslovenia haya rechazado las reformas gubernamentales «basadas en la muerte y el envenenamiento». «Es un milagro. La cultura de la vida ha derrotado a la cultura de la muerte», señaló Primc.
Desgraciadamente, los sistemas políticos modernos no otorgan una gran importancia a la voluntad de los ciudadanos, más allá de grandilocuentes planteamientos teóricos. El referéndum solo significa que el gobierno no puede introducir otra ley de la eutanasia durante doce meses. Presumiblemente, dentro de poco más de un año, el rodillo de la posmodernidad intentará aplastar de nuevo la resistencia eslovena.
El problema de estas medidas contrarias a la ley natural es que solo necesitan tener éxito una vez, porque el embudo posmoderno únicamente funciona en una dirección. No importa que sean impopulares y fracasen en diversas ocasiones, una vez que por fin se aprueban leyes de la eutanasia, el divorcio, el aborto o el «matrimonio» de parejas del mismo sexo, se consideran ya inamovibles. La acción concertada de políticos, medios de comunicación y opacas organizaciones no gubernamentales se ocupa de que así sea.
De hecho, una de las principales razones que explican la casi unánime oposición al Presidente Trump en los medios de comunicación es que mostró que era posible dar marcha atrás, al menos parcialmente, en lo relativo al aborto, cuando los jueces que él nombró para el Tribunal Supremo devolvieron la cuestión del aborto a la decisión de los ciudadanos. Hay cosas que no se pueden perdonar.
Eslovenia, que antiguamente formaba parte del Imperio Austrohúngaro, es un país mayoritariamente católico, donde los católicos son el 72% de la población, seguidos por un considerable 18 % de personas sin religión (como es habitual en todos los países antiguamente comunistas) y pequeños porcentajes de ortodoxos, musulmanes y protestantes.







