(Luis Javier Moxó/InfoCatólica) La dirección espiritual constituye una tradición milenaria en el cristianismo desde sus orígenes, aunque actualmente existe una tendencia a equipararlo con la consulta psicológica. Cristina Velasco, psicóloga y docente en la Universidad CEU San Pablo, junto al sacerdote Isidro Molina, han publicado una obra que analiza las conexiones y diferencias entre estas dos disciplinas, tratando temas como la popularización actual de la salud mental, la conveniencia de recurrir a profesionales de la psicología con formación católica o la cuestión perenne del dolor humano: «Sacerdotes vs Psicólogos».
Aprovechando la publicación por la Editorial Palabra hace un par de semanas, el profesor y conocido articulista y crítico, Luis Javier Moxó, ha entrevistado a sus autores:
Cristina Velasco
¿Cómo cree que la psicología y la dirección espiritual pueden complementarse en el acompañamiento de personas que buscan crecer en su fe y superar desafíos personales?
Para mí ambas van de la mano porque no podemos separar nuestra fe de todo lo que somos y hacemos. Cuando una persona sufre por cualquier cuestión psicológica o alguna enfermedad mental también hay que considerar como afronta espiritualmente esa contrariedad de la vida. Pueden complementarse como decimos en el libro porque ambas esferas están vinculadas pero un sacerdote te puede ayudar en un terreno y un psicólogo es un profesional que se ha formado para ayudarte en el plano de lo afectivo, lo mental y en tu vida ordinaria.
En su experiencia como psicóloga y docente, ¿qué aspectos considera fundamentales para abordar la salud mental y emocional de las personas desde una perspectiva integral?
Considero que lo fundamental la visión del hombre que se tenga, si caemos en una visión reduccionista como la biologicista, solo entenderemos la salud mental como «neurotransmisores y felicidad asociada a ellos», si por el contrario enseñamos a los psicólogos y futuros psicólogos a concebir al hombre como cuerpo y espíritu entendemos que hay cosas que no se pueden explicar solo desde la «ciencia» y debemos de abordar cuestiones filosóficas y trascendentales, como en este caso puede ser la fe y cómo vivo mis creencias religiosas.
¿Qué papel cree que juega la espiritualidad en el proceso de sanación y crecimiento personal, y cómo puede ser integrada de manera efectiva en la terapia psicológica?
Ante esta pregunta es importante entender que depende mucho de la vivencia del paciente y así mismo del psicólogo. En este caso del libro la visión que traemos es en el caso que tanto paciente como psicólogo tengan fe cristiana. Desde esta visión entendemos que traer el tema de la fe a la terapia será de ayuda porque la fe del paciente estará presente en sus preocupaciones, miedos, creencias, dificultades que traiga a la consulta. Es raro que, si yo estoy sufriendo acoso laboral en mi trabajo y soy católico, rezo y vivo mi fe no le haya preguntado a Dios, por ejemplo, por qué me ocurre eso. Es en este sentido en el que la terapia psicológica debe acoger y conjugar las preocupaciones del paciente en relación también a su fe. La psicología no resolverá en última instancia las cuestiones más profundas de la fe, para eso está la dirección espiritual y el discernimiento en la oración, pero sí esto puede potenciar el efecto de la terapia psicológica ya que puede ser de ayuda a la hora de ordenar cuestiones de índole psicológico. Pongo un ejemplo: si yo sé que Dios me ama y siempre está conmigo, probablemente esto sea un pilar fundamental para mi autoestima y mi confianza diarias.
¿Qué consejos daría a los psicólogos y terapeutas que buscan incorporar la dimensión espiritual en su práctica clínica de manera respetuosa y efectiva?
Yo creo que esta dimensión se puede integrar si uno mismo la tiene integrada, es decir, recomiendo que como psicólogos cada uno también haga una revisión de la propia vida y de su vivencia de la fe. Creo que para poder hablar de esta visión de la vida tiene que ser el propio paciente el que dé el primer paso a que quiera entrar en esta dimensión y siempre sabiendo que lo psicólogos tenemos nuestro límite y no somos los que podemos con todo. Por ello es muy bueno trabajar de la mano de otros profesionales, y muy especialmente de los sacerdotes como dice este libro o de personas que puedan ser directores espirituales de otros. También el psicólogo si es católico se le «notará» desde el principio cómo trata a su paciente o qué espera de él, en el libro lo digo, si sabemos que «De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis» (Mt, 25,14) tendremos la máxima Caridad posible con el prójimo, en este caso con el paciente que tenemos delante.
Isidro Molina
¿Cómo ve el papel del sacerdote en el acompañamiento espiritual de las personas, y qué similitudes y diferencias encuentra con el papel del psicólogo o terapeuta?
El papel del sacerdote como acompañante espiritual es el de siempre salvando las diferencias propias de las épocas y del error al reducir al acompañante espiritual al que se acude solo a consultar soluciones infalibles en casos de moral y ascética, como el que acude a un especialista de otras materias, en esa concepción se da una perversión por una especia de convencionalismo pragmático. Hoy en día hay mucha soledad e incomunicación que convive con una aparente suficiencia de conectividad virtual, de mucha información que disimulan la mucha necesidad que hay de estas cosas en las personas. El papel del sacerdote es ayudar a que afloren las inquietudes que se esconden en el interior, a penetrar bajo la superficie de la vida de los hombres, a atravesar la fachada de gestos y actitudes convencionales que presenta el mundo y sacar a relucir la libertad espiritual e interior, la verdad más constitutiva que es la que llamamos imagen de Cristo. A no tener miedo a que salgan en un ambiente que invita la frivolidad, a no comerte el tarro o a sucedáneos orientalistas de introspección o los anestesias bajo capa de bienestar o diversión como fin es sí mismo. Y ver que esta inquietud está puesta por un Dios bueno para tomar parte con su historia de salvación. Y desde ahí volver a la creación a imagen y semejanza de un Dios familia.
Las similitudes con un psicólogo están en las muchas horas de escucha, de cribado, de bajar en el volumen ambiental de lo menos necesario. Y las diferencias, que la terapia del sacerdote es la vía de la formación de la conciencia con la revelación de un Dios Trinitario, una terapia donde somos mediadores de una Gracia que nos precede y nos asiste.
En su experiencia como capellán y profesor, ¿qué aspectos considera fundamentales para abordar la formación espiritual y emocional de los jóvenes?
Lo fundamental desde mi experiencia es señalar el origen de nuestra vida como un bien querido por Dios. Muchos daños vienen de esta alteración del juicio que de algún modo consciente o inconsciente acusa a Dios, a los padres, a los maestros que el malestar que uno tiene con su historia, con su cuerpo o del mal de mundo viene de ellos.
Otro punto fundamental es la sanación por la vía de la regeneración. De dos peligros que salen en el libro, es exceso de sobrenaturalismo que reduce la fe a lo sensible como única vía valida de relación con Dios y que acaba menospreciando el trabajo y el esfuerzo sincero, por otro lado, el exceso de racionalización dogmática que tiene como forma una razón asunte de experiencia e inteligencia que conduce a una vida fría espiritualmente, pero con apariencia de madurez y seguridad.
¿Qué cree que es esencial para que la dirección espiritual sea un proceso efectivo y transformador para las personas que buscan crecer en su fe?
Lo esencial es la disposición a la sencillez del que solicita crecer en la fe, la humildad de dejarse decir desde fuera. La paciencia que ha tener con uno mismo y con el acompañante. Y sobre todo la confianza en Dios que es cumplidor de sus promesas y que no desprecia nada de lo humano, sino que se sirve de ello para elevarlo, para sanarlo… La efectividad en términos de vida de Gracia no se ajusta a un modelo simplemente cuantificable como si fuesen cursos que tiene una que pasar. Viene más bien por dejarse hacer por la Gracia.
¿Cómo ve la relación entre la fe y la psicología en el contexto de la pastoral y el acompañamiento espiritual, y qué oportunidades y desafíos identifica en esta intersección?
En mi experiencia, van muy de la mano, el proceso de descomposición social, de desarraigo y de caída de las seguridades que antes daba la familia por los nuevos modelos múltiples han provocado un gran temblor interior en las personas que no saben muy bien como estar en el mundo, la idea cristiana del hombre esta muy desdibujada y es tarea vital que sacerdotes y psicólogos trabajemos por recuperar esta imagen y semejanza puesta por Dios en el hombre. Por tanto el no solo de recomposición si no sobre todo de una vuelta a una mirada de gratitud, de aprecio a los dones que se les han confiado y de los que tantas veces no se es consciente, a la comprensión de que los dones crecen cuando se dan, a que aprenden a estar solo con Dios sin que se convierta en una soledad autosuficiente y egoísta.







