(InfoCatólica) Los confesionarios siempre han sido un elemento fundamental de la Basílica de San Pedro. Sabiendo que se reciben visitas de católicos de todo el mundo, los responsables tradicionalmente han cuidado de que hubiera confesores en multitud de lenguas diferentes, de forma que los peregrinos pudieran recibir el perdón de sus pecados al llegar a rezar junto a la tumba de Pedro.
Los tiempos, sin embargo, han cambiado y el diario italiano La Stampa ha revelado la creación en la Basílica de San Pedro de un nuevo “espacio de escucha”, una especie de caseta o biombo de carácter moderno y minimalista, que choca con el estilo del resto de la basílica. Aparentemente, dado que los confesionarios tradicionales se utilizan cada vez menos y en lugar de deducir que hay que fomentar más la confesión, alguien ha tenido la idea de crear ese “centro de escucha”, donde los fieles pueden hablar sobre sus dudas y problemas, casi como un asesoramiento psicológico.
Como señalan los responsables, se trata de un espacio abierto a todos y destinado a ofrecer un momento de encuentro y reflexión espiritual. No se va a recibir un sacramento, sino a hablar de lo que a uno le preocupe, y no necesariamente con sacerdotes, porque en el espacio de escucha también puede haber una religiosa o un laico. Esta innovación, señala Giacomo Galeazzo, periodista de La Stampa, estaría en consonancia con la importancia de la escucha en el magisterio tanto del Papa Francisco como de León XIV.
“La apertura de la Puerta Santa durante el Jubileo nos inspiró a abrir otra puerta en la Basílica de San Pedro y crear un espacio para escuchar”, ha explicado Monseñor Orazio Pepe, secretario de la Fábrica de San Pedro (es decir, el organismo que gestiona la Basílica desde el siglo XVI). “Es un espacio abierto, una oportunidad para el encuentro, un lugar donde un hermano —sacerdote, religioso o laico— escucha a otro hermano en la humanidad.”
La visita al centro de escucha quiere ser “una oportunidad para liberarse de las cargas y los sufrimientos que trae la vida, de las dudas y las preguntas existenciales que quedan sin respuesta. Para los católicos, quienes escuchan no reemplazan al confesor que ofrece el sacramento de la reconciliación; es simplemente una pausa que permite a cada persona dialogar con sus propios pensamientos y compartirlos con alguien dispuesto a escuchar”.
Es muy difícil no sacar la conclusión de que con esta innovación se ha desplazado la atención desde la carga del pecado, de la que solo nos libra Jesucristo con un sacramento y la gracia sobrenatural, a los sufrimientos y cargas de la vida, de los que uno puede librarse simplemente con el desahogo de la conversación meramente humana.
Según Mons. Pepe, “Para quienes entran en la basílica como turistas en busca de belleza, este espacio para escuchar puede ser una oportunidad única, una invitación a reflexionar sobre el sentido de la vida e incluso sobre la cuestión de Dios”. No explicó, sin embargo, en qué sentido la oportunidad es “única”, teniendo en cuenta que para charlar no hace falta un espacio de escucha en medio de una iglesia o que tradicionalmente el templo no se ha considerado el lugar apropiado para ponerse a hablar de cualquier cosa.
A pesar de este carácter difuso y no expresamente religioso, el eclesiástico explicó que “estamos convencidos de que las semillas de esperanza, presentes en el Evangelio, sembradas en los corazones, darán fruto a su debido tiempo en la vida de quienes las reciben y acogen; y si han despertado un anhelo santo, cada persona puede continuar el diálogo y la búsqueda en su propia ciudad o país contactando con la Iglesia local”. Dios, en efecto, puede hacer milagros, aunque algunos se esfuercen por secularizar todo lo posible la labor de la Iglesia.







