(InfoCatólica) La publicación de investigaciones fraudulentas a escala industrial se ha convertido en una amenaza sistémica para la ciencia. Un estudio difundido en Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS) advierte de que redes coordinadas —las llamadas paper mills, intermediarios y revistas comprometidas— están «fabricando el proceso científico», desde la autoría de manuscritos hasta la compra de citas. La difusión de estos trabajos supera la capacidad de detección y corrección de los editores, según las conclusiones del equipo de Northwestern University.
Los autores documentan que el volumen de artículos falsos creció casi el doble cada 1,5 años entre 2016 y 2020 y que ya existe una base con más de 32.700 estudios sospechosos. «La ciencia debe protegerse mejor a sí misma para preservar su integridad», advirtió el grupo, que compara el esfuerzo actual de retractar con «vaciar una bañera desbordada con una cuchara». Grandes editoriales han anunciado miles de retractaciones y el cierre de revistas tras detectar infiltraciones en procesos editoriales.
Las implicaciones trascienden el mundo académico. La avalancha de trabajos de baja calidad o inventados amenaza con alimentar sistemas de inteligencia artificial y guías clínicas con evidencias erróneas, con impacto social y económico. La prensa especializada y generalista —de Nature a The Wall Street Journal— recoge además patrones de riesgo: un pequeño grupo de editores concentra una porción desproporcionada de artículos luego retractados.
El fenómeno no es nuevo, pero se ha profesionalizado. Informes previos ya describían empresas «de tipo cartel» que venden autorías, manipulan imágenes y explotan números especiales con menor control de calidad. Las autoridades editoriales han desplegado cribadores automáticos y listados de revistas secuestradas, pero la capacidad de adaptación de las redes fraudulentas mantiene la ventaja.
En el corto plazo, la comunidad científica discute reforzar verificaciones previas, transparencia en procesos de revisión y sanciones a editores y autores implicados. Expertos reclaman cooperación entre editores, financiadores y universidades, además de auditorías tecnológicas sobre literatura ya publicada para evitar que los errores se perpetúen.







