(174) Apología de la Iglesia, contra modernistas

La Iglesia es tradicionalmente belicosa: combate demonios, castiga obstinados, clama contra los pecados del mundo y condena el error.

La Iglesia tradicionalmente es vara de pastor, asustalobos, cazadora de licantropías (llámense así las herejías), protegeovejas, cercado protector y sobrenatural redil.

La Iglesia es tradicionalmente defensiva. Como leona que protege a sus cachorros, que alimenta con el Pan del Depósito.

 

La Iglesia tradicionalmente es sensata. No es amiga de imprudencias, ni querenciosa de novedades, no anuncia baratijas ni promete rebajas, no es importadora de extravíos.

 

La Iglesia es tradicionalmente Guardiana visible del Depósito. No enajena su magisterio en mente de teólogos, ni se embabia en mutaciones, ni balbucea silogismos. Padres y Doctores son su cita.

La Iglesia es tradicionalmente Tradición. Es bíblica porque es Tradición, es magisterio porque es Tradición. Es culto en espíritu y en verdad porque es Tradición.

 

La Iglesia tradicionalmente es cordaje de protección, mosquetón de escalada, arnés y bloqueador, polea para escalada y asamblea de alpinistas (para subir al Sacromonte de Perfección).

La Iglesia tradicionalmente es defensa y protección, blanco muro de la ley contra el abismo; bordillo y salvaguarda de la razón. 

 

La Iglesia es tradicionalmente bella. Lo feo es siempre rostro de innovación, signo de falsedad, figuración de la Caída. Todo lo que no es Tradición es plagio.

 

La Iglesia tradicionalmente es medio de recreación, primer y segundo nacimiento, bautismo y confesión, delicia y anticipación, claraboya al Cielo Nuevo, divina excursión por gracia a Tierra Nueva. 

 

La Iglesia es tradicionalmente remanso de perdón, proa de justicia y popa de misericordia, como un todo en navegación, mástil de Cristo para toda nave, palo mayor.

La Iglesia tradicionalmente es morada de la paz del Señor, que no da el mundo, sino su Salvador. La Iglesia no es pacifista. No es buenista. Es guerrera, que hay batalla en los aires, contra el Dragón.

La Iglesia tradicionamente es música y silencio, y culto e incienso, y recodo del Edén perdido y promesa de Visión, bosque de palma en jardín de Hortelano.

 

La Iglesia tradicionalmente es punitiva. Confiesa, corrige, amonesta, castiga, manda silencio, condena, precisa, dice y dice no, sin desistencia; impone penas a sus hijos en bien de sus hijos.

Disciplina, en bien de sus hijos; tiene leyes, en bien de sus hijos; tiene derechos y deberes institucionales en bien de sus hijos. Y poderes sobrenaturales en Su Nombre, en bien de sus hijos.

Porque la Iglesia es Cuerpo del Juez que vendrá. Y es Rey y es Señor, y la Iglesia es su armadura.

 

La Iglesia es tradicionalmente la Hija de María. Sus afectos son de madre, su seno es de doncella, su forma es siempre La Piedad. La Iglesia es Incesante Descendimiento.

La Iglesia es tradicionalmente la Iglesia de Cristo, su Hijo.

 
La Iglesia, tradicionalmente, es bíblicotradicional. No es pedantería intelectualoide, ni moralismo humanista, ni propiamente un mensaje. Es épica, es heroica, es de Cristo Capitán, Cordero y León.
 

La Iglesia es tradicionalmente mediación y no fin, ventana y no pared, abnegación de caridad y de servicio del bueno, el sobrenatural. De amor al pròjimo como a uno mismo, y a todo ser y criatura, para gloria de Dios. Casa del que sufre y consuelo de sus lágrimas. Contento del que ríe, y bienestar del que descansa.

 

Creo en la Iglesia.

No sólo creo como Iglesia, ni sólo desde la Iglesia, sino que creo la Iglesia, porque creo en su Cabeza, que es Cristo, y Cristo eucarísticamente la edifica. Porque es su Señor, su Dueño, su Cerebro y su Jefe. Y todo lo demás es mediación.

Creo la Iglesia, porque es objeto de mi fe, madre de mi fe, lenguaje de mi fe, sacramento de justificación por gracia y obras en gracia, cuya puerta es la fe.

 

AÑADIMIENTO.

La Iglesia, objeto de nuesta fe. Catecismo Romano, IV, 1761

«Veamos, por último, en qué sentido la Iglesia es un dogrma de nuestra fe.

Es cierto que cualquiera puede con su sola inteligencia y sentidos percibir la existencia de la Iglesia en este mundo, es decir, la existencia de una comunidad de hombres consaqrados a Jesucristo. Y para comprender esto no narece necesaria la fe; los mismos judíos y turcos lo admitieron.

Sin embargo, sólo la mente puramente iluminada por la fe, no en virtud de consideraciones humanas, puede comprender los santos misterios que encierra la Iglesia de Dios, de los que en parte hemos hablado ya y en parte volveremos a hablar cuando expliquemos el sacramento del orden.

Es ésta una verdad que supera la capacidad y fuerzas de nuestra humana inteligencia; sólo con ojos de fe podremos percibir y comprender la fundación, poderes, misión y dignidad de la Iglesia de Cristo.

No fueron los hombres, sino el mismo Dios inmortal, quien edificó la Iglesia sobre una solidísima piedra (Mt 6, 18). Muchos siglos antes había sido ya profetizado: Y es el Altísimo mismo el que la fundó (Ps 86, 5) Por eso fue llamada heredad de Dios y pueblo de Dios .

Ni tampoco son humanos sus poderes, sino divinos; poderes que no pueden conquistarse con fuerzas naturales. Sólo la fe nos permite comprender que la Iglesia es la depositaría de las llaves del reino de los cielos; que a ella se le concedió el poder perdonar los pecados; el poder excomulgar y el poder consagrar el cuerpo de Cristo; finalmente, que los ciudadanos que en ella habitan no tienen aquí ciudad permanente, antes buscan la futura (He 13, 14)

Es, pues, de absoluta necesidad creer que la Iglesia es una, santa, católica y apostólica. En los artículos anteriores del Credo afirmábamos nuestra fe en las tres Personas de la Santísima Trinidad: Padre, Hijo y Espíritu Santo. En éste, en cambio, variando la fórmula, afirmamos creer no en la santa Iglesia católica, sino la santa Iglesia católica; y esto para distinguir, aun en el mismo modo de hablar, al Dios creador de las realidades creadas, y para referir a su inmensa bondad divina todos los beneficios concedidos a la Iglesia.

 

9 comentarios

  
antonio
Bellísimo, sin duda
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A.G.:
Gracias antonio.
28/04/17 5:55 PM
  
Opinando
Espectacular post, enhorabuena; deberían leerlo la legión de 'buenistas' y flojos que me acusan de intransigente, de violento y de azuzar confrontaciones por no negociar la Verdad.
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A.G.:
Gracias Opinando.
28/04/17 6:18 PM
  
carmelo
saludos,
déjeme leerlo mejor, varias veces.
pero así como lo acabo de leer la verdad, de más estaría un comentario.
sin palabras.
Esto no es de hombres, la verdad!.
Si los plagiadores van contra Dios, se dará un duro golpe! Aunque el que ya se están dando no se vea exteriomente.
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28/04/17 8:41 PM
  
Manuel Pérez
Y es que la Iglesia sólo puede ser "tradicionalmente". O es Iglesia tradicional o no es verdadera Iglesia.

Y, por su actitud ante la Tradición, distinguimos al buen pastor del asalariado incapaz de dar su vida por las ovejas.
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A.G.:
Certeras palabras las tuyas, apreciado Manuel.
28/04/17 9:35 PM
  
Ricardo de Argentina
"...afirmamos creer no en la santa Iglesia católica, sino la santa Iglesia católica; "
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Alonso, eso no se entiende.
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A.G.:
Se dice lícitamente, en lenguaje natural, creo EN la Iglesia, pero estrictamente hablando se dice creo la Iglesia (como objeto de mi fe), para no confundir el elemento humano con el elemento divino. Así lo decimos para confesar que creemos en ella en cuanto creemos EN el Espíritu Santo.

La Iglesia es objeto de nuestra fe, pero no de la misma forma que Dios mismo lo es. Decir creo en la Iglesia, depende totalmente de decir creo en Dios.
28/04/17 10:41 PM
  
Feri del Carpio Marek
Excelente. También la Iglesia es succionadora de filosofías venenosas, como a través de este post que, bien leído, puede succionar hasta la última gota de veneno modernista.

El Cuerpo Místico existe en la Tradición. Donde está la Tradición, allí sopla el Espíritu Santo que vivifica y conduce a la Verdad.
28/04/17 10:56 PM
  
Jordi
En materia de símbolos, creo recordar que el Papa y el Faraón comparten el cayado de pastor, una parte redondeada para coger ovejas, y la parte recta para espantar lobos. Su simbolismo quedaría claro.
29/04/17 2:00 AM
  
Klaus Hermann Feldmann
habría tener solamente cuidado de no caer en una contradictoria noción de Tradición, que se oponga al Magisterio universal de la Iglesia, el cual corresponde al Obispo de Roma y al Colegio de Obispos. Nadie puede permanecer fiel a la Tradición si rompe los lazos y vínculos con aquel a quien el mismo Cristo, en la persona del Apóstol Pedro, confió el ministerio de la unidad de su Iglesia.
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A.G.:
Por supuesto, Cristo edifica su Iglesia en Cefas. Un católico no puede desvincularse del ministerio petrino, es obvio.
29/04/17 5:41 AM
  
José Díaz
¡Hermosísimo artículo, Alonso! Por su hondura y por la belleza con que han sido escritos, tanto este como el anterior pueden ser llevados a la oración ante el Santísimo para pedir al Señor que nos ayude a interiorizarlos. Le agradezco de todo corazón estos regalos de Pascua. ¡Cuánto me ayudan estos textos, créame!
Poco o nada puedo añadir a lo dicho por vd. Sólo considerar que la Iglesia no es sólo la Esposa del Cordero: su Esposo es también el León de Judá. Y recordar, por último, una célebre frase de San Cipriano: "nadie puede tener a Dios por Padre si no tiene a la Iglesia por Madre". Un fuerte abrazo a todos los lectores del blog y bendiciones de Cristo y de su Madre Inmaculada.
P.D. Le agradezco mucho que reproduzca esos textos del Catecismo Romano
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A.G.:
Muchas gracias apreciado José Díaz. "Nadie puede tener a Dios por Padre si no tiene a la Iglesia por Madre". Así es. Nuestra Madre es eso, madre, nos enseña a hablar el lenguaje de la fe, desde que somos pequeños. Nos lleva de la mano hacia la Tierra Nueva.

Abrazo en Cristo y su Madre Inmaculada.
30/04/17 12:01 AM

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