A los menores y aspirantes del IVE

Hoy son 25 años de que ingresé al seminario menor… es verdad que no son bodas de plata de religioso, ni de sacerdocio, ni de misión… Pero a mí me llena de alegría poder recordar esta fecha. Por la sencilla razón de que para mí, ciertamente son 25 años de que dejé mi casa para entrar al seminario, que sin ser cursi, puedo decir, que fue el día que me dispuse a seguir a Cristo de cerca.

Al escribir esto lo hago pensando especialmente en los menores y las aspirantes. No sólo los de Argentina, sino que pienso en todos los menores y aspirantes de la Congregación. Y lo que me mueve a esto es que tal vez en el alma de ustedes viven los mismos sentimientos que pasaban dentro de mí cuando a los 14 años, ingresé al menor.

Muchos de ustedes me han escuchado decirles, que jamás me olvidaré de aquella primera noche que dormí en el menor de la calle Rawson, en San Rafael. Había estado otras veces de visita allí, y me había quedado a dormir. Pero ahora era distinto… esa noche del 24 de febrero, al acostarme se me dio por pensar en esto: “A partir de hoy, ésta es mi casa”. Ahora estoy convencido que ese pensamiento fue una gracia de Dios… una de esas gracias que Él nos concede en cada momento, durante toda la vida… para alentarnos, animarnos. Me ha iluminado siempre esa idea.

Cuando ingresé al Seminario Menor, los horizontes misioneros no eran tan amplios en la Congregación como hoy. En ese tiempo se acababan de ir los primeros que fundaban fuera del país, en Perú. Una gran emoción en todos… se iban a tierras lejanas. Hoy no nos parece tan lejos Perú… Pero hay que trasladarse a aquél tiempo, las comunicaciones no son las de hoy, ni los vehículos, ni los caminos. Era y sigue siendo una verdadera misión.

Pero lo que ahora pienso, es que nunca jamás se me hubiera cruzado por la cabeza, que 25 años después estaría misionando en Tanzania, en África. Y estos días pensaba en agradecer estos 25 años… en los cuales entra la formación del noviciado, del seminario mayor, del diaconado largo, del sacerdocio, de la misión… Pero en realidad, son 25 años de haber entrado al menor. Hoy agradezco especialmente al seminario menor el ser lo que soy: sacerdote, religioso, y misionero.

Pensaba que si no hubiera ingresado ese 24 de febrero de 1988, capaz que no lo hubiera hecho nunca. Nadie sabe los caminos de Dios, y las miles de formas para atraernos. Pero yo soy consciente de que Dios me pedía que entrara en esa ocasión. Hubieron quienes me preguntaban porqué no entraba después, cuando terminara el colegio, por ejemplo. Respondía con gran seguridad (no sabía de dónde me venían las respuestas), que Dios me pedía que ingresara en ese momento. No estaba en mi poder tener la misma disposición al año siguiente.

Cuando estuve de rector del seminario menor, me gustaba muchas veces imaginarme a dónde podía ser que Dios los enviara a los chicos cuando fueran sacerdotes… Pienso que jamás mis superiores hubieran pensado que “este flaquito” estuviera alguna vez en África… Y ahora pienso en mis compañeros de seminario menor, uno en Filipinas, otro en Gaza, otro en Ecuador, otro en… Y hasta el día de hoy deben estar sorprendidos nuestros superiores. Yo tampoco lo hubiera pensado para mí en aquellos años de menor… ni tampoco ahora, pero acá estamos, por gracia de Dios. Pero, vuelvo al tema, siempre nos enseñaron a rezar por las almas que Dios tiene pensado para nosotros.

Nos dijeron que nos sacrificáramos por las almas de la futura misión. Nos inculcaron el amor a nuestra vocación misionera… sabiendo que si nosotros no venimos, no viene otro. Las almas que Dios ha pensado para mí… no las pensó para otro. ¡Gran verdad! ¡Y qué fuerzas nos daba en los momentos difíciles! (¡Gracias! ¡Mil gracias queridos superiores!)

Alguna vez he escuchado decir, que los que ingresan desde tan chicos al seminario menor, no saben lo que entregan. No creo que haya algo tan absurdo como eso. El que ingresara al seminario menor sin saber lo que hace, no duraría ni un día. Creo que los menores y aspirantes que lean esto van a compartir totalmente lo que digo. Los que entramos desde chicos al seminario, desde el primer momento, hemos sabido muy bien a qué renunciábamos, y porqué. Así como un niño puede ser bien consciente para cometer faltas y pecados… es plenamente consciente para hacer actos virtuosos. Creo que todos hemos pensado en algún momento, en que ya no vivíamos en la casa de los papás, ni con los hermanos de sangre… Y todos hemos extrañado, y nos hemos refugiado junto al Sagrario, y nos hemos agarrado fuerte del Santo Rosario. Díganme ustedes, menores y aspirantes, si esto no es así. Yo recuerdo como si fuera ayer el día que tomé el colectivo para ir a San Rafael a quedarme en el seminario… a ser seminarista… recuerdo a mi mamá en la terminal, recuerdo que no había nadie mas, recuerdo hasta el lugar de donde salió el colectivo… Era el día que dejaba mi casa.

¿No les ha pasado a ustedes lo mismo? Y sabíamos que dejábamos eso tan bueno, por algo mejor… “El que haya dejado padre, madre, hermanos, hijos e hijas, casas… por amor a Mí y por el evangelio, recibirá cien veces mas en esta vida, y heredará la Vida Eterna”.

Para ir terminando, que no quiero que esto se haga muy largo, la frase de Cristo enlaza lo último. Los años del seminario menor han sido los más felices de mi vida… los mejores de mi adolescencia y juventud. Plenos de santa alegría, con buenos amigos, con ideales santos, con todos los medios para crecer en la virtud. No me arrepiento en lo más mínimo de haber entregado a Dios todos esos años.

Hoy que cumplo 25 años de entrar al seminario menor, apenas cumplo un mes en la misión de Tanzania. Cuando llegué a África, y dormí mi primera noche aquí… pero no en la misión, sino en la casa de unos padres que nos alojaron… se me vino al recuerdo aquella primera noche en el menor. Y renové lo que hice a los 14 años. “A partir de hoy, ésta es mi casa”…. África. ¿Dios me concederá 25 años en esta “mi nueva casa”? No sé si está en sus planes, pero lo puedo pedir… Hasta con temor de ser escuchado, como dice San Ignacio. Así lo pidió el P. Llorente, y Dios le concedió 40 años en el Circulo Polar.

¿Les digo una cosa? Ensanchen sus horizontes misioneros… tanto, tanto, como Cristo tiene sus brazos extendidos en la cruz.

Bueno, es tarde. A dormir. Dios los bendiga.

¡Firmes en la brecha!

Con afecto de padre.

P. Diego Cano, IVE.

2 comentarios

  
maria teresa ilieff
Que hermoso tu testimonio!!!! Dios siga bendiciendote y puedas llevar a Jesus a esas tierras donde aun no oyeron hablar del Amor de Dios, maifestado en la entrega de su HIjo por cada uno de nosotros y cada una de esas personas que estan ahora cerca tuyo y vos cerca de ellas. Adios! Seamos santos!!!!! Que otra cosa se puede pedir o amar?

teresa
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Estimada: Muchas gracias por sus palabras y le pido que rece por todos los que estamos misionando por estas tierras, y particularmente en nuestra misión. Aquí somos tres sacerdotes (uno de Uganda, otro de Kenia, y yo de Argentina), y seis religiosas (de Argentina, Egipto, y Perú). Y como dice aquella hermosa poesía: "¿Qué hago, en qué me ocupo, en qué me encanto?.. Loco debo ser, pues no soy santo". Dios la bendiga. P. Diego.
14/11/13 3:06 AM
  
LILIANA Y JOSÉ LUIS OLIVARES
Padre Diego...saludos desde San Rafael,sus pagos de adopción,desde entonces....Pedimos a Dios por su felicidad,por su perseverancia y valoramos mucho su compañía por este medio.
Lo queremos mucho..Familia Olivares-Royón
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Muchísimas gracias, querida familia... con los gratos recuerdos de las fiestas vividas juntos en el Seminario Menor, y tantos momentos importantes. Un abrazo a todos. P. Diego.
12/10/14 2:12 AM

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