InfoCatólica / In hoc signo vinces / Categoría: General

21.06.25

Cómo combatir los pecados de la carne

Queridos lectores, en mi post anterior, apuntábamos cómo los pecados de la carne tienen una especial peligrosidad, por no ser tan evidente su malicia como en el caso de otros pecados y por tratarse de pecados, en su mayoría, fáciles de perpetrar y bastante placenteros en su comisión. Es indudable que, por eso, Satanás trata de aprovechar esos pecados al máximo para arruinar nuestra eternidad (y, en lo posible, también esta vida presente). En el post anterior, por ello, quise poner de manifiesto la referida malicia de estos pecados. Vamos a ver ahora cómo combatirlos, dada la segunda característica que mencionábamos: Su facilidad de comisión y el placer que conlleva.

Sobre este asunto, algunos lectores, en los comentarios al post anterior, ponían el acento en el pecado de gula. No es mi intención subestimar en absoluto esa clase de pecado, pero me van a permitir que nos centremos en el combate contra otro pecado capital, la lujuria, por dos razones: En primer lugar, porque son muchas las personas alejadas de Dios por causa de los pecados contra el Sexto y Noveno Mandamientos. Y bastantes de ellas son bautizados. En segundo lugar, porque ese tipo de pecados han sido y siguen siendo fomentados, en España y otras muchas naciones, por una élite política, financiera y mediática radicalmente perversa, con la finalidad de descristianizar por completo a las naciones de antigua tradición cristiana y manejarlas a su antojo; secundando, así, la labor de Satanás y sus diablos, que nos odian y buscan nuestra eterna condenación y saben muy bien que, como ya advirtió la Santísima Virgen, los pecados que llevan más almas al Infierno son los de la carne. No dudo que, si esos hombres malvados, siervos de Satanás, mueren sin arrepentirse de sus atrocidades y pedir perdón a Dios por ellas, recibirán, por toda la eternidad, la misma paga de los demonios, en el Infierno. Y no es falta de caridad recordar esto, sino todo lo contrario. Lo opuesto a la caridad es silenciarlo.

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9.06.25

La santidad del cuerpo humano

Queridos lectores, deseo hoy abordar un asunto que me parece absolutamente crucial en la época que estamos atravesando en Occidente, por cuanto en ella, debido a la descristianización brutal que sufren países antaño felizmente cristianos, se ha perdido, en buena medida, el sentido de la auténtica dignidad del ser humano. Dicha descristianización ha venido, fundamentalmente, de la mano de una legislación absolutamente impía y enemiga del ser humano y de la institución de la familia, acompañada de enormes cantidades de propaganda en el mismo sentido y de una perversión de la educación de los menores que clama al Cielo.

Es momento de recodar, pues, la advertencia que la Santísima Virgen nos hizo llegar a través de Santa Jacinta de Fátima (uno de los tres pastorcitos que vieron a Nuestra Señora en la Cova de Iría): “Los pecados que llevan más almas al Infierno son los de la carne”. El mensaje de Nuestra Madre del Cielo, desde luego, no puede ser más claro. Los pecados de la carne conllevan, por tanto, un inmenso peligro para el ser humano (nótese que, una vez más, me refiero al ser humano en general, no solo a los católicos). Y esta clase de pecados son, precisamente, de los más espantosamente fomentados en nuestra época. Como pueden ver ustedes, Satanás no es idiota y sus huestes en la Tierra, tampoco (desde la óptica del avance del mal, al menos).

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2.06.25

Cuidar nuestros detalles con Jesús

Queridos lectores, entramos en el mes de junio, mes dedicado al Sagrado Corazón de Jesús. Me parece muy buen momento, pues, para recordar un pasaje del Evangelio de San Lucas tan aleccionador como conmovedor, que a mí me resulta muy inspirador, en relación al tema que abordamos hoy.

Como recordarán, en cierta ocasión, Nuestro Señor Jesucristo fue invitado a comer en casa de un fariseo llamado Simón. Mientras comían, una mujer pecadora, que llevaba consigo un ungüento, entró donde estaban, se puso detrás de Jesús, “junto a sus pies, llorando y comenzó a bañar con lágrimas sus pies y los enjugaba con los cabellos de su cabeza y besaba sus pies y los ungía con el ungüento” (Lc 7, 38).

Viendo esta escena, el fariseo anfitrión pensó mal, tanto del Señor, como de la mujer: “Si éste fuera profeta, conocería quién y cuál es la mujer que le toca, porque es una pecadora” (Lc 7, 39). Jesús, conociendo sus pensamientos, explicó al fariseo, mediante una parábola, que a quien se le perdonan muchos pecados lo lógico es que ame más a Dios, en correspondencia y lo demuestre. Pero lo más interesante, a los efectos de nuestro tema de hoy, son las palabras que, seguidamente, el Señor dirigió al fariseo:

“¿Ves a esta mujer? Entré en tu casa y no me diste agua para los pies; mas ella ha regado mis pies con sus lágrimas y los ha enjugado con sus cabellos. No me diste el ósculo; pero ella, desde que entré, no ha cesado de besarme los pies. No ungiste mi cabeza con óleo y ésta ha ungido mis pies con ungüento. Por lo cual te digo que le son perdonados sus muchos pecados, porque amó mucho. Pero a quien poco se le perdona, poco ama” (Lc 7, 44 - 47).

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17.05.25

León XIV: Alegría y esperanza

Queridos lectores, como todos ustedes ya saben, la semana pasada tuvo lugar la elección de nuestro nuevo Papa, León XIV. Ruego me disculpen por no haber escrito antes sobre este estupendo tema, pero circunstancias personales me lo han impedido. No obstante, el hecho de que hayan pasado unos días también me ha permitido pensar, contemplar, escuchar y leer cosas varias y muy interesantes sobre el nuevo Papa. Ahora deseo pronunciarme yo al respecto.

Lo primero que debo decir es que comparto, plenamente, la alegría y esperanza generadas, en muchos católicos, por la elección del papa León XIV y por sus primeros gestos y palabras. Resulta claro que la Iglesia necesita al Romano Pontífice, por lo que siempre es una gran alegría que la Sede de San Pedro deje de estar vacante y los católicos tengamos nuevo Papa. Asimismo, también a mí me agradó mucho ver al nuevo Papa aparecer en el balcón de San Pedro revestido con muceta y estola, así como saber que ha tomado la decisión de residir en el Palacio Apostólico. Decisiones y gestos, todos ellos, que, para mí, tienen importancia y que me han parecido muy inteligentes. No es falta de humildad, sino todo lo contrario, que un Papa se revista adecuadamente como Papa y resida donde era ya tradición que residieran los Papas. El cargo es que el que es y, en mi opinión, conlleva todo ello y lo merece.

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2.05.25

El secreto de la felicidad

Queridos lectores, como ustedes bien saben, el deseo de ser feliz es algo que se encuentra impreso en la naturaleza humana. No creo que exista un solo ser humano que, en el fondo de su corazón, no aspire a ser plenamente feliz. Y esto, con independencia de que la persona sea mejor o peor. Siendo, pues, esta nuestra naturaleza, la cuestión sobre cómo ser felices no es, para nada, baladí. ¿Cómo lograrlo, pues? Veámoslo.

Lo primero que se debe decir sobre esta cuestión es que la fuente de la felicidad humana es Dios en Sí mismo, así como, también, el inmenso amor que Dios nos tiene y el amor con que nosotros correspondamos al Señor. Si hay personas que no creen en Dios que están empezando a leer este artículo, tal vez se sientan decepcionadas por esta primera respuesta, ya que, en principio, Dios no cuenta para nada en sus vidas. Ruego, pues, a estas personas que tengan paciencia y sigan leyendo, ya que voy a procurar explicarlo y lo que aquí voy a escribir es así para todas las personas, sea cual sea su condición o circunstancias. No en vano, ya San Agustín, en una expresión suya muy conocida, puso de manifiesto lo siguiente: “Nos hiciste, Señor, para Ti y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en Ti”. Y el Santo se refería a todas las personas, no solo a los cristianos. La fuente de la felicidad humana es, por tanto, de orden espiritual, no material, pues Dios es Espíritu purísimo y el amor es una realidad espiritual. Las cosas materiales de este mundo no pueden llenar plenamente el corazón humano; y tampoco las personas, aunque tanto las personas que nos aman y que, a nuestra vez, amamos, como los bienes materiales puedan suponer para nosotros un nivel importante de gozo. Pero, lo que es felicidad plena y absoluta, solo Dios puede proporcionárnosla. Así, existen personas que habiéndose convertido al Catolicismo, han testimoniado que, antes de su conversión, teniendo, en principio, bienes de sobra para vivir estupendamente y ser felices, sin embargo, al mismo tiempo experimentaban un vacío espiritual muy grande; lo cual las llevó, en cierto momento, a dirigirse a Dios, pidiendo ayuda; respondiendo Dios a esas personas con infinita Misericordia, guiándolas hacia la conversión, esto es, hacia Sí.

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