Francisco Franco: No es el siervo mayor que su señor
Queridos lectores, como todos ustedes sabrán, el pasado 20 de noviembre se cumplieron cincuenta años del fallecimiento del Generalísimo, Francisco Franco Bahamonde. En España, el actual Gobierno ya lleva tiempo recordándonos esta efeméride y repitiéndonos, a diestro y siniestro (sobre todo, siniestro), lo malo, malísimo, malisisísimo que, en su opinión, fue Franco. Por supuesto, ese mismo Gobierno y sus socios parlamentarios ya se han encargado de impedir que se pueda responder a las mentiras sobre Franco y su Régimen, por medio de la liberticida y tiránica Ley 20/2022, de 19 de octubre, de Memoria Democrática. Mucho “rollo” sobre la democracia y demás, pero ya saben: Una cosa es predicar y, otra, dar trigo. Dime de qué presumes… De este modo, dada la opresión que supone esa ley nefanda sobre quienes discrepamos del actual Gobierno y sus socios respecto a Franco y su Régimen, debo comunicarles que me he visto obligada a modificar seriamente este post respecto a la versión que, en principio, había escrito y que es la que me hubiera gustado poder publicar. Así estamos en España. ¿“Democracia”? ¡Ja! Este término no constituye más que una enorme tomadura de pelo.
Pese a todo, la efeméride, desde luego, resulta demasiado importante como para dejarla pasar sin decir algo sobre ella. Respecto a las acciones de Franco no puedo escribir apenas nada, puesto que veo gravemente amenazado mi derecho fundamental a la libertad de expresión, como ya he expuesto. Sin embargo, creo que sí puedo y debo decir otras cosas que considero ciertas. Así, en mi opinión, en Franco se cumplen, con creces, las siguientes palabras de Nuestro Señor Jesucristo:
“No es el siervo mayor que su señor. Si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán” (Jn 15, 20)
“No está el discípulo sobre el maestro, ni el siervo sobre su amo; bástele al discípulo ser como su maestro y al siervo como su señor. Si al amo le llamaron Beelzebul, ¡Cuánto más a sus domésticos” (Mt 10, 24, 25)

Queridos lectores, lo primero de todo, debo pedirles disculpas por mi demora en atender mi blog adecuadamente en los últimos meses. Circunstancias personales mías me lo han impedido. No obstante, a no tardar mucho, espero poder mejorar mi ritmo de publicación de artículos. Dios lo quiera.
Queridos lectores, en relación al asunto objeto de este artículo, lo primero que deseo apuntar es que soy consciente de que no soy la primera persona en opinar sobre él públicamente, dado que otras personas ya lo han hecho con anterioridad y con una contundencia acorde, a mi juicio, a la gravedad del caso. Aunque no es mi deseo añadir más leña al fuego, sin embargo, dicha gravedad me mueve, también a mí, a manifestar mi posición al respecto, desde el respeto y afecto al Cardenal Arzobispo de Madrid y acogiéndome a la libertad que, en tal sentido, nos otorga a los fieles el canon 212 del Código de Derecho Canónico. Examinemos, pues, el mensaje del cardenal Cobo a la llamada “asamblea de la Red Mundial de Católicos Arco Iris (GNRC)”, 