Cómo combatir los pecados de la carne
Queridos lectores, en mi post anterior, apuntábamos cómo los pecados de la carne tienen una especial peligrosidad, por no ser tan evidente su malicia como en el caso de otros pecados y por tratarse de pecados, en su mayoría, fáciles de perpetrar y bastante placenteros en su comisión. Es indudable que, por eso, Satanás trata de aprovechar esos pecados al máximo para arruinar nuestra eternidad (y, en lo posible, también esta vida presente). En el post anterior, por ello, quise poner de manifiesto la referida malicia de estos pecados. Vamos a ver ahora cómo combatirlos, dada la segunda característica que mencionábamos: Su facilidad de comisión y el placer que conlleva.
Sobre este asunto, algunos lectores, en los comentarios al post anterior, ponían el acento en el pecado de gula. No es mi intención subestimar en absoluto esa clase de pecado, pero me van a permitir que nos centremos en el combate contra otro pecado capital, la lujuria, por dos razones: En primer lugar, porque son muchas las personas alejadas de Dios por causa de los pecados contra el Sexto y Noveno Mandamientos. Y bastantes de ellas son bautizados. En segundo lugar, porque ese tipo de pecados han sido y siguen siendo fomentados, en España y otras muchas naciones, por una élite política, financiera y mediática radicalmente perversa, con la finalidad de descristianizar por completo a las naciones de antigua tradición cristiana y manejarlas a su antojo; secundando, así, la labor de Satanás y sus diablos, que nos odian y buscan nuestra eterna condenación y saben muy bien que, como ya advirtió la Santísima Virgen, los pecados que llevan más almas al Infierno son los de la carne. No dudo que, si esos hombres malvados, siervos de Satanás, mueren sin arrepentirse de sus atrocidades y pedir perdón a Dios por ellas, recibirán, por toda la eternidad, la misma paga de los demonios, en el Infierno. Y no es falta de caridad recordar esto, sino todo lo contrario. Lo opuesto a la caridad es silenciarlo.