"Todo el que es de la verdad escucha mi voz"

Queridos lectores, lo primero de todo, debo pedirles disculpas por mi demora en atender mi blog adecuadamente en los últimos meses. Circunstancias personales mías me lo han impedido. No obstante, a no tardar mucho, espero poder mejorar mi ritmo de publicación de artículos. Dios lo quiera.

En esta ocasión, traigo al blog unas palabras que, a buen seguro, muchos de ustedes conocen bien: Fueron dichas por Jesucristo a Pilato, durante su primer diálogo. La respuesta completa del Señor a Pilato, cuando éste le preguntó si era rey, fue la siguiente:

“Tú lo dices, soy Rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo, para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz” (Jn 18, 37)

En estos tiempos recientes en que en la Iglesia Católica se habla mucho sobre escuchar, escuchar, escuchar… me han venido a la memoria, con frecuencia, estas palabras de Jesús. Por lo visto, en nuestra época hay voces dentro de la Iglesia que proclaman que los católicos tenemos que escuchar; no concretan con exactitud a quién debemos escuchar, pero lo, por lo visto, tenemos que hacerlo. Mi impresión es que, a lo que parece, tenemos que escuchar la voz de los hombres y no precisamente de los más santos. Como si, hasta hace poco tiempo, la Iglesia hubiera sido insensible y dura a esas voces, pobrecitas voces de pobrecitos hombres y ahora eso tiene que cambiar; porque una Iglesia verdaderamente misericordiosa y sinodal tiene que estar en permanente escucha. Por lo que yo he percibido, hay que escuchar a los líderes de otras religiones, a los colectivos LGTB, a los divorciados y vueltos a casar, a las mujeres que quieren ser curas, a los masones, a los “progresistas", etc. De forma que, según parece, sea la Iglesia quien trate de amoldarse a los deseos proclamados por esas voces y no a la inversa.

¿Es esto así? ¿Los católicos tenemos la obligación de escuchar cualesquiera voces que pretendan, por ejemplo, que la Iglesia cambie su doctrina moral y/o su estructura institucional? ¿O a quién tenemos que escuchar los católicos?

Las palabras de Jesucristo que dan título a este post no pueden resultar más claras: Los católicos tenemos que escucharle a Él, porque eso es lo que hacen los que son de la verdad. Y los católicos, si queremos salvarnos, tenemos que ser de la Verdad, que es Cristo mismo, en su condición de Hijo de Dios. Los católicos tenemos que escuchar la voz de Dios (y, en realidad, no solo nosotros, sino toda persona humana). Esta idea resulta enormemente frecuente en la Sagrada Escritura; tanto en el Antiguo, como en el Nuevo Testamento. Cito algunos ejemplos tomados del Evangelio:

  • “No solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mt 4,4)
  • “Uno solo es vuestro maestro” (Mt 23, 8)
  • “El que escucha mis palabras y las pone por obra” (Mt 7, 24)
  • “Mis ovejas oyen mi voz” (Jn 10, 27)
  • “Las ovejas (…) no conocen la voz de los extraños” (Jn 10, 5)
  • “El que a vosotros oye, a mí me oye” (Lc 10, 16)
  • “El que tenga oídos para oír, que oiga” (Lc 8, 8)
  • “Mi madre y mis hermanos son los que oyen la palabra de Dios y la ponen en práctica” (Lc 8, 21)

La necesidad, pues, que tenemos los católicos y todos los hombres, en general, de escuchar a Jesucristo es muy grande: “Sin Mí no podéis hacer nada” (Jn 15, 5). Cristo, como único Maestro nuestro, es quien ha bajado del Cielo para enseñarnos lo que debemos hacer para salvarnos, esto es, para vivir en santidad y Gracia de Dios y, así, poder regresar al Paraíso tras nuestra muerte. De este modo, la Iglesia Católica enseña que las fuentes de la Revelación Divina son la Sagrada Escritura y la Tradición, adecuadamente interpretadas por el Magisterio de la Iglesia, que es Madre y Maestra. Por tanto, la misión primordial de la Iglesia no es escuchar, sino enseñar. Jesucristo lo dejó muy claro antes de subir al Cielo en su Ascensión:

“Id pues; enseñad a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a observar todo cuanto yo os he mandado” (Mt 28. 19-20).

“Enseñándoles a observar todo cuanto yo os he mandado”, dice, pues, el Señor; a todas las gentes, bautizándolas. A todas las gentes. Parece muy claro, ¿No? Más claro, imposible. Esta es la misión de la Iglesia respecto a todos los hombres. No solo respecto a los ya bautizados, sino también, respecto a quienes no lo están, sean ateos, agnósticos o seguidores de otras religiones. Porque todos ellos van a ser juzgados por Jesucristo una vez mueran, exactamente igual que los católicos; y se salvarán o condenarán, según hayan sido sus obras. Con evidentes y mayores posibilidades de salvación y santificación si están bautizados (y, por tanto, ya no tienen el pecado original en sus almas) que en el caso de que no lo estén e ignoren cómo guardar lo que Cristo ha mandado. A ello se debe la actividad misionera desarrollada por la Iglesia a lo largo de los siglos.

¿Significa esto que la Iglesia no tiene que escuchar a nadie, en absoluto? No. La Iglesia puede y debe escuchar a los hombres, pero siempre con la vista puesta en cumplir la misión que Dios le ha asignado, esto es, ayudar a los hombres a vivir como Dios quiere y, por tanto, a salvarse. Esto es lo que hacía Nuestro Señor Jesucristo. Él habló con muy distintos tipos de personas; incluso, aun cuando hablar con algunas, en su tiempo, no estuviera bien visto (como sucedió, por ejemplo, en el caso del diálogo de Jesús con la samaritana, junto al pozo de Jacob; o con los publicanos). Evidentemente, al dialogar con tales personas, el Señor las escuchaba; sin embargo, siempre buscó moverlas a la conversión a Dios, al cambio de vida que cada una necesitase para su salvación. No existe, por tanto, en el Evangelio ni sombra de escucha a los hombres por parte de Cristo con el fin de amoldarse Él a nuestros caprichos y voluntades torcidas. Y, si alguna vez su Palabra resultó dura, incluso, a sus propios discípulos, simplemente dejó marcharse a quienes quisieron marcharse, planteando tal tesitura, incluso, a los Apóstoles, como ocurrió tras las enseñanzas del Señor sobre la Eucaristía (Jn 6, 60 - 67). Y ya sabemos lo que le respondió, en tal ocasión, San Pedro, el primero entre los Apóstoles:

“Señor, ¿A quién iríamos? Tú tienes palabras de vida eterna y nosotros hemos creído y sabemos que tú eres el Santo de Dios” (Jn 6, 68).

No deja de ser llamativo, además, que, inmediatamente a continuación, el Señor advirtiera a los Apóstoles que uno de ellos, habiendo sido escogido por Cristo mismo, era un diablo. Así pues, puede haber diablos y traidores entre los Pastores escogidos por el Señor para su Iglesia. Se trata de una posibilidad muy triste y dramática pero absolutamente real. El Evangelio mismo nos lo advierte.

Así pues, como muy bien dijo San Pedro, el ser humano no tiene a dónde ir, aparte de a Jesucristo, si quiere tener vida eterna. Y, para acceder a Cristo mismo y a sus enseñanzas, es necesario escuchar a la Iglesia Católica, única responsable y encargada de enseñarnos a guardar los mandatos del Señor. Jesús, como ya hemos visto, nos dijo que el que oye a los Pastores de la Iglesia le oye a Él mismo; siempre y cuando los Pastores se esfuercen en enseñarnos el auténtico Evangelio y no cosas diferentes, como ya puso de manifiesto San Pablo en aquella célebre cita suya:

“Mas si aun nosotros, o un ángel del cielo, os anunciare otro evangelio diferente del que os hemos anunciado, sea anatema” (Gálatas 1, 8).

Los fieles, pues, en principio, debemos tener una actitud de acogida benigna y confiada de las enseñanzas del Papa, los Obispos y los Presbíteros. La desconfianza por sistema hacia los Pastores de la Iglesia no es una actitud nada recomendable a adoptar por los seguidores de Cristo, a mi modo de ver. Sin embargo, también es cierto que, ya desde el Pontificado anterior, vivimos en la Iglesia unos tiempos de grave confusión doctrinal que vienen siendo denunciados por aquellos Pastores y fieles que se atreven a ello; confusión sembrada desde dentro de la Iglesia, por una parte de los Pastores (algunos de ellos, muy encumbrados). De este modo, resulta muy triste que los fieles ya no podamos escuchar las voces de cualesquiera Pastores de la Iglesia con la confianza de que se nos va a transmitir lo que de verdad el Señor nos ha enseñado; y que debamos estar alerta, por cuanto no debemos escuchar la voz de “los extraños”, incluso aun cuando dichos extraños se encuentren incardinados en la Jerarquía de la Iglesia. Lo cierto es que, a poco que se tenga un cierto nivel de formación acerca del Evangelio y las enseñanzas del Magisterio anterior al Pontificado de Francisco no resulta muy difícil distinguir qué Pastores nos transmiten cosas ajenas al Evangelio, cuando no contrarias a él; o, como mínimo, cosas confusas, por cuanto parecen contravenir el Magisterio bimilenario de la Iglesia de forma un tanto solapada o subrepticia.

En cambio, lo que los católicos y, por ende, todos los hombres, necesitamos son Pastores de la Iglesia santos y valientes, miembros de la Jerarquía Eclesiástica capaces de dar testimonio de las verdaderas enseñanzas de Nuestro Señor Jesucristo, por mucho que ello suponga contravenir, en no pocas ocasiones, las voces del mundo, procedan de fuera de la Iglesia o, tristemente, incluso desde su mismo interior. Tendrá que tratarse de hombres de Iglesia dados, pues, a la oración, con el ánimo de escuchar la voz de Dios en sus corazones, a fin de cumplir la Voluntad de Dios y no lo que digan cualesquiera otras voces. ¿Hay, también, Pastores así, en la Iglesia, actualmente? Yo creo que sí; y algunos de ellos han sufrido persecución desde dentro de la misma Iglesia, por su defensa pública de la sana doctrina. No dudo que el Señor premiará la valiente labor de estos hombres, en el momento que Él tiene determinado.

Asimismo, también los fieles debemos orar y meditar la Palabra de Dios, buscando cumplir la Voluntad Divina; además de recibir los Sacramentos. Acerca de la meditación de la Palabra de Dios, es triste tener que decir que debemos tener mucho cuidado con las ediciones de la Sagrada Escritura a las que accedamos; pues, dramáticamente, hay en la Iglesia quienes se atreven a manipular la misma Palabra de Dios con traducciones que no responden a su verdadero contenido. Hace pocos meses, hemos visto un preocupante ejemplo de esto, en Irlanda. Así pues, si me permiten, les dejo un consejo: Si tienen en sus casas ediciones antiguas de la Biblia completa o de los Evangelios, consérvenlas y úsenlas. No quiero decir con esto que no existan traducciones fiables realizadas en la actualidad; pero, a mi entender, las ediciones antiguas, en general, sí lo eran (procedentes, claro está de editoriales católicas; no me estoy refiriendo a Biblias editadas por no católicos, obviamente).

En definitiva: Tratemos de escuchar y distinguir, todos, la voz de Señor en nuestros corazones, procurando seguir el consejo de Jesús: “Cuidad que nadie os engañe” (Mt 24,4) y el de Nuestra Madre, Santa María: “Haced lo que Él os diga” (Jn 2, 5), poniendo en práctica las auténticas enseñanzas de Jesucristo. Esa será la manera en que, efectivamente, podamos ser de la Verdad, santificarnos y salvarnos.

Roguemos, además, a Dios por los Pastores de la Iglesia, para que, siendo los primeros en escuchar la voz del Señor y cumplir su Voluntad, nos enseñen siempre a los fieles y a todos los hombres a guardar lo que Cristo ha mandado y no cosa alguna ajena o contraria al Evangelio. Así sea.

2 comentarios

  
Juan Mariner
La palabra "escuchar" es un eufemismo que sustituye a "obedecer", que veríamos como tabú. No seamos ingenuos, cuando dicen de "escuchar la voz de los hombres", en realidad quieren decir "obedecer las órdenes de los poderosos".

Me duele que haya puesto a todos los izquierdistas con los divorciados vueltos a casar, los LGTBI, los masones y las mujeres que quieren ser curas. Yo soy izquierdista, pero progresista en lo social y conservador en lo moral, como la "izquierda beata de Latinoamérica" según Lo país.

-----
L.V.: Sucede que conozco pocos izquierdistas que sean conservadores en lo moral, la verdad; pero, para evitar confusiones, he cambiado el término "izquierdistas" por el de "progresistas"; seguramente, así se verá más claro a quiénes me refiero. Además, también hay "progres" de Derechas y, por tanto, no son precisamente amigos de Jesucristo, por muy de Derechas que sean o aparenten ser.
10/11/25 7:12 PM
  
Juan Pablo
Permítame, señor Mariner, recordarle que el socialismo y comunismo son errores condenados a perpetuidad por la Iglesia. Lo digo por lo de ser izquierdas. Si quiere puede informarse, o preguntarle a una IA católica, si no dispone de tiempo para consultar Encíclicas en éste aspecto: Dilectissima Nobis, Quod Apostolici Muneris, Quadragessimo Anno,....
Y con esto no digo nada de las derechas. Si no que hay que ser católico, a secas.
No se puede por tanto ser , por ejemplo, socialista y católico. Supone incultura católica: lo digo sin dirigirme a nadie, por favor. Es como decir que uno es católico y que vota a un partido que permite abortar, ...lo cual es muy propio del socialismo o comunismo, o partidos que se dicen también de derechas, y lo permiten de cualquier modo.
Recomiendo también vivamente las biblias Nácar-Colunga anteriores al Concilio V II, o las Straubinger hasta mediados de los 60, o las biblias de Felipe Scío de San Miguel. Lo digo porque las traducciones ahora YA NO SON FIABLES. Al menos, no pocas. Y estas personas citadas eran eruditos y muy santos. Y creo que me entienden.
Excelente artículo Lina. Muchísimas gracias. Dios te lo pague.
¡¡¡¡¡VIVA MARÍA SANTÍSIMA CORREDENTORA, MEDIANERA DE TODAS LAS GRACIAS!!!!
¡¡¡¡¡AVE MARÍA PURÍSIMA SIN PECADO CONCEBIDA!!!!!

-----
L.V.: Gracias a ti :)
10/11/25 10:12 PM

Esta publicación tiene 3 comentarios esperando moderación...

Dejar un comentario



No se aceptan los comentarios ajenos al tema, sin sentido, repetidos o que contengan publicidad o spam. Tampoco comentarios insultantes, blasfemos o que inciten a la violencia, discriminación o a cualesquiera otros actos contrarios a la legislación española, así como aquéllos que contengan ataques o insultos a los otros comentaristas, a los bloggers o al Director.

Los comentarios no reflejan la opinión de InfoCatólica, sino la de los comentaristas. InfoCatólica se reserva el derecho a eliminar los comentarios que considere que no se ajusten a estas normas.