15.02.19

LII. La gracia de la oración

569. ––Si, como se ha probado: «todo cuanto se realiza aquí abajo, incluso lo contingente, cae bajo la divina providencia», parece que se plantea la siguiente alternativa: «o que la providencia no sea cierta o que todo suceda necesariamente». Las dos opciones son contrarias a lo expuesto hasta este nuevo capítulo, dedicado a la certidumbre de la providencia divina. ¿Cómo resuelve el Aquinate esta dificultad que plantea?

––La dificultad la presenta Santo Tomás en cinco objeciones distintas. Para resolverlas, presenta una síntesis de lo ya ha expuesto y probado. Para hacer frente a estas objeciones, recuerda estas tres tesis. Primera: «nada escapa a la divina providencia». Segunda: «el orden de la misma es inmutable». Tercera: «todo lo provisto por ella tiene que acontecer necesariamente».

La primera queda probada si: «se tiene en cuenta que, como Dios es la causa universal de todo cuanto existe y a todo da el ser, es preciso que el orden de su providencia lo abarque todo; pues a las cosas a las que dio el ser es preciso que les dé la conservación, y que, además, les confiera la perfección en su último fin (III, c. 64 y ss.)».

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31.01.19

LI. La buena suerte y la fatalidad

559. ––En capítulos anteriores, se ha probado que: «las elecciones y los movimientos de la voluntad son inmediatamente dispuestos por Dios», porque los causa. «Por el contrario, el conocimiento humano, o sea, el intelectual, es regulado por Dios mediante los ángeles», en el sentido de ayudado para que se perfeccione; «y en cuanto atañe al cuerpo, sean cosas interiores o exteriores, destinados al uso, es gobernado por Dios mediante los ángeles y los cuerpos celestes», en cuanto causas ocasionales indirectas. ¿Hay un motivo por el que el Aquinate afirme que «las cosas humanas se reducen a las causas superiores»?

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16.01.19

L. Los astros y las facultades humanas

548. ––Después de los siete capítulos, dedicados al modo que se ejecuta el orden de la providencia divina, ¿qué es lo que estudia a continuación el Aquinate sobre la providencia?

––En los siguientes capítulos, Santo Tomás se ocupa de examinar si, además de las substancias espirituales, gobiernan al hombre otras substancias. Antes en un capítulo, a modo de epílogo de los anteriores, recuerda que: «Acerca de la inquisición del orden que se ha de imponer a las cosas, podemos colegir que Dios lo dispone todo por si mismo (…) Sin embargo, en cuanto a la ejecución, administra las cosas inferiores por las superiores: las corporales por las espirituales (…) Y los espíritus inferiores, administrados por los superiores (…) Administra también los cuerpos inferiores por los superiores»[1].

Los cuerpos superiores, o «cuerpos celestes», como todo lo corpóreo, están compuestos de materia, pero considera Santo Tomás que están en la escala de los entes en un grado superior dentro del nivel de los cuerpos. Esta tesis, que parece sorprendente se explica, porque, como notaba el dominico Jesús Valbuena, al ocuparse de esta temática: «habla el santo Doctor según los conocimientos y el estado de las ciencias físico-químicas y físico-biológicas y astronómicas de su tiempo».

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3.01.19

XLIX. Los Demonios y los hombres

537.     ––Se ha establecido que los ángeles, por voluntad divina, intervienen en la vida de los hombres ¿Puede afirmarse también que actúan sobre los seres inferiores a los hombres?

––Para conocer la respuesta a esta cuestión, que en la Suma contra los gentiles no trata directamente, debe tenerse en cuenta  que Santo Tomás sostiene que: «Dios rige los cuerpos inferiores mediante los cuerpos celestes».

Se explica, porque: «Así como en las substancias intelectuales hay unas superiores a otras, así también las hay en las substancias corporales. Mas las substancias intelectuales son regidas por las superiores, a fin de que la disposición de la divina providencia descienda gradualmente hasta lo más bajo, según se dijo (III, c. 78 y s.). Luego, por idéntica razón, los cuerpos inferiores son regidos por los superiores».

Da varios argumentos para probar esto último. Uno de ellos, basado en la Física de Aristóteles, es el siguiente: «Es necesario que el primer principio del movimiento sea algo inmóvil. Según esto, las cosas más cercanas a la inmovilidad deben ser motoras de las otras. Es así que los cuerpos celestes están más próximos a la inmovilidad del primer principio que los cuerpos inferiores, porque sólo se mueven con una especie de movimiento, el local, mientras que los otros cuerpos muévense con toda clase de movimientos. Luego, los cuerpos celestes son motores y rectores de los inferiores»[1].

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17.12.18

XLVIII. Los ángeles en la vida del hombre

527. ––Descritas las funciones de los nueve órdenes o coros angélicos, el Aquinate pasa a examinar las de las almas espirituales humanas, las otras substancias intelectuales, que son incompletas, porque deben estar unidas a un cuerpo, para disponer del conocimiento sensible para entender. Comienza con esta indicación:«Las almas humanas ocupan el último lugar entre las demás substancias espirituales, porque, según se dijo (III, c. 80), en su primera disposición, asumen un conocimiento general del orden de la providencia; y para que el alma tenga un conocimiento perfecto del orden en cuanto a lo singular, es necesario que parta de las cosas mismas, en las cuales ya está establecido particularmente dicho orden providencial. De ahí la necesidad de que constase de órganos corporales mediante los cuales pudiese obtener el conocimiento de las cosas». ¿Este modo de conocer les basta a los hombres para conocer el orden de la providencia sobre ellos y sobre las otras cosas?

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