LV. Los milagros

610. ––El Aquinate ha concebido la providencia divina como «la razón del orden de las cosas al fin»[1]. Dios quiere los fines de las cosas y establece con su entendimiento la ordenación de las cosas para la consecución de su fin. Esta concepción y planificación eterna es la providencia divina. Ha explicado también que su ejecución en el tiempo, porque es una aplicación a la criatura, es el gobierno divino[2]. ¿Puede Dios obrar fuera del orden establecido por su razón?
––A esta cuestión responde Santo Tomás en el capítulo 98 de la tercera parte de la Suma contra los gentiles. Establece dos distinciones con respecto a la providencia. La primera es entre el orden universal y el orden particular. La providencia u orden universal: «depende, sin duda, de la primera causa universal y por eso abarca todas las cosas». La providencia u orden particular: «depende de alguna causa creada y contiene cuanto está sometido a ella». Hay que hablar de órdenes particulares, porque: «este orden es múltiple en conformidad con la diversidad de causas que se dan en las criaturas».


581. ––¿La bondad de la providencia divina garantiza invariablemente la eficacia de la oración?
569. ––Si, como se ha probado: «todo cuanto se realiza aquí abajo, incluso lo contingente, cae bajo la divina providencia», parece que se plantea la siguiente alternativa: «o que la providencia no sea cierta o que todo suceda necesariamente». Las dos opciones son contrarias a lo expuesto hasta este nuevo capítulo, dedicado a la certidumbre de la providencia divina. ¿Cómo resuelve el Aquinate esta dificultad que plantea?
559. ––En capítulos anteriores, se ha probado que: «las elecciones y los movimientos de la voluntad son inmediatamente dispuestos por Dios», porque los causa. «Por el contrario, el conocimiento humano, o sea, el intelectual, es regulado por Dios mediante los ángeles», en el sentido de ayudado para que se perfeccione; «y en cuanto atañe al cuerpo, sean cosas interiores o exteriores, destinados al uso, es gobernado por Dios mediante los ángeles y los cuerpos celestes», en cuanto causas ocasionales indirectas. ¿Hay un motivo por el que el Aquinate afirme que «las cosas humanas se reducen a las causas superiores»?