InfoCatólica / La Puerta de Damasco / Archivos para: Noviembre 2010

17.11.10

Ya sé que no debería decir nada

Pero creo que debo decir algo, quizá equivocadamente, porque yo no gozo del carisma de la infalibilidad, pero el riesgo de equivocarse es inevitable si uno escribe en un blog. Me refiero al asunto del Valle de los Caídos.

Que en ese tema haya más de lo que aparece, yo, sinceramente, no lo dudo. Son muchas “casualidades” para pensar que todo sea “casual”. ¿Que puede haber un riesgo para los que asistan a la Misa, por razones de seguridad? Sí, quizá. O no. Probablemente no.

Las cosas se enmarañan tanto que, llegado el momento, uno no sabe bien qué pensar. Me alegro del respaldo que muchos católicos han dado, con su asistencia a la Santa Misa el pasado domingo, a la comunidad benedictina y, sobre todo, a la libertad de culto y a la libertad religiosa.

Es hora de testimonio, de “martirio”, de defender con uñas y dientes, dentro de lo que permita la moral católica, nuestros derechos. En este sentido, nada en contra, sino todo a favor.

Pero también comprendo que, ante un problema, se deben agotar todas las vías “civilizadas” para llegar a resolverlo. No he llegado a comprender las desconfianzas con respecto al Arzobispado de Madrid. En el comunicado que ha hecho público, la postura del Arzobispado me parece muy razonable:

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16.11.10

El Papa en España (III). La gran necesidad (escrito por Yolanda)

Mientras los medios hostiles, la militancia anticatólica y los grupos de presión intraeclesiales de todo pelaje aguardaban ansiosos el momento en que el Papa pronunciara la frase anhelada, aquella que, por muy tenue que fuese la relación, les permitiese pulsar la tecla para cursar un titular concebido de antemano, o rubricara, siquiera tras una disparatada exégesis, alguna de sus particulares obsesiones, los fieles que pastorea Benedicto XVI permanecían en la escucha expectante a quien venía a confirmarlos en la fe.

Haciendo efectivo una vez más el jocoso aforismo periodístico, según el cual a la realidad no debe permitírsele arruinar un buen titular (y, hoy en día, tampoco un titular torpe o feo) de nada sirvió que el Santo Padre tuviera la consideración de proporcionar a los periodistas que lo acompañaban en el trayecto a Santiago el contenido explícito de su visita: “Yo diría que este viaje tiene dos temas. Tiene el tema de la peregrinación, del estar en camino, y tiene el tema de la belleza, de la expresión de la verdad en la belleza, de la continuidad entre tradición y renovación”, ni que confirmara con un contundente “así es” que ése es “uno de los temas importantes de su pontificado”1.

Que el Papa acredite esas afirmaciones con constantes referencias al anhelo de la belleza no es una cuestión menor, ni una adherencia decorativa. Recordar que el esplendor de un templo como el de la Sagrada Familia es un “espacio de belleza, de fe y de esperanza, que lleva al hombre al encuentro con quien es la Verdad y la Belleza misma” y que esta “ belleza es también reveladora de Dios porque, como Él, la obra bella es pura gratuidad”2 se agradece en un mundo presidido por una vulgaridad insaciablemente devoradora de la delicadeza, de la naturaleza y del arte –y cuyos más decididos agentes son esas minorías acaparadoras de la impostura cultural- hasta tal punto que estamos al límite de padecer el colapso definitivo de la sensibilidad, por tantas inclemencias esparcidas sobre el gusto, en forma de pacotilla cultural, artilugio de saldo y paisajes de atrezzo.

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El Papa en España (II). La alegría de Pedro (escrito por Fredense)

“Tenía 29 años en 2007 cuando fui madre por primera vez. Nuestro pequeño Tim era un niño saludable y hermoso, y formábamos una familia feliz. Por ello decidimos regalarle rápidamente un hermanito. En el verano de 2008 me quedé nuevamente embarazada y aquel viernes, en mi vigésimo primera semana de embarazo, estaba deseando ver mediante la ecografía las primeras imágenes de mi hijo. Pero algo no iba bien: la doctora me enseñó las zonas de la columna vertebral que estaban dañadas y me explicó que mi hijo padecía de espina bífida. Yo misma soy comadrona y había oído hablar de casos de aborto tardío, pero ahora tenía que tomar una decisión: ¿quiero continuar con este embarazo o no? Visité con mi marido varios médicos especialistas en diagnóstico prenatal.

Entre tanto ya estaba en la semana 22 y mi hijo se movía, pero habíamos perdido todo contacto con él: ya no lo acariciábamos, no le poníamos música ni le hablábamos. No se nos pasaba por la cabeza verlo crecer y nuestros sentimientos nos daban la razón: según los médicos jamás aprendería a andar, sería paralítico y estéril. Ya no teníamos dudas: queríamos la interrupción. En otro caso este niño tendría un infierno de vida, dolores sin cesar, nunca reiría con nosotros, nunca podría ser independiente.

Pero teníamos que darnos prisa. Los médicos nos informaron de que, a estas alturas del embarazo, se dan casos de abortos fallidos en los que, contra pronóstico, el niño no muere del todo, y luego ellos están obligados a intentar salvarle la vida. Por ello en Alemania en los abortos tardíos se elimina al niño en el vientre de la madre por medio de inyección letal o cortándole el suministro de sangre a través del cordón umbilical, mientras médico, enfermera y padres observan por ecografía cómo el corazón deja de latir. Luego se induce el parto del feto ya muerto.

Lo hice en el mismo hospital en el que trabajo. Una amiga y compañera me asistió. El tratamiento empezó a las 9 de la mañana y por la tarde ya empezaron los dolores de parto. Yo estaba segura de hacer lo correcto. Sólo hubo un momento en el que lo pasé mal: desde el pasillo llegaban las voces de un coro de niños cantando villancicos. No lo podía soportar, y poco antes de la expulsión me sobrevino un gran temor de tener que dejar que mi hijo se me fuera, y comencé a llorar. Y entonces apareció nuestro pequeño Bastian, 430 gramos, pequeño como la palma de la mano, y tan vivo. Por lo menos durante los siguientes 90 minutos. Bastian lloraba, y yo no estaba preparada para esto. Nadie me había preparado para oír el llanto de un niño tan vivo. Una auténtica persona. Después de tenerlo toda la noche en mis brazos lo tuve que entregar a la funeraria. A nuestro hijo mayor le hemos dicho que su hermano estaba muy enfermo y que su bisabuela cuida ahora de él. Sé que donde esté, estará mejor que con nosotros.”

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Vigilia por la vida naciente

En unión con Benedicto XVI se nos convoca, a los católicos, a celebrar una “Vigilia por la vida naciente” el próximo 27 de Noviembre de 2010. Sin duda, en vísperas del primer domingo de Adviento, es oportuno y significativo orar por la vida, teniendo en cuenta que el Adviento nos prepara para la celebración de la Navidad, el acontecimiento en el que Dios se convierte en Niño, venciendo en el pesebre la distancia infinita que, sin la Encarnación, separaría para siempre al hombre de Dios.

Se proponen tres esquemas para esta Vigilia: El primero contempla la celebración de la Santa Misa seguida de un momento de oración; el segundo esquema se adapta al Oficio de Vísperas y, el tercero, se amolda al rezo del Santo Rosario, teniendo en cuenta esta intención especial.

Es una buena iniciativa, que yo – en mi parroquia real y hasta en la “virtual” – pienso seguir. Todo es poco a la hora de rezar por la vida. Y sí, de modo especial, por la vida naciente, tan desprotegida. No sólo se defiende, hoy, que el aborto sea un derecho, sino que, incluso, se dan pasos para la legitimación del infanticidio. La espiral de la muerte es implacable y no faltan voces que aseguran que un cerdo de tres años tiene más derecho a la vida que un niño de nueve meses.

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15.11.10

El Papa en España: "Tengo curiosidad por conocer a ese Benedicto XVI" (escrito por Amfortas)

TENGO CURIOSIDAD POR CONOCER A ESE BENEDICTO XVI

Quisiera que este mensaje llegara, sobre todo, a los jóvenes: precisamente a vosotros, este contenido esencial del Evangelio os indica la vía para que, renunciando a un modo de pensar egoísta, de cortos alcances, como tantas veces os proponen, y asumiendo el de Jesús, podáis realizaros plenamente y ser semilla de esperanza.

Benedicto XVI, Misa en la Plaza del Obradoiro, 6 de noviembre de 2010.

Viernes 5 de noviembre

Pese a tener el día libre, me he acercado al periódico con el fin de sacar un billete por Internet para mañana a Zaragoza. Ni siquiera recuerdo la última vez que fui a ver a mis padres. Los trenes están repletos y las pocas plazas que quedan tienen un precio prohibitivo para mi más que mermada cuenta corriente. No queda otra que ir en autobús. Cuándo aprenderé a ser un poco previsor, me digo mientras bajo las escaleras que conducen al hall de entrada.

De vuelta a mi apartamento, me percato del estado calamitoso en que se encuentra. Difícilmente puede haber mayor desorden en menos metros cuadrados. Latas abiertas por todos los lados, papeles y periódicos en los lugares más insospechados, la vajilla sin fregar desde la última visita que tuve, la caja de preservativos encima del lavabo… ¡Lo que diría mi madre si entrara ahora mismo por esa puerta! Recojo un viejo libro del suelo: El rojo emblema del valor de Stephen Crane. En mis años de facultad soñaba con recorrer mundo como él, escribir como él, y morir a los 28 años también como él. Hoy tengo 28 años, no estoy muerto -aunque lo parezca-, apenas salgo de la redacción del periódico y, el día menos pensado, un ERE me pondrá de patitas en la calle.

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