InfoCatólica / La Puerta de Damasco / Categoría: General

13.02.24

Miércoles de Ceniza

La celebración de este miércoles, con el que comienza el tiempo de Cuaresma, se caracteriza, en el rito romano, por el austero símbolo de las cenizas. El gesto externo de cubrirse con ceniza, que representa la propia fragilidad y mortalidad, tiene un significado interior: asumir, cada uno de nosotros, un corazón penitente, dispuesto a acoger, por la misericordia de Dios, la redención, la liberación, abriéndonos a la conversión y al esfuerzo de la renovación pascual, muriendo al pecado y renaciendo a la vida de los hijos de Dios.

El profeta Joel apunta a esta renovación interior: “rasgad vuestros corazones, no vuestros vestidos, y convertíos al Señor vuestro Dios, un Dios compasivo y misericordioso, lento a la cólera y rico en amor, que se arrepiente del castigo” (cf Jl 2,12-18). Con el Salmo 50, pedimos: “Oh, Dios, crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme. No me arrojes lejos de tu rostro, no me quites tu santo espíritu”. Y el versículo antes del Evangelio, insiste: “No endurezcáis hoy vuestro corazón; escuchad la voz del Señor”.

Solo Dios, que crea a partir de la nada, puede crear en nosotros, pecadores, un corazón puro; un corazón capaz de amarle a él sobre todas las cosas: “Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios”. El corazón limpio es un corazón abierto a la santidad de Dios: abierto a la caridad, a la castidad, al amor de la verdad, a la ortodoxia de la fe (cf Catecismo, 2518). Los fieles deben creer los artículos del Símbolo “para que, creyendo, obedezcan a Dios; obedeciéndole, vivan bien; viviendo bien, purifiquen su corazón; y purificando su corazón, comprendan lo que creen”, escribe san Agustín.

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8.02.24

Una homilía para el aniversario de don José Domínguez González, sacerdote

Aniversario de don José Domínguez González

Parroquia de san Pablo, Vigo, 9 de febrero de 2024

 

En esta santa misa celebramos el aniversario de d. José Domínguez González. Nacido en Luneda el 17 de septiembre de 1932, falleció en Vigo el 9 de febrero de 2023. Con nuestra plegaria nos insertamos en la más genuina tradición cristiana, porque, como nos recuerda el Catecismo, “desde los primeros tiempos, la Iglesia ha honrado la memoria de los difuntos y ha ofrecido sufragios en su favor, en particular el sacrificio eucarístico, para que, una vez purificados, puedan llegar a la visión beatífica de Dios” (n. 1032).

El pasaje del evangelio según san Marcos (Mc 7,31-37) sitúa a Jesús en un territorio pagano: “pasó por Sidón, camino del mar de Galilea, atravesando la Decápolis”. El Señor anticipa la misión de la Iglesia, que se dirige a todos los hombres de todos los pueblos; también a los paganos, a los que no comparten la fe en el único Dios. Y hoy no hace falta moverse de casa para habitar en medio de paganos. Incluso la Iglesia padece un proceso de secularización interna que provoca la tentación de reducir el mensaje cristiano a “una propuesta moral fácilmente asimilable por la cultura dominante” (cf El Dios fiel mantiene su alianza, 51).

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18.01.24

Infierno

El catolicismo llama “infierno” al estado de la autoexclusión definitiva de la comunión con Dios y con los bienaventurados. Equivale al fracaso absoluto de la propia existencia, ya que el logro de la misma no se alcanza en el aislamiento, sino en la comunión. Si el infierno fuesen necesariamente los otros, entonces el hombre sería, como pensaba Sartre, una pasión inútil. Pero esta visión tan pesimista no es compatible con la enseñanza cristiana, que siempre invita a la esperanza.

No obstante, no se trata de una esperanza ingenua que piense que todo va a ir bien, sea lo que sea lo que hagamos. De nuestras opciones, del uso de nuestra libertad, dependen muchas cosas, tanto para nosotros mismos como para los demás. Nuestras elecciones libres no carecen de consecuencias; consecuencias que incluso pueden llegar a ser definitivas. De ahí la importancia de la responsabilidad y de la conversión.

Jesucristo alude al infierno con términos muy graves. En el capítulo 25 del evangelio de Mateo dice: “Apartaos de mí, malditos, id al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre y no me disteis de comer, tuve sed y no me disteis de beber, fui forastero y no me hospedasteis, estuve desnudo y no me vestisteis, enfermo y en la cárcel y no me visitasteis”. El magisterio oficial de la Iglesia ha recordado muchas veces la seriedad de esta advertencia.

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10.01.24

Verdad y caridad

“… defender la verdad, proponerla con humildad y convicción y testimoniarla en la vida son formas exigentes e insustituibles de caridad. Ésta «goza con la verdad» (1 Co 13,6). Todos los hombres perciben el impulso interior de amar de manera auténtica; amor y verdad nunca los abandonan completamente, porque son la vocación que Dios ha puesto en el corazón y en la mente de cada ser humano. Jesucristo purifica y libera de nuestras limitaciones humanas la búsqueda del amor y la verdad, y nos desvela plenamente la iniciativa de amor y el proyecto de vida verdadera que Dios ha preparado para nosotros. En Cristo, la caridad en la verdad se convierte en el Rostro de su Persona, en una vocación a amar a nuestros hermanos en la verdad de su proyecto. En efecto, Él mismo es la Verdad (cf. Jn 14,6)".

Benedicto XVI, “Caritas in veritate", 1.

Guillermo Juan Morado.

5.01.24

El Magisterio humilde

En Dei Verbum 10, a propósito de la transmisión de la revelación divina, se habla de la relación que vincula a la Escritura con la Tradición y el Magisterio: “La Tradición y la Escritura constituyen el depósito sagrado de la palabra de Dios, confiado a la Iglesia”. El “depósito sagrado” es un concepto de enorme alcance ecuménico, porque aúna Escritura y Tradición, subordinando ambos testimonios, inseparables, que “manan de la misma fuente” (DV 9), a la Palabra de Dios. La Sagrada Escritura y la tradición son la única Palabra de Dios transmitida de formas diferentes.

El ”depósito”; es decir, lo confiado por Jesucristo a los apóstoles y a la Iglesia, permite que, en fidelidad a él, a lo confiado, “el pueblo cristiano entero, unido a sus pastores”, persevere siempre en la doctrina apostólica y en la unión, en la eucaristía y en la oración (DV 10). En relación a ese depósito, en una función subordinada, encontramos el papel del Magisterio de la Iglesia: “El oficio de interpretar auténticamente la palabra de Dios, oral o escrita, ha sido encomendado solo al Magisterio vivo de la Iglesia, el cual lo ejercita en nombre de Jesucristo” (DV 10).

Los adverbios “auténticamente” y “solo” permiten comprender la peculiaridad del oficio magisterial: “auténticamente” significa “con autoridad”, y “solo” restringe esa autoridad a los pastores de la Iglesia. Muchos en la Iglesia, significativamente los teólogos, interpretan con competencia la palabra de Dios. Pero la autoridad pastoral es exclusiva, pertenece “solo” a los obispos y al Papa.

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